Me decían, en medio de un anuncio promocional, lo bien que sonaba la música de fondo (que no era más que Newton Faulkner versioneando Teardrops)
Después, como quien cambia de tema para no demostrar que se ha perdido, empezaron a decirme lo horrendo que es todo en este país.
En ese momento, vino en la mano y con niños correteando, no era capaz de ver tanto hipnótico barranco social a mi alrededor. Reconozco que algunas de las estructuras sociales que tenemos se han hecho a imagen y semejanza del habitante medio y son desastrosas porque, básicamente, cada uno se ha preocupado exclusivamente de su culo en este pequeño espejo del mundo occidental.
Pero creo que eso es algo intrínseco al ser humano y no residente en las culturas mediterráneas.
Una de las diferencias que se contaban en mis años de universidad entre los ingenieros americanos y los españoles es que un americano que trabajaba tornillos sabía muchísimo de tornillos pero no era capaz de saber diferenciar entre una fresadora y un tostador. Sin embargo nosotros, que nos vanagloriábamos de haber mantenido un nivel cultural aceptable, sabíamos un poco de cada cosa y se suponía que después, con la especialización, podríamos llegar a competir gracias a la creatividad y las bases aprendidas. En realidad una parte de nosotros quería ser americana y vivir en esa estupidez creciente (al estilo MTV) y otra disfrutaba cuando podíamos echar por tierra a un americano prepotente y demostrarle que España no estuvo nunca en México.
El problema es que al americano le ha importado siempre una auténtica mierda ser culturalmente gilipollas.
Los últimos años, quizá imitando aquella manera de ser, hemos ido por el mismo camino.
En España, por poner un ejemplo, se hace una música maravillosa. El problema es que como carecemos de cultura musical tendemos a elevar a los pedestales de las listas a personajes mediocres.
En España, por hablar de cosas que pasan, disponemos de un canal público de televisión que emite de manera continua reportajes y documentales que pueden hacerte ver el mundo de otra forma y sin embargo alguno vive hipnotizado por las andanzas de alguna tonadillera corrupta y un grupo de soplagaitas que se meten en una casa.
Pero en otros países, porque creo que esta es una tendencia global, la mediocridad se va abriendo hueco a codazos entre siglos de desarrollo cultural.
Es cierto que la cultura también es el último hit del verano y que cultura es un señor en chanclas, un británico borracho intentando meter mano a una holandesa quemada por el sol de Salou o los vídeos más vistos de Youtube (donde alguno se cae o aparece una mascota). Eso no son tendencias españolas, sino globales.
Es más fácil reírse del chiste en el que van dos y se cae el del medio que hacer ironía sutil, porque pensar está mal visto y es poco rentable para los mercados de divisas internacionales.
Si, un día de valor, me pongo mi mejor ropa, mi mejor sonrisa y me acerco a alguna mujer en medio de algún bar y consigo establecer una conversación amena sobre más de un tema interesante es más que probable que aparezca un tipejo con los cuellos arriba, seguro de si mismo, chandal de adidas, las gafas en la cabeza y que me termine quedando solo porque, en definitiva, cuando invitas a pensar la mayoría de las personas miran hacia otro lado. El jueves toca China Moses cerca de mi casa pero algunos están preparando la asistencia a algún concierto de Melendi en Agosto. El miércoles pasado tuve que explicar por qué Radiohead son tan grandes (y quienes son) ante una audiencia que cree que Paquito el Chocolatero es una gran canción.
Y pasa lo mismo en Paris y en Berlín. En Nueva York y en Florida.
¿En que quiero reencarnarme?. En gilipollas.
Pero creo que eso es algo intrínseco al ser humano y no residente en las culturas mediterráneas.
Una de las diferencias que se contaban en mis años de universidad entre los ingenieros americanos y los españoles es que un americano que trabajaba tornillos sabía muchísimo de tornillos pero no era capaz de saber diferenciar entre una fresadora y un tostador. Sin embargo nosotros, que nos vanagloriábamos de haber mantenido un nivel cultural aceptable, sabíamos un poco de cada cosa y se suponía que después, con la especialización, podríamos llegar a competir gracias a la creatividad y las bases aprendidas. En realidad una parte de nosotros quería ser americana y vivir en esa estupidez creciente (al estilo MTV) y otra disfrutaba cuando podíamos echar por tierra a un americano prepotente y demostrarle que España no estuvo nunca en México.
El problema es que al americano le ha importado siempre una auténtica mierda ser culturalmente gilipollas.
Los últimos años, quizá imitando aquella manera de ser, hemos ido por el mismo camino.
En España, por poner un ejemplo, se hace una música maravillosa. El problema es que como carecemos de cultura musical tendemos a elevar a los pedestales de las listas a personajes mediocres.
En España, por hablar de cosas que pasan, disponemos de un canal público de televisión que emite de manera continua reportajes y documentales que pueden hacerte ver el mundo de otra forma y sin embargo alguno vive hipnotizado por las andanzas de alguna tonadillera corrupta y un grupo de soplagaitas que se meten en una casa.
Pero en otros países, porque creo que esta es una tendencia global, la mediocridad se va abriendo hueco a codazos entre siglos de desarrollo cultural.
Es cierto que la cultura también es el último hit del verano y que cultura es un señor en chanclas, un británico borracho intentando meter mano a una holandesa quemada por el sol de Salou o los vídeos más vistos de Youtube (donde alguno se cae o aparece una mascota). Eso no son tendencias españolas, sino globales.
Es más fácil reírse del chiste en el que van dos y se cae el del medio que hacer ironía sutil, porque pensar está mal visto y es poco rentable para los mercados de divisas internacionales.
Si, un día de valor, me pongo mi mejor ropa, mi mejor sonrisa y me acerco a alguna mujer en medio de algún bar y consigo establecer una conversación amena sobre más de un tema interesante es más que probable que aparezca un tipejo con los cuellos arriba, seguro de si mismo, chandal de adidas, las gafas en la cabeza y que me termine quedando solo porque, en definitiva, cuando invitas a pensar la mayoría de las personas miran hacia otro lado. El jueves toca China Moses cerca de mi casa pero algunos están preparando la asistencia a algún concierto de Melendi en Agosto. El miércoles pasado tuve que explicar por qué Radiohead son tan grandes (y quienes son) ante una audiencia que cree que Paquito el Chocolatero es una gran canción.
Y pasa lo mismo en Paris y en Berlín. En Nueva York y en Florida.
¿En que quiero reencarnarme?. En gilipollas.