Mal dia para buscar

29 de febrero de 2024

Emoción ficticia y pragmatismo real.

Una de las cosas que hacen los periodistas de nómina es redactar y almacenar noticias para cuando no se sabe con qué rellenar los medios. Es algo tremendamente obvio en verano pero aunque no lo parezca sucede durante todo el año. No me refiero a esas crónicas que se hacen de los famosos para sacarlas el día que se mueran, momificados a base de halagos, sino también a lo malo que es la modernidad para los jóvenes, lo dramática que es la soledad, algún que otro invento de tres científicos de Soria, el futuro desértico del planeta o las consecuencias de la continua revolución industrial.

Prestar atención a las noticias termina siendo, casi como el análisis del comportamiento humano, un perenne dejavu en el que terminas encogiendo la mirada intentando recordar cuando leíste esa misma crónica o quien actuaba exactamente igual que aquella persona.

Sucede exactamente lo mismo con la música, y no porque se haya agotado el infinito número de combinaciones de acordes, sino porque cuando alguien me envía algo que cataloga como "un sonido nuevo" me trae a la memoria algo que ya escuché.

Incluso, si nos vamos al mundo de la tecnología, la modernidad no es más que la simulación virtual de un mundo que ya he visto. Mi compañero de pupitre , si le pedías que te dibujara un mono fumando un porro en Afganistan, te lo hacía entre los apuntes de las matrices complejas de algebra de segundo. Era inteligente y no era artificial, se llamaba Iñigo.

A veces, llegada una edad, la vida se empeña en acercarse con regalos con lazo envueltos en cajas de colores que al abrirse pierden la ilusión de la sorpresa porque ni es nuevo ni es emocionante.

Una gallega de media cocción es pan. Una comisión por uso es un peaje. Gosthing es que pasa de ti. Phising es fraude, como era el tocomocho. Carolina Durante suena a los Nikis con restos de Siniestro Total. Las noticias de guerra mundial las pude leer en los años setenta. Los faraones también eran gobernantes ególatras y hubo un año, en el neolítico, en el que se comentaba en las cuevas el jodido frío que hacía mientras uno aprendió que podía cambiar trozos de mamut a cambio de permitir a los otros acercarse al fuego. Un ordenador no es más que una calculadora a lo bestia que nos vende como mágico el resultado de cientos de miles de operaciones en forma de pequeños impulsos eléctricos.

La mejor forma de solucionar un problema complejo es reducirlo a problemitas pequeños y resolubles. Que, al dar al interruptor, se encienda una luz es un milagro. Sin embargo poner un muro en un río, abrir una puertecita, que el agua mueva una turbina y esa energia, convertida en electricidad, llegue a la puerta de tu casa con un cable muy largo que caliente un filamento para que de luz, son cosas menos emocionantes. Quizá por eso algunos ancianos, sentados en los bancos, ven pasar a los transeúntes sin prestarles atención. Quizá llevo demasiado tiempo sin el entusiasmo que dan las sorpresas o, lo que es casi algo que suena a rendición, con la certificación empírica de que, al abrir la caja, no habrá ninguna novedad en el interior. Ninguna noticia espectacular, ninguna película con un argumento que no adivine, ninguna canción que no me lleve a una escucha anterior.

Una vez leí un libro que mantenía la teoría siguiente: cuando uno no espera nada, cuando estás convencido de la monotonía y has asumido la peor de las consecuencias, cualquier cosa será nueva, positiva e ilusionante. Así que me acostumbré a ponerme siempre en lo peor y, muy a mi pesar, lo peor se hacía cierto. Después me hablaron de la profecía autocumplida y me hice responsable de esas mierdas, retorciéndome en un universo que bien podría ser el High&Dry de Radiohead. Más tarde, que es donde me encuentro, releo los periódicos con tremendo pragmatismo y me intento situar en la paz que me abotarga cuando la luz me ilumina en el sofá hasta que me quedo dormido. 

Cuando alguien se me acerca cargado de la emoción que da el descubrimiento de algo nuevo le recuerdo que la tierra es redonda y ya la hemos descubierto completamente. Igual que me veo incapaz de llorar, ultimamente, ya no me veo con la capacidad de sorprenderme.

Más aún en un mundo que juega, como las noticias que tienen en los cajones, a que todo sea una sorpresa. Aunque la sorpresa sea que llueve en un dia bisiesto de febrero.

Envidio y desprecio a los que se ilusionan con cosas que no son ilusionantes. Más o menos como la gente feliz con vidas de mierda. Me pasa lo mismo con ellos.

23 de febrero de 2024

Realidades inteligentes no tan virtuales.

