Existe una idea publicitaria, infinita, experimental, joven, sin conflictos y más postureo que unas stories de instagram que los Rolling han convertido en vídeo superando a Thelma y Louise en el Ford Thunderbird del 66 azul.
Se olvida de limpiar el suelo, pagar las facturas, echar gasolina, el dolor de estómago de la comida basura o que las piedras al lado del acantilado queman las plantas de los pies si intentas bailar descalzo.
Supongo que fuera de plano hay un tipo gordo y sudoroso pagando en la gasolinera, conduciendo para llegar al mar al amanecer, lavando los pequeños bikinis y reservando la habitación del motel donde duerme agotado mientras ella graba otro plano del vídeo.
Cuando la vida te lleva a un lugar que solamente habías soñado de soslayo en breves ocasiones has de improvisar.
En la mía, arrastrado por el forofismo contemporáneo de ciertas compañías inconclusas, terminé en el fondo sur del campo de San Mamés gritando al árbitro en un Athletic-Valencia de mediados de los ochenta. Un ejemplo de comportamiento grupal por desconocimiento del medio en el que, quizá por no ser un experto, opté por mimetizarme con lo que yo creo que se hacía en esos fondos, en pie detrás de las porterías: beber cerveza, gritar al contrario y realizar sonidos guturales del tipo uy, buuu y ufff....
Como buen grupo que se cree invulnerable, que considera que tiene la razón de forma absoluta y que desvaloriza al contrario.
Como buen grupo que considera que, bajo el paraguas de la razón propia, puede realizar conductas que de manera individual resultarían ilegales o inmorales ( que no es lo mismo) y, además, la responsabilidad se diluye entre todos. 30 años de cárcel entre 900 personas no sale ni a dos semanas.
El caso es que hice lo que supuse que se esperaba de mi como uno más del grupo.
Las personas, quizá influidas por todo el soporte audiovisual que nos bombardea, procuran mimetizarse con los lugares haciendo lo que creen que se espera de ellos. En la serie "sigue soñando" ( imposible de encontrar) Martin Tupper descubre que su nueva novia había estado con otra mujer anteriormente y, al llegar la cama, se empeña en hacer lo que cree que debe hasta que ella le confiesa que a partir de los cuarenta minutos de sexo oral recibido, se aburre. En uno de sus scketch más reconocidos Mr Bean se comporta como cree que se debe con la reina de Inglaterra. No es un "allá donde fueres haz lo que vieres" sino un "allá donde fueres,haz lo que crees que se hace"
Y se consiguen efectos ridículos con los que no pasa nada si son en la televisión y el cine porque, como la literatura erótica, lo soportan todo.
El problema es cuando sucede en la vida real. Cuando alguien que solamente ha visto el poder en Scarface le dicen que tiene poder. Cuando alguien que ha vivido creyendo que los futbolistas se casan con supermodelos y le fichan en primera división. Deja a la novia que le acompañó, bajo la lluvia y sobre el barro, a los partidos de tercera y se tatúa el nombre de la modelo poniéndole Celeste Adriada a su primera hija.
El problema es cuando estaban tan convencidos que los ricos roban y, cuando se creen ricos, empiezan a robar para no llevar la contraria al grupo. Por no llevar la contraria a lo que se pensó, el día que ella se quedó a dormir se empeñaron en hacer ciertas todas y cada una de las posturas que habían visto en los momentos de intimidad por Internet y se les olvidó intimar, que es desnudarse de espíritu.
Alguna vez entra en el restaurante un famoso de nuevo pelo. Mira, con la espalda muy estirada, alrededor. Espera, porque por eso es famoso, que le sonrían y le miren con algo de envidia. Espera una adolescente desmayada y un camarero que le pida un autógrafo en la servilleta. No es capaz de pensar que es un tipo más en un lugar más. Pertenece a un grupo y exige, de quienes no pertenecen a su grupo, pleitesía. He de suponer que más de una persona sin hogar desea de una manera extraña producir repulsa para no ser reconocido en uno de esos momentos más que bajos por los que deberíamos de pasar todos al menos una vez. También sé que los borrachos, con la excusa del alcohol, se permiten acciones indecorosas dignas de una marabunta. Tocar culos, mear en las jardineras y reventar escaparates de tiendas de ropa deportiva son acciones igualmente punibles.
Cuando uno no tiene ni puta idea de la verdad pero se empeña, en vez de preguntar, en comportarse como cree que es la verdad, hace el idiota en la mayor parte de los casos. Me da lo mismo un hombre sedentario intentando hacer de deportista, una mujer recién separada tras veinte años de tormentoso matrimonio seduciendo a un adolescente vestida de Berska o a lo que se supone que es una nueva clase política que tienen de políticos lo que vieron en el Ala Oeste de la Casa Blanca.
