Mal dia para buscar

27 de abril de 2017

Aviones, hipocresía y discriminación

La compañía aérea Aeroflot ha dicho, sin ningún rubor, que es cierto que pone a las azafatas viejas, gordas y feas en los peores vuelos porque si, porque les da la gana y porque saben que sus viajeros prefieren a las guapas, delgadas y jóvenes. A lo ruso, con dos vodkas.

Hace no mucho otra compañía aérea, la india Go Flight, decía que si las azafatas eran más delgadas el avión pesaba menos y eso les hacía ahorrar aproximadamente 500.000€/año en combustible.

Son dos maneras de decir lo mismo sólo que a los rusos se la trae al pairo lo que opinen los políticamente correctos.

Hace unas semanas estuvimos hablando sobre eso de retirar a las azafatas de las entregas de premios porque es muy machista y cosifica a la mujer. Razonamientos de peso. Alguien, en realidad una mujer, decía que a ella le gusta la belleza y que prefiere, si puede elegir, alguien bello entregando los premios o presentando el tiempo que una persona físicamente menos afortunada lo cual, como es lógico, no le hace ser peor persona pero sí más fea. Hay aspectos de la vida donde la belleza es una línea más en el curriculum. "!A ver si ahora ser guapa va a ser un problema!"- se quejaba. También reclamaba más hombres guapos en esos trabajos y su propuesta, por lógica e igualitaria, fue secundada unánimamente.

Yo comenté, haciendo amigos como siempre, que resulta curioso cómo algunos hacen de determinadas cosas sus banderas pero luego no salen con las feas o los feos sino que les gustan los listos y las listas que, además, sean pibones. A ser posible forrados de dinero. Quizá es como aquellos que dicen que es una vergüenza que algunos ganen mucho dinero pero si les toca la loteria se van de vacaciones o se compran una trócola de oro, un coche chulo en vez de uno duradero, un apple en vez de un ordenador bueno (esto no permito que nadie me lo discuta, que vendo desde hace 22 años de los dos). Un amigo decía, respecto de la normalización de las diferentes decisiones sobre la sexualidad de cada uno, que los vecinos de su escalera juraban adorar al colectivo LGTB pero que cuando uno de los hijos le salía marica, les jodía. Es el mismo mecanismo cerebral, para qué engañarnos.

No es que tengamos una sociedad de personas que discriminan por raza, sexo, orientación sexual o belleza. Tenemos una sociedad de hipócritas que se quejan de lo que discriminan los demás pero cuando les toca a ellos tienen una excusa para todo. Prefiero a los rusos que a los indios, al menos van de cara.

El día que hagamos en casa lo mismo que pedimos a los demás, nos irá mejor.

26 de abril de 2017

OOO-EEE (56 historias de amor para leer en el water)

(he empezado a escribir un boceto de segundo libro mientras descubro que buscar editorial para el primero es un infierno). . El título previo puede ser: 56 historias de amor para leer en el water. No es mal título.
Comienza así, pero con nombre

1- OOO

Supongo que todo empezó con OOO, al menos eso dice mi recuerdo. Un recuerdo lejano, de esos que están allá donde se empiezan a recordar las cosas y que es, no nos engañemos, sobre los siete u ocho años. Hay estudios que afirman que no se puede recordar nada efectivo antes de los cinco,  que todas esas monerías y que toda esa multitud de elementos que marcan la personalidad durante toda la vida se olvidan o se quedan en una parte extraña del cerebro. No soy capaz de recordar nada de antes pero tengo una imagen formada de ello gracias a los recuerdos de mi madre y de mi hermana mayor. También de las fotos de los álbumes que mi padre guardaba y de las que cuelgan de los bares con solera del lugar donde veraneábamos. Laredo, antes del cambio climático, cuando llovía al menos una vez cada semana del verano.

