Finlandia tiene, finlandés arriba , finlandés abajo, 5,3 millones de habitantes.
Islandia, que es otro pais que acaba en -andia, 330mil islandeses.
Dinamarca 5millones y medio.
Noruega 5 millones.
Madrid 3 millones y medio. Barcelona se acerca a los 2 millones. España, en general, más de 47 millones.
Como es perfectamente lógico poner de acuerdo a los islandeses en algo casi es como una reunión de la comunidad de vecinos en comparación con la saturación plural de la piel de toro.
Sin embargo más de uno sigue saliendo a la calle pensando que como ambos son países lo que haga uno puede hacerse en los demás de la misma forma que si
Usain Bolt es capaz de correr los 100m en menos de 10 segundos, como yo tengo piernas también podré. Si no puedo es culpa del gobierno o de la malévola oposición.
Como todo el mundo es capaz de asumir mi tio abuelo que vive en un campo de boniatos de la Castilla profunda lo que hace mientras ve crecer sus boniatos es actualizar su perfil, ver las fotos de su exnovia y jugar al Bejeweled Blitz con su portatil de 4 núcleos.
Ser o actuar como islandeses en España es exactamente lo mismo que decían los expertos de los sistemas de educación del norte de europa: un imposible porque somos muchos más.
Lo bueno que tiene vivir en Dinamarca o vivir en paises del tamaño de un tamagochi es que igualmente rápido se puede pasar de un extremo al otro.
Antiguamente las naciones eran más o menos potentes dependiendo de la cantidad de tierras o valores humanos que eran capaces de aglutinar. El imperio romano, el portugués, el británico o incluso nuestro flamante imperio español eran monstruos como después pudieron ser las empresonas que se subieron al carro de las revoluciones industriales siendo capaces de todo. En el mismo Bilbao existen barrios enteros que son fruto de las construcciones de Firestone o aquellos Altos Hornos que creaban y destruían ciudades y sociedades al ritmo de las cuentas de resultados.
Torrelavega tiene, según pasas por la autovía, aquellas casas pequeñas que puso ordenaditas la Sniace como quien hace y deshace a voluntad con sus miles de empleados.
Hace unos años las empresas descubrieron lo magnífico de dividirse y convertirse en filiales. IBM vendió su división de portátiles a un chino con dinero. La empresas de automoción se dividieron y subdividieron en su parte de motores, de frenos, de neumáticos y de tuercas, por lo que unir, quebrar o separar les permitía cambiar con más rapidez de lo que pudiera hacer la todopoderosa
General Motors. Hemos pasado de las grandes compañías al mundo de las filiales.
Y nunca sabes si tu filial se va a ir al garete por mucho que la filial del pabellón de al lado vaya viento en popa a toda vela.
También es verdad que en muchas tarjetas es el logotipo del grupo matriz aquello que te hace grande.
Ultimamente las naciones son casi empresas dirigidas por empresarios sin experiencia con el título de político. Se ha demostrado que el dinero, que es aquello que nos ha llevado a esta crisis de valores en la que nos encontramos, es la grasa que mueve los engranajes de nuestra sociedad.
Y algunos, desde el pedestal de la crítica, ansían y desean que aquellas decisiones, estúpidas o no que toman como si fueran referentes países del tamaño de la preciosa capital de León, sean también posibles en nuestros enormes y unificadas naciones.
Claro que no me imagino la tarjeta del lehendakari con un logo a un lado que ponga: Euskadi, grupo España.
Tampoco me imagino en ningún momento que se pudiera actuar en España de la misma forma que en Finlandia, Islandia o mucho menos (y afortunadamente) como en Dinamarca.
Y, sin engañarnos, la existencia de España es la excusa perfecta para la deficiente gestión de muchos ayuntamientos y autonomías.
Pd: este cartel de Forges estuvo muchos años en la pared de mi cuarto.