Hoy me han dicho, en la puerta del supermercado, que la mayoría de las guerras han empezado con los símbolos.
Y los símbolos, que en su mayoría son pequeños trozos de tela impregnados de orgullo, no dejan de ser, en esos casos, herramientas para fastidiar al supuesto enemigo para que levante la mano y, de esa forma, tener la excusa moral para levantar la propia hasta que alguno, normalmente un tercero que pille en medio, levante las dos a modo de rendición.
Hay un anuncio brutal sobre la utilización de los símbolos para dañar al otro, y es que las naciones, las aficiones o las comunidades de vecinos están condenadas a entenderse como una pareja más.
Pero símbolos, en medio de luchas estúpidas por imponer criterios sin tener en cuenta la opinión del otro, hay muchos. El símbolo pasivo-agresivo, que puede ser poner el despertador a las cuatro para que figure una larguísima última hora de conexión. El símbolo de la utilización torticera de la verdad y de las anécdotas pasadas para la discusión de hoy, que es como inventarse una historia al estilo de algunos nacionalismos. El símbolo de la felicidad extrema sin ti. El símbolo de la penuria absoluta con tu ausencia. El símbolo, incluso, de robar a los amigos o a los líderes de naciones extranjeras. Todos buscan lo mismo y ninguno se pone en el lugar del otro. Ninguno, cuando se entra en el campo del simbolismo, busca un lugar común donde se estaba aquel día en el que, juntos, al estilo olímpico, fuimos felices en el mismo lugar y a la misma hora, aunque hubiera esa pequeña distancia entre tu orgasmo y el mio.
Así que, en este momento en el que empiezan, con virulencia descomunal, los símbolos en la estúpida discusión sobre el catalanismo, el españolismo y el imbecilismo (que son tres ismos en los que dos de ellos son el antifaz con el que no afrontar los problemas de verdad) quizá, sólo quizá, sería importante dejar a un lado los símbolos y centrarnos en lo que quieren las hordas de personas que, en medio de tanta tontería, sólo buscan ser felices.
También es verdad que muchas veces se busca un enfrentamiento, se sube el tono, se insulta y se sacan las banderas para poder mandar a tomar viento al otro pero, sinceramente, el desayuno en el plato por las mañanas o la felicidad por las noches, no tiene bandera.
Vivimos en una canción de Damien Rice. Tú no sabes quien es y yo no me dí ni cuenta.
Se desayuna mejor y se es mucho más feliz cuando se está acompañado. Del vecino, de un amigo, del presidente de la comunidad autónoma de al lado o de ti.
Creo que no hay mucha diferencia porque se trata de relaciones humanas y los humanos estamos por encima de los símbolos y lo que queremos, todos, es ser mejores personas.
Vivimos en una canción de Damien Rice. Tú no sabes quien es y yo no me dí ni cuenta.
Se desayuna mejor y se es mucho más feliz cuando se está acompañado. Del vecino, de un amigo, del presidente de la comunidad autónoma de al lado o de ti.
Creo que no hay mucha diferencia porque se trata de relaciones humanas y los humanos estamos por encima de los símbolos y lo que queremos, todos, es ser mejores personas.