Una de las cosas más locas que tiene la manipulación ( o como una derivación directa de la cultura del victimismo) es basar el argumento en lo malos que son los que piensan lo contrario. Si eres del Madrid, los de Barça son todos gordos, cojos y desean ganar la copa del rey para atacar la monarquía. Si es al revés, los del Madrid son brutos, roban a Cataluña y fuman mucho, con lo malo que es eso para la contaminación. No es algo nuevo. Asociar a los conductores de tu marca de coches con gente guapa es lo mismo que hizo Apple incorporando a la conciencia global esa idea locuela en la que si llevas sus productos molas y si no lo haces eres un mierda. No se discute sobre el producto, su precio, sus capacidades, si meten más goles o si se está en lo correcto. ¿Qué es lo malo? pues esas son las virtudes de "los otros".
Cuando la política descubrió que con publicidad se ganan más votos que con argumentos usó, burdamente, las mismas artimañas. En EEUU el que no pensaba lo mismo que el gobierno era, en la guerra fría, un comunista que no merecía tener trabajo ni amigos. "I hope the russians love their childrens too" cantaba Sting y lo hacía porque más de uno estaba convencido que, en esa asociación de maldades necesarias del contrario, algunos pensaban que los rusos no disponían de la capacidad de amar a sus vástagos.
En España, que somos muy de copiar lo de los demás y llevarlo hasta límites insospechados, hemos puesto en una balanza todas las cosas históricamente malas y hemos hecho un pack. A saber: la contaminación, el machismo, la pederastia, la avaricia y sobre todo Franco. Vamos, cosas muy malas. Y nos hemos hecho una de los ilegales. Me voy a explicar. Los ilegales hicieron una canción que se llamaba Heil Hitler. Jorge ilegal dice que cogieron todo lo que le daba asco a unos tipos que les caían mal y lo pusieron en una letra. Lo explica maravillosamente en la introducción de este video (que ya hemos puesto por aquí).
Así que la manera más correcta para no hablar del problema en si es hacer que todo lo malo lo tenga el otro. Y que si no me das la razón esas "virtudes" pasan a ser tuyas. Si estás en contra de lo que hace el gobierno de España ( y considerando que es un gobierno de izquierdas) eres un franquista, machista, explotador, corrupto, rico por explotar a los demás y feo. Si, por lo que fuera, estás del otro lado, entonces resulta que eres un bolivariano que añora el sistema de Castro y Stalin deseando enriquecer sólo a las élites ultra intervencionistas políticas para establecer un sistema de pensamiento correcto que castigue a quien no piensa como tú. Hostias, qué buen rollito. Qué bonita forma de buscar el hermanamiento.
Sigo pensando alegremente que los extremos se tocan. Que fascismo es el efecto de imponer un ideario atentando contra la libertad del que no piensa igual y que por eso mismo no es algo exclusivo de la derecha. Es más, hay una raza de fascistas de izquierdas que te joden por tu bien y porque han llegado a la conclusión que piensas mal. En Euskadi vivimos muchos años el fascismo de Eta, que era más de izquierdas que La Pasionaria pero que te pegaba tiros en la cabeza como los nazis de las películas. Mi cuñado, que viene de izquierda unida, jura que es imposible ser fascista de izquierdas porque no entiende que alguien que piense como él sea malo o un hijo de puta. Dice que fascismo es Hitler y que Comunismo es una organización ideal de una sociedad igualitaria, pero nunca nombra a Stalin. Por eso mismo ninguna feminista radical cree que haya mujeres malas o ningún cura convencido asume que otros curas puedan disfrutar con la felación de un menor. Pero, eso sí, mi cuñado está seguro que en los seminarios hay una asignatura de abuso infantil en la enseñanza troncal. En España hay demasiada aceptación del argumento básico en el que si alguien es rico es porque ha explotado o robado. No se admite que simplemente puede ser un tipo brillante y punto. Si eres rico eres un hijo de perra ladrón de la misma forma que se extiende el argumento en el que si eres pobre es que eres un vago y no has podido tener mala suerte. Como vemos siempre que hay una afirmación existe la contraria.
