Chicos, me tomo un descanso. Ultimamente estoy personalmente agotado.
Mal dia para buscar
24 de febrero de 2013
22 de febrero de 2013
Poseídos por las formas
Los que nos hemos criado al abrigo de los 80 tenemos un problema. Ese problema son las formas. Nos da lo mismo que nos sodomicen pero nos importa mucho, como si fuera una parte de la chaqueta metálica, que no nos abracen mientras lo hacen. Nos importa, como si fuéramos una banda de marujas preocupadas del vestido más que de la ceremonia, la manera de reir y de posar, de llegar y de marcharse. Todo eso muy por encima de lo que viniéramos a hacer o si aquello haya sido exitoso, mediocre o deprimente.
Lo más preocupante de un mangante entrando en el juzgado no es si devuelve el dinero o cumple la pena, lo que importa es la actitud chulesca de la entrada o si tartamudea a la salida. Lo importante de una tonadillera en comisaría es si repite vestido o si mira el teléfono en medio de la vista oral. Parece que a nadie le importan las culpabilidades y los hechos, los robos o los premiados. A las azarosas lectoras del primer reportaje del Hola no les preocupa si aquella casa se pagó con esfuerzo o con explotaciones de trabajadores asiáticos pobres, sino el estampado de las cortinas.
Tiene más audiencia la parte de la entrada por la alfombra roja de los Oscar que si ganaron siete, nueve o ninguno. Probablemente porque eso nos dejó de importar. Hay más falsos de look que chicos malos. Más de alguno se cree intelectual por llevar gafas de pasta.
A mi madre le gustaba ver la parte del futbol en la que los jugadores se enzarzan en una pelea mucho más que seis regates y una rabona. La celebración del gol se ha convertido en algo tan o más importante que el gol en si mismo. Lo importante no es que los abrazos hayan sido sinceros sino la manera furtiva en la que te fuiste o si no acertaste con el desayuno adecuado. Las formas, en definitiva, han ganado la partida a la acción.
Así que ya no vale un programa electoral que no se vaya a cumplir mientras sea bueno el cartel publicitario. Da igual que el producto sea más caro si el anuncio es bueno. Es más importante parecer honesto que serlo. Liderazgo, hoy en dia, es tener millones de seguidores en twitter.
En el mundo de la seducción resulta más intenso y más exitoso conocer el tempo apropiado del goteo de llamadas o mensajes que reconocer abiertamente que presentas algún interés en conocer a la otra persona porque ser directo suele significar una debilidad asociada al fracaso. La formas han fagocitado todo aquello que habíamos venido a hacer porque ya no es importante hacerlo sino que parezca que lo hiciste y, sobre todo, la manera en la que vendiste lo que se supone que ibas a hacer. Salir del baño subiéndote la bragueta nunca significó que te la hubieses sacado. Un político no es su legado, sino sus ruedas de prensa. Un amante no es su sexo o sus caricias, sino sus regalos o sus horas de disponibilidad. Algunos están dispuestos siempre, aunque no hagan nada y los besos sean más falsos que los de las familias felices de los anuncios del Lidl.
Ya no importa el fin, ni el medio. Importan las formas.
!Viva la publicidad asociada a la vida real!. Viva ese curioso engaño de habernos convertido en anuncios con patas, en publicistas de tercera división que se preocupan más por las formas que por cualquier otra cosa y serían capaces de crucificar a su madre por conseguir que te creas la próxima mentira.
19 de febrero de 2013
18 de febrero de 2013
Privacidades y transparencias
Hace varios años, cuando eso de las redes sociales era una tendencia, se hizo un estudio en el que se preguntaba a las personas sobre si estarían dispuestos a que sus datos personales circulasen por internet. Como resultado, y de manera mayoritaria, las personas indicaron que bajo ningún concepto se encontrarían cómodos si todas sus cositas estuvieran al acceso de cualquiera. Mas o menos por esa lógica aquel estudio dedujo, de manera incorrecta, que las redes sociales nunca serian masivas.
Sin embargo, aunque se pueden conocer tus miserias y contactos con una facilidad máxima, mas de uno sigue manteniendo que la privacidad y la seguridad de sus pequeñas cosas están aseguradas en manos de Facebook, de twitter, de gmail o de Microsoft. Supongo que necesitan creer, como quien cree en la honorabilidad de cualquier empresa o en un dios omnipotente, que aquello es cierto. Se quejan por la privacidad y estan sumisos en la nueva moda del Harlem Shake como si eso fuera graciosísimo cuando es una nueva sandéz más. Hace nada Microsoft lanzo una campaña asegurando que Google lee todas y cada una de las palabras que aparecen en tus Mail con el fin de enviarte publicidad acorde con tus intereses, mas o menos lo mismo por lo que en la barra lateral de facebook aparece publicidad dirigida para ti.
