Normalmente la foto de "aquí, sufriendo" la publica ese amigo tuyo que lleva todo el año quejándose de que no tiene un euro y que la vida es durísima porque no llega a fin de mes. El mismo que te cuenta los lunes la tremenda resaca que tiene, se ha comprado un coche y te intenta convencer que su iphone de ultimísima generación es mucho mejor que tu android, aunque su principal preocupación es que, en las fotos frente al espejo, se vea el logo.
Si le intentas hacer una pequeña crítica te dirá, rápidamente, que si acaso él, como trabajador proletario castigado por la maquinaria infame del capitalismo, no tiene derecho a vacaciones. No nos referimos a unas vacaciones en Valdemorillo del Bierzo sino unas dignas. Con su barco y su playa. Su chiringuito con copazo que lleve puesta una sombrillita. Su cama king size. Sus vistas al salir de la ducha y alguna visita guiada a lugares de fuerte componente cultural que desconoce pero le hacen interesantísimo. Obviamente, te dice, debe de recuperar energías porque en el último año ha trabajado mucho. Más o menos, entre bajas y paros discontínuos, tres meses. Claro que se puso mala su mascota y debía de estar cuidándola. Ahora, sin embargo, la ha dejado en un "hotel para mascotas" porque este sistema antiespecista no comprende que se pueda viajar con perro.
¿Tengo envidia de que el perro viva mejor que yo?. Probablemente si. Sin embargo lo que me jode y no logro entender es que yo vivo cada día exprimiendo mi rendimiento laboral hasta el máximo nivel que me da la energía y entre un crucero por el Caribe o reducir la hipoteca haya optado por la segunda opción. Por eso me quedo viendo los aparcamientos vacíos en una ciudad de influencers de Instagram que parece que crean porno para podólogos con tanta foto de pies en la playa.
Una parte de mi espera que tras ser la jodida cigarra pasen un invierno cabrón y frío pero nunca sucede. Año tras año los muy hijos de puta se superan. Han pasado de Marbella a Ibiza y de Ibiza a Chipre. De Chipre a Punta Cana, con parada cultural en Nueva York sin que les atraque ningún yonki del fentanilo. Cada maldito día publican algún atardecer y ya han cogido colorcito como si vivieran en un reportaje del Hola. Los mayores dramas son los días nublados, algún mosquito y que les han puesto poco hielo en el mojito.
Si algo tenían de castigo las vacaciones de los demás cuando no había redes sociales era tener que soportar el carrusel de fotografías mientras te contaban sus inmersiones entre tiburones en Papúa Nueva Guinea. Ahora no es necesario porque te mantienen al día en todo momento y sin que a ninguno les hayan arrancado un brazo al sacarlo de la jaula.
En septiembre te volverán a contar lo durísimo que es volver a la vida convencional y se harán los locos en la primera ronda, porque ya no les queda dinero. Contarán los días para las vacaciones de navidad, las de semana santa, tres o cuatro puentes de guardar y te intentarán convencer que el estado DEBE de ayudarles con los libros de los niños, lo cara que está la luz y los pocos puntos de recarga que hay para el coche eléctrico que van a comprar.
Y lo curioso, lo mágico, lo insospechado del término, es que siempre lo logran. Duermen caliente, comen rico, sonríen en los selfies y los vehículos los tienen limpios pero nunca les ves limpiando el coche. Jamás demuestran miedo a quedarse sin ingresos, enfermar, sentirse abandonados o simplemente arrepentirse de haber despilfarrado sus posibilidades como los perros que se lanzan a comer sin pensar que luego pudieran tener hambre de verdad.
La única conclusión a la que llego es que el mundo se divide en dos: los que ponen y los que usan. A mi me tocó poner como el que madruga para ir a por el pan sin ser, jamás, el que se despierta despreocupado porque alguien se encargó de hacer las tostadas y me quejo porque la mermelada es de fresa cuando a mi me gusta la naranja amarga.
1 comentario:
Que te guste la mermelada de naranja amarga puede que explique algunas cosas.
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