Mi madre siempre cuenta que, cuando era pequeña, quiso hacerse de la Falange porque le encantaba el color azul de aquellas camisas. Mi sobrina juraba que Tokio Hotel era el mejor grupo de la música, casi con la misma excitación que ahora las preadolescentes sienten por One Direction. Conozco a mujeres que casi se afeitaron la cabeza para acompañar a las chamarras de cuero con hombreras durante los años 80 y quienes lucían una permanente rubia en las fotos grupales de las primeras borracheras.
Nadie llama a mi madre falangista porque eso, a dia de hoy, es otra cosa.
En los tiempos que vivimos existe un motivo histórico por el que despreciar al contrario. El caché de Internet, que es un miserable, resulta ser la hemeroteca infinita donde todos hemos metido la pata alguna vez y, si no lo crees, busca a Toni Cantó, busca a Alejandro Sanz, a Bisbal, a un mitin preelectoral de cualquiera o en las fotos antiguas que te queden en facebook. Juzgarte por ello es como juzgarme a mi por haberme comprado el primer disco de Whitney Houston que aún está, con esa cubierta anaranjada, en forma de vinilo cerquita del directo doble de Ramoncín en el que también dejé los cuartos durante alguna época anárquica de mi vida musical.
Existen dos maneras de meterse con la monarquia española. Una es decir que Franco, en uno de sus últimos estertores, decidió que JC fuera rey y como Franco era muy malo, JC también lo es. Otra es desglosar los elefantes muertos y los polvos subvencionados que aún están recientes. Hay que reconocer que uno es un dato actual y otro de un tiempo en el que la televisión era en blanco y negro. Existen casos de personas muy malas que se han vuelto buenas, al menos eso dicen los amantes de la reinserción y los que creen en la base innata de la bondad humana. Solamente el emperador Palpatine está convencido que no hay camino de vuelta cuando entras en el lado oscuro, pero para eso hay que ser un Lord Sith.
Por alguna razón nos encanta creer que quien ha sido malo lo será siempre. En este momento de desconsuelo hemos aprendido a regodearnos en todos y cada uno de los motivos por los que las cosas van a salir mal, como si fuera una negativa ley de Murphy. Un cura abusará de un monaguillo y ella te recordará lo mal que te comportaste el ocho de abril. Un político robará de la caja y un empresario explotará a inmigrantes sin papeles. Para eso tenemos los datos de antiguos abusos, los titulares de los periódicos de entonces, un mensaje guardado en el móvil o las fotos del Ere en la carpeta de "mis imágenes".
Desconozco la razón por la que, aunque la memoria humana tiende a olvidarse de las cosas que hacen daño, utilizamos la tecnología para castigarnos con la imposibilidad de tener un futuro mejor o, al menos, que contenga un mínimo de ilusión.
Nadie es bueno siempre de la misma forma que nadie se equivoca en todas las ocasiones. Yo cometo errores todas las mañanas pero me resulta imposible vivir pensando en la próxima vez en la que me vaya a equivocar como si resultara imposible ir por la senda correcta porque esa sensación de ser un incapaz es la misma que nos bloquea como sociedad. Existen políticos que siguen castigados por un Yak42 o artistas sometidos por un twitt desafortunado. A mi me han tirado a la cara algún post de este mismo blog como si lo que pensara en aquel momento fuera la misma opinión que tengo ahora, como si el presente se pudiera estirar en el tiempo de manera infinita, sobre todo si sirve para condenarnos.
Las condenas se asumen y se cumplen. Luego se olvidan y se marcan como lugares a los que no hay que volver y que se quedan como cicatrices. Hay veces que las cicatrices nos recuerdan donde no hay que volver o qué cosas sientan fatal.
Porque no hay motivo por el que volver al lado oscuro.
Por eso mi madre, que nunca fue falangista más que por las camisas, es la única que me dice que mañana será mejor. Será porque no sabe usar el facebook o porque no ha aprendido a leer mensajes del movil o buscar el google y creer que los resultados son de ahora. O porque es más lista. Dicen que ahora somos más tontos que hace dos siglos.
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