Con el paso de los años y de las modas todo aquello de las redes ha dejado de ser personal a ser masivo. Es cierto que la tendencia de uso de internet ha ido cambiando y este mes de enero se dio, por primera vez, la circunstancia de que se busca y se navega desde aquellas aplicaciones que sueles utilizar. Se busca casi tanto desde el buscador de Facebook que desde la pagina de Google, al fin y al cabo, ambos filtran resultados dependiendo de quien les contrate para vender publicidad.
Yo, cansado y molesto por todas esas consideraciones estúpidas que me acusaban de tener una vida paralela en internet, hice un ejercicio de transparencia digna de la publicación de la declaración de renta por parte de un político: dejar mi perfil publico. Aun así, me sucedió lo mismo que a los políticos, que aquel ejercicio se razonó insuficiente como si tuviera cuentas en suiza o mensajes privados conscientemente ocultos. En realidad me irrita pero me importa una mierda lo que piensen los demás de la misma forma que soy plenamente consciente que el futuro se enmarca en un despropósito de información personal descontrolada que va de un lado a otro del planeta a modo de nuestras imborrables huellas digitales.
También me importa bastante poco que las aplicaciones y los sistema operativos que usamos de manera masiva vayan, poco a poco, haciendo perder el control de nuestros archivos con ese dispositivo de localización contínua que es el teléfono. Dime, si eres capaz, donde se esconden las fotos que recibes a través del Líne. Cuéntame, por favor, en que lugar están los contactos del Messenger (muerto en breve (8 de abril)) o del skype. Explícame el motivo por el que, al pasar de un terminal móvil a otro, aparecen contactos que habías borrado a conciencia. Dime, incluso, la razón malévola por la que el whatsapp tiene escondida en algún lugar una copia de seguridad de tus conversaciones o la razón por la que, al volverte a hacer amigo de alguien a quien borraste en Facebook, aparecen los mensajes privados de los que escapaste el día que eliminaste el contacto.
Y, sin embargo, por mucho que digamos y aseguremos que no nos hace gracia que nuestros datos , nuestras conversaciones y nuestras fotos circulen por ahí, cada vez nos vamos sumergiendo en el pozo de todas esas aplicaciones sobre las que no tenemos ningún control (que le pregunten a #Pipipagalaropa). Cada día y cada actualización que llega nos va quitando el control sobre lo que escribimos, fotografiamos o activamos de manera inconsciente. Nuestro GPS, nuestra cámara de fotos y nuestros mensajes se van acumulando en servidores de la Europa del norte o en Palo Alto sin que tengamos aquel control arcaico y nostálgico en el que, para olvidarte de algo de manera definitiva, buscabas una carpeta y borrabas el contenido.
La "nube" es el gran engaño comercial y publicitario del siglo XXI porque para usar una utilidad maravillosa has de vender tu vida a extraños.
La "nube" es el gran engaño comercial y publicitario del siglo XXI porque para usar una utilidad maravillosa has de vender tu vida a extraños.
En realidad solo queda una opción ante todo aquello que se ha convertido en algo habitual en la manera moderna de comunicarse: asumirlo y joderse. Porque dejar de comunicarse es un precio, quizá, demasiado alto.
Aunque yo, y lo reconozco, saber todos estos datos hace que cada día me comunique menos. Eso no quita que Internet sea un invento maravilloso pero que la privacidad en internet sea una transparencia y una falacia en estado comercial puro.
(La foto tenia que ser de Linda Evangelista con alguna transparencia, que son las mejores)
15 de febrero de 2013
Regalos desagradecidos
Hay, en realidad, una manera muy diferente de considerar los regalos según el sexo y la cultura. De la misma forma que sacrifiar un carnero puede ser una muestra de afecto infinita en algún lugar del planeta un par de flores o un chuletón con patatas fritas pueden ser, en algunos casos, mucho más "rentables" que el esfuerzo de elegirle la camisa y los zapatos adecuados o prepararla una sesión de cine, aunque sea con alguna pseudo pelicula en la que la protagonista sea un caballo.
14 de febrero de 2013
El San Valentin de los perdedores
Una vez me dijeron, no sin razón, que las grandes obras sobre el amor las crean personas que son expertas en equivocarse de manera contínua a lo largo de su vida. Cuantas más veces has pensado que esa era la oportunidad correcta y, por lo que sea, no lo ha sido, más has aprendido sobre el proceloso campo de las relaciones.
