Mi abuelo siempre jugaba, en la lotería, al 31793. Nunca supe por qué. Nunca le tocó.
Un muy buen amigo siempre dice que le gustan un poco más bajos que él, algo más gruesos, honestos, de pelo corto y que no sepan mucho de cine para poderles enseñar todas esas series y películas que a él le apasionan. Yo ya he conocido a varios clones del mismo tipo de persona, pero aún no ha dado con el definitivo.
Ayer mismo una amiga me contaba, con la convicción que da la segunda copa de vino en la comida, la problemática que tiene con su marido porque ella no está dispuesta a perder un ápice de su nivel económico y que, además, considera que la vida a la que tendría que enfrentarse el hijo que no quiere tener no se la desea. Con ello ha llegado al firme convencimiento de dejar que pasen los 45 sin procrear
La mayoría de las convicciones con las que nos movemos tienen la forma de ser invariables. Eso, quizá, las convierte en parte de nosotros mismos. La mayoría de las veces parecen pequeños caprichos y otras se disfrazan de grandes decisiones, de pequeños dramas, de cabreos irracionales o de grandes despedidas.
En el lado contrario de la balanza residimos los imbéciles que creemos que si no tocó el 31793 habrá que jugar a otro número, los que pensamos que si "morena, bajita que no estaba mal" (como la canción) quizá es que deberá ser alta y rubia o que quizá aquel deseo de poder aprender a simplificar el mundo para explicárselo a tu propio hijo haya sido el mismo arrebato que cuando quisiste adquirir para tu colección un disco de Astrud: que cuando te tropiezas con el recuerdo de haber deseado comprarlo no entiendes el motivo.
La gran parte de aquellas constantes con las que jugamos en la ecuación de la vida tienen un origen absurdo. Yo no soy capaz de ir a Cuenca por culpa de una película. No bailo porque estoy convencido que hago el ridículo. No juego a la lotería porque creo que es la forma estadística de no perder. Me niego a escuchar reggeton casi como una imposición religiosa y, aunque estoy abriendo mi universo hacia la ginebra Hendricks (si la sirven con pepino), la primera copa tiene que ser un gin tonic de Bombay. Tengo, definitivamente y de la misma manera que tú, un conjunto de "constantes absurdas".
Aunque no creo que sean, en realidad, constantes invariables en ningún caso. Quiero pensar que algún dia mi amiga tendrá un hijo al que querrá de manera irracional, que es como quieren las madres. Mi amigo es probable que, como cualquiera de las 4 chicas de Sexo En NY, termine con quien menos se parezca a sus ideales (excepto si es Mr Big) y mi abuelo, probablemente, algún dia jugó a otro número.
Estoy pensando pedir el 31793 para el sorteo de navidad y quizá ahora, que Astrud se ha separado, me compraré uno de sus discos.
Por joder. O por llevarme la contraria. O porque no pude, no quise o no supe.
El caso es que sin convicciones, prestadas como una herencia, impuestas por una novia, asumidas como un periódico o adquiridas como una moda, no te quedan excusas. El problema con estas cosas es lo mismo que cuando eres un gilipollas: El problema no es serlo, es darse cuenta de que lo eres.
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