Hay cosas de las que, por alguna razón extraña, no se habla.
No se habla de los miedos, de las infecciones gastrointestinales, del 83% de los fracasos, de la muerte y del suicidio. Más de una vez nos negamos a hablar del miedo a la oscuridad para que no nos apaguen la luz. Quizá, de una forma anclada en el cerebro de la supervivencia, nos protegemos de aquello que nos parece que hace ser más débiles en un mundo de depredadores.
Cuando aparece esa noticia de un jubilado al que encuentran en casa, sentado y muerto, delante de la televisión encendida y apestando a putrefacción, una parte de mi piensa que se sintió mal pero, por orgullo o mala educación, decidió no pedir ayuda pensando que se iba a pasar. Que la sombra con guadaña detrás del sofá solamente era un dolor contractural que se soluciona con tiempo. También es cierto que, después, considero que la vida es un elemento sobrevalorado y que vivir sumergido en dolor, soledad, silencio y serotonina en nivel neutro es lo mismo que estar muerto como un coche abandonado en el garaje. Arranque o no, con los papeles en regla o la itv pasada. Hay una yamaha roja que lleva aparcada en el mismo sitio desde hace más de un año y que veo cada dia. Solamente los detalles y los discos de freno oxidados gritan abandono.
Protegernos es algo natural. Hay quien parece que disfruta siendo el lastre del que tirar y quien vive sin jamás pedir un ápice de ayuda o compasión. Son diferentes estrategias aprendidas en la infancia. A algunos les dejaron abandonados en el bosque para que aprendieran a volver solos a casa y otros no son capaces, a sus treinta, de cruzar la calle sin ir de la mano de un adulto. Ni uno ni otro es capaz de decirlo. Probablemente, igual que algún tipo de loco, ambos creen que esa es la verdad y son perfectamente capaces de considerar que su locura es lo real. No hay peor enfermedad que aquella mental no reconocida en la alguien es capaz de retorcer las cosas hasta que encajan en sus paranoias. Pasamos demasiado tiempo explicando la obviedad de lo que creemos verídico a quienes se empeñan en vivir en sus fantasías aprendidas.
Sin embargo hay momentos en los que, quizá solo de manera interna y como una luz que deslumbra a través de la ventana del mundo exterior, podemos llegar a poner en duda el constructo en el que nos hemos acostumbrado a vivir. Dejarnos caer en el pelotón ciclista de la vida y convertirnos en un punto más de la serpiente multicolor que hace abanicos hasta la próxima meta volante. En ese instante somos conscientes. De nuestros miedos, dolores, errores e incluso de las formas en las que jugamos a esconderlos para representarnos como la persona que creemos ser y no como la que somos. Nunca sé si dejamos de vernos porque se topó con mi yo real o con el espejismo de quien yo había creado para mi, como la ropa del emperador. Desconfío de quienes hablan continuamente de lo bien que les va todo y lo felices que son en su mundo de piruletas casi lo mismo que me saturan los victimistas orgánicos que unicamente hablan de sus malísimos males pero no se mueren nunca. Probablemente ambos mienten mientras se les llena la boca de lo que hicieron o lo que van a hacer sin demostrar ni admitir lo que hacen en ese mismo instante, que es decorar el pasado y fantasear con el futuro. Es, sin lugar a dudas, una forma de escapar del presente tangible.
Seguramente no se habla de determinadas cosas porque te humanizan en este mundo en el que parece que todos debemos ser algún tipo de superhéroe que no teme a nada, no fracasa, no se rinde y jamás enferma. Es un mundo en el que jugamos a ser Clark Kent pero confesar en bajito que también somos Superman.
Y no eres ninguna de las dos cosas, solamente eres tú. En el 99% de los casos eres invisible y en el 80% no sabes ni siquiera quien eres en realidad porque te crees tus propias excusas. Cuando un dia te despiertas dolorido y viejo, casi sin conocer ninguna canción en la radio, con deudas a las que parece que no vas a llegar y la certeza que no lograrás alcanzar ese sueño que tuviste en la adolescencia para tu futuro, ese dia puedes seguir mintiendo hasta la invisibilidad o aceptar que los vecinos pondrán cara de pena diez minutos pero luego se preguntarán si quien ocupe tu lugar va a pagar la comunidad.
1 comentario:
Me gustó la canción
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