Hace ya unos años, y experimentando con lo que ahora es la inteligencia artificial, Microsoft desarrolló a Tay, que era una máquina que se comunicaba con los usuarios y aprendía de ellos para procurar generar un comportamiento autónomo. 16 horas después de su puesta en funcionamiento público lo tuvieron que retirar porque se había convertido en un generador de chistes racistas y se jactaba prácticamente de toda la mierda que engullía en Internet. 

Un tiempo después IBM quiso desarrollar un sistema de reconocimiento facial con el fin de detectar delitos pero lo tuvo que detener porque le salía que, al menos con los datos de los que se nutría, existen muchos delincuentes negros y eso es políticamente incorrecto.

La semana pasada Google presentó un IA generativa que, para que no le sucediese lo que a Microsoft o a IBM, incorporaba un sesgo inclusivo en su interior y los resultados tienen mucha gracia porque si pides que te dibuje soldados alemanes en las trincheras de la primera guerra mundial, es bastante probable que te salga una negra gorda lesbiana con tatuajes , vegana, y con un casco alemán. 


Mi impresión personal es que tanto Microsoft como IBM hicieron bien su trabajo aunque luego se asustaran de lo miserable e infame que es el mundo en el que vivimos. Lo de Google, casi al estilo de la Ana Bolena negra de HBO, es sencillamente ridículo. Intentar calmar la furia de lo políticamente correcto del siglo XXI es un acto de ridiculez que a veces resulta cómico. Y no pasa absolutamente nada por hacer una película futurista en donde vayamos por la calle con el rabo fuera o seamos todos insectívoros pero si haces un biopic realista de Gandhi, no le puedes hacer Arapahoe, de casi dos metros, ciclado como un loco del gym, que pida las plumas por Amazon y que solamente coma muslos de pollo de gallinas felices mientras baila canciones de Abba con un grupo de Cherokees eurofans transexuales antisemitas.

Así que cuando la inteligencia artificial observa el mundo real se asusta o se lo inventa.

Cuando, en 1988, fantaseaba con Linda Evangelista, Susana Hoffs, Dolores O Ryordan o Sharlene Spiteri, nunca me las imaginé tirándose pedos en la cama. Por supuesto que se los tiraban pero a mi no me gustaba aceptarlo. Viene a ser lo mismo que poner cara de asco cuando te aseguran que tus padres tuvieron sexo y que, además, fue salvaje y satisfactorio.

Existe una necesidad, que no entiendo de donde sale, de edulcorar la historia y la realidad para hacerla más amable con lo que nos gustaría que fuera. En la edad media lanzaban los excrementos por la ventana y también lo hacía Sisi Emperatriz. Las pelucas aquellas blancas tapaban calvas y piojos. En mi colegio solo habia un alumno asiático y actualmente, al menos en mi barrio, somos de mayoría caucásica. Si le pido a Google que me genere una persona real de mi barrio deberá ser, al menos hoy, caucásica, con humor clasista y si ve de lejos a un moro cree que le va a robar. Luego, como siempre, se jactará de lo inclusivo que es, si sale a colación en la conversación con sus amistades, y dirá que no tiene ningún problema con los homosexuales. Pero, si tuviera que elegir, no le gustaría que su hijo fuera una locaza sino que prefiere que se haga registrador de la propiedad.

Quizá antes de enfrentarnos a la realidad que nos dibuje la inteligencia artificial al observarnos tenemos que aceptar primero lo que somos. Y lo que fuimos. Ya veremos en qué nos convertimos.

14 de febrero de 2024

No quiero

No quiero tener que luchar cada dia como si tuviera que dar pedales en la maquina de supervivencia asistida que me sostiene. No quiero obligarme a buscar otro camino, ni volver a contar todos los vericuetos por que me perdí hasta llegar al momento de contar cómo soy. No quiero echar otro folio a la papelera para enfrentarme a otro en blanco, ni que me duela el silencio cuando no soy capaz de dormir por las noches. Estar valorando, continuamente, si debo de hacer o decir esto o aquello por lo que pudiera defraudar a mi palabra. No quiero que todo sea tan complicado cuando parece que solamente elegimos en el escaparate de la vida pero cuando parece que hacemos click, ya no queda existencia de ese producto y hay que volver a empezar. No quiero hablar por las mañanas, pero quiero hacerte café. 

(escrito en verano)

10 de febrero de 2024

Ignorantes de la realidad: idealistas y fracasados.