También es cierto que días como el de San Valentín y toda esa moda insulsa y absurda de las comedias románticas han hecho un daño atroz a la verdad y hemos vivido, al menos estas generaciones subyugadas por la televisión y el cine, poseidos de la búsqueda de un obligado final feliz sin grises.
Cuentan que uno de los problemas que tiene la generación que ha nacido con porntube a golpe de ratón es que creen que el sexo ha de ser ese ejercicio aeróbico que encontraron en sus pantallas. Desconocen, antes de encontrarse con ello, el gatillazo y el dolor de cabeza, la flaccidez en las erecciones y la falta de lubricación. Han creído, como el que cree que suenan violines al encontrar al amor verdadero, que la verdad ha de ser lo que les han contado. Dicen que los jóvenes tienen mitos sexuales parecidos a los de los años 60 pero también están convencidos que querer es sufrir y, sin embargo, un muchacho delgado con pendiente pequeño y de esos que andan como a saltos, resguarda una rosa en el asiento del copiloto de su bmw de segunda mano esperando el momento de darla con el cariño que le deshace cuando deja a un lado el Tony Manero del siglo XXI que intenta a ser entre derrape y derrape, entre el Line, el tipo de relación que pone en su facebook y el Whatsapp.
En realidad el amor, como tal, ha cambiado muy poco a lo largo de los siglos. Han cambiado las relaciones, las formas, las sábanas y los colchones, las velas por luces indirectas del ikea y, quizá, las maneras de ocultar ese cariño que nos hace débiles. Pero el amor, como tal, es el mismo. Y dentro de amor está el odio y la venganza, el rencor y las reconciliaciones, la añoranza, tonta y ñoña, de una despedida inadecuada. Dentro de los sentimientos hay un hueco para todas esas letras desaprensivas y melosas de canciones que llevan contando todas las historias como si fueran una sola desde que hay trovadores y cantantes.
Y las mejores canciones, las que te destrozan, siempre llevan ese punto de pérdida que nos es tan conocido a todos los que aprendimos a golpe de fracaso, a golpe de equivocación y a golpe de idealización cinemátográfica del amor. Aprendimos a golpe de noches vacías y de pensar que habría una forma personal e instransferible de no necesitar cariño en este mundo frío que ha considerado que sentir es una equivocación de la naturaleza. Aprendimos a base de exigencias infinitas propias y ajenas. Aprendimos, conduciendo sin rumbo o entre los silencios de alguna conversación telefónica, que decir "lo siento" o "te quiero" es mucho más complicado que jurar que "esto se ha terminado".
No supimos pedir perdón ni ser perdonados. Creímos, como capitalistas sexuales que compran y venden caricias, que la mejor está siempre tras la última y , después, nos recorrió un escalofrío al recordarla. Todas esas sensaciones son intrínsecas al ser humano y no entienden de tecnologías ni de modas ni de tendencias sexuales. Los homosexuales y los heteros sienten igual, se engañan igual, se quieren igual... porque son personas. A todos nos han abandonado y nos han engañado. Todos hemos abandonado y hemos engañado, hemos sentido la carcoma del error y hemos añorado la sensación infinita de despertarnos en una cama que nos haga sentir que hemos llegado a un refugio.
Y queremos creer que hay un refugio del que no nos iremos.
El amor es un estado mental, una combinación química de substancias de nuestro cuerpo. También es el resultado de la complaciencia y la tolerancia, de ser uno mismo, imperfecto y temeroso, con un lugar donde acurrucarse y que da la casualidad que es el mismo lugar donde se acurrucan a tu lado. Nunca fue ese pozo de perfección que quisimos encontrar en el maremoto de relaciones que vinieron detrás de la revolución sexual o de la extraña adicción al desapego que tiene el ser humano contemporáneo. El mismo ser humano que no llora en público cuando siente que le han abandonado o que su orgullo le ha jugado, una vez más, una mala pasada.
San Valentín, como los anuncios de televisión, es una farsa bien construída que castiga a todos los que, como yo, tenemos un máster en amor a base de fracasos y decepciones.
Aún no sé como se gana, pero conozco todas las formas de salir perdiendo.
11 de febrero de 2013
90% de sádicos justicieros
Es curioso. Del 100% de los homicidios está calculado que solamente el 10% lo hacen personas malas. El resto, es decir, la mayoría, los cometen pensando que es su forma de establecer la justicia. Eso significa que cuanto mayor es nuestra concepción de la moral y la verdad mayores justificaciones encontraremos a nuestros arrebatos homicidas, siendo el homicidio un extremo cuantificable.
