Hay un dato que, para todos los que tenemos más de 30 años es de una obviedad aplastante, parece que se olvida cuando se juega a los juegos de los relatos: cuando eres joven tiendes a cometer gilipolleces.
Hay gilipolleces que son menos importantes: llevar hombreras excesivas, teñirse el pelo de amarillo pollo o dormir en el asiento de atrás de un Volkswagen Golf blanco. Son los tres ejemplos que se me ocurren sin pensar demasiado.
Hay gilipolleces que, como las cicatrices, se te quedan y te pueden generar una sonrisa pero no llegan al grado de importancia suprema: haberte intentado bajar en marcha y en un camino de gravilla de una BH roja para terminar frenando en el suelo con la cara.
Hay otras que, por el contrario, pueden llegar a ser absurdas si se ven desde cierta distancia: tatuarte el nombre de tu primer amor en el cuello, grabarte apaleando un gato y subirlo a una cuenta de tiktok con tu nombre y apellidos o cortarte los cojones. Tus amigos te pueden incluso animar mientras lo haces pero el tatuaje no se quita, el video sale en la entrevista de trabajo que hagas con 25 y los huevos no te crecen solos. Quizá, incluso sin haber consumido demasiadas substancias que te hayan dejado el cerebro como un queso de gruyere, te puede parecer una buena idea porque te despertaste muy mujer y mucho mujer esa mañana, pero a la larga es posible que un día sufras de un profundo arrepentimiento.
¿Acabo de hacer un razonamiento transfóbico o estoy atentando contra la libertad personal de un ser vivo?. Pues no, te estoy diciendo que hay cosas que hoy te pueden parecer una buena idea pero te recomiendo que las pienses diez o doce veces. Es más, te estoy diciendo que es más que recomendable visitar a alguien que te haga ver lo trascendente de esas decisiones y que si aún así quieres seguir, sigas. Que a mi me la suda.
Existe un discurso interesadamente miserable que tiende a repetir, una y otra vez, que tienes derecho a todo lo que te salga del orto. Que ni los poderes, ni los padres, ni los profesores, ni los profesionales y mucho menos el sentido común puede poner en duda lo que tú quieres ahora mismo. ¿Que quieres que se te trate como un helicóptero apache?. Perfecto, el gobierno obligará a tu comunidad de vecinos a poner un helipuerto para satisfacer tus derechos fundamentales. ¿Que, dado que te has puesto macarrón a alitas de pollo del KFC pesas 150 kg, te han llamado gordo cuando te quedaste anclado en el torno del metro? Vamos a cambiar todos los metros del pais para no fomentar la gordofobia. ¿Que ahora en vez de helicóptero dices que eres un hamster?. Haremos una rueda de esas infinitas para que corretees y pondremos las hojas de lechuga subvencionadas en el Mercadona. Da igual porque aquí estamos, con una bandera nueva, para defenderte de todos los demás. La otra opción es decirte, a tu puta cara, que eres gilipollas. Pero eso no es electoralmente rentable.
¿Sabes lo que pasa?. Que de la misma forma que todos los imbéciles nos poníamos hombreras ahora los imbéciles juran que quieren que se les respeten sus derechos como Opel Corsa, que se les ponga una plaza de parking digna con dinero público y se les regalen unos puntitos en cualquier oposición pública a la que accedan, ya que son una minoría oprimida. La manera de conseguir cosas no es esforzarse, es ofenderse.
Con todo eso no quiere decir que sea perfectamente digno ser trans, gay, gordo, negro o que te pongas palote viendo a Ana Rosa Quintana. El problema reside cuando, después de ciertos discursos que aparentan ser ventajistas, aparecen datos sorprendentes: en Suecia, pioneros en leyes trans, se pasó de 8000 casos en 30 años a 1000 el año pasado. Hay un 7600% ( sietemil seiscientos) más de personas trans en Cataluña. No pongo en duda que durante años exista un porcentaje de personas que se hayan escondido por miedo a represalias sociales pero ¿tanto?. En España hay un 5% de personas gay segun algunos estudios. El 80% de la población del planeta se define como heterosexual. La OMS establece que hay un 0,5% de personas trans ( unas 10000 en España). Pero si a un Español le dices que le pones un piso , le das una paga o le regalas una tapa si te dice que le gusta olerle el culo a las cabras, le gusta no mucho, muchísimo. Y si pones de moda entre algunos sectores poco formados intelectualmente que ser objetofílico es mucho mas guay, mañana aparecen copulando con la estantería del Ikea.