Preguntar, fijarse y aprender son palabras que parecen del siglo pasado. Hacer el gilipollas es mucho más moderno.
Rana salió la princesita. Falda , tacón y unas braguitas de quita y pon.
Ya lo decía Sabina con la eterna sensación de feos que pierden en el poker de la seducción. Nada nuevo porque a todos nos han dicho y nos dirán que no a lo largo de los tiempos. Lo que sí tuvo, en la digestión que tienen los fracasos, es una canción como recuerdo creada, seguramente, en el periodo de digestión que debe tener cada proceso.
La digestión es esa cosa anacrónica que nuestra madre decía que debíamos mantener antes de volver al agua después de comer porque, según la leyenda, uno se quedó frito con la combinación malvada de tres platos de paella y agua del cantábrico. Quizá también para recordar obligatoriamente que nos habían dado opíparamente de comer. Ya no se da las gracias excepto si es un restaurante y paga, una vez más, el otro.
No se da las gracias porque comer, en el ideal de algunos que viven más cerca de Fuenlabrada que de Mogadiscio, es un derecho. Como lo es tener wifi, una cuenta de Instagram y una compensacióin inmediata que les lleve a una felicidad y bienestar personal que tampoco saben definir. Ser feliz sin saber lo que les hace felices. Un oximorón místico grabado a fuego en la cultura de lo inmediato, en la cultura en la que existe la idea supuestamente positiva de la libre elección.
Nunca ha existido una sociedad más libre que la de ahora y, sin embargo, nunca se han sentido más insatisfechos los humanos.
Barry Schwartz habla de la paradoja de elegir. Como si fuera un silogismo y teniendo en cuenta que la libertad es algo bueno y que elegir es un acto de libertad, cuando más posibilidades existan las personas serán más libres. Sin embargo la posibilidad de elección casi infinita genera parálisis porque todas las opciones son válidas igualmente y, por otra parte, genera frustración porque la elección no tomada siempre parece tan verde como el césped del vecino al mirar atrás. (otros psicólogos afirman exactamente lo mismo)
Así que estamos en un momento lleno de estímulos, de elecciones múltiples y de la exigencia de respuestas inmediatas que, sean las que sean, nos llevan a frustrarnos sin haber sido entrenados para ello.
Como nadie nos enseño a pensar o a asumir nuestras decisiones como definitivas empleamos recursos propios: 1-La culpa siempre es de la otra parte 2-Vuelvo a elegir aquello que deseché. 3-Sitúo un filtro más alto. 4-No me fío de los demás. 5-Todas las anteriores. Ahí es cuando aparecen las princesitas.
Las princesitas que exigen que se les satisfaga de forma inmediata y de una manera que debes saber por anticipado. Que se haga solo cuando les apetece y que cumplas todos y cada uno de los parámetros que no te dieron. Has de medir más de 1.80, saber hablar de Proust pero también las letras de las canciones de Fito, sobrellevar un punto intermedio entre la corrección política y la demostración de criterio propio, sorprender lo justo y estar en el límite de lo erótico sin pasar a lo pornográfico. Y si no es así, que nunca lo es, se han apropiado del derecho de dejarte de hablar sin despedirse, ser desagradables, pasar página porque no están en esta vida para perder el tiempo y además les debes dar las gracias por haber tenido el privilegio de ocupar veinte segundos de su preciosa atención.
Las princesitas no son exclusivamente mujeres, por si alguien ( imbécil) ve un imbécil discurso sexista. Yo mismo he sido una princesita alguna temporada de desconcierto.
Las princesitas creen que viven en una galaxia donde los planetas giran alrededor de su estrella. Todo, en una forma de vivir "mimi" (mi bienestar, mi felicidad) y con parámetros de elección que han encontrado en tutoriales de youtube de otros y no en aquello que, con el tiempo que dan las digestiones, les haya enseñado que les da sensación de paz, que es lo más cerca de la felicidad que se puede estar.
Si se puede tener todo eligiendo entre más opciones que perfiles de tinder y se descubre que aún así no llega el amor infinito perfecto, la libertad de elección es una trampa en si misma.
Unos, los menos y menos ruidosos, lo aceptan y otros se convierten en princesitas ofendiditas porque la vida nos les dio lo que no saben aún que quieren.
Como una enfermedad moderna algo que empezó focalizado en la juventud se está contagiando hasta la tercera edad. A dentelladas.
