Creo que ya escribi sobre pijas en el 2009. Lo cierto es que las cosas han cambiado un poco desde aquello, al menos a nivel social.
Hasta hace nada cualquier niñata absurda con la boca cerrada y el encefalograma suficientemente sosegado podía alcanzar el sacrosanto limbo de la pijez. Podía meterse en su coche con peluches, dejar el movil asomando desde su pequeño bolso, ponerse sus enormes gafas de sol y conducir hacia la última fiesta donde dejarse querer en un cuarto de baño si es que ello significaba despertarse en la enorme cama con vistas al mar de quien pagara la cena. Esto era así y en algunos casos lo sigue siendo.
Después las realmente ricas (y no las que lo querían parecer) descubrieron su fanático interés por los macarras limpios a lo Melendi (also llamados Warryboys) y los ricos sin dinero a lo Escassi se vieron sorprendidos por lo facil que resultaba conquistar a las mujeres "estebenizadas" con cuatro copas de champan porque ellas habían estado acostumbradas a la macarrada barata de los vitaminamizados albañiles en paro de su barrio y eso les suponía sentirse la princesa animada de una peli de Disney.
En realidad lo que sucede es que, excepto en los mundo extremos de opulencia y miseria que salen en espectáculos televisión de los que es imposible salir (bien sea de arriba o de abajo y aunque se hayan puesto de moda los reportajes sobre opulentos ricos), todo se ha mezclado.
Y esta democratización es buena.
Quiero decir que probablemente el estado de ánimo social, ese en el que ya nada, ni el dinero ni la posición, parece eterno, nos está dejando sin pijas tradicionales o las está convirtiendo en caricaturas con apariencias. Todo ello gracias, en gran medida, a la mítica Belén y la manera de Tele5 de apretarse en cinturón hasta agotar el filón o a las telenovelas de bajo presupuesto con factura venezolana.
Quizá lo que sucede es que lo que está de moda ha dejado de ser el sofisticado escaparate donde algunos vivían residentes. Ya no es suficiente un buen coche, una buena ropa, un yate o unas tetas falsas. Ahora, aparte de las que van de progres porque les ha tocado adoptar ese papel como quien adopta a un perro, queremos alguien con quien poder tomar una cerveza de barril, de pie, en un bar de barrio mientras planificamos un viaje donde dormiremos al raso y nos sentaremos en el suelo. También queremos ver a esa persona luciendo con aquella ropa de las ocasiones especiales junto con los zapatos de diseño que nunca ha estrenado y queremos poder pasar la tarde en el sofá discutiendo sesudamente sobre cómo arreglar el mundo antes de fornicar como bellacos encima del parquet o meternos juntos en la ducha para ahorrar algo de agua.
Qué cojones, lo queremos todo. Vosotras también.
Y a veces también que se sienta pija. Y a veces también que me sienta pijo.
La democratización consiste en que tanto ella como yo tenemos que ir a trabajar mañana. Eso es democracia, que todos estamos igualmente jodidos. Reconoce que, hoy por hoy, vivir del cuento ha dejado de estar bien visto. A eso me refería.
1 comentario:
mañana tampoco
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