Mal dia para buscar

14 de noviembre de 2024

Desde Clapton hasta la gestión de la frustración.

Cuentan que Clapton era un trabajador de la música, que estudiaba y probaba una y otra vez hasta dar con el sonido adecuado. Es más, dicen que con los Yardbirds no era más que un acompañante pero que su esfuerzo y dedicación, así como la influencia de John Myall, le levó a alcanzar el éxito con el llamado supergrupo Cream allá por el año 1966 y definiendo ese sonido que le marcaría como uno de los más grandes guitarristas de la historia.

Es por entonces cuando, en una gira, el productor británico Chas Chandler propuso al grupo que dejaran tocar con ellos a un virtuoso que había traído desde los Estados Unidos. Las fechas lo enmarcan en el 1 de octubre de 1966 y en un concierto en el London Polytechnic. Aquel desacomplejado americano quería conocer a Jeff Beck y Eric Clapton.  Era una época en la que los Betles, los Rolling stones, los Who o los Kinks asistían atónitos a las clases puristas, elegantes, con un blues de punto sucio gracias al amplificador Marshall en posición de ruptura del que era el Dios de la guitarra incuestionable.

Cuando aquel joven cogió la Fender y se dispuso a tocar, lo compañeros de Eric le tenían para cubrir al nuevo por si era insuficiente en la calidad del grupo. Nada más empezar y en cuanto los dedos entraron en calor, Eric Clapton se bajó del escenario. Chas Chandler fue a buscar a Eric y lo encontró encendiéndose un cigarro y le dijo: "¿De verdad que es tan jodidamente bueno?". Jimi Hendrix estaba en el escenario cambiando al rey y la música para siempre. Admiraba tanto a Cream que casi lo mató.


Aunque Jimi murió con únicamente 4 años de carrera musical y, obviamente, demasiado pronto ( y solamente unos meses antes de Janis, quien. había dicho que dos grandes no pueden morir el mismo año) siempre ha parecido que era un talento natural. Alguien que, con poco más de 20 años, simplemente tocaba la guitarra como si fuera una mera extensión de su cuerpo y de su expresividad. El mismo chico que empezo a tocar un ukelele que encontró en la basura y se compró su primera guitarra con 15 años y 5 dólares.

A todos nos gustan las historias de magia. Nos gusta creer que todos tenemos algún tipo de don escondido que nos diferencia y nos hace especiales. Que solamente habrá que encontrarlo y que, a partir de ese instante, una cascada de felicidad brotará en nuestra vida. Es algo parecido a esperar ese cruce de miradas tan especial que te hace temblar mientras suenan violines de amor con esa persona que te va a complementar haciéndote crecer en un estado de mítica alegría y complacencia. Nos apasiona creer que Jimmi pasaba por allí y solamente tuvo que dejar que sus dedos hicieran el trabajo, que Maradona recogió con el empeine una naranja que se le cayó a su madre haciendo la compra y que Velazquez se metió en su estudio por la noche, entró en trance, y salió por la mañana con Las Meninas hechas. Lo más que podemos admitir es que somos como Rocky, que entrenó diez minutos con música de fondo subiendo y bajando escaleras de Philadelphia para ser campeón del mundo.

Entrenar y esforzarse es cosa de los demás. Y de Eric Clapton.

Es perfectamente lógico pensar que según van pasando los años y uno no descubre su virtud innata, se frustra. En ese caso queda lo del entrenamiento y la perseverancia aunque tampoco es una garantía de éxito por mucho que nos quieran vender que podemos ser todo aquello que deseemos con la suficiente energía y un poco de trabajo. Hay personas con sueños olímpicos que entrenaron muy duro sin llegar a las marcas mínimas.

Dicen, los que rezan, que existen dos opciones: "Dios mío, deseo tal cosa. Y te la concede". "Dios mío, deseo tal otra cosa. Y no te la concede porque más adelante hay algo mejor para ti aunque no seas capaz de verlo". Ahí es donde yo tengo el miedo de morirme sin que llegue nada que pueda ver. Eso sí,  si algo tiene la religión o el pensamiento positivo es que te vende el clickbait de la posibilidad, como la publicidad engañosa, de riqueza terrenal o de espíritu si eres capaz de llegar al siguiente capítulo.

Cuentan que cuando Eric Clapton vió lo que era capaz de hacer Jimi Hendrix con la guitarra, se le fueron las ganas de tocar. Un golpe de realidad le lanzó contra las bambalinas del concierto. Si eso le pasó a él, imagina lo que me sucede cuando intento coser unos calcetines y me vuelven a quedar fatal.

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