Viene a ser que tenemos a un Charles Bronson en nuestro interior que reclama, cual Clint Eastwood, que nos plantemos en un lugar justiciero del mundo pidiendo, con el malo sollozando por nuestro perdón, que nos alegre el dia.
Eso mismo da una explicación ante otras múltiples situaciones de nuestra vida actual. Eso explica, probablemente, decisiones políticas, militares y personales que se han tomado en algunos momentos. Estoy convencido que Aznar, en ese arranque chulesco junto a su amigo George, estaba convencido que meter a España en una guerra contra unos tercermundistas árabes era bueno para el estado y que , además, con ello iba a equilibrar el mundo de esa injusticia que se acercaba por el este. Estoy seguro que Hitler creía que matar judíos era el paso necesario para la consecución de un mundo mejor de la misma forma que apedrear a las mujeres lo considerarán justicia algunos árabes o recordarme lo psicótico hijo de perra que he podido llegar a ser sea una herramienta por parte de alguna ex novia vengativa para intentar que me comporte mejor o equilibrar el daño que seguramente cometí. Cuando Sanchez Gordillo roba y amenaza en un supermercado cree que es la manera de que el proletariado se rebele contra el gran capital opresor. Todas esas acciones llevan implícita la creencia, por parte del ejecutor, de que se está realizando un bien.
Y eso sucede el 90% de las ocasiones.
Sucede cuando un dictador malévolo lanza a sus aviones contra la población indefensa y cuando un cacique vuelve a reponer el derecho de pernada. Sucede cuando suben los impuestos y cuando un americano grita que tiene derecho a defenderse con sus propias armas, porque cree, en realidad, que las va a utilizar para hacer un bien. Sucede cuando te mandan a dormir al sofa y cuando no quieren quedar contigo para que reflexiones sobre lo que hiciste mal. Sucede, incluso, cuando el sexo se convierte en una moneda que solo podrás gastar el día que accedas a comprometerte o cuando tú mismo, en un alarde de justicia infinita y absurda, consideras que es mejor quedarte en casa viendo cómo te come la soledad en vez de quedar para compartir anécdotas y dejar atrás rencillas infantiles implícitas en las relaciones.
En la mayoría de los fraudes, los daños innecesarios y los delitos existe un mecanismo mental que nos intenta convencer del peso de la justicia lograda, de la bondad de nuestros actos aunque sean repulsivos, infantiles o especialmente dolorosos. El 90% de las veces que hacemos daño creemos, en realidad, que hay algo bueno en el futuro resultado. No quiere decir que nos engañemos siempre o que algún tipo de daño colateral sea necesario en las dolorosas decisiones que nos vemos obligados a tomar muchas veces a lo largo del día sino que nuestro cerebro nos engaña, en mas veces de las que deseamos, pensando que lo que hacemos tiene un lado bondadoso.
Y que cuanto mayor es nuestra fortaleza moral y más creemos en los valores y la justicia, más fácil nos convertimos en sádicos.
Pd: canta Julio de la Rosa en su último disco "pequeños trastornos sin importancia"
Y eso sucede el 90% de las ocasiones.
Sucede cuando un dictador malévolo lanza a sus aviones contra la población indefensa y cuando un cacique vuelve a reponer el derecho de pernada. Sucede cuando suben los impuestos y cuando un americano grita que tiene derecho a defenderse con sus propias armas, porque cree, en realidad, que las va a utilizar para hacer un bien. Sucede cuando te mandan a dormir al sofa y cuando no quieren quedar contigo para que reflexiones sobre lo que hiciste mal. Sucede, incluso, cuando el sexo se convierte en una moneda que solo podrás gastar el día que accedas a comprometerte o cuando tú mismo, en un alarde de justicia infinita y absurda, consideras que es mejor quedarte en casa viendo cómo te come la soledad en vez de quedar para compartir anécdotas y dejar atrás rencillas infantiles implícitas en las relaciones.
En la mayoría de los fraudes, los daños innecesarios y los delitos existe un mecanismo mental que nos intenta convencer del peso de la justicia lograda, de la bondad de nuestros actos aunque sean repulsivos, infantiles o especialmente dolorosos. El 90% de las veces que hacemos daño creemos, en realidad, que hay algo bueno en el futuro resultado. No quiere decir que nos engañemos siempre o que algún tipo de daño colateral sea necesario en las dolorosas decisiones que nos vemos obligados a tomar muchas veces a lo largo del día sino que nuestro cerebro nos engaña, en mas veces de las que deseamos, pensando que lo que hacemos tiene un lado bondadoso.
Y que cuanto mayor es nuestra fortaleza moral y más creemos en los valores y la justicia, más fácil nos convertimos en sádicos.