Y en vez de pensar que ambas posturas son de imbéciles se siguen agrandando las diferencias mientras algunos han empezado a admitir, aunque sea mentira, lo que les achacan. Ahora resulta que todos los que viven en el barrio de Salamanca aceptan que son ricos, aunque no tengan donde caerse muertos en el piso que compró su bisabuelo. Y todos a los que les acusan de comunistas reconocen que lo son aunque tengan un pisazo detrás del Santiago Bernabeu y no ayuden al vecino del tercero porque criticó al gobierno y eso le convierte, automáticamente, en el enemigo.
En España, que no sé si sucederá igual en otros sitios, a los que se les acusa de ser gilipollas por parte de otros gilipollas, se les cambia el carácter de golpe y se comportan como gilipollas.
Aquí dar por el culo es una actividad cultural. Con tal de joder al que he considerado como enemigo soy capaz de convertirme en el mismo demonio. Pablemos, que es un maestro en esta manera de actuar, identificó el mal con Rajoy. Así que en cierta tertulia (siento no haber encontrado el link) comentó que Rajoy (casi como si fuera con un maletín de dinero a Paris) compraba energía a Francia y que allí las centrales son nucleares. Es por eso por lo que aquel gobierno deseaba que hubiera un nuevo Chernobil. Y se quedó tan ancho. El amor es ciego, Dios es amor, Steve Wonder es ciego. Steve Wonder es Dios. Como Pablo Iglesias dió unas charlas en una Herriko Taberna algunos aceptan como cierto que celebraba cada uno de los más de 800 muertos de Eta en su casa de Vallekas ( con K).
El problema es que esos argumentos los aceptan como válidos personas que mandan sobre nuestro futuro.
Nunca se hace un debate de argumentos sino de lo malo que es el otro, de todas las mierdas que se pueden incorporar al que es el enemigo. Yo vendí unos ordenadores que aparecieron, junto con el amonal, en lo incautado a un comando de Eta y una candidata de Vox es clienta mia. Con esa lógica unos días me despierto buscando mi 9mm para asesinar a una guardia civil y otros con ganas de matar negros.
Siento decepcionar a mis enemigos. Ninguna de las dos cosas. Además, a día de hoy, Bildu no defiende matar guardias civiles de la misma forma que Vox no aboga por matar negros ( estas dos afirmaciones pueden hacer explotar la cabeza a algunos). Puedo pensar, eso sí, que el gobierno de España ( de manera global) ha demostrado que es un inútil sin criterio ni dirección generando una grieta sanitaria y económica que nos pasará factura, que Santiago Abascal es un payaso y Casado un tipo peligroso. Incluso he de admitir que procuro pensar que hay una lógica detrás de lo que dicen unos y otros. Fíjate que cosa más loca es admitir que intento quedarme con los mensajes y ser crítico con ellos más que con quien lo dice o de quien fue amigo en su vida anterior.
Por eso me insultan de todos los extremos.
Hace unos días un tipo respondió a unos diciendo que lo que le decían se la sudaba. Que él era Manolo. No era facha ni bolivariano. Era Manolo. Dijo "Me la suda, soy Manolo". Y es una buena respuesta.
Me la suda, muchas veces.
Excepto cuando afecta a mi propia libertad, eso sí.
Piénsalo: Ninguno de los extremos desea que tú o yo seamos libres. Eso es porque para algunos solo eres libre de pensar lo que piensen ellos y si no es así eres lo peor. Ahora pon en "lo peor" lo que más rabia te dé. Da igual las razones por las que lo pienses. No hay razonamiento, sólo hay enfrentamiento. Conmigo o contra mi.