Tengo el derecho a ser feliz pero no sé lo que me hace feliz y, mientras tanto, desprecio a mis súbditos desde la atalaya donde me aliso el pelo. -Tú no, que eres feo como los toreros. Tú no, que vas con una camisa de manga corta de capitalista. Tú no, que no me traes bombones de licor. No entiendo por qué no encuentro a nadie- dice en voz baja con el aire de un suspiro.
Por alguna incomprensible razón el ser humano contemporáneo ha perdido la visión de sus limitaciones. Somos capaces de muchas cosas como sociedad y, sobre todo, la capacidad de cagarla es mayor que la de solucionar algo. Con esta salvedad hay que reconocer una cosa: creemos que la tecnología, la ciencia y la solidaridad global lo puede todo. Eso sí: que sean solidarios los demás e investiguen los otros con dinero de los ricos que, obviamente, no soy yo.
Nadie se pregunta si seremos capaces de encontrar una vacuna sino que cuando estará disponible la vacuna que, además, deberá ser gratuita y para todos.
No nos preguntamos acaso si seremos capaces de llegar a Marte sino si lo harán antes los chinos o los americanos. O un conductor ruso de la hostia que le meta otro ruso por una discusión en un paso de cebra de Moscú.
No existe, dentro del discurso, la posibilidad de aceptar que haya algo que no se pueda y resulta ser esa desvergüenza de "si puedes soñarlo, puedes hacerlo". Suena a mensaje místico.
Pues no, no se puede todo.
No puedes volar ni correr pasados los cuarenta más rápido que con veinte. No puedes encontrar el sentido de la vida fácilmente y es más que probable que aquella novia que te abandonó jamás acepte tu perdón. Yo, por mi parte, soy incapaz de comprender la nomenclatura de la química orgánica y Pablo Alborán no es capaz de hacer rock and roll. Bueno, el 63% de los "cantantes" de reggeton no saben entonar sin autotune. Conozco a quien no podrá escribir "ahí hay un niño que dice "!ay!"" por mucho que se esfuerce.
Sin embargo en este mundo de seres limitados estamos convencidos que acabaremos con el agujero de ozono, la pobreza, el hambre, la explotación, las mentiras, el racismo y los chistes de tartamudos.
Curiosamente tenemos ese convencimiento grabado a fuego pero no seremos nosotros los que solucionaremos ese problema. No es mi problema si esa empresa en la que gasto mi dinero utiliza a niños bengalíes, cotiza en Luxemburgo o si no paga impuestos mi plataforma de televisión. Tampoco va a ser mi problema que encontremos una vacuna porque para eso está el gobierno o los científicos. O los médicos a los que aplaudía pero ahora denuncio que me han atendido fatal mi problema de pie de atleta.
Estamos absolutamente seguros que el ser humano lo puede todo porque estamos sentados esperando que lo hagan los demás. Y los demás están haciendo lo mismo.
En algún momento nos convencieron o nos creímos que lo podíamos todo y nadie se plantea que quizá seamos una raza con bastantes limitaciones.
No hay vacuna para el sida de los 80 pero antes de que acabe el verano tendremos la vacuna del Covid y estaremos todos felices y contentos en un mundo feliz donde si no se han solucionado de manera instantánea todos los problemas es por culpa de los otros, a los que no les ha dado la gana.
En este mundo en el que nos creemos capaces de todo quizá haya que empezar a asumir que no lo podemos todo. Claro,que si le dices a alguien que sea, por ejemplo, gordo, que es gordo, no le gusta. Y si un gobierno dice que probablemente van a morir 45mil personas, que la vacuna tardará en llegar y que se va a llegar a cinco millones de parados, pierde las elecciones. Pero la verdad es obstinada y yo prefiero que me digan la verdad.
No lo podemos todo. Las soluciones empiezan por ti. Vienen tiempos jodidos.
Y , sobre todo: cuando te dije que si te esfuerzas lo suficiente puedes alcanzar tus sueños, te mentí.
Una sociedad engañada por promesas absolutas de felicidad eterna y capacidad infinita sólo puede derivar en una sociedad frustrada. Cuando te han convencido que puedes ser lo que te propongas y un día descubres que no lo eres la única respuesta válida es que quien se equivocó fuiste tú. Esa es una enseñanza muy dura y muy miserable. Nadie nos ha preparado para la frustración de la misma forma que nadie nos ha querido contar la verdad porque, probablemente, nunca quisimos oír la verdad.
Añoro mucho que me digan la verdad pero los comunicadores han eliminado los discursos poco rentables de su hoja de ruta.