De muchos es sabido que los detectores de mentiras que salen en televisión detectan cambios en la presión sanguínea, ritmo cardiaco y la sudoración. Es decir (tal y como afirmaba Robert Lee Park) el polígrafo es un buen detector de orgasmos.
Aunque algunos artículos afirman que aprendiendo a eliminar los falsos positivos la fiabilidad del polígrafo ronda el 85% también es cierto que con un poco de entrenamiento se puede engañar a la maquinita inventada en 1938.
Los métodos para detectar la mentira han sido muchos y algunos hasta son científicamente correctos. Aqui hemos hablado de las teorías de Ekman sobre las microexpresiones (hasta se hizo una serie de Tv) e incluso la facilidad que existe en mentir con las nuevas formas de comunicación que nos da la tecnología.
También hemos hablado que algunos estudiosos han encontrado que anulando la actividad de la corteza prefrontal anterior del cerebro se miente con mucha más credibilidad.
Basándose en ese estudio se ha considerado que si la actividad cerebral en ese mismo lugar se dispara eso quiere decir que el sujeto miente (y teniendo en cuenta que es complicado entrenar la actividad cerebral pero al polígrafo se le miente pensando en los pechos que mirabas desde abajo mientras ella galopaba sobre ti agarrándose al cabecero granate de tu cama) han propuesto utilizar este método como un medio fiable para usarlo en los juzgados de EEUU.
¿Nos da miedo perder nuestro saquito de mentiras?
Quizá sí. Quizá lo personal, aquello que nos guardamos dentro y que no compartimos nunca por verguenza o porque es mejor que se quede así, es mejor que se instale en nuestro cerebro sin tener la necesidad de sacarlo afuera como si tuviéramos la obligación de ser transparentes.
Si logramos una forma de sacar de quien queramos cualquier cosa que tenga dentro creo que el resultado sería muy peligroso porque todos hemos hecho cosas que no nos dejan en buen lugar.
Claro está que si el método es correcto, teniendo en cuenta que nuestras leyes están basadas en la verdad y la mentira, ello supondría la efectividad casi absoluta del sistema legal. Sin embargo estoy convencido que algún funcionario se llevaría el escaner a casa para comprobar las verdades de su pareja y, tras aparcar el coche y quitarse la chaqueta, llevaría a la acusada al salón para sacarle de dentro aquello que probablemente no quiera ver aunque en el baúl no encuentre infidelidades pero sí algo que ella lleva tapando con mentiras desde que le conoció. Por eso mismo da un poco de miedo. He de afirmar que en mi baúl residen travesuras de las que me arrepiento y tapo con mis mentiras de niño, pero no me produce especial emoción saber que la ciencia se empeña en conocerlas.
Quizá reside, debajo de todo, el problema ético de abrir puertas que no debemos de abrir, aunque tengamos la llave.
1 comentario:
Por eso es mejor que esas cosas bajo llave las enseñe el propio dueñ@.
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