El caso es que a mí me gustaba aquella niña. Me gustaba verla nadando, porque nadaba muy bien y yo siempre he sido un temeroso del Cantábrico. Me gustaba ver que tenía mucha determinación para sus seis años. Vivía en el cuarto piso, en el edificio que hay a la derecha del mío. Se parecía a Bonnie Tyler. Mi tía Paquita decía que tenía cara de garbanzo porque su cara era redonda pero a mí me gustaba. De alguna manera descubrí que después de comer sus padres se echaban la siesta y yo aprovechaba para salir de mi casa con la bicicleta y aparcarme en su portal. Subía a su casa y teníamos el salón para nosotros. Es tonto pero jugábamos a las cartas, exactamente al cinquillo y aunque ahora eso me parece muy ridículo era suficiente para mí. Ver la playa desde su terraza era como un triunfo sobre todos esos chicos mayores que yo estaba convencido que también la adoraban y ella adoraba a los chicos mayores pero era yo el que estaba ahí aunque luego, en la vida social con todo el grupo, yo era invisible. Me aprendí de memoria sus apellidos y aún hoy soy capaz de recordarlos. El año pasado, mientras jugaba con uno de sus tres hijos en la playa, cuarenta años después de aquello, los repetí y se sorprendió como quien encuentra un recuerdo perdido en la mente.

Sin embargo nos hicimos mayores y ella se interesó por Benito. Benito tenía una moto amarilla. Benito tenía un corte de pelo de esos que se hacen con un tazón pero era más rubio y más interesante que yo. Era una Ossa de marchas y de trial con la que iba por la playa. Yo la conduje un día que quise hacerme su amigo buscando saber qué es lo que tenía para ser tan interesante pero en realidad simplemente era un poco mayor y, ya lo he dicho, tenía una moto. No estoy seguro que tuviera un barco. Hay una fotografía de uno de mis cumpleaños en los que yo estoy en medio de los niños que vinieron y a un lado está Benito junto a OOO con su cara de garbanzo, con un vestido morado horrible. Se sigue pareciendo a Bonnie Tyler. Creo que en mi cara hay una sensación de ser un segundo plato aunque el niño que está detrás me está poniendo cuernos en la foto. No recuerdo las normas del cinquillo pero sí que ella me ganaba siempre.


(2-IUS
3-ELB)

4-EEE

Un día, en un recreo, alguien se me acercó y me dijo que le gustaba a EEE. Tenía que ser una broma. Alguien estaba esperando que yo fuera a hacer el ridículo junto a aquella chica. Alguien me tenía que estar observando. Se lo dije, antes de cualquier movimiento, al que era mi amigo de recreos. Le dije que me habían dicho que EEE decía que yo le gustaba. Todo muy de chascarrillo y de cotilleo. Pensó lo mismo que yo: que era una broma de mal gusto, que no podía ser. Ella era más alta que yo, más guapa, más sonriente y más casi de todo y de algunas cosas, dos. Sin embargo hice lo que hay que hacer en esos casos: pregunté a una de sus amigas y me lo confirmó. No podía ser pero había señales. Lo lógico sería que le gustase Martín, que era el guapo oficial del curso. Me acerqué a ella. –Mira, EEE- dije –quiero que sepas que no ha salido de mi y que yo no tengo nada que ver pero van por ahí diciendo que estás interesada en mi- e hice una pausa dramática. Quizá ahora, mirando desde lejos en el tiempo, descubro que empezaba a controlar el desgarrador arte de la comunicación. –Claro que no tiene que ver contigo porque –me dijo con una amplia sonrisa mirándome a la cara- es verdad.

Entonces en vez de quedarme me fui a mi amigo a decirle que era verdad como si me hubiera tocado la lotería, la bonoloto y algún reintegro. Todo a la vez. Fui el chico más atractivo del colegio entre ese día y el momento del recreo del día siguiente en el que nos fuimos al muro exterior del patio a darnos besos. Ella llevaba un jersey a rayas marineras azul y blanco. Si tengo que buscar parecidos creo que se parecía a Alanah Miles (la que cantaba Black Velvet) pero con el pelo algo más largo y un par de años antes de ese éxito, que fue en 1989, pero con las piernas más largas.

