Hoy en día, teniendo en cuenta que la concepción cuantitativa de la evolución y el número de posesiones por persona se ha demostrado que no nos hace ser ni más guapos ni mejores personas, se está poniendo de moda hacer una valoración sobre ese concepto tan genérico que es la felicidad.
Sarkozy ya dijo que habia que medir la vida de sus súbditos de otra forma que no fuera cuantificable en cuestiones propietarias. Hablaba de medir la felicidad.
Hasta ahora el PIB se ha medido de varias formas. La que más nos atañe es esa manera que teníamos de considerar que una sociedad estaba más o menos evolucionada según el número de televisiones, electrodomésticos o licuadoras que cada uno tenía en su casa. Chavez, ese torpe presidente populista, cambió la manera de medirlo en Venezuela para no tener datos que no le gusten.
De todas formas existen estudios que consideran, como ya sabemos los mortales de a pie, que la felicidad no se compone de posesiones, sino de sensaciones. Así que ha empezado el bombardeo de mediciones de felicidad en todo el mundo. Se ha publicado una base de datos sobre la felicidad según diferentes parámetros culturales y de nivel de vida que no deja en buen lugar a todas esas sociedades que se han empecinado en acumular posesiones ente sus cuidadanos.
Unos estudiosos de lo social han publicado un estudio sobre la influencia que tienen los diferentes éxitos deportivos de las selecciones sobre los cuidadanos de aquellos paises a los que representan esos deportistas. Afirman que aparte de mejorar la salud de los cuidadanos que desean parecerse a esos prohombres existe una influencia sobre la felicidad global que viene a durar un año en la conciencia de esa sociedad.
Afirman que la felicidad de ver ganar a tu equipo es capaz de compensar la decepción de un divorcio, que puede ser 3 veces mayor que la satisfacción de conseguir una titulación superior o una vez y media más que casarse. Claro que eso se refiere a ese preciso instante porque, también afirman, la felicidad es mucha más durarera cuando te casas o cuando te dan un buen título.
Claro está que sentirte feliz tiene efectos excelentes sobre la salud. Supongo, y esto es de cosecha propia, que aquellas personas que son homogéneamente felices no se ven tan beneficiadas por esos subidones que son pasar del lloro a la risa o de la apatía al orgasmo. Todos conocemos a alguien que vive estancado en la felicidad y me niego a pensar que sea realmente feliz a todas horas. Me resulta estresante creer que alguien es capaz de llegar al nirvana de la felicidad absoluta pero tambien pienso que se pierde poder comparar los diferentes colores que te puede aportar la acumulación de experiencias buenas y malas.
Digo yo, porque quiza así me siento más tranquilo, que los niños ricos no disfrutan de sus juguetes tanto como uno que no los ha tenido y un día le dejas unas piezas de lego. Será por eso que algunos nos volvemos locos cuando vemos un rayito de sol acostado a nuestro lado o a nuestro equipo casi ganado. Vivir en el triunfo, al igual que vivir en la felicidad absoluta, tiene que ser muy aburrido.
Por eso lo bueno será ganar a veces y disfrutar de los beneficios como si fuera la última vez, o la primera.
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