Mal dia para buscar

6 de abril de 2024

El perdón moderno

En cierta ocasión escribí, de manera pública: "yo no pedí perdón jamás por ser euskaldun y no creo que deba de pedir perdón ahora por ser hombre". Como es de esperar, no hice amigos, mucho menos "lagunak" y ninguna amiga.Probablemente es porque la visceralidad lo puede todo, resultando mucho más sencillo pensar que todos los euskaldunes matábamos a gente por pensar de forma incorrecta y que todos los hombres son, en esencia y como asegura cierta ex secretaria de estado, violadores.

Hoy contaba en la radio un buen actor de 58 años que se sentía en la obligación de disculparse, como hombre, por todo lo que han hecho históricamente a las mujeres. Aunque fuera la cadena Ser yo sigo pensando que uno ha de disculparse de lo que sea directamente responsable pero no está bien que yo tenga que sufrir un castigo porque mi bisabuelo hubiera sido muy malo con mi bisabuela. Hay  quien considera que la disculpa implica resarcimiento y, casualmente, al final de la cuota o de la prevenda suele estar el/la victima. A veces ni siquiera la víctima sino sus herederos. En EEUU se plantearon pagos a las personas de color porque fueron esclavos hace cien de años. Claro está que si te dicen que por indignarte te dan un dinerito vas a convertirte en la persona más racializada del país. Es exactamente lo mismo que jurar que eres mujer porque de esa forma es más facil ascender en tu profesión de bombero/a.

No es extraño llegar a la conclusión que si una empresa ha de contratar a un equipo que diseñe puentes debería de buscar el mejor puente posible. Pero en ese equipo, por lo políticamente correcto, habrá de haber alguna mujer, algún negro, tres árabes, dos gays, uno que hable euskera, otro minusválido y ya, si eso, una arquitecto y un ingeniero. Llámame loco pero con quien te acuestas, el Dios al que reces, tu cojera o si tu tatarabuelo vino en barco, me la debería de pelar. Y no es así porque los defensores de la moral no pagan las obras ni, como demasiados políticos, han pensado veinte segundos que es mejor hacer las cosas bien que hacerlas inclusivas. El puente quiero cruzarlo, no me lo voy a tirar. A ver si voy a tener que pedir perdon por haber estado demasiados años en la escuela de ingenieros mientras tú tocabas la guitarra en una comuna hippy transexual.

Ojo, que si haces un trabajo perfecto, para mi como si te metes fentanilo por el culo los martes disfrazado de gato.

Pero lo que no se puede exigir y mucho menos considerar como adecuado es que si hoy me levanté con muchas ganas de ser futbolista le quiten el puesto a uno que lleva años entrenando, me lo den a mi que soy tuerto, y además me pidan perdón porque su vecino no me pasaba el balón en el recreo por esa histórica discriminación que hemos tenido los tuertos de la malvada gente con dos ojos hábiles.

Existe un discurso, miserable, mediocre e indigno, en el que demasiadas personas han de pedir perdón. Unos por esforzarse, otros por ser mejores, algunos por ser más listos o más cultos e incluso, lo que es profundamente malévolo, haber nacido. Exigirme pedir perdón por ser hombre, heterosexual y blanco es señalarme. No se diferencia mucho de señalarme por ser mujer, negro o marica. Solamente cambian los señalamientos pero el resultado es idéntico. Alguien descubrió que ser víctima en países desarrollados es mucho más rentable que el esfuerzo, sobre todo con estructuras públicas con dinero de otros que se empeñan en quedar bien más que en hacer mejor las cosas.

-Te llamas Toby

-Me llamo Kunta Kinte.

Pedir perdón por algo de lo que no eres culpable es ser un cobarde y un miserable.

No voy a pedir perdón por mi raza, mi sexo, el idioma en el que me comunico, los libros que haya leído o si una vez me tomé una cerveza con alguien malvado. Solo seré culpable y responsable de mis delitos. Hay un riesgo de convertirnos, no dentro de mucho tiempo, en las nuevas señoras Parks de la lógica social en la que, como decía Luther King, todos seamos iguales y se nos juzgue por lo que somos capaces y no por nuestros componentes accesorios.

Cuando a José Ramón le atracaron a punta de navaja un grupo de sudamericanos cerca de la plaza Callao, le dijeron que lo hacían porque Hernan Cortés se acostó con una indígena. Asi que le exigieron arrodillarse y pedir perdón. No lo hizo y le acuchillaron. Es una metáfora que sucede cada día. Haber pedido perdón, José Ramón, te hubiesen robado igual pero estarías vivo.

Beth y el amor.