Ese sábado nos vimos en la zona que la juventud que éramos nosotros frecuentaba por el centro. Unos bebían y yo, que fui un chico aceptablemente sano hasta los 22, ya era el observador que soy ahora. Nos vimos y nos besamos contra una pared. Yo tuve la misma sensación que tuve muchos años después: ser José Luis López Vázquez al lado de una mujer muy por encima de mis posibilidades y, por causas que no se pueden comprender, que ella estuviera conmigo. Entramos en un bar y nos apoyamos en una gran cristalera que daba a la calle. Ella tenía la espalda apoyada y yo podía ver la calle por encima de su hombro. Me dijo, al oído: “¿ves ese portal?” yo dije que sí. Hubiera dicho que sí a cualquier cosa. “Ahí vive mi novio”. ¿Qué novio? ¿De qué mierdas estaba hablando? Pues sí. Tenía un novio. Un novio de 24 años. Para mí 24 años era un armario ropero, un señor mayor, un jugador de rugby asesino que me iba a partir los dientes con la primera patada voladora que me diera al verme babear encima de su novia como un pequeño perro de esos que se llevan en el bolso pero que ni siquiera puede ladrar. Yo era un chiuagua y él un auténtico rottweiller. Y además EEE me dijo que ¡tenía coche!. Eso era demasiado y yo empecé a sentir miedo. Algo parecido al pequeño traficante que se acuesta con la mujer del mismísimo padrino y sabe que no tendrá una cabeza de caballo en su cama al despertar sino que van a descargar todas la ametralladoras, todos los subfusiles Thompson sobre él, muriendo en mi propia sangre a la luz de una calle encharcada. –Luego he quedado con él- me remató.

Y me fui mirando hacia atrás sabiendo que aquello fue un hito pero no era un gilipollas valiente.

Guardo una foto de ella, hecha por su novio, en esa misma calle. Está muy guapa.

22 de abril de 2017

El olor de la nueva economía

Mi abuela, después de la guerra civil y la ruina de mi abuelo a manos de uno u otro bando (que me da igual), aprovechó un pequeño local en la misma calle en la que nació Cervantes, frente a la iglesia del Cristo de Medinacelli. Está muy cerca de la puerta del Hotel Palace y ahora es parte de un bar ce cañas y tapas. Decidió vender velas para los devotos y pastelitos para los huéspedes del hotel. Ahí estaba, cada día, detrás del mostrador. Es más que probable que todos y cada una de las largas jornadas entre 1950 y 1980 estuviera preparando una forma nueva de llegar a otro cliente más. Poco a poco, con esfuerzo. A veces guardando en la cámara frigorífica los pasteles para el día siguiente y a veces partiendo con cuidado alguno por la mitad para sacar el doble de beneficio. Mi abuela no era contable pero era una guerrera.

Salió adelante. Educó a sus hijos. Compró su piso. Me dio 25 pesetas de paga en 1985 detallando que pensara dos veces en qué me lo iba a gastar. Era un ejemplo de la economía de la posguerra y la demostración empírica de lo del trabajo y la constancia.

Mi padre estaba estudiando algo parecido a económicas en Madrid allá por los años 60 y decidió, en un alarde que nunca entendí, coger a su superseñora esposa, su hija y sus sueños para hacerse quinientos kilómetros (que son miles en la época actual) para empezar de cero en la costa cantábrica. Fue contable, responsable de contabilidad, jefe de contabilidad, adjunto a gerencia y gerente 45 años después. Decía, mezcla de lo aprendido y de su propia experiencia, que el tiempo y el esfuerzo son los dos componentes de los resultados y si acaso yo aparecía algún día con un notable la única explicación posible es que no me había esforzado lo suficiente porque, como algunos que se han leído la contraportada de un libro de Coehlo, cada uno es capaz de todo si se lo propone con suficiente firmeza.

Así que un día, atontado por la tradición familiar, yo mismo me puse manos a la obra. Me esforcé y me esforcé. 22 años después sigo esforzándome cada momento sin sentir un pequeño porcentaje de todo lo que me enseñaron y me demostraron. Hace no mucho me senté a pensar en lo que pudiera ser el futuro. Me puse a ver las empresas que estaban marcando tendencia a nivel mundial. Miré los fenómenos de twitter, facebook, uber, airbnb y llegué a la conclusión de no entender nada.

No se entiende nada cuando el referente de la industria automovilística, Tesla, resulta ser la empresa con mayor crecimiento en bolsa, valiendo más que la todopoderosa Ford (vendiendo 7 millones de coches menos) y teniendo que llamar a 53mil  (de los 80mil vendidos) porque sus frenos están mal diseñados. Ojo, que es lo más importante, y perdiendo 2300 millones de euros. Es decir: la empresa que es la envidia resulta ser una máquina de perder dinero.