Cosas así pasan cuando vivimos en una sociedad tan permeable a los publicistas de tercera división que se metieron en la primera división de la política. Cosas así como que cada vez más gente vive en los extremos. En el primero o en el ático pero nadie acepta vivir en el tercero porque no se puede, uno días ir en bici y otros, oler bien.
Llevo años bailando entre una dualidad extraña. Por una parte alardeo, probablemente solo por una necesidad insana de reforzar mi propia autoestima alta inestable, de una supuesta capacidad de raciocinio considerable que me otorga la capacidad personal de ser responsable y consecuente. Es por ello por lo que desprecio y cuestiono cualquier intento de coartar lo que se supone que es mi propia libertad. Me pregunto el por qué y valoro mucho más el resultado que el protocolo.
Por otra parte he descubierto la felicidad inmensa en el que viven, como soldados alemanes de la segunda guerra mundial, algunos que se doblegan sin dudar ante un poder admitido como superior y dan la razón a sus actos con la excusa de haber cumplido las normas, aunque las normas fueran matar judíos. (véase Experimento Milgram)
Llegados a este punto se puede decir que poseo lo mismo que la mayoría: me creo en posesión de la verdad y he llegado a la conclusión que los demás son estúpidos.
Sin embargo, en estos tiempos pandémicos, empiezo a ver con estupor un ansia de legislar bajo la consideración que los legislados son gilipollas. "Usted se tiene que levantar a las ocho. Se ha de lavar las manos tres veces. Desayune una pieza de fruta. No bese a sus hijos pero hable con ellos. Conduzca pero no a más de 30 km/h. Trabaje a dos metros de sus compañeros. Tosa en el antebrazo. Haga deporte de 20:00 a 22:00. Cene ensalada. Beba un vaso de agua. No dure más de quince minutos en el sexo. Duerma de costado." Son ejemplos.
Curiosamente hay quien sale a la calle con un metro robado de ikea en la mano midiendo la distancia a la que te encuentras y deseando que le indiquen, también, el número de pasos que ha de dar en cada paseo o si es el viernes o el sábado cuando se puede tomar la cerveza que deseaba el martes. Hay un gran número de personas que parecen disfrutar cumpliendo todas y cada una de las normas. Además, como disponemos de un gobierno que ha considerado la necesidad de legislarlo absolutamente todo, están ansiosos de una normativa mayor en el que le indiquen cuales son o no los insultos válidos a reproducir, las razas de perros adecuadas o la extensión homologada de sus escrotos. Estoy convencido que hay quien sale con el BOE en la mano haciendo de policía legislativo con todos y cada uno de los que se cruza por la calle. Los nuevos fanáticos de la stasi miden el grado de alcohol del gel de los comercios y te denuncian si es menor al 60%
También existe, como en el modelo sueco, quien acepta los consejos y obra en consecuencia. Se pone la mascarilla si hay mucha gente y procura abrazar menos. Es como lo de que te avisen que fumar te va a matar y, aún así, decides fumar pero no vas a ir por ahí obligando a fumar a los demás. Y eso es lo que diferencia, respecto de un tercero, a un tipo de otro.
Aquellos que han decidido, por vagancia o estupidez, cumplir todo lo que les digan, exigen con furiosa cólera a los demás hacer lo establecido aunque eso no les afecte en absoluto. Más de uno ha hecho de policía gritando a quien no le salía de las narices salir a aplaudir. Más de uno mira mal a quien va solo en su propio coche y con las ventanillas cerradas pero sin mascarilla diciendo para sus adentros "este gilipollas nos va a matar a todos".
Alguno puede decir que el modelo sueco se ha demostrado insuficiente porque la conciencia global es una hija de perra egoista, y tiene razón. Sin embargo no podemos evitar admitir que nos están imponiendo leyes que presuponen que somos gilipollas. Y que quienes las cumplen y exigen cumplir sin preguntarse el por qué son los dueños de las calles.
