Han vuelto a denunciar a Zara por la utilización de talleres esclavos en Argentina para confeccionar sus prendas. Esto, que es profundamente indignante, se enfrenta de cabeza contra esa cantidad de personas, orgullosos y justos defensores de las buenas artes, que compran en Zara porque, entre otros argumentos, es barato.
Eso es parte de la dualidad malévola que tiene el capitalismo cuando lo enfrentas a la sensibilidad humana.
Hay una serie de planteamientos básicos que resultan incorrectos, uno de ellos es que el dinero es infinito y otro que las cosas por las que pagamos no le cuestan al que nos las vende. Tal y como están las cosas, probablemente gracias a la publicidad engañosa, algunos consumidores creen que los descuentos pueden ser infinitos. Quizá por eso más de uno empieza a tratar de convertirse en un regateador digno de un delantero centro de un equipo regional. No me lo invento. He visto a señores muy dignos haciendo contraofertas en los mostradores de El Corte Ingles.
La capacidad de empatía con el contrario es una gran carencia del mundo contemporáneo. La consideración, casi impuesta, en que el mundo que vivimos es el mismo que viven los demás resulta de una imposición extrema. Si mandas un mensaje esperas una respuesta inmediata porque supones, estúpidamente, que la otra parte está sentada esperando para responderte. Si tienes frio presupones que ellas tienen los pezones señalando al norte y si necesitas un abrazo te enfadas porque los demás, egoistas y malévolos, no lo hayan adivinado sin haberles dado pistas. Si crees que necesitas un jersey y está caro en Zara crees que Amancio Ortega lo hizo para hacerte daño a ti.
Algunos viven en la creencia, casi como el Show de Truman, que el mundo gira a su alrededor de una manera ególatra, soez y procaz. Es agotador pensar, en la mayoría de los casos, que comprar ropa barata fomenta la esclavitud, comprar filetes de panga ayuda a que la guerra del Congo continúe, montar en Ryanair da un argumento más a que los sueldos de sus trabajadores sean miserias y consumir en el bazar chino de la esquina mata a un comercio de toda la vida si es que aquel chino escapó de las condiciones infrahumanas con las que Foxconn fabrica tu iphone .
Algunos creen que el ideal de la democracia es comer una hamburguesa barata los sábados por la tarde antes de que te quieran de manera eterna toda la noche bajo sábanas de raso.
Y hay días en los que te recuerdan el precio.
Mañana se te olvida mientras te haces una foto con tu camisa nueva sonriendo por la rebaja que lograste.
3 comentarios:
El secreto es recordar el precio de lo que tienes cada vez que te levantas; supones que nada de eso te pertenece del todo y sientes una deuda con el mundo que hay que saldar. Pensar así sería el inicio de la repartición equitativa de la riqueza... por lo menos en tu barrio.
Sí, sí, y la gente sigue comprando, es incomprensible.
Hay quienes compran productos robados orgullosos por su buen precio. Supongo que si les roban a ellos no se molestará. Esta es la sociedad en que vivimos. Muchos quieren de todo y barato, de donde salga o como lo consigan, no importa.
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