Pd: canta Julio de la Rosa en su último disco "pequeños trastornos sin importancia"
9 de febrero de 2013
Las chaqueteros digitales
Una de las cosas que mas me inoportunan cada vez que me siento en busca de una excusa "procrastinatoria" delante del ordenador es encontrar a esa multitud que se dedica a dejar mensajes y propuestas de firmas a diario en mi muro o en los muros de los que creen, como ellos, que hacen algo bueno por el mundo abarrotando, como carteles de cotillón, las paredes que prefiero ver limpias de sandeces que me importan bastante poco a medida que se van repitiendo.
Casualmente son los mismos que empezaron esos powerpoint tan sosos con fotos al ritmo de la música que no terminaban nunca. Son los mismos que te decían que ese mail tenías que enviarlo a diez amigos o se te caería una parte del pene. Los mismos, probablemente, que mandaban un "pásalo" al final de un sms y los mismos que te mandan el mismo chiste por whatsapp hoy y mañana, porque para eso "la guasa" es gratis con tu tarifa de datos.
Son los que mandaban chistes con Zapatero y ahora rebotan los memes de Rajoy con atisbos de profunda indignación. Son los que me remitían los chistes de Froilán y aquel del rey con una elefanta que se balanceaba. Son los que te piden que busques a un niño perdido, que colabores contra el cáncer y que se solidarizaron con Assange firmando en change.org. Son los que hablan del cambio climático y ponen también un video de un ruso chocándose. Son los que mandan solicitudes de cualquier juego que han abandonado hace cinco minutos. Los que hoy magnifican al twitter pero ayer juraban que lo mejor era el facebook y una vez te abrasaron pidiendo que visitaras su blog, que también abandonaron.
Los mismos que, en vez de ser consecuentes con tanta moral, no se movilizan nunca porque están demasiado aburridos rebotando todo lo que creen que les hace más estupendos y , además, les hace creer que las cosas se cambian a golpe de ratón. Les da igual lo que haya que cambiar, el caso es dar por el saco y comprar boletos para la carpeta de spam o el grupo de los ignorados.
Eso es lo que me inoportuna, los pesados chaqueteros digitales.
Pd: chaquetero, ra.
1. adj. coloq. Que chaquetea, que cambia de opinión o de partido por conveniencia personal.
2. adj. coloq. adulador.
3. adj. Guat. Dicho de una persona: servil (‖ rastrera). U. t. c. s.
6 de febrero de 2013
Maquiavelismo político y deportivo
Estos días, casi como la desesperación absoluta de asumir como cierto algo que no quisimos creer, más o menos como enfrentarse a que tu mujer ya no te quiere sin aceptar que son cosas que pasan, el deporte y la política se ensucian (una vez más) con la mancha del fraude y ese olorcillo a podrido que salpica a un honesto concejal de transportes de un pueblo de tercera y al tipo que corretea por las tardes cuando buscas sitio para aparcar cerca de tu casa.
No es que se haya descubierto que las bolsas de sangre supuestamente preparadas para sustancias dopantes fueran para futbolistas y ciclistas, para corredores de fondo y para saltadores profesionales de comba, sino que, además, una red descubierta a lo largo de toda europa demuestra haber amañado más de 700 partidos de todas y cada una de las competiciones que quedaban en la memoria del confiado aficionado como un ejemplo de la superación y el esfuerzo de sus héroes del balompié.
Tampoco queda libre el último afiliado de cualquier partido político cuando en esa red de favores y deberes, de compañerismo "siglado" y de administración pública del esfuerzo tributado por los demás, salta a los titulares con putas y cocaína de ayudas al primer sector, con trajes y comisiones, con yernos de sangre azul y 22 millones en suiza o treinta y tantos al abrigo de algún nacionalismo. No se libra el esfuerzo de las empresas que trabajan miles de horas con el sueño de ser innovadoras y recompensadas por su inteligencia y valor cuando la sacrosanta Standard&Poors ha sido oficialmente denunciada por el mismísimo gobierno de EEUU por especular con las mismas recomendaciones que se supone que hacían imparcialmente y con las que hundieron a medio planeta confiado en la honradez del esfuerzo humano y en millones de honestos emprendedores.
Está claro, como dice mi madre, que el dinero es muy malo y lo mancha todo. Tampoco nos valen los defensores de la moral y la verdad cuando nos encontramos a monaguillos sodomizados debajo de algunas sotanas o imanes islámicos que miran a otro lado cuando violan a sus mujeres en autobuses de línea de El Cairo. Teníamos nuestros honestos sistemas y hasta ahora, cuando las sociedades no creían en sus sistemas, se encerraban en sus deportes. Ahora el deporte y el sistema se desmoronan por igual. No sabemos si se soborna a un senador o se droga un árbitro. No sabemos, como el que asiste atónito a un juego de magia, donde esta el truco pero asumimos que todo tiene truco y , así, es imposible disfrutar del espectáculo o esperar un resultado satisfactorio.