Nos recortaron las libertades cuando llegaron los atentados y asumimos que era por nuestra seguridad. Ahora nos recortan las libertades por la pandemia y asumimos que es por nuestra salud.
Supongo que nos lo hemos ganado, por estúpidos. O simplemente porque ya se ha aceptado como cierto que somos incapaces de obrar correctamente en libertad y, aunque todos nos creamos con criterio, para la mayoría es más fácil hacer lo que les dicen que hagan en vez de asumir sus propios errores.
El miedo a la frustración y a la gestión de la culpa hace autómatas.
Hoy una niña intentaba jugar con ese artilugio que se sujeta de un tobillo y da vueltas exigiendo saltar con la otra pierna. Lo llaman pata-pata, aro de tobillo, mete pata...
El caso es que la niña lo ponía correctamente pero no ganaba en el juego. Miraba al artefacto esperando que hiciera algo para su gozo personal. Aquello no se movía.
Miró a su madre con cara desconsolada y un gemido de frustración. La madre estaba a lo suyo, hablando con una amiga. La niña intentó, sin moverse en absoluto o intentarlo de nuevo, captar la atención de su madre. Volvía a meter el pie en la zona del aro pero aquello no se movía. El juego estaba inerte. La niña empezó a gritar: "mamá. Se ha roto". Madre seguía a lo suyo.
La niña lo dijo más fuerte: "!Que se ha roto!. Este juguete está estropeado". El cordel con un peso en el extremo se ve que sufría un problema con la actualización de sistema o algo parecido.
Y en ese instante en que se dio cuenta que no iba a disponer de la magia materna empezó a pisarlo con rabia porque ese juguete, que estaba ahí para contentarla, no cumplía su labor. Estaba roto y ella, por supuesto, no era culpable. Así que lo juzgó y lo condenó. Le aplicó un severo correctivo.
Cuando la madre se percató de lo sucedido le preguntó "¿Qué estás haciendo?". Ante eso la niña aseguró que como el juguete estaba roto, que era malo con ella y merecía la destrucción.
Y la madre no le explicó que la mayoría de las veces no hay que esperar que algo nos haga felices de forma gratuita sino que hay que darle un impulso, ayudarle e incluso probar cien veces.
La madre recogió los pedazos y la dejó el móvil para que se callara. No me quedé a ver lo que sucede cuando no supera la pantalla del siguiente juego no si se queda sin batería.
Simplemente la niña no hizo nada y cuando no se hace nada, normalmente, no pasa nada.
Claro que si no te enseñan a hacer cosas por ti mismo, aparte de no pasarlo bien, solamente destrozas el entretenimiento.
Existen demasiados adultos que intentan jugar a algo (trabajo, amor, relaciones personales...) creyendo que está ahí para hacerles felices porque sí y en vez de preguntarse si deben de dar un pequeño impulso o intentarlo varias veces, se enfadan y destrozan lo que les rodea.
No sé si somos imbéciles porque lo somos o porque nadie se encargó de hacer el esfuerzo en enseñarnos a dejar de serlo.
Hace no mucho, cuando desgastábamos nuestro tiempo en absurdeces, se puso de moda el mannequin challenge. Eso era la tontería aquella de quedarse quieto parado mientras la cámara pasaba a nuestro alrededor como si fuera un plano de Matrix.
En realidad, tiempo después, es algo parecido al confinamiento. Al menos eso es lo que muchos quieren pensar, que es una pausa temporal pero sin la gracia que tenía aquel capítulo de los Simpsons en los que Bart controlaba el tiempo. Se considera que cuando alguien de al botón de PLAY todo seguirá en el mismo lugar en el que estaba. Y si estabas saltando bajarás al suelo. Si habías ligado y estaba pendiente un fin de semana loco tendrás que escoger la hora de la locura. Es como creer que aquel condón que escondiste en 1995 en el hueco de las pilas de radiocassete va a estar esperándote. No. La realidad es que se caduca y está como unos chetos abiertos del verano pasado: roído, seco y con una utilidad considerablemente reducida.
