Se llamaba Ei System, como si fuera una novia extranjera. Es curioso porque hace tantos años de esto que casi no aparece información en Internet. Sin embargo fue, desde mi punto de vista, la gran cadena de tiendas de informática que tuvimos en nuestro pais porque, precisamente y a diferencia de Beep, Vobis, Jump y otros cientos de fracasos, estaba gestionada por gente que había empezado montando y vendiendo los ordenadores que ensamblaban en la trastienda.
Después llegó el boom de las tecnologías y algunos, entre los que me incluyo, tuvimos la desfachatez de intentar hacer lo mismo. Recuerdo que me gustaba compararme con ellos y que incluso entablé una amistad personal con quien gerenciaba la tienda local de EiSystem donde yo había prácticamente pernoctado durante el primer año de carrera.
Un día, con mi comercio ya abierto y criticando como si fuéramos viejos que cualquier tontaina parecía ser capaz de montar un tienda de ordenadores, me dijo que la cadena la habían vendido a un grupo de inversores ingleses por, según contaba, 3mil millones de pesetas. Me decía que la primera decisión de aquellos inversores era eliminar el concepto de tienda de barrio y que les obligaban a montar un local con más de 500 metros cuadrados en el centro de la ciudad.
Lo hicieron.
Obviamente ya no conocían el nombre del cliente que entraba por la puerta y la venta, los objetivos y los resultados primaban mucho más que la calidad del producto final. Yo dejé de compararme con ellos, aunque yo ya tenía 3 tiendas y empezaba a no conocer a quien entraba por la puerta.
Después el grupo Dixons Retail se hizo con el control del negocio, cerró las megastores y abrió las grandes superficies en los centros comerciales para intentar convertirse en un referente en las ventas de productos informáticos. Campañas de publicidad se repetían mientras otras cadenas empezaban a caer. Beep cayó, Vobis se murió, UPI reventó (porque alguien se enteró de que se financiaban con el dinero de las ayudas europeas al aceite de Jaen), Jump se convirtió en un recuerdo y yo ya tenía 5 tiendas.
Entonces, una mala mañana y paseando por Barcelona, vi una pequeña tienda de ropa. La ropa tenía una pinta estupenda. En el cartel de la puerta ponía, más o menos, que hacían la ropa que consideraban oportuna y si te gustaba, bien. Si no te gustaba, bien también. Yo me había llevado un balance de cuentas y una propuesta de crecimiento para intentar establecernos en los huecos que otros comercios habían dejado tras su fracaso.
Al volver decidí cerrar 4 de las 5 tiendas. Mandé a tomar viento los crecimientos y los resultados. Pensé, probablemente de una forma equivocada, que las cosas hay que hacerlas bien o no hacerlas y que conocer la cara y el nombre de la persona que entra por la puerta es importante porque no solo de balances vive el hombre. "Compra Calidad y Llora sólo una vez", puse en el escaparate.
Empecé a vender unicamente aquel producto en el que confiaba. Empecé a decir que no a muchos clientes y pensaba que aquello era el final. Empecé a creer, como un idealista del comercio, que mi único objetivo era hacer las cosas bien y que, como quien se encarga de querer sin pedir nada a cambio, que me vendría de vuelta ese esfuerzo. De aquello hace más de 5 años.
El cierre de PcCity era un secreto a voces desde hace años. Era un caso evidente en un sector que ha demostrado (salvo el infame caso de "marimar y saturno", sus importaciones "atípicas" y esa manera tan especial de engañar al cliente) que sólo puede ser válido con una correcta orientación del producto a ofrecer y que no sólo y exclusivamente puede ser gestionado a base de resultados y cuentas de pérdidas y ganancias.
Podemos decir que la tecnología deja márgenes inferiores al 10% en la mayoría de los casos, que también es cierto.
Podemos decir que el nivel de intrusismo en este sector es enorme y que muchas personas siguen pensando que tu cuñado, que es frutero, sabe de informática lo suficiente como para que haga con tu ordenador cosas que yo, como profesional, nunca haría.
Podemos decir que hay quien, desde las tribunas de la opinión en las hojas de tecnología de prensa, se creen gurús tecnológicos que afirman que los tablets son la quintaesencia de la tecnología, que todo lo inventó Apple, que el futuro son los gadgets y que el ordenador lleva muerto años.
Pero al final de todo yo sigo pensando que quien sabe e intenta hacer las cosas bien, sobrevive. Cuando los tiburones de las finanzas toman el control de nuestra economía tienen la virtud de ensuciarlo todo. Ahora es la informática, fue la construcción de casas o serán las energías renovables.
Así que ahora atiendo al próximo cliente. Le vendo exclusivamente lo que necesita. Le cobro y me voy a mi casita con la tranquilidad de no haber engañado a nadie y sabiendo que volverá.
Sigo pensando que el mejor ministro de sanidad debería de ser, al menos, médico. Que si alguien lleva un negocio especializado en un producto debe, al menos, saber sobre ese producto. Esa es mi conclusión sobre un cierre anunciado de una empresa dirigida por gente a quien nunca le importó ni el producto ni la atención.
Si, soy un caso atípico.Y pobre, como los malos gestores. Y sólo, como los idealistas.
Aún miro con envidia a un sastre que hay camino de mi casa cuando le veo haciendo el último traje en su pequeño taller mientras la luz le ilumina con el metro alrededor del cuello y yo descubro que me dejé un destornillador en el bolsillo trasero del pantalón.