Las noticias que nos bombardean de soslayo son siempre las que se quedan en los estados de opinión. Es mucho más profunda la pequeña noticia en una hoja par que el titular a varias columnas.
Quizá el estado islámico nos queda muy lejos o Trump muy anaranjado pero esa pequeña noticia en la que el vecino del tercero, ese que se compró un coche nuevo, ha sido detenido con seiscientos kilos de cocaína es la que nos hace ratificarnos en la idea de que tenía ese coche por algo y no porque fuera mejor que nosotros. Eso nos tranquiliza hasta cierto punto y ya no nos hace entornar los ojos al pasar por el garaje sino que nos provoca una sonrisa malévola al girar en la planta 2, cerca de la columna.
Últimamente hay una batería de pequeños y grandes titulares que certifican todo ello: la operacion Rikati, en la que resulta que unos tipos que se hicieron casi ricos pasando películas piratas habían pasado de estafar a Sony Pictures para estafar a tu primo con su teléfono. La caída de la la tecnológica Zed, que hizo aquel juego de Commandos y también fue el germen de aquella Terra, que nació en bolsa como uno de los mayores blufs de la historia. El fraude ese del autobus elevado de china... Todas esas noticias tienen un mismo patrón: se llevaron mucho dinero y era todo mentira. Gente sin escrúpulos y malas personas que robaron, al estilo forum filatélico, sin pensar más que a corto plazo y en el interés personal, que es lo máximo a lo que se parece que se puede mirar en la nueva sociedad que vivimos.
Cuando alguien es rico no es por lo que vale sino porque hay algo turbio en él. Eso es lo que queda después de leer algunas columnas. Es algo que tranquiliza aunque sea mentira, aunque no nos guste aplicar la lógica y aceptar que, como decía nuestra abuela (que no nuestra madre empeñada en convencernos de poder llegar a cualquier sitio con el esfuerzo adecuado), siempre hay alguien mejor que nosotros pero eso no ha de desanimarnos.
Algunos de esos que miran atrás con odio (véase la canción en ingles), incapaces de creer que alguien es capaz de llegar a un sitio mejor sin violar al gato del vecino, necesitan creer que hay una conspiración de los hombres injustos para cerrar las puertas del cielo. ¿La hay?. Puede que si pero tengo la certeza de que es peor la zancadilla del antes llamado amigo que la barrera babelónica de un sistema dolorosamente exigente.
Hay una idea generalizada de que quien triunfa es por maldad, que si no nos toca es porque tenemos conciencia, porque somos buenos, que no hay recompensa para los hombres justos y caerá cierta venganza sobre ti. Nadie dice de si mismo que es culpable, que no puede, que está limitado y, sobre todo, nadie cree, al verse en el espejo, que el estúpido es él, excepto para buscar consuelo.
Si no has encontrado el recoveco para hacerte rico a costa de una fisura del sistema o de una forma veloz y furibunda, a base de un pelotazo en forma de startup o con un disfraz de coach cargado de estupideces con las que sacar el dinero a alguien un poco más incauto que tú, entonces te queda el estado habitual de opinión.
El estado de opinión nos quiere hacer creer que aún lo podemos todo, que la culpa está en otro lado, que no soy yo, sos vos. Así solamente alargamos el momento en el que nos demos un golpe, en el nos atropelle la vida aunque algunos van como los chinos buscando cobrar el seguro y después hablan de lo mal que conducen, los ricos, los putrefactos, LOS DEMÁS.
El estado de opinión nos quiere hacer creer que aún lo podemos todo, que la culpa está en otro lado, que no soy yo, sos vos. Así solamente alargamos el momento en el que nos demos un golpe, en el nos atropelle la vida aunque algunos van como los chinos buscando cobrar el seguro y después hablan de lo mal que conducen, los ricos, los putrefactos, LOS DEMÁS.
pd: Hacerse rico a base de esfuerzo y trabajo, con tiempo y constancia, no parece una opción entre los que nacieron con internet a más de 56 baudios