mismo autor, mismo libro.
pag 31
en retrospectiva, lo que me impresiona cuando vuelvo a pensar en Isabelle es la increíble franqueza de nuestra relación desde el primer momento, incluso en temas sobre los que normalmente las mujeres prefieren conservar cierto misterio, con la errónea idea de que el misterio añade un toque de erotismo a la relación, cuando la verdad es que a la mayoría de los hombres les excita el acercamiento sexual directo. "No es muy dificil hacer que un hombre se corra..." me había dicho ella durante nuestra primera cena en el restaurante tibetano, "en cualquier caso, yo siempre lo he conseguido". No mentía. Tampoco mentía al afirmar que el secreto no tiene nada de extraño o especialmente extraordinario. "Basta con recordar", continuó ella, suspirando, "que los hombres tienen cojones. las mujeres saben que los hombres tienen polla, lo saben demasiado bien; desde que los hombres han quedado reducidos a la condición de objeto sexual ellas están literalmente obsesionadas con sus pollas; pero nueve veces de cada diez, cuando hacen el amor olvidan que los cojones son una zona sensible. Ya sea para la masturbacion, una penetración o una mamada, hay que llevar la mano de vez en cuando a los cojones del hombre, bien rozando, acariciando, bien presionando con más fuerza; te das cuenta según los cojones estén más o menos duros. Y eso es todo"
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