¿Y los demás? Uber España gana 60mil/€ (que son tres sueldos bajos). Pero a nivel mundial pierde 13000 millones. Twitter perdio 167millones de euros el año pasado. Airbnb tienen 9 (!nueve!) empleados en España y Blablacar ganó 8000€. ¿Qué puta broma es ésta?. El bar debajo de mi casa genera más trabajo que todos estos tipos.

¿De donde sacan el dinero?. Pues parece ser que como se supone que algún día ganarán dinero hay quien les da y les da para ver cuando llegan los premios. Es como invitar a alguien en un bar sin saber si acaso te hará caso, despertará contigo o quizá sea alguien con quien compartir el futuro. Mientras tanto sólo es perder dinero.

Si mi abuela o mi padre me vieran montar un negocio ruinoso desde el minuto 1 me darían collejas hasta que se me salieran los ojos. Pero cuando se habla de emprendedores y de magníficos referentes de futuro, cuando los periodistas económicos y tecnológicos se acercan a un nuevo Steve Jobs (recordemos que no era un buen informático sino un vendedor de lujo, al estilo Branson o Musk), siempre hablan del impacto social y los millones de usuarios. (Whatsapp:  billon de usuarios, cero ingresos) apostando sólo a la venta de nuestros datos como fuente de ingresos (conversaciones, intereses, uso...), pero ahí el único que gana es google y un poco facebook. Pero ninguno, ninguno, ninguno gana del producto que vende. Puede que porque el producto es una mierda o porque los clientes no están educados en pagar con cash, que es como cobraba mi abuela.

¿El futuro, entonces, es no preocuparse de la rentabilidad o la calidad del producto? ¿Vender que algún día será muy bonito y encontrar a locos que den dinero por nada?

Los dueños de Twitter, de Snapchap, de Tesla, de Uber o de Airbnb son hombres ricos sin haber ganado ni un solo euro.

No huele bien este concepto de economía. No.
Bueno, sí: huele a burbuja, a vacío.

Claro que si yo voy al banco contando que voy a perder cientos de millones de euros durante años se consideraría lógico que me den patadas en el culo hasta ponérmelo morado. 

Es todo muy loco pero lo curioso es que ES ASI.

No importa el producto, la calidad o el beneficio. Cuidado con el futuro de eso porque tendremos malos productos, de calidad infima y en empresas ruinosas. Eso sí, todo muy colaborativo.


Pd: no hablo de microsoft porque ellos hacen un sistema o una aplicación y te la venden, te la cobran y a otra cosa, butterfly.
Pd2: y todas esas empresas, al estilo swatch o ikea, que venden lo que se ha vendido siempre pero comosi lo hubieran inventado sus publicistas, tampoco.

Hacer algo bueno y mejor parece una utopìa. Quiero tener un negocio que sea como un buen directo donde todo encaja. Lo quiero todo.

21 de abril de 2017

No se puede

En estos tiempos modernos
eternos de juegos, de etéreos misterios
y de pecados infumables vendidos con ojos sinceros
no se puede decir aquello:
No se puede decir "moro"
No se puede decir "tuerto", "negro", "cojo" o "gordo".
Que uno era bueno en el gobierno
o que, ardiendo, una vieja salvó a un bombero con miedo.

No se puede hablar bien de Cristo
ni decir que hay mujeres malas,
empresas ecológicas que usan esclavas
o niños cosiendo que hacen camisas baratas.
No se puede rechistar a un "listo"
a uno que se jacta de sus andadas:
subvenciones infames mal dadas,
mal pedidas, mal cobradas. A pobres quitadas.
Bajas laborales fingidas
o compras por internet falsas.

"Más roban los políticos"
los autónomos, los taxistas, los críticos.
Los que no son el grupo del que queremos ser
Místicos con bondad a un lado
y del otro los enemigos. Sé
que calma la culpa, que evita el drama,
que no se puede decir que es
una zorra, un cabrón por fin muerto.
No se pueden meter dos tiros al último hijo de puta,
al nuevo pelele políticamente correcto.

