Cuando, casi por propia ley de vida, me enfrenté a las decisiones que mi señor padre deseaba tomar para mi, simplemente no se opuso. Me dijo: "adelante". También me dijo: "a partir de aqui estás solo". Eso, en realidad, significaba que iba a estar por si me caía pero que me iba a recoger al segundo bote porque parte de la enseñanza también reside en reconocer todas aquellas cosas que duelen.
Así que lleno de orgullo y de esa desfachatez que se tiene cuando hay una vocecilla dentro que te repite contnuamente que eres el futuro rey del mundo emprendí un camino que muy rapidamente dejó de ser tan facil como parecía.
Una de las primeras enseñanzas llegó con la solución habitacional. Yo estaba acostumbrado a mis dos habitaciones con baño, a que la casa estuviera siempre limpia y ordenada y que mis calzoncillos llegaran, mágicamente limpios, de la cesta de la ropa hasta mi armario. Busqué vivienda con unas previsiones favorables respecto de mis ingresos futuros y descubrí la cantidad que era capaz de afrontar hipotecariamente. Sin embargo adiviné una zona en expansión dentro de la ciudad y un segundo piso monísimo del que me encapriché. También encontré una coqueta vivienda de delgados tabiques y peculiares vecinos pequeñita cerca del trabajo. Fui a hablar con mi padre. "Me gusta el piso cerca de la ría. El blanco"- le dije. "El otro"-por el pequeño- "es mucho más humilde y los patios tienen serios problemas de mantenimento". Él me miró atentamente. "Así que si me ayudas con un aval superior o, lo que es más fácil, con seis o siete millones de pesetas"- reconozco que es algo del siglo pasado- "podría acceder al mejor piso que, ademas, se revalorizará bastante con los años".
-¿Cual te puedes pagar?
Efectivamente. Los siguientes años jugué a ver si la rata de esa semana en el patio era más o menos grande que la de la semana anterior. Y me tuve que esforzar para mejorar de ubicación. No me fui de fiesta ni de vacaciones porque cada día me daba cuenta que el camino por recorrer estaba delante.
Por otra parte la vida, que es injusta y posee extraños giros de guión, me colocó muy cerca de una debacle económica pocos años después. Casi como un accidente de un conductor borracho que no era yo me puso muy contra las cuerdas. En ese momento me dijo que quería hablar conmigo.
-Cualquier cosa que necesites. Cualquier cantidad. Yo te la doy.
De aquello salí por mis medios con sacrificio, paciencia, abogados y trabajo. Un par de años después me mudé a un lugar mejor pero siempre supe que él estaba allí para las cosas importantes. Jamás me hubiera comprado una vivienda de lujo pero siempre iba a ser el primero en llegar cuando las cosas se ponían verdaderamente duras. Aprendí dos cosas: a valerme por mi mismo y a saber que no estaba solo.
A veces solamente tener la certeza de que está , te tranquiliza. No está desde un 20 de diciembre de hace demasiados años. Pero está. Sé que me entiendes.
Mañana tengo trabajo y recuerdos.
Pd: por cierto, padre, yo tenia razón y aquella zona se revalorizó. Tú también: no me la podia pagar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario