En determinados aspectos de la vida tenemos la tendencia a vivir la imagen idealizada que nos hemos creado de lo que acontezca. Una de esas imágenes la tenemos del trabajo. Llego, hago mi trabajo, me voy. Un 60% de los trabajadores considera que el trabajo es unicamente una fuente de ingresos e incluso un 11% cree que trabajar coharta su merecida felicidad.
Si preguntamos a la mayoría de los que están cursando estudios ahora mismo sobre la visión que tienen del trabajo intentarán poner delante de tus ojos la visión que las oficinas de Google proyectaron al mundo: un lugar idílico donde saltando de reunión a reunión gracias a las camas elásticas de los pasillos cada uno percibe una cantidad indecente de dinero por alzar al vuelo la propia creatividad sin miedo al despido. Obviamente nadie tiene que limpiar las oficinas en ese sueño e incluso algunos se soprendieron porque Apple esclavizaba a sus trabajadores de Foxconn (donde pusieron redes en los edificios para que no saltaran al vacío) para hacer los iPhone que te encanta lucir en las reuniones de trabajo.
Desafortunadamente en los trabajos somos engranajes de máquinas globales que están orientadas a ganar dinero. España ha tenido muchos años un curioso record en falta de productividad porque muchos pensaban que ir al trabajo era suficiente excusa para percibir un salario.
La tendencia general en nuestro mundo contemporáneo reduce las horas de trabajo de una forma drástica y muchos de esos puestos "no presenciales" establecen ese "flexitime" donde el trabajador establece las horas necesarias siempre y cuando su labor esté realizada en tiempo y en calidad. Da igual que vivas a 1000km de distancia. Obviamente esto requiere una educación previa del empleado medio.
Hoy estuve casi una hora esperando que un tipejo terminara de tomarse un café en una sucursal bancaria.
En este periodo de cambio de valores y de hábitos que estamos viviendo aparecen diferentes maneras de hacer lo mismo. Seguimos fabricando coches y seguimos comprando y vendiendo cosas. Desde mi punto de vista el mercado se ha simplificado y el trabajo, obviamente, también.
Cuando le preguntaban a Richard Gere qué fabricaba en Pretty Woman decía que nada. Compraba una empresa, la partía en trozos y la vendía. Esa especulación y mirar con envidia a esos tiburones nos llevó hasta aquí donde muchos sólo quieren dinero.
Los líderes que triunfan en la actualidad son sistémicos: intentan lograr una visión global de la situación. La evolución del trabajo tiene mucho que ver con la implicación en la propia empresa de cada uno de los componentes que la forman y probablemente la remuneración económica no es más que una pequeña parte de las contraprestaciones que una compañia deba dar a sus empleados.
Pasamos más tiempo trabajando que relacionándonos con nuestros amigos y trabajar sólo por dinero es cómo salir con alguien porque te paga las copas.
Yo hace tiempo que tomé el camino de la felicidad en el trabajo y aunque gano (muy) poco, estoy en el 26% de los que afirman ser felices en el trabajo. Intento que las personas que están a mi cargo lo sean también pero cuando les contrato procuro que vengan educados de casa. No hay toboganes en muestras oficinas pero hacemos muchos chistes y nos respetamos profundamente mientras dejamos el trabajo perfectamente realizado (ejecutado y cobrado, porque el objetivo sigue siendo el dinero en este mundo de capitales). Grandes compañías que gastan millones no pueden decir lo mismo porque tienen trabajadores que actúan como hijos malcriados que se pisan por la herencia (en forma de puesto directivo) de papá empresa mientras la empresa parece contenta con ello.
Los mejores comercios que conozco están en lugares escondidos.
La mejor mujer que conozco no te haría girar la cabeza por la calle.
Los mejores profesionales que conozco no trabajan en grandes empresas.
La verdad laboral no es la que sale en las películas de brokers.
Y en Google, como en Apple o en CocaCola... desconfía de lo que te vendan.
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