Mal dia para buscar

24 de noviembre de 2012

Infidelidad financiera

Hace ya bastante tiempo me intentaban explicar un determinado concepto de relación, hipócrita y real, en la que alguien se acerca a tu lado cuando tiene un objetivo consciente en el que eres el medio pero jamás el fin. Es cuando ella te llama para preguntarte qué tal te va todo pero, en realidad, te quiere utilizar como la válvula de escape sexual a un fracaso no mencionado. Es cuando un colega te dice que tiene ganas de verte pero aparece con el ordenador con un problema para que se lo soluciones gratis. Es, salvando las distancias, lo que hace mi sobrina cuando me abraza y me dice lo mucho que me quiere antes de recordarme que le falta dinero para ir a una fiesta. Es, casi como si fuera una paradoja de la modernidad, lo mismo que prometerte que vas a ser feliz exclusivamente cuando compres uno u otro producto.

Engaños.

El ser humano social de este siglo se desenvuelve con facilidad suprema en ese torbellino de falsedad. Es más, si te llama pidiendo sexo de una manera explícita, que le arregles el ordenador o pidiendo dinero seguramente las probabilidades de éxito se reducen de manera exponencial porque si la sinceridad y la claridad en el objetivo final fueran una ventaja real los anuncios se limitarían a un "compra" y, por el contrario, se llena la televisión de chispas de la vida.

Supongo que, como decía Jack Nicholson en el estrado de "Algunos Hombres Buenos": No podemos soportar la verdad.

Con las empresas pasa más o menos o lo mismo y se van volviendo mucho más hipócritas según van creciendo de tamaño. No me refiero a periódicos o sindicatos que llenan sus titulares contra los expedientes de regulación de empleo y los ricos mientras ellos despiden empleados y ganan millonadas en consejos de administración. No me refiero a Wyoming, Losantos y sus sociedades interpuestas. Ni siquiera a gobiernos que te venden lo feliz que vas a ser con ellos al mando y después te sodomizan casi desgarrándote las entrañas. Me refiero a algo mucho más grande, a los verdaderos dueños de nuestros destinos, a aquellos que están ganado más y más a costa de tus clicks, tus aficiones y tus conversaciones más íntimas contra una pantalla (que es una manera moderna de intimidad).

Hace un tiempo se destapó en un periódico americano (del norte) que Apple no pagaba los impuestos que debía y Apple publicó una nota de prensa diciendo que le daba igual y que si le tocaban las narices despediría a 47mil empleados. La semana pasada se hacía público que el gobierno del Reino Unido había llamado a Apple, Google, Amazon y Starbucks para preguntarles el motivo de la baja tributación ante lo cual los responsables de esas compañías silbaron mirando hacia otro lado como si se encontraran por encima del bien y del mal. En España, donde incluso se da la paradoja que la declaración de Apple les sale a devolver, se ha publicado hoy que Yahoo, Apple, Google, Facebook, Microsoft, Ebay y Amazon agarran nuestro dinero pero luego se cruzan facturas con otras de sus filiales hasta llevarse los impuestos a aquel lugar que les suponga un mayor beneficio, que en este caso es Irlanda (donde las aceras se pagan con los impuestos del resto de Europa).

Es decir, que te piden tu dinero diciéndote que te van a hacer feliz, se calientan los pies a tu lado y, cuando ya se sienten cómodos, se van a acostarse con un irlandés porque, se supone, no les pide más abrazos cuando se despierta por la mañana.

Supongo que es probable que un día, en el Starbucks que está frente a la puerta del Reina Sofía, alguno pondrá su iPhone5 encima de la mesa, buscará en Google la página de Ebay donde vender su teléfono viejo,  te contará que se ha comprado un libro en Amazon y que tiene el Windows 8. Después entrará en Facebook para enseñarte las fotos de ella y te dirá, indignado como ninguno, que sólo le utilizó para un mal polvo. "!Qué hija de puta!... dirá mientras cierra las fotos de su perfil"

Y no se está dando cuenta que esas compañías tecnológicas le están haciendo lo mismo a diario.

Lo llaman, si eres de un lado, ingeniería financiera. Lo llamo, como estoy en el otro, infidelidad financiera.

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