En medio de un pais que, a falta de noticias, parece necesitar más muertos y más culpables antes que la explicación de la verdad, una premio Planeta, hasta las trancas de prozac, falta de amor, curiosidad por el dinero y muchas dudas, dijo una verdad inquietante para lo que somos: "gano más en una semana de televisión que por un libro que me cuesta dos años escribirlo".
Dijo, entre balbuceos y descontrol de su imagen pública, que aparecer en televisión y no gritar, ni hablar de pajas o de bragas, no mentir ni inventar o mantener una forma de ser aceptablemente coherente no es rentable para la publicidad que sale cuando se van a fumar un cigarrillo los contertulios.
Dijo, sin decirlo, que se había rendido ante el ataque infalible de la mediocridad que se cuela en nuestro salón en forma de prime time.
Me pregunto si ese gran miedo se ha convertido en realidad. Ese gran miedo que viene a decir que el hermano mayor de Leolo, la última furcia, el tontaina imprevisible y el torpe son nuestros faros o que ser así es, en definitiva, una forma más rentable de ganar dinero y que todo eso está por encima de la formación, la inteligencia y la capacidad o el esfuerzo.
Me pregunto si acaso, en medio de este pais que dice adorar la formación y a los investigadores, en una sociedad que gusta de jactarse de sus ingenieros y de sus artistas, de sus titulados superiores y de sus inventores con la luz que sólo tienen los más brillantes, la mediocridad y la miseria moral de la parte más pueril de lo cotidiano ha ganado la batalla y ha pasado a ser la apisonadora que se lleva por delante cualquier atisbo de inteligencia.
Adoramos los gritos, las discusiones estériles, ver a un "famoso" orinando en medio de unas vacaciones.
Quizá por eso se premian económicamente los excesos mundanos de la vulgaridad y, quizá esta vez, han ganado una vez más a golpe de audiencia.
El día que se de un premio científico al primero que sea capaz de hacer la O con un canuto, que no está lejos, ya lo habremos perdido todo. Los científicos se arrepentirán de serlo, los intelectuales se avergonzarán de pensar, los escritores de escribir y los autores musicales que hacen letras serán prófugos.
Y más de algún adolescente que se plantee qué hacer con su vida pensará si acaso el esfuerzo de ser mejor no vale contra la facilidad de ser un freak. Eso incluso manteniendo la idea de que debe ser muy complicado ser tan tonto como para ganar, haciendo tonterías, más dinero que una buena beca universitaria.
El problema es que, analizando el negocio, la audiencia ha decidido que es rentable.
Me pregunto si ese gran miedo se ha convertido en realidad. Ese gran miedo que viene a decir que el hermano mayor de Leolo, la última furcia, el tontaina imprevisible y el torpe son nuestros faros o que ser así es, en definitiva, una forma más rentable de ganar dinero y que todo eso está por encima de la formación, la inteligencia y la capacidad o el esfuerzo.
Me pregunto si acaso, en medio de este pais que dice adorar la formación y a los investigadores, en una sociedad que gusta de jactarse de sus ingenieros y de sus artistas, de sus titulados superiores y de sus inventores con la luz que sólo tienen los más brillantes, la mediocridad y la miseria moral de la parte más pueril de lo cotidiano ha ganado la batalla y ha pasado a ser la apisonadora que se lleva por delante cualquier atisbo de inteligencia.
Adoramos los gritos, las discusiones estériles, ver a un "famoso" orinando en medio de unas vacaciones.
Quizá por eso se premian económicamente los excesos mundanos de la vulgaridad y, quizá esta vez, han ganado una vez más a golpe de audiencia.
El día que se de un premio científico al primero que sea capaz de hacer la O con un canuto, que no está lejos, ya lo habremos perdido todo. Los científicos se arrepentirán de serlo, los intelectuales se avergonzarán de pensar, los escritores de escribir y los autores musicales que hacen letras serán prófugos.
Y más de algún adolescente que se plantee qué hacer con su vida pensará si acaso el esfuerzo de ser mejor no vale contra la facilidad de ser un freak. Eso incluso manteniendo la idea de que debe ser muy complicado ser tan tonto como para ganar, haciendo tonterías, más dinero que una buena beca universitaria.
El problema es que, analizando el negocio, la audiencia ha decidido que es rentable.