No se puede dar una bofetada a un niño heredero de Satán,
hablar bien de una monarquía, mal de la democracia
decir que tuvo un acierto, una vez, una dictadura
o que es una mierda la buenocracia.
Que ser vegano es una anarquía banal,
un postureo infame e impositivo que primero hacía gracia
y ahora, comprando pollo, te miran mal.

No se puede hablar bien del boxeo,
que parece arte un pase torero
o que, un día, para ser sincero,
cuando te hice una foto de la espalda desnuda entre las sábanas revueltas de nuestra incorrección
quise decir: "lo siento", "me planto", "me quedo"
"aprendo", "me hago pequeño", "tiemblo" o "te quiero".

No se puede porque hay que ser moderno,
categórico, infalible, perfecto, sereno.
Cada día que pasa, cada minuto que me desvanezco en tu memoria, que me pierdo
puedo menos. No puedo.
Me clavarán un cuchillo la modernidad y tú en la debilidad de mis huecos
Mi cadáver lo encontrarán el martes podrido y desabrigado: yermo
Sin apelativos, sin noticia, sin ti. Sin haber hecho nada por intentar más que ser cierto
y volverme inconveniente, incómodo, inquieto.
Soy la parte de la mente que te dice lo que piensas y luego lo escondes porque no es correcto.

20 de abril de 2017

Venial y mortal.

El padre Blas me explicó una vez, en la intimidad de su despacho del primer piso, la diferencia entre pecado mortal y venial.

-El pecado venial es- decía a modo educacional- cuando parpadeas un instante y ves un pecho. No quieres ni tienes la intención y, aunque no debes, lo ves, lo cometes. Eso es venial- En ese momento corregía su posición en la silla, estirando la espalda y poniendo cara seria -Sin embargo- seguía-  si cierras los ojos con la intención de ver un pecho y sigues hasta visualizarlo. Eso, eso es mortal-

A día de hoy se parece a la diferencia entre hacer una gilipollez o ser un gilipollas. Una cosa es venial y la otra, mortal.

He muerto muchas veces.

15 de abril de 2017

La casa del misterio (grandes, fuertes, héroes)


A veces pienso que estamos tan cansados de ser engañados, de descubrir que el camino de la sumisión siempre es el más cómodo, que no miramos a los estantes de arriba o de abajo en el supermercado y aunque sabemos que los productos a la altura de los ojos son los que tienen trampa. Caemos



Ha pasado mucho tiempo desde la casa del misterio por eso tú deberías saber que ya no puedes hacerme daño. He descubierto tu secreto: extenderte por el mundo. Cuando se acabe la mentira responderás con el silencio. Qué difícil darse cuenta en qué te estás convirtiendo. Otra vez diste la vuelta,¿para qué hablas conmigo? ¿para qué hablas conmigo? Íbamos a ser grandes, fuertes, héroes. El arañazo de un recuerdo escuece todo el tiempo, tráfico en la ciudad. Pensando en cosas que quizá tuve me ha pitado un BMW ¿Qué te pasa a ti chaval? Como ves sobre la mesa se deslizan todas las piezas ¿Dónde iba el miedo y dónde la verdad?. Destruido este mundo de los restos que ahora ves construiré el mío. Construiré el mío, Construiré el mío. Una razón, un dios, un credo miran por el agujero, yo me vuelvo a desnudar. Puede que el rumor sea cierto, 24h abierto, te los envuelven para llevar. Puede que el ruido de un insecto te despierte de un gran sueño, volveré a dormir y construiré el mío. Construiré el mío. Se abre el cielo ya. Lo importante habita en otro lugar esperando que todo se haga más pequeño. Ha pasado tanto tiempo. Ha pasado tanto tiempo. Íbamos a ser grandes, fuertes, héroes. Grandes, fuertes, héroes. Grandes, fuertes, héroes. Ha pasado tanto tiempo, y seréis grandes, fuertes, héroes

9 de abril de 2017

La fragilidad de la memoria.

Cuando ETA decide, como si fuera un ente con posesión de la verdad y de los tiempos, hacer treguas o dar las armas, resulta que se autodefine como "artesanos de la paz" y no puedo, aparte de recordar la definición de eufemismo, más que pensar en la capacidad que tienen las palabras de maquillar la verdad. Artesano, Paz, son dos hermosas palabras y es que hijo de puta, muerte, no suenan tan bien.

