La visita del Papa me importa algo menos que el campeonato nacional de badminton. Me pasa lo mismo que con la próxima corrida de toros que se celebre en mi ciudad: no voy a ir. Si fueran unas de esas cosas que si yo no las consumo no existirían, no habría toros, toreros, jugadores de badminton (que siempre me los imagino indios vestidos de blanco bailando a lo bollywood en los tiempos muertos) y, por supuesto, no habría papa ni esas hordas de jóvenes cristianos con los que he ido topando los últimos tres días y que son los gruppies eclesiásticos.
Porque jóvenes con mochila a la espalda, sombrero de paja, acreditación colgada y caminando tras una bandera que indica el origen geográfico del grupo me he encontrado en el castillo de Javier, en Salamanca y Burgos en cantidades invasoras (me cuentan que Zaragoza está igual). Más o menos me recuerdan a los grupos de fans que persiguen al Justin Bieber de turno allá donde vaya a dar un concierto del que ya conocen el repertorio. Madrid tiene que ser, en estos momentos, el epicentro de la cristiandad.
¿Es criticable? Por mi parte no porque sigue siendo un pais libre. ¿Es criticable que parte del dinero público financie partes de dichos eventos?. Hasta cierto punto. Voy a explicarme.
El fútbol, como fenómeno, me resulta tan absurdo, tan vacío y tan similar a la fe que toda aquella inversión pública en estadios, en cortes de tráfico, en perros olisqueando debajo de los asientos para encontrar bombas y en despliegue mediático me ha parecido una pérdida de dinero. Sin embargo los defensores de dicho deporte justifican su existencia con el negocio y los puestos de trabajo que es capaz de generar. Bares, restaurantes, conductores de autobuses, fabricantes de bufandas con los colores del club, pensiones y hoteles en la cuidad del partido... hasta los lazos culturales de amor y odio que se forjan entre aficiones. Al final, y como si fuera una justificación económica (que lo es) resulta que aquel fenómeno es parte del engranaje que hace moverse las arcas de toda una industria, inluída la de aquellos que arreglan las guitarras con las que cantan aquello de que vienen con alegría.
Una excusa, si lo banalizamos, para ganar algo de dinerillo.
Y el Papa mueve masas. No sé de donde salen ni cual es su motivación, pero las mueve porque yo las vi.
Y el Papa mueve masas. No sé de donde salen ni cual es su motivación, pero las mueve porque yo las vi.
Algún hostelero ateo hará su agosto en agosto porque mueve más gente que un concierto de Bisbal (que yo también prohibiría por salud pública)
Visto así tampoco me parece que España se vaya a volver la puerta del infierno y no deja de ser un reclamo más en este extraño verano del 2011 aunque el telonero, Rouco, no sea una gran estrella ni toque bien la guitarra.
Y en algún caso reconozco que me han dado ganas de gritar, ante el paso de alguna joven, !Por el amor de la Virgen maria, Sal de ese cuerpo!.
Claro que con el badminton me pasa casi lo mismo.
Pd: y si pones la tele y te encuentras a Ramoncín con Nieves Herrero hablando de ello en 13Tv (que está), directamente crees en los milagros.
1 comentario:
Mira, esto de la religión es cuestión de fe. Son creencias.Punto. Como creencia estas a favor o no, simplemente. Pasara el tiempo y seguiremos igual. Que vivan su vida y todos tranquilos.
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