Actualmente estamos en esa situación. Quietos, aguantando la respiración para salir en el vídeo como auténticas estatuas. Cumplidores con el objetivo global que se supone que hemos aceptado todos. Pero en ese vídeo, quizá fuera de cámara, se mueven partes. Se mueve un jubilado que compra el pan todos los días en un sitio y el periódico en otro mientras avanza con la mascarilla tapando su nuez. Se mueve un especulador de gel hidroalcohólico y los traficantes de droga sobornan a los repartidores autónomos que van en bicicleta. Mi madre hace videoconferencias. Yo he descubierto que tengo a un imbécil como vecino de enfrente. Hay miles de coches con la batería gastada en los garajes y el sexo de proximidad es considerado una ventaja hipotética porque, al final, el miedo al contacto es demasiado fuerte para quien es capaz de pensar mientras tiene los nueve segundos iniciales de erección y luego le dicta a su pene que no se anime por una falsa alarma ( más ).
Hay pequeños detalles que dan pistas de lo que está pasando fuera.
Existe un extraño recelo que hace que las conversaciones sean a mayor distancia y, como consecuencia, menos íntimas. Hay una necesidad humana innata de afecto coartada por la alarma sanitaria que hace que cualquier contacto nos mueva los músculos como si el resto de las personas quemaran. Hay un miedo parecido a la muerte: no se habla de ello, pero se respeta. Algunos, me incluyo, vivimos con desprecio a ese miedo y pasamos por las calles viviendo, día tras día, un sábado urbano de agosto por la tarde. Tenemos para nosotros los semáforos y los aparcamientos. Salvo las colas pausadas, espaciadas y kilométricas de algunos supermercados, podemos recortar en los carriles de las autopistas y a cada momento somos más conscientes de como se va secando la realidad que algunos creyeron que se quedaba en pausa hace más de mes y medio.
Cuando, como esas escenas de las películas apocalípticas de la guerra nuclear, algunos salgan de sus refugios nucleares llamados hogares y quieran echar mano de la vida que habían dejado atrás se verán deslumbrados por ese extraño efecto llamado el paso del tiempo.
Querrán, por ejemplo, seguir en la lucha ecologista contra el plástico pero descubrirán que lo intentan hacer con guantes y que una parte de ellos tiene miedo a quitárselos. Querrán ir a conciertos que no habrá o a bares que han cerrado. Llamarán a los colegas con quien quedaban los viernes pero algo no será lo mismo. Se jugará al juego de la normalidad pero hay un antes y después del crack del 29, de la invasión de Polonia, del 11-S, de la muerte de Miguel Angel Blanco y un antes y un después de este mes. Y va a ser un después muy largo.
Cuando alguien no sabe enfrentarse a los problemas de verdad se esconde en detallitos. Que si es el capitalismo, que si es el machismo, que si la industria cárnica, el imperialismo español o la injerencia de espíritus. Si no hay energía como para entrar en reivindicaciones estériles se hace un mannequin challenge, se suben videos haciendo el pino, metiéndose un condón lleno de agua en la cabeza o intentando domesticar a una rana. Querría pensar que se acabaron las gilipolleces pero la experiencia me dice que la estupidez, con más fuerza incluso, se abrirá paso. Es la forma humana de mirar hacia otro lado cuando tiene algo que solucionar por delante que implica esfuerzo e incertidumbre.
Por eso se folla poco después del virus, por la incertidumbre. Bueno, por eso y porque nos hemos echado a perder. Más viejos, más gordos, más pobres, recelando de los demás y sobre todo más indefensos.
Claro, y con el condón que escondimos más seco que la piel sobre el botox de una actriz porno de los 80.