Lo curioso de todo esto es que parece que cuando algo no nos gusta, y me refiero a la conciencia global como si fuera una persona, tendemos a eliminar los malos recuerdos. No nos acordamos de lo mal que nos trató aquella persona sino de los buenos momentos que pasamos juntos. No queremos recordar que hace 60 años las salvajadas políticas llevaron al mundo a la guerra y ahora volvemos a ver los mismos discursos, unos tachados de izquierda y otros de derecha, en las cámaras de representación popular europeas. Hay nazis en todos los parlamentos que también usan las palabras Paz y democracia para su propio interés. Es más. Estoy convencido que son nazis pero no lo saben ni ellos mismos. Lo siento por sus seguidores pero cuando Pablo Iglesias, que a priori es un tipo inteligente, dice que Otegi es un demócrata se está olvidando que el susodicho estaba con una pistola en un monte planificando cómo secuestrar al hijo de un empresario vasco mientras él aún no había empezado la universidad. Podemos se preocupa mucho más de los asesinados por Franco para hacer el Valle de los Caídos que de los asesinados por ETA, que aún están calientes. Me refiero a la intensidad en sus reclamaciones, ambas aceptables pero irónicamente con energías diferentes en su proclamación.La intensidad es muy importante en la política moderna.

Parece que se nos tiene que olvidar el pasado porque no nos gusta o no nos interesa para nuestro presente.

Hay elementos de nuestra historia que los tenemos ahí para aprender de ellos y parece que nos resulta mucho más cómodo olvidarlos. El crack del 29 y la crisis de los últimos años son hijos del mismo padre. Las ultraderechas y las ultraizquierdas son hijos del mismo padre que el nazismo. Los nacionalismos llevaron a Europa a la primera guerra mundial (el asesinato por un nacionalista serbio del archiduque de Austria), a Yugoslavia al desastre y las guerras entre religiones llevaron a las cruzadas. Parece que no hay que mirar muy atrás para ver lo mismo que puede suceder mañana y, sin embargo, queremos no recordarlo.

La memoria global es, en este siglo, tremendamente frágil.

Es una pena que exista ese certero riesgo de repetir las mismas tonterías una y otra vez.

Es una vergüenza que algunos, con lo de ETA, ensucien la palabra Paz con lo bonito que suena. Pero, claro está, la moda de esconder la mierda bajo palabras bonitas es algo muy moderno y politicamente correcto.
Pd: recordemos Gesto por La Paz,
Pd2: (2010)  ETA no me importa

7 de abril de 2017

Infantilización, progreso y estupidez (literatura)

(Parte del capítulo 34, muy cerca del final. Aún no se si esto es un coñazo y es un resumen previo al chispun como los resúmenes de los libros de texto. Situación sin spoilers: un científico que puede medir la estupidez habla de sus hallazgos a un periodista)