 


¿Querría estar al lado de Beth Hart y tomarme una cerveza a su lado mientras la miro con la distancia que da la proximidad y ponerme en esa posición de "aprenderlo todo" que cada dia me satisface más?. Definitivamente sí.

¿Deseo que esté a mi lado un martes por la mañana mientras busco una camisa poco arrugada que ponerme para ir al trabajo?. No.

Es, y no la conozco pero me gusta fantasearle en ese sentido, una de esas mujeres que nacen y que viven con la necesidad de ser admiradas. Eso, cuando alguien se sitúa en un pedestal frete a ti , no es una posición de iguales. Habrá quien disfrute de ello, quien quiera señalar al escenario y jurar que esa persona se acurruca a su lado las noches que duerme en esa ciudad, pero no creo que sea alguien que se tumbe en el sofá y se quede dormida contigo con la sensación de paz que da despertarse y encontrar serenidad a tu lado.

Cada uno tiene sus debilidades. Si algo aprendí con los años es que cambian con el tiempo. De adolescente te gusta lo explosivo y, probablemente, a todos nos gustaba la misma chica de clase. Podría ser por inaccesible o porque hay quien nace con una banda de miss. Son los años voluptuosos y esos en los que Danny Zuko tenía que estar con Sandy Olson, aunque en silencio te gustara Rizzo. Hay que reconocer que queremos pensar, porque todavia nos faltan las cicatrices, que merecemos máximos aunque seamos gordos, feos y nos tenga poseído el acné.

Más tarde queremos una compañera de aventura. Hubo una chica que durante algún tiempo fue con quien conducía de noche y con quien despertaba en hoteles que debía de identificar entre la resaca. Sin embargo la vida me hizo convertirme en la parte de trabajador aburrido y obsesivo que soy y ella conoció a alguien. -Se va a ir de autostop por Europa- me puso como excusa de lo que volvía loca de aquel. He de reconocer que su tiempo de aventurera estaba vivo y el mío tenia una línea de crédito con el Banco Santander.

Después, con moratones de las cosas que te suceden, supongo que vamos buscando quien nos rellena y nos suple las partes que vamos notando carentes. Cuando Padre, con su aura autoritaria y tutela infinita ya no estaba, yo perdía la razón con cualquier mujer enérgica, organizada y resolutiva. Obviamente, y de la misma forma que una aventura necesita un aventurero, alguien que gusta de mandar necesita un siervo. Conozco a quien le apasiona hacer descubrir discos y películas a otras personas pero cuando ya le ha puesto toda la discografía y las temporadas completas, se le acaba el amor. Conozco a quien necesita que le afirmen que es guapa y lista pero que no se quieran mudar a su casa. Todos tenemos necesidades y a veces, que es cuando sucede la magia, encajan con las necesidades del otro lado.

Yo me enfrenté a mi mismo y quise ser un remanso de calma y tú necesitabas esa calma, así que nos veíamos cada vez que tu vida parecía que iba a desordenarse.

Hay un día en el que aprendes a identificar los vacíos. Son esos instantes en los que sabes que algo que falta y cuando investigas en el silencio eres capaz de verla, como un holograma, simplemente siendo. Y aunque un poderoso síndrome del impostor te impida confesarlo, aunque el miedo infinito a las negativas te haga dar al botón del siguiente capítulo en vez de su número, lo puedes afirmar si fueses capaz de confesarlo. Se pierde valor a cometer errores de manera proporcional a los dolores en las articulaciones. Una mañana, tras dos dias en un hospital, te ves viejo, huraño, ruidoso, eremita en tu cueva sin ser un referente, un aventurero, un siervo o un tipo de fiar. Alrededor cientos de personas divorciadas juran que son mucho más felices ahora y que volvieron, no a repetir errores, sino a acertar y yo siempre pensé, por mentalidad científica, que la solución es una. O no di con ella, o di demasiadas veces o la sé pero tengo el mismo miedo de un jugador de concurso televisivo eligiendo entre varias opciones de respuesta. Pero todo eso ya son mis fantasmas y algo parecido a lo que le lleva a un deportista a dejar de competir porque ya no le responde el cuerpo de la misma forma, negándose a admitirlo como un niño enfurruñado.

Supongo que crecemos sin darnos cuenta y que los cambios, como las calidades de las fotos comparadas entre la infancia y anteayer, son obvios pero intangibles en el transcurso de los días. 

El caso es que aunque quiera ser Beth Hart, muchas veces, metido entre el público preguntando si Am I the One, no le haría pimientos asados. Es una diosa, una diva, la mejor voz desde Joplin, pero ya he aprendido que es, también, un tipo de mujer que no es para mi.

Hace tiempo que ansío convertirme en alguien mejor y perder el miedo a la burocracia sin olvidar las siestas. Será otro episodio en las cuestiones de edad.