Creo que existen determinados momentos en la conciencia histórica común que nos recuerdan exactamente lo que hacíamos en un momento de nuestro tiempo. Quizá en el momento en que nos dimos cuenta que se caían las torres gemelas, el día en que asesinaron a Miguel Angel Blanco o incluso cuando nos enteramos que en Madrid estaba creciendo la cifra de muertos de manera exponencial y Arnaldo Otegui decía que aquello era un asesinato masivo que no podía tener perdón. Son situaciones que no se olvidan facilmente.
Por ejemplo cuando me enteré que habían matado a Miguel Angel (13/7/1997) yo estaba en la playa junto a buena mujer de la que nunca supe que habia estado enamorado hasta que se marchó y discutíamos sobre si aquella mala historia de secuestros y terroristas de miedo iba a terminar bien o mal cuando otro bañista dijo en voz alta que le habían asesinado. Ella vestía un bikini negro y se marchó unos años después (y hoy hablamos por telefono sobre lo extrañamente que van avanzando nuestras vidas). Nos deseamos lo mejor y nos queremos, pero de una manera diferente.
El 31 de diciembre de 1999 fue el día en el que me fui a dormir por primera vez a mi primera casa en propiedad y quizá por eso me acuerdo. Quizá también porque, siendo supuestamente un infomático en ciernes, tenía cierta inquietud por si el cacareado efecto 2000 nos fuera a llevar a todos a la edad de piedra. Y no fue. Por aquel momento la chica del bikini negro ya no estaba y yo iniciaba aquellos años en los que me sentí abandonado por alguien que juraba que me adoraba incondicionalmente, aunque eso es otra historia.
El caso es que durante la primera decada de los "dosmiles" muchos de aquellos que han vivido en mi generación dieron esos pasos importantes, amorosos, interesados o convencionales que suponían el inicio de unas vidas en común. Se compraron sus pisos. Pidieron hipotecas pensando en los ingresos de ambos. Se compraron un perro o adoptaron un gato. Hicieron planos con las reformas de sus viviendas y algunos terminaron discutiendo, cogiendo la puerta, llevándose sus cosas y pegándose por los discos de Madonna.
Pero las hipotecas seguían ahí. Nadie les dijo que no era eterno.
Así que de la misma manera que muchos se han encontrado con que todos aquellos sueños que pensaban que se harían realidad en breve no son tan rápidos ni tan maravillosos otros han descubierto que los bancos no entienden de ex (como hablan en el artículo publicado el viernes) y aquello que resultaba tan sencillo como marcharse y empezar de nuevo se ha convertido en un rémora hipotecaria que te hace aparecer en los papelillos que saca el banco cuando intentas pedir ayuda económica para empezar de nuevo.
Y ahora recuerdan claramente el día en que se prometieron amor eterno delante del notario casi tan claramente como yo recuerdo el final del año 1999.
Es exactamente el mismo título de la canción de Love of Lesbian que habla del final de una relación por aquellos años en los que nos dejábamos encantar por los cantos de sirena de los anuncios de los bancos que dibujaban precisamente a parejas tan enamoradas como nosotros vosotros.
Pero haberse atrevido es algo que yo no puedo decir que hice. Tampoco tuve un perro propio ni compré jamás un disco de Madonna. Soy un buen cliente bancario porque soy un cobarde. En realidad, independientemente del frío afecto que siente por mi persona algún banco, me da rabia.
1 comentario:
Un buen consejo: a un escritor siempre mientele, porque terminara retratando tu historia con palabras.
¿ Discos de Madonna a medias ? jua!!!!
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