- En la historia las sociedades se han intentado organizar de múltiples formas. Tuvimos tribus y tuvimos reyes absolutistas. Dimos muchos pasos hasta llegar a lo que se supone que es la modernidad o, al menos, lo que vivimos como modernidad. Todas y cada una de las evoluciones técnicas han alterado y cambiado nuestra forma de actuar llegando, casi siempre, a un punto mejor que el anterior. Incluso en el origen de algo tan etéreo como las religiones hay un razonamiento técnico: no relacionarse con la tribu de al lado era una forma de no pasar enfermedades para las que nuestro grupo no estaba inmunizado.
-Pero eso llevó a las cruzadas, a la lucha entre religiones.
-El caso- dice guardando el dato para después- es que la propia organización social bebe de dos fuentes: nuestras necesidades y los medios de los que disponemos para cubrirlas. Las primeras tienen una parte básica y otra que va variando. Comer es algo básico, tener wifi –dice señalando a su tablet- o que haya un buzón de correos cerca para las cartas que se mandaban el siglo pasado es algo variable. Cuantos más humanos hay en el planeta más difícil es la organización de los mismos y las formas de organizarnos han de modificarse. Es perfectamente lógico pensar que ya no somos un grupo de pequeñas organizaciones autosuficientes sino que de la misma manera que los hombres cazaban y las mujeres cuidaban de la cueva en estos momentos unos cultivan, otros manufacturan, otros dan servicios y otros se van organizando para ir moviendo el engranaje que es la propia sociedad. Todo lo que estoy contando son obviedades pero, en realidad, aún estoy a principios del siglo XIX. ¿Qué pasó después?. La democracia.
-Pero- dice Roberto- la democracia es un invento de los griegos. Antes de Cristo.
-No esa democracia.- responde como si esperara esa interrupción- Los griegos hablaban de democracia como concepto pero sólo podían tener poder de decisión los llamados hombres libres que eran, en realidad, el 10% de la población. El resto estaba muy ocupado sobreviviendo. Lo mismo puedo decir de las mal llamadas democracias urbanas que proliferaban en Europa algo después de la edad media. Un grupo de elegidos ponían las normas a su antojo. Hacían, por decirlo así, clubes de elegidos que gobernaban sobre los demás contando la mentira de ser una decisión de todos. Pero la idea “todos” es la clave. ¿Por qué?. Porque cuando en la toma de la decisión entran más personas la decisión en si misma cambia ya que responderá a lo que se considerará más o menos importante por esa conciencia, digamos, global. Cuando realmente se impone la democracia tal y como la entendemos es en el XIX y nos encontramos en una época en la que se han diluido las visiones completas de la sociedad en pro de la especialización de cada uno en el diente de su engranaje y se han primado elementos como “tener” por encima de “subsistir”. La revolución industrial, aunque buena en su origen, es la principal responsable de la primera guerra mundial y cuando nos recuperamos de ella nos dimos de bruces, tras los “felices años 20”, con la gran depresión. ¿Por qué?.  Porque los ciudadanos y los gobiernos se comportaron como unos estúpidos. Al descubrir la grandiosidad del mundo y poder esquilmarlo y manipularlo decidieron por su propio interés más que por el interés general. No es fruto de una sola decisión sino el cúmulo de millones de decisiones simultáneas. No hace falta decir que, como lo de las religiones de antes, era una buena idea que terminó de forma aceptablemente dramática. Las guerras mundiales son las cruzadas del siglo XX.
-Entonces alguien pensó que la democracia era la gran respuesta a todos los males, que el egoísmo de unos líderes malvados habían llevado a la quiebra a nuestra sociedad. Si los líderes los elegimos entre todos la responsabilidad se diluye y no es culpa de nadie elegir democráticamente Hitler. Él aprovecho publicitariamente las condiciones impuestas a la sociedad alemana por ser la responsable, como siempre pasa con los perdedores, de la gran guerra. El problema no es que fuera algo democrático sino que utilizó el mensaje de “no se preocupen porque si yo estoy aquí no habrá ningún problema. Podrán sentarse en sus casas mientras mis amigos nazis y yo nos encargamos de su felicidad”. Eso, dicho así, es lo mismo que luego llamaron “estado de bienestar”, basado en las teorías de Keynes. También se parece a todo aquello que denominaron comunismo donde, que es a lo que quiero llegar, alguien se encargaba de la felicidad prometida a los demás a base de ceder libertades. El capitalismo y el comunismo son dos formas de someter a un pueblo repitiéndole una y otra vez que es una decisión de todos para el bien de todos. Ganó el capitalismo porque, probablemente, dispone de la maquinaria de la publicidad. Estamos a mediados del siglo XX.  