Se ha dado la siguiente casualidad:
Con lo cual, independientemente de que el mismo día que la árabe fuera coronada, todos los tabloides americanos, cegados con lo malísimo que es todo lo que suene a árabe, ya la hayan acusado de confraternizar con Osama bin Landen o de trabajar en un club de striptease (que digo yo no es pecado ni para la iglesia católica) queda bien demostrado que las anglosajonas no gustan ni a los mismos anglosajones.
En el caso de las americanos del norte puede ser porque ya se hayan cansado de neumáticas pamelas (o que interese, llamándose el presidente Hussein de segundo, llevarse bien con el mundillo árabe)y en el caso de las norteñas islas británicas puede ser porque han descubierto que esa remilgada, pálida y edulcorada belleza británica está más pasada que los capítulos de "arriba y abajo".
O puede ser simplemente que por meras cuestiones estadísticas y dado que el porcentaje de inmigración en esos paises es relativamente alto entre la franja de edad que gana estos concursos, la probabilidad de ganar era alta en el entorno de origen foráneo.
También es verdad que los EEUU están algo alterados por esa ley de Arizona que puede meter en la carcel a cualquiera que sea sospechoso de ser inmigrante irregular (porque no hay personas ilegales sino situaciones irregulares), especialmente latino. Se acoge, la gobernadora de Arizona, a decir que gran parte del tráfico de drogas viene de esas irregulares manos y que ésta es una manera de atajar aquella actividad ilegal. Se le olvida, a la gobernadora de Arizona, que traficantes, como gilipollas, hay en todos los lugares y de todas procedencias. También es cierto, no lo vamos a negar, que si yo me he jugado la vida por cruzar una frontera no voy a dirigir mis pasos a Arizona, con lo cual la muchacha se termina saliendo con la suya que es, como en casi todos los casos, preservar la aria raza de la zona compuesta en sus orígenes por europeos, indios y afroamericanos, todos ellos con más sangre americana que la bandera sureña. Al fin y al cabo muchas leyes no son para aplicarse, sino como elementos disuasorios en forma de publicidad encubierta.
Esa publicidad que muchos de nuestros paises se han empeñado en generar durante años ha sido parte de nuestro principal problema actual. Hace mucho se fantaseaba con lo que pudieran pensar los extraterrestres si únicamente dispusieran de nuestras imágenes televisivas. Pensarían que todo son alegrías e historias con final feliz, que siempre se ligan a la más guapa y que siempre gana nuestro equipo. Que somos felices, que hay trabajo y que la mayor parte del monte es orégano. El problema es que no hace falta ver la influencia que ello ha tenido en la estratosfera para ver que un buen muchacho relleno de sed y de miseria que se sienta delante de su televisor en el áfrica más calurosa quiere, por todos los medios, llegar a ese dorado occidental. Cree que las cosas son cómo las ve, cómo las oye. Nadie es capaz de decirle que todo eso es mentira porque lo ve, lo escucha y lo quiere.
Ahora, además, su novia del poblado se meterá en la patera con él para ver si puede ser miss y vestirse con esos trajes de princesa, taparse la boca mientras se le cae la corona al ponérsela y ganarse la vida mientras la hacen fotos.
Y nadie les dirá que eso es mentira.
Es: el efecto llamada que hicimos con nuestra opulenta televisión de mentira.
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