Nunca he sabido si , en realidad, España considerada como lo que hay debajo de los Pirineos y sin tener en cuenta Portugal es una excepción al resto del universo. No lo sé aunque hay una parte de mi que cree que no, que la naturaleza humana es mucho más poderosa que las fronteras. Sin embargo nos encanta creer que la mierda que tenemos es solamente nuestra y que si salvamos la tortilla de patata (sin cebolla para mi) todo es un asco infecto.
Todos somos jueces y seleccionadores. Todos lo haríamos mejor pero nadie se atreve a hacer nada. Todos somos más listos, más altos, más graciosos y más limpios. Más trabajadores aunque soñamos con vivir tocándonos los genitales por las mañanas. Nos encanta regodearnos en nuestro fango de una forma casi de gorrino dispuesto a ser sacrificado por Campofrío.
Y somos los reyes de la excusa. Que si el sistema, que si los demás, que si estaba así cuando llegué, que si la culpa es del gobierno o de un alienígena que vino por la noche. Los nacionalistas antiespañoles, incluídos los que son de Albacete, intentan demostrar que sin España se vive mejor porque los del PP roban en Madrid y se deja a violadores casi en libertad aunque les metan 9 años y el 3% sea algo probado como las cremas de Cifuentes. Parece que buscamos, y es fácil encontrarlo, maneras de demostrar que somos un asco.
En los años 70, cuando España era un cúmulo de ciudadanos que se habían visto castrados por la cobardía de un dictador aprendimos a reirnos de Jose Luis Lopez Vazquez, de Alfredo Landa y de Paco Martinez Soria. De la Ramona pechugona y del tartamudo que se queda guardando una serrería jurando que no tartamudea si es que canta. También de quien hacía empanadillas en Móstoles. Ojo, que fue muy divertido y generó maravillas como Amanece que no es Poco.
Sin embargo tras ese extraño momento en el que nos creímos el jodido centro del mundo con las olimpiadas, la expo, los Rolling en el Vicente Calderón, Queen en Barcelona y Manolo García cantando con Bruce, Tracy Chapman y Sting, llegó esa sinusoide lógica en la que no todo salía bien, en el que se dejaron de ganar trofeos y entonces, como buenos españoles, pasamos de creernos los mejores a decir que somos lo peor. Es muy mediterráneo vivir en los extremos. También lo es culpar a los demás. Zapatero decía, en sede parlamentaria, que eso de la crisis es una cosa de los americanos. Rajoy dice que es cosa de los catalanes y los catalanes que es cosa de Rajoy. Pablo está intentando convencer que la culpa es de todos los demás menos de él y mi cuñado asegura que todo pasa porque no le dejan hacer las cosas y eso incluye desde montar los muebles del Ikea hasta la alineación de las ruedas de Fernando Alonso. Tuve una amante, maravillosa y lejana, que está convencida que España va como va porque no mandan las mujeres y un amigo vegano que asegura que la industria cárnica nos lleva a la destrucción.
En España hemos aprendido rápidamente que la culpa siempre es de otro sin caer en la cuenta que el otro cree exactamente lo mismo.
Y si alguien acepta que se equivocó los demás ponen cara de obviedad y le señalan con el dedo porque, precisamente, no son ellos. Cuando acepté como errores mis decisiones incorrectas, me apalearon y hubo alguno que hasta me robó jurando que lo hacía por necesidad ya que había firmado un divorcio que le dejó a dos velas. La culpa era de su ex mujer aunque lo mío acabó en su bolsillo.
Es cierto que la generación que estuvo antes que nosotros siempre fue avanzando despacio pero a mejor. Que los abuelos empezaron sin nada y terminaron con un Seat 600 aparcado delante de casa y eso era un triunfo. Es cierto que no hemos sido educados para la frustración de dar algún que otro paso atrás o para aceptar que hay medallas que nunca ganaremos o que hay puestos de gerencia a los que no llegaremos, unas veces porque no tenemos la capacidad y otra porque nos equivocamos en las puertas a las que llamar.
La gran mentira "coelhiana" en la que si uno se esfuerza lo suficiente conseguirá todo lo que se proponga es una soberana estupidez que nos hace sentir bien hasta que nos damos cuenta que es mentira. En ese preciso instante en vez de mirar dentro nos gusta mirar alrededor buscando culpables. Si no fuera así no seríamos españoles. O humanos que necesitan de confabulaciones para justificar sus carencias. Claro que poniéndonos zancadillas es mucho más difícil avanzar. Pero si no fuera así no sería, como decía Cecilia, esa España nuestra en la que nadie quiere ser responsable de nada pero criticamos con una gracia considerable. Reyes de los memes. Sentido del humor que no falte. En eso sí que somos muy diferentes de otros países: tenemos más gracia.
En España hemos aprendido rápidamente que la culpa siempre es de otro sin caer en la cuenta que el otro cree exactamente lo mismo.
Y si alguien acepta que se equivocó los demás ponen cara de obviedad y le señalan con el dedo porque, precisamente, no son ellos. Cuando acepté como errores mis decisiones incorrectas, me apalearon y hubo alguno que hasta me robó jurando que lo hacía por necesidad ya que había firmado un divorcio que le dejó a dos velas. La culpa era de su ex mujer aunque lo mío acabó en su bolsillo.
Es cierto que la generación que estuvo antes que nosotros siempre fue avanzando despacio pero a mejor. Que los abuelos empezaron sin nada y terminaron con un Seat 600 aparcado delante de casa y eso era un triunfo. Es cierto que no hemos sido educados para la frustración de dar algún que otro paso atrás o para aceptar que hay medallas que nunca ganaremos o que hay puestos de gerencia a los que no llegaremos, unas veces porque no tenemos la capacidad y otra porque nos equivocamos en las puertas a las que llamar.
La gran mentira "coelhiana" en la que si uno se esfuerza lo suficiente conseguirá todo lo que se proponga es una soberana estupidez que nos hace sentir bien hasta que nos damos cuenta que es mentira. En ese preciso instante en vez de mirar dentro nos gusta mirar alrededor buscando culpables. Si no fuera así no seríamos españoles. O humanos que necesitan de confabulaciones para justificar sus carencias. Claro que poniéndonos zancadillas es mucho más difícil avanzar. Pero si no fuera así no sería, como decía Cecilia, esa España nuestra en la que nadie quiere ser responsable de nada pero criticamos con una gracia considerable. Reyes de los memes. Sentido del humor que no falte. En eso sí que somos muy diferentes de otros países: tenemos más gracia.
1 comentario:
Vivimos en el mejor pais del mundo, la pena que no lo sabemos. Solo cuando viajas te das cuenta.
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