Cuando Bahamontes corría el Tour de Francia admitía que llevaban alcohol en los botellines para calentarse ascendiendo las montañas. Ahora sería un yonki del pedal y un ejemplo responsable del alcoholismo juvenil. Sin embargo es una broma comparado con una planificación médica digna del mismísimo Armstrong.
Algunos afirmarán que es necesario creer para poder avanzar hacia algún sitio más reconfortante o para poder vivir el asombro inocente, banal e infantil del truco de magia del mago. Algunos necesitan sentir que existe un lugar puro donde las normas son iguales para todos y todos juegan con las mismas cartas. Sin embargo no hay una diferencia importante entre una corruptela u otra, un sometimiento de las normas para la consecución de los resultados necesarios, una chuleta en un examen, una manera de saltarse un semáforo en rojo para llegar antes o una mentira cuidada para no dormir solo.
Cuentan que Maquiavelo ha vuelto a estar de moda y su principal caracteristica era su capacidad de mentir y engañar, de someter y traspasar los límites para la consecución final de aquello que le cegaba disfrazado de objetivo. Ese ha sido muchos años el becerro de oro que hemos querido alcanzar sin descubrir que éste era el resultado.
Y las demostraciones valen para todos y cada uno de los campos. Campos de futbol, campos de cultivo y campos expropiados para carreteras comisionadas.
Probablemente porque todo se compone de personas.
Y las demostraciones valen para todos y cada uno de los campos. Campos de futbol, campos de cultivo y campos expropiados para carreteras comisionadas.
Probablemente porque todo se compone de personas.
4 de febrero de 2013
La parábola del tonto
Cuando Love Of Lesbian presentaban La Parábola del Tonto, que es una canción de aquella época en la que eran el mejor grupo desconocido de la música nacional, Santi Balmes contaba que en esta vida existe la misión kármica de ocupar el lugar de verdugo, la victima y el tercero, pero no es divertido ser el tercero. Así que dijo, como un órdago desesperado: "para ser el tercero, vete" y se fue. Lo mejor de eso fue que le quedó una canción estupenda. Supongo que trata de todas esas veces en la que los cambios llegan demasiado tarde.
Existen cien veces en las que aceptas como tuyos los errores que cometes o que te acusan de cometer. Existen cien veces en las que te mojas como un perro bajo la lluvia pidiendo consuelo por un hueso y existen 99 ocasiones en las que no te perdonan o que no cambiaste de verdad. Hay veces, incluso, en las que nadie quiere que cambies por mucho que tiraras bolsas llenas de ansiedad.
Haciendo una analogía con la vida pública de los famosos es extraño que alguno se quite alguna de las etiquetas que asumiera en el pasado excepto si fuera una gran estrella de Hollywood. Carmen Ordonez siempre fue considerada una yonki e Isabel Presley una snob. Julio Iglesias un vividor y Bertín Osborne su equivalente en la derecha más recalcitrante (aunque su imagen de mediterranean sex symbol le supera). Santiago Segura siempre será un graciosete por mucho que intente cantar y el malo de los Gallagher un tipo desagradable con ínfulas de superstar. Tom Cruise siempre será un fanático religioso y la mayoría recordará a un Marlon Brando gordo o a una Ava Gadner borracha y , sin embargo, fue la más bella mujer que me ha seducido en blanco y negro. Cuando te tropiezas por la calle con alguien con quien solías salir a tomar copas te parece otra persona muy diferente si acaso se pide un café. Si tu compañero chistoso de clase se queda callado en la cena de antiguos alumnos ya no es el mismo tipo y le pides y le reclamas la próxima tontería. Tendemos a encasillar a las personas en el espacio de tiempo en que les conocimos y, cuando no son así, cuando intentan demostrar que hay algo que ha cambiado, ya no es igual.
Dicen que las conversaciones sobre el pasado son las que nos hacen más felices. Supongo que eso explica la cara de adolescente traviesa que pone alguna mujer al hablar de alguno de sus viajes en compañía. Sin embargo eso no quita que algunas de las partes del pasado vuelvan cuando nos encontramos con partes de aquellos tiempos que nos empujan a volver a ser aquellas personas. Está demostrado que la mayoría de los sin techo son de otras cuidades por, supongo, una necesidad vergonzosa de alejarse de lo que les hizo caer e intuyo que por una forma física de separarse de su pasado.
