El 14 de Octubre falleció Philip Zimbardo, psicólogo e investigador mundialmente conocido por el experimento de Standford. ( Ya hemos hablado de ello hace varios años)
Lo curioso es que aunque tenemos certificación clara desde 1971 que algunos necesitan convertise en arquetipos, vamos a peor. Una de las cosas que tiene la polarización es la urgente necesidad de pertenecer a un grupo y, sobre todo, comportarse como se supone que debe comportarse. Quizá por eso a algunos les sorprende que se corrompa alguien de izquierdas casi tanto como descubrir que uno de derechas es buena persona. Es más: si alguien es condenadamente malvado en un aspecto de su vida, entonces, es impensable que haya hecho alguna buena obra. "La Madre Teresa de Calcuta jamás se comportó como una hija de perra con nadie"- es una afirmación estadísticamente falsa igual que decir que Ted Bundy nunca ayudó a una ciega guapa a cruzar la calle sin violarla.
Desconozco si alguno de mis lectores ha intentado ligar en las cientos de aplicaciones que existen. Se entabla conversación con alguien y se comienza desde cero con el runrún intrínseco que tiene la plataforma en la que se conversa. No es lo mismo iniciar una charla en misa que en una local de intercambio de parejas tailandés, obviamente. El caso es que se empieza a hablar. Esa conversación te puede pillar ardiente y activo con mucho tiempo libre y concentración extrema o te puede pillar cagando. Eso es algo que la otra persona desconoce. Obviamente tu manera de interactuar es diferente pero no vas a ser descortés. Entonces descubres, al menos desde el punto de vista del varón, que solamente puedes estar en dos sacos: puedes ser un mono con el órgano reproductor fuera o un caballero con una limpia armadura, cargado de flores sobre su caballo blanco, dispuesto al rescate de una princesa a la que seducir con frases que bien podrían ser sacadas de una canción de Pablo Alborán. No es viable pasar de un sitio a otro. No es correcto ser amable por la mañana y travieso cuando anochece. No es válido poder hablar de cine, de actualidad o de psicología conductual para después preguntar si acaso duerme con una camiseta larga de tirantes de esas que despiertan con un pecho fuera. La obligación es la de elegir bando porque si no estás claramente en un bando, no eres apto. Y si adoptas un bando has de hacerlo con todas las consecuencias y demostrar tu militancia en todo momento.
Curiosamente la vida real cada vez se parece más a lo que acabo de describir. Cuando la gente del equipo nos íbamos a cenar y en vez de estar en pantalón corto correteando por el campo nos veíamos vestidos de personas normales, una punzada de extrañeza nos recorría.
Actualmente, basándonos en un relato absurdo pero eficiente, parece que si alguien es de izquierdas tiene que ser eco resiliente, vegano, animalista, ecologista, feminista, aliado, socialmente comprometido y viste ropa casual. Por el contrario si es de derechas tiene que ser homofobo, capitalista, rentista, machista, rico, explotador, racista y llevar ropa de mis abuelos. Se han de cumplir todos esos requisitos. ¿Cómo va a ser machista si es de izquierdas?- se preguntaban algunos la semana pasada, sin dar crédito a las noticias. Son los mismos que decían que si el portavoz de un partido de derechas se había casado con su novio, era una estrategia de blanqueamiento fascista. También existen, por supuesto, aquellos que se empeñan en convertirse en lo que creen que deben ser y adoptan como propios los comportamientos arquetípicos del bando al que deciden pertenecer.
Entonces aparece alguien socialmente comprometido, micromachista, capitalista, vegano y que lleva ropa casual. Alguien con errores y aciertos que unos días, como los italianos, va en bici y otros huele bien. Eso no puede ser. No es comprensible. Es un fallo del sistema. Hay que convertirlo en algún arquetipo. Será un depredador o un santo porque no puede ser ambas cosas. No puede. No debe. No. En la necesidad periodística, literaria y social está llamar a algún psicólogo que lo meta en un saco, que lo convierta en uno de los participantes del experimento de Standford. Imagina que alguien de izquierdas se compra un chalet que lo flipas, vive, sin haber trabajado privadamente jamás, del cuento político, acosa a las becarias y admiradoras, apoya a dictadores o te intenta ordenar cuando has de poner la lavadora. Es algo imposible y, si acaso lo hace, es culpa del neoliberalismo y del patiarcado.
Si alguien de derechas es gay, no puede ser. Tampoco se puede ser pobre de derechas. O proletario.
Así que ahora, que pasa todo eso y que hay que ser de Apple o de Android, de Telefonica o de Vodafone, del Barcelona o del Madrid, de combustión o eléctrico, de Broncano o de Motos... ahora Philip Zimbardo, desde su tumba, se ríe al descubrir que su experimento se hace por las calles, entre tus vecinos, por las editoriales y en las tertulias.
Porque si no eres alguien que vive en un arquetipo, ni ligas, ni eres, ni existes.