 El otro día escuché algo que me obligó a escribirlo:

"Estar o no de acuerdo con algo es absolutamente irrelevante porque a la realidad le importa un bledo que tú estés o no de acuerdo con ella. La realidad va a funcionar al margen de tus acuerdos o desacuerdos de tal manera que lo que tiene que hacer el ser humano es ser consciente de cómo funciona la realidad. El ser humano tiene que conocer el orden operatorio de la realidad y dejar sus acuerdos o desacuerdos para terapias de grupo o para sobremesas familiares pero a la realidad le importa un auténtico bledo que tú estés o no de acuerdo con ella porque la realidad ni siquiera sabe quien eres tu ni lo va a saber nunca. Es decir, lo que diferencia a las personas inteligentes y con conocimiento de las que carecen de ello, en los grados requeridos para cada contexto, es simplemente que las unas conocen como funciona la realidad y las otras simplemente lo ignoran. Y quien ignora el orden operatorio de la realidad tiene dos alternativas: la primera es el idealismo y la segunda es el fracaso."

Es más que seguro que ese derrumbe por capítulos que estamos viviendo en las supuestamente culturas modernas tiene mucho que ver con la interpretación de la realidad y un empecinamiento en que sea como queremos que sea en vez de cómo es. Ese "en su cabeza era espectacular" es el meme en el que estamos viviendo y el problema es que hay una lucha a muerte entre una cosa y la otra. Ejemplos nos sobran y casi me da lo mismo cual tengamos que elegir.

El último de esos ejemplos tiene que ver con la fruta, que ya sabemos lo mucho que me gusta. Alguien, convencido firmemente en la sostenibilidad del planeta (pero sin haber plantado un pimiento en la vida) se hizo un estudio en el que consideraba que si un agricultor feliz hablaba a las plantas éstas iban a crecer más contentas, tener más nutrientes y alimentar a niños más listos y más sanos. Así que se sentó con sus estadísticas en un parlamento y convenció a sus colegas de obligar a que se hiciera terapia de grupo con las plantas, se les proporcionara agua de lluvia con nutrientes de los Alpes y que se enviase un excel al sistema agrícola europeo para que las estadísticas le dieran la razón. Ojo, que no era mala idea en su cabeza pero los boniatos se pusieron carísimos. No porque el agricultor lo quisiera sino porque el ordenador, el agua de los alpes y los 5 años de psicología agrícola cuestan un dinero.

Tampoco hay que recordar que para que las cuidades sean verdes y ecosostenibles es mucho mejor que no haya coches echando humo cabrón por ellas, asi que alguien se dió cuenta que los coches eléctricos no hacen "brum". Si no lo hacen habrá menos ruido y Maria del Carmen dormirá mejor, será más feliz y saludará a sus vecinos. Que para tener baterías haya que explotar los montes de El Congo o que tarden en descomponerse tanto como los residuos de Chernobil es otro tema. Tampoco pasa nada porque el automovil tenga, por obligación, que llevar asistentes de conducción, calefacción, un sistema de conectividad con el teléfono, cuarentaytres airbags y localización via satélite. Que un Opel Corsa se acerque a los veinte mil euros es tu problema o culpa de las malévolas empresas que quieren hacerse ricas a tu costa.

Hace no mucho un colega me comentaba que había contratado a una chica en su empresa y que el sistema el obliga a realizar un curso para que no se le ocurra violarla en las pausas para comer. Es perfectamente lógico que haya que poner los medios para que eso no suceda pero por el mismo motivo tendríamos que obligar a las empresas a realizar cursos que conciencien a los trabajadores de no cagarse en el ascensor. Todo el mundo sabe, como es lógico, que un empleado feliz es un empleado más productivo pero si se pasa el día haciendo cursos de cosas lógicas o de soplapolleces, no está trabajando. Y si no trabaja no produce y si no produce no hay. Y si no hay, te vas al carajo.

Podría seguir con las energías límpias o las camisas baratas. Podría regodearme, horas, en mil trámites burocráticos que si bien tienen sentido desde un despacho, aletargan la ejecución de los procesos. Los estados, los procedimientos y las obligaciones han de tener un encaje orientado a la facilidad de la ejecución pero cuando se olvida el poder operatorio de la realidad y se intenta imponer algo que se aleja enormemente de la verdad, es el idealismo el que lleva todo al fracaso.

Me dijo "yo te quiero y deseo que tengamos una vida plena y feliz. Para eso nuestro nivel de ingresos ha de estar en tal nivel y disponer de un piso con terraza, dos coches y seis semana de vacaciones". Cuando le dije que eso era imposible me gritó que yo no la quería, y se fue. Sé que su verdad es que vive en un primer piso sin terraza, pero aquello lo tengo marcado como un fracaso. No fue más que una lucha a muerte entre la realidad y el idealismo en la que perdieron los dos, como en todas las luchas.

