He tenido tantas veces vértigo de no estar a la altura que he aprendido a vivir con esa sensación. Es algo similar a haberme creído ser un superhéroe y no poder volar después de coger impulso. Y caer. Volver a ver la misma herida abierta. Oír a un niño riéndose de mi caída y ver a las personas volando de un sitio a otro con la naturalidad de disponer de ese poder como quien respira: sin habérselo propuesto.
He caído en forma de ley de Murphy: golpeándome por el único lugar que me quedaba sano. No estoy moreno, son cardenales. Casi es una constante que se repite y como el perro apaleado me quedo temeroso si es que alguien se acerca con intención de hacer una caricia. Vivo expectante del próximo fracaso, la siguiente traición o una decepción reconocida. No es bueno y el problema es que se ha convertido en algo habitual. Es más, si no se da el caso muerdo la mano que viene a alimentarme para que se enfade conmigo. Y eso, como un tonto, hace que al final pueda asegurar que tenía razón.
Cagarla es lo más fácil aunque en días lluviosos, sin saber hacer croquetas y con la espalda doblada por alguna carga mal llevada, sueñe dentro del casco y con la visión emborronada por la lluvia sobre el visor en que encontraré la forma de considerar que mereció la pena.
Estoy a la mitad de todo y, como en las películas, parece que el protagonista pierde.
Dime que hay un final feliz a ser posible con zumo de naranja y las noticias de la radio sonando.
Y que estuve a la altura.
He caído en forma de ley de Murphy: golpeándome por el único lugar que me quedaba sano. No estoy moreno, son cardenales. Casi es una constante que se repite y como el perro apaleado me quedo temeroso si es que alguien se acerca con intención de hacer una caricia. Vivo expectante del próximo fracaso, la siguiente traición o una decepción reconocida. No es bueno y el problema es que se ha convertido en algo habitual. Es más, si no se da el caso muerdo la mano que viene a alimentarme para que se enfade conmigo. Y eso, como un tonto, hace que al final pueda asegurar que tenía razón.
Cagarla es lo más fácil aunque en días lluviosos, sin saber hacer croquetas y con la espalda doblada por alguna carga mal llevada, sueñe dentro del casco y con la visión emborronada por la lluvia sobre el visor en que encontraré la forma de considerar que mereció la pena.
Estoy a la mitad de todo y, como en las películas, parece que el protagonista pierde.
Dime que hay un final feliz a ser posible con zumo de naranja y las noticias de la radio sonando.
Y que estuve a la altura.
3 comentarios:
Soy de los que piensan que uno está siempre donde quiere estar, y hace lo que quiere hacer por mucho que le parezca extraño a uno mismo o al resto de la humanidad.tu y yo bailamos solos.... muacccc
Creo que eres un ser humano como pocos , creo que eres de los seres que es una suerte conocer en la vida y creo que me arriesgaría a pasarte la mano para acariciarte a un a riesgo de que me la mordieras ! Un placer el conocerte por lo menos algo !
Jaaaaa, cuanta vaselina,....
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