Lo curioso es que por mucho que las personas vayamos cambiando con el paso de los segundos seguimos siendo aquellos que éramos en las retinas de quienes se encontraron con nosotros por el camino, casi como una imagen fija, como un greatest hit que le obligan a repetir a un artista en cada concierto por mucho que ya no tenga nada que ver con él.
Yo aborrezco lo que fui en un determinado momento, quizá por eso entiendo la canción mientras sigo en medio de la misión kármica, quizá con los defectos que uno guarda por guardar.
Haciendo una analogía con la vida pública de los famosos es extraño que alguno se quite alguna de las etiquetas que asumiera en el pasado excepto si fuera una gran estrella de Hollywood. Carmen Ordonez siempre fue considerada una yonki e Isabel Presley una snob. Julio Iglesias un vividor y Bertín Osborne su equivalente en la derecha más recalcitrante (aunque su imagen de mediterranean sex symbol le supera). Santiago Segura siempre será un graciosete por mucho que intente cantar y el malo de los Gallagher un tipo desagradable con ínfulas de superstar. Tom Cruise siempre será un fanático religioso y la mayoría recordará a un Marlon Brando gordo o a una Ava Gadner borracha y , sin embargo, fue la más bella mujer que me ha seducido en blanco y negro. Cuando te tropiezas por la calle con alguien con quien solías salir a tomar copas te parece otra persona muy diferente si acaso se pide un café. Si tu compañero chistoso de clase se queda callado en la cena de antiguos alumnos ya no es el mismo tipo y le pides y le reclamas la próxima tontería. Tendemos a encasillar a las personas en el espacio de tiempo en que les conocimos y, cuando no son así, cuando intentan demostrar que hay algo que ha cambiado, ya no es igual.
Dicen que las conversaciones sobre el pasado son las que nos hacen más felices. Supongo que eso explica la cara de adolescente traviesa que pone alguna mujer al hablar de alguno de sus viajes en compañía. Sin embargo eso no quita que algunas de las partes del pasado vuelvan cuando nos encontramos con partes de aquellos tiempos que nos empujan a volver a ser aquellas personas. Está demostrado que la mayoría de los sin techo son de otras cuidades por, supongo, una necesidad vergonzosa de alejarse de lo que les hizo caer e intuyo que por una forma física de separarse de su pasado.
Lo curioso es que por mucho que las personas vayamos cambiando con el paso de los segundos seguimos siendo aquellos que éramos en las retinas de quienes se encontraron con nosotros por el camino, casi como una imagen fija, como un greatest hit que le obligan a repetir a un artista en cada concierto por mucho que ya no tenga nada que ver con él.
Yo aborrezco lo que fui en un determinado momento, quizá por eso entiendo la canción mientras sigo en medio de la misión kármica, quizá con los defectos que uno guarda por guardar.
3 de febrero de 2013
El lunes determinado o indeterminado.
Hay personas que creen positivamente, casi de un modo religioso, que en Internet puedes encontrar lo que quieres y a un precio más barato si lo buscas con la suficiente prestancia. Se parece a la voz de "Campo de Sueños" que repite "si lo construyes él vendrá".
Es una de esas creencias que nos hace vivir como si existiera un oasis mágico en algún lugar al que llegaremos si nos esforzamos lo suficiente.
En esos casos siempre se aumenta la importancia con un LA oferta de la misma forma que es LA pareja, EL coche, El trabajo, LAS vacaciones. Por el contrario queda un poco zafio si decimos LA Mercedes o EL Jonathan. Los artículos determinados no ayudan mucho en ese ultimo caso.
Por el contrario, cuando nuestra búsqueda no ha sido fructífera, caemos en los artículos indeterminados. "Encontré UNA oferta"- dices con la boca pequeña. Puedes decir que, con un punto de timidez, nostalgia contenida o arrepentimiento, tuviste una pareja, un trabajo o que disfrutaste de unas vacaciones. Es como si les restaras valor.
Por alguna razón los artículos determinados suenan a presente porque, quizá, el presente lo vivimos como algo importante aunque sintamos que algunas cosas son UNA mierda. A saber: LA economía, LA política o EL frío.
También EL lunes.
Feliz lunes. Es UN lunes.
2 de febrero de 2013
La corrupción y el experimento de Stanford
En 1971 se realizó un experimento en la carcel de Stanford que llevó a la conclusión, deprimente para el ser humano, que las personas se convierten en miserables e hijas de perra en cuando hacen suyas los papeles que se les asignan. En menos de seis dias algunos se convirtieron en perros y ratas con lo que el experimento tuvo que cesar, pero resultó esclarecedor.
Hoy tuve que escuchar el argumento populista que dice que si los políticos que ponen las reglas roban, ¿por qué tiene que cumplir las reglas un ciudadano normal?
Por otra parte existe una norma no escrita que viene a decir que los medios de comunicación, por su repercusión, son responsables del estado anímico de la masa y que, en consecuencia, han de tener cierto cuidado en controlar la alarma social que pudieran generar.
La sensación que vivo tras el goteo incesante de corrupciones, escándalos, corruptelas, robos, injusticias y miserias con las que nos vamos encontrando cada día en los medios es que algunos han hecho suyo los papeles que democráticamente se les han otorgado y otros han descubierto el filón del escándalo con el resultado final de la alarma que nos lleva corriendo como pollos sin cabeza entre la indignación y la vigilancia a ultranza de las carteras.
Mi abuela decía que ella votaba a la derecha porque normalmente son ricos y los ricos roban menos, porque tienen menos necesidades. Mi tio dice que vota a la izquierda porque sigue creyendo en un mundo más justo y considera que alguien que ha pasado penuria sabe entender mejor a los que están peor que él. Mi socio cree que hay que tener contentos a los empresarios porque son ellos los que dan puestos de trabajo. Mi hermana cree que hay que repartir la riqueza y dar oportunidades a las personas pero que algunos no se merecen que se les ayude. Mi madre, que vive en una burbuja periodística, está continuamente escandalizada. Mi sobrina quiere tener tarifa de datos a todas horas. Todos tienen razón.
Ser de derechas o ser de izquierdas es asumir un papel. Eso nos lleva al experimento de Stanford. Creer, como creía Zapatero, que las personas son intrínsecamente buenas es una estupidez tan sangrante como considerar, como considera la parte de la derecha del PP, que la mayoría de los españoles viven para robar los bienes del Estado.
Las corrupciones no entienden de ideologías, entienden de personas. Gobiernos izquierdísimos son ejemplos de sobornos y gobiernos derechísimos son muestras claras de expolios nacionales. La mayoría de las personas que conozco creen en la justicia social y se mueven a la izquierda del centro pero reclaman mano dura e intransigencia en casi todos los casos, lo cual es de derechas. Todos los que han firmado desde sus ordenadores para que esa chica que se encontró una tarjeta de crédito y robó dinero con el fin de comprar pañales a sus niños estoy convencido que pedirán cumplimiento de penas si les roban su tarjeta y, además, la dimisión de cualquiera antes de cualquier sentencia inculpatoria.
En el experimento de Stanford todos se convirtieron en gilipollas. Los que hacían de carceleros se sobrepasaron con su agresividad y poder divino del castigo. Los que asumieron los papeles de presos se quejaban contra la dictadura del poder de las porras. Ninguno variaba un ápice lo que se esperaba que fuera su comportamiento estandar, aunque eso acabara con todos.
En la situación actual nadie comete el inteligente acto de variar aquello que se espera de su posición. Nadie asume su corrupción o pone encima de la mesa, de forma intachable, los papeles o argumentos que anulen tanta desconfianza. Tampoco nadie da el más mínimo atisbo de esperanza al perdón o al cambio de roles. No se proponen seriamente cambios en las reglas del juego sino que se grita más fuerte.
Mientras tanto algunos se amparan en la corrupción de los demás para procurar corromperse un poco, en vez de dar millones de ejemplos, que son millones de razones. Esos son los presos que abusan de los otros presos más débiles, como en las malas películas carcelarias. Y, desde los medios (de un lado u otro, dependiendo de la dirección del escándalo), se anima a los púgiles a que se maten en el ring. Alguno intenta ponerse en medio cuando empieza a saltar la sangre, pero le abuchean como en las peleas de patio de colegio.
Intento decir que la corrupción es una auténtica mierda humana que creo que no depende de ideales y que tan corrupto será un autodenominado derechoso o izquierdoso porque es el papel que admite lo que le hace comportarse así. En los pocos años de democracia española hemos visto corrupciones de todos los lados. Es como si un hippy dice que no se ducha porque es hippy y es lo que se espera de los hippys o que un nazi dice que pega a los negros porque es nazi. -¿Por qué se corrompió (robó, violó, insultó, apedreó) usted?- le podría preguntar el juez a alguno. -Porque es lo que se espera de mi- puede que responda algún descerebrado con la lección aprendida.
Stanford en estado puro.
El sentido común deja de tener peso cuando se admiten papeles preconcebidos en el gran juego de rol de la sociedad moderna.
1 de febrero de 2013
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