Una parte de mi quiere pensar que estamos saliendo, a golpe de obviedades, de una oscura época en la que, como seres humanos que se creen capaces de todo, quisimos imponer a la realidad lo que nosotros creíamos que era lo correcto y hemos descubierto que no es así.

El declive a fuego de esas culturas que admirábamos del norte de Europa es una señal de atención dramática y evidente.

Si somos ignorantes de la realidad nuestro final es vivir en el idealismo y fracasar. No sin antes rellenar algún que otro formulario ideado por alguien que desconoce la verdad y cree que su primer piso sin luz es un loft.

7 de febrero de 2024

Emocionarse es valioso

 Leo, en un artículo hecho como relleno y en referencia al hallazgo de un pen drive olvidado en un cajón: "Revisar todos esos archivos fue viajar al pasado, pero sobre todo, fue un choque emocional, entre la nostalgia, el cariño y hasta la pena. En última instancia, solemos pagar dinero buscando emocionarnos, y por eso vamos al cine, a un concierto o a leer una novela. Emocionarse es valioso."

Eso me lleva a ayer mismo. Para quien no lo sepa, en una de mis variantes, yo soy el tipo ese que te recupera los archivos que abultan o que dan error de tu disco duro. Así que 6000 fotos después puedo asegurar que esa mujer salía de fiesta con sus amigas, conoció a un caballero, hicieron unos viajes juntos. Primero fueron a playas y a ciudades lejanas embadurnadas de historia. Más tarde comenzaron a vivir juntos y a echarse la siesta tumbados en el sofá. Se compraron un perro y lo pasearon. También un acuario con peces de colores. Entonces se quedaron embarazados y vivieron ilusionados esos meses. Nació una niña que dormía y comía. La niña empezó a caminar y, supongo, a tener criterio. Es a la que le dí, con una sonrisa, un pen drive donde estaban marcados 10 años de la vida de sus padres. Lo guardarán en un cajón y se emocionarán cuando lo revisen dentro de unos años. Emocionarse es valioso.

Al contrario de esa teoría y ya desde hace bastantes años, yo soy de esas personas que borran activamente las fotos y los chats. Prefiero, no por una cuestión de eliminación de pruebas sino de limpieza mental, dejar que la mente configure los recuerdos de una forma creativa. Una de las maravillosas funciones que tiene la mente es adecuar lo vivido de una manera que nos ayude. Nos ayuda seleccionando los puntos de inflexión y matizando la literalidad de demasiadas cosas. Es capaz de recordarte que fuiste feliz y generar la dopamina adecuada sin ponerte delante de la cara los cien millones de reproches que os escribisteis en la comunicación unidireccional que tiene la modernidad. Solo y exclusivamente me quedo, en un archivo, recuerdos muy puntuales (y algún delito del que está explícitamente informada mi abogada). Que, de mi infancia, disponga de una docena de fotos no significa que haya sido un niño infeliz. Es más, probablemente son mucho más bonitos esos años en mi recuerdo que lo que fueron en realidad. Hay medios y herramientas, eso es a donde quiero llegar, que maltratan la magia de la emoción de los recuerdos. Las veces en las que realmente eras feliz no te quedaste en pausa para hacer una foto. Lo fuiste antes, y por eso quisiste guardarlo en un archivo creyendo que te iba a devolver a ese instante alguna vez.


Pero no solo de felicidad vive el recuerdo. Aquel doloroso instante o esos días en los que viví el derrumbe interior, caótico y doloroso como una punzada en la boca del estómago, están ahí. Ese descubrimiento infame que ratificaba que jamás sería quien soñé ser. Algunas noches de hospital. Las tardes luchando contra la deformación de la realidad que dibujaba mi cabeza no es algo que me atreva a obviar en este mundo de felicidad impuesta. Las personas que son felices todo el rato están podridas o no son personas. Guardo, con celo, esos instantes para volver a ellos de vez en cuando y aprender. Es mucho más valioso convivir con ello que con un atardecer en siete islas griegas.

Emocionarse es valioso. Aunque, en este momento en el que gustamos de guardar solamente la parte de la emoción que nos han contado que es la buena, hay que aprender a emocionarse con la realidad no sea que un día nos despertemos y descubramos que lo que habíamos vivido era solamente la ficción que nos quisimos creer y de la que, como un medio de comunicación parcial, solo nos quedamos con la hemeroteca que nos alimentaba el sesgo de confirmación mentiroso en el que ansiábamos vivir.

No es necesario guardarlo todo pero sí aprender a recordarlo.

Pd: el cuadro es "la persistencia de la memoria"