Los gobiernos juegan al juego de “ya estamos aquí para solucionarlo todo” y Polonia es Asia. ¿Qué pasa ahora? Que cuanto más estúpido sea el ciudadano más sencillo será que las cosas no cambien. Hagamos, como dijo Fromm, que se preocupe por la tapicería de su utilitario, que se quede las noches trabajando para consumir los mismos productos para los que trabaja. Que su meta no sea otra que ir a un evento deportivo, cambiar de teléfono, ir de vacaciones o quejarse. Quejarse, cuando es algo constante y no resolutorio, es un rasgo de estupidez. Los últimos años del siglo XX fueron la eclosión desmesurada de la estupidez. Los derechos laborales, buenos en un principio, se convirtieron en las excusas para intentar cobrar sin trabajar. Las mejoras en seguridad automovilística un motivo para hacer tonterías conduciendo porque había creencia de inmunidad ante el choque. Las ayudas sociales, necesarias, crearon una clase social dependiente. La adaptación al final del siglo no era una adaptación de mejora sino de la forma de la obtención del mayor resultado al menor esfuerzo y la búsqueda de metas absurdas: salir en televisión por acostarse con un famoso, ser una estrella con coches caros y cicatrices de cirugía que no se noten, cobrar más por trabajar menos. Alargar, en realidad, la infancia casi hasta la muerte. La infantilización de la sociedad es absoluta. Los ciudadanos se convierten en niños a los que se les tiene que cambiar el pañal de la protección y donde descubren, como malcriados, que el que más grita, el que más se deja, el que hace la monería más grande es el que obtiene mayores resultados. Es decir, el más estúpido gana. ¿Cuál es la decisión a tomar?. Ser más y más estúpido. En ese caldo de cultivo vemos la evolución de la sociedad y esa evolución responde a las necesidades de la mayoría. En el siglo XIX se hacían carreteras, presas hidroeléctricas, medios de locomoción duraderos. A finales del siglo XX las grandes mentes se sentaban a pensar como meter a los consumidores en la rueda de algo nuevo que tampoco necesiten y la forma de transmitir fútbol en mayor calidad por televisión. La gran evolución del vídeo por internet respondió a la necesidad de ver más y más porno. No seamos hipócritas. La mayoría, igual que lo de la democracia, impone sus necesidades a resolver y no son comer ni hacer el mundo mejor. Son ver porno, tener wifi, llevar el coche más grande y tocarse las pelotas lo más que puedan la mayor parte de tiempo posible mientras un ente llamado gobierno tiene la obligación de ocuparse de todo lo demás. Eso solamente puede, en poco tiempo, acabar con la humanidad. Eso es estupidez. Erradiquémosla.
 -¿Erradicar es aniquilar?
 -No- responde Manuel con una sonrisa autocomplaciente- Erradicar es curar. La estupidez, y eso es un buen titular, se puede curar.
(...)
-Me explico: cuando una persona se ha convertido en uno de esos que hacen de la estupidez su bandera no cree, jamás, en su propia estupidez. Así que se jacta de ello y genera un discurso sesgado en el que ha conseguido una ventaja sobre los demás. Me da igual el motivo: un producto más económico, no pagar impuestos, fingir una baja laboral o ganar más con menos rendimiento. Nunca incorpora sus contraprestaciones generales: que no haya servicios públicos o que sus compañeros tengan que trabajar más porque, en realidad, no tiene empatía aunque sí necesita una aprobación ajena. Ese es un punto negro. Entre aquellos que le escuchan aparece uno que piensa que si el primero lo ha hecho él también puede y ese, ese es un infectado. Y ese último es recuperable. Se puede curar porque hay un mecanismo mental reversible.
(...)
. ¿Cómo se educa a un adolescente?. Haciéndole ver que debe de esforzarse para conseguir algo, que tiene que pensar, mejorar, trabajar.- Y saca el dedo índice- Y además en la dirección adecuada. No tenemos una sociedad tonta sino preocupada en tonterías. Abrimos el grifo y hay agua. Es un puto milagro. Pero hay que recordar de vez en cuando que eso es un milagro en vez de hacer creer que el agua potable y cristalina saliendo del grifo es un derecho constitucional que brota de la democracia como si los manantiales obedecieran a la constitución y a las firmas en internet
(...)
-¿Los puntos negros no se pueden recuperar?- le pregunta. –Probablemente no- le responde con resignación -¿Y qué hará con ellos? -Serán daños colaterales  (...) -Piensa en la pena de muerte. Es una barbaridad. Lo es porque existe la posibilidad de equivocarse. Porque podemos ser tan asesinos como aquel al que se decide matar. Una sola equivocación es nuestra condena. Pero –entorna los ojos- ¿y si no hubiera ninguna duda?. ¿Y si supiésemos con certeza que ese tipo que, digamos, ha matado a unas niñas después de violarlas lo volvería a hacer?. No hay posibilidad de error. En ese caso, quizá, la pena de muerte podría tener una justificación. Bien. Yo tengo esa justificación.