En Escocia detuvieron a Adam Graham. Adam había violado a un par de mujeres y le metieron en la carcel. Da la casualidad que Adam ya no era Adam, sino Isla Bryson y ahora se identificaba como mujer. Así que se fue a una carcel de mujeres. Oye, lo mejor que puedes hacer es meter a un violador en una carcel de mujeres. No sé. Es que ahora es mujer y no vamos a cercenar sus derechos fundamentales de género. Ponle un helipuerto.
Desde mi absolutamente personal punto de vista lo tengo bastante claro: eres libre de tomar una decisión. Pero una. No dos, ni tres, ni volver atrás, ni quitarte el tatuaje, ni adelgazar sin sudar. Tampoco creo que haya que poner por delante del derecho del 95% de la población, el 5% restante. Ni siquiera, y lo digo con total sinceridad, el 50% contra el otro 50%. Las bases de la igualdad, la de verdad y no la de algunas espantapájaros, es tratar a todos como iguales. Si yo te trato como diferente porque eres trans o chino, soy un mierda. Pero hay cosas que no se quitan como las hombreras y si tomas una decisión, es para siempre. No me toques los huevos cuando se ponga de moda lamer sobacos. Que a alguien le gustará, porque hay gente para todo, pero la vida no son retos de tiktok.
Respeto tus decisiones pero me cago en tus modas. ¿Quieres ser independiente?. A la puta calle, pero no vengas a pedir dinero o que te lave las bragas. Acepta y jódete con tus decisiones porque no hay vuelta atrás. No es algo temporal ni una experimentación. No es una moda que luego vayas a revender el wallapop para sacarte unos euros y ser feliz como la del anuncio, guapi.
Sí. Hay quien juega con su vida como quien juega con la moda. Eso NO es respetable, sintiéndolo mucho. Si Jose ramón quiere ser Mari Carmen, perfecto. Si José Ramón, que tiene 16 años, quiere ser Mari Carmen pasándose por el forro todas las voces que le piden que se lo piense dos veces porque así tiene más seguidores en su cuenta de Twitch, que se quede como Mari Carmen, pero siempre, aunque le salga bigote.
El problema, supongo, es que si tenemos a gilipollas que se creen en posesión de la verdad ( como un adolescente futbolista mal avenido que gana más de cien mil) poniendo leyes, no nos salen leyes, nos salen modas.
¿Te acuerdas de los tatuajes tribales que se pusieron de moda hace unos años?. Pues ahora, con 16, nadie te puede decir que estás haciendo el imbécil. Aborta, cámbiate de sexo, métete unas rayas, llega a casa todos los sábados a las nueve, ponte macareno a ron. Son tus derechos. Eso sí, si te metes una hostia con el coche te lo tienen que pagar papá y mamá. Trabajar y esforzarse, en una sociedad en la que el victimismo es más rentable que la capacidad personal, es de loosers.
En vez de educar y aconsejar vamos a dejar que, con el razonamiento pueril de la libertad, hagas lo que te de la gana. En un futuro nos vamos a reir casi como cuando veo a una madre negociando con sus hijos de tres años sobre si van a cenar verdura o tres pizzas.
En asia dicen que quien va a terminar con la civilización occidental van a ser las generaciones de idiotas que nos persiguen. No creo que estén muy desencaminados porque, en realidad, les estamos dando munición.
1 comentario:
La sociedad ha
llegado a un
punto de idiotez
y de
impersonalidad
que yo me
quedó , lo que
se dice,
anonadado.
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