- Tenemos que hablar.
Esa es una frase que normalmente está llena de reproches y que casi nunca acaba bien.
La biblioteca británica ha puesto en marcha un proyecto que trata de guardar, como si fueran documentos históricos, las conversaciones comunes que mantienen los habitantes contemporáneos para que, a base de escucharlas, los investigadores del futuro sean capaces de entender mejor la complejidad de la sociedad actual en la que vivimos. Sinceramente me parece una idea excelente porque las grandes conversaciones y los mejores momentos, si nos centramos en el mundo de lo personal, suelen venir marcadas por todo aquello que, disfrazado de banalidad, va configurando nuestras realidad y nuestras decisiones.
Sin embargo estamos poseídos por toda esa parafernalia de citaciones, reuniones marcadas, turnos de palabra y puntos a tratar que nos encanta establecer como un paso previo a la toma de decisiones.
Existen, para explicarlo, dos tipos de cine: en uno hay un momento en el que el bueno jura venganza y acaba en el preciso instante en el que mata al malo, justo detrás de un par de persecuciones y un buen montón de tiros. En otro tipo de cine, mucho más lento y lleno de argentinos en su faceta más comercial (si es que sale Ricardo Darín) las conversaciones son las que lo dicen todo sin que ningún efecto especial te distraiga de la verdad. Quizá, casi como si fuera "El mismo amor, la misma lluvia", "Martin Hache", "Leolo", "Todo es mentira" o el final lacrimógeno y maravilloso de "Cinema Paradiso", no hace falta más.
A veces las grandes conversaciones están disfrazadas de casualidad. A veces, dicen, el 93% de la comunicación ni siquiera es verbal.
El dia que la conocí, si aún soy capaz de recordarlo, hablamos de nuestras vidas sin miedo a usarlas como agravios comparativos, hablamos del tiempo y de música, creo que pregunté qué es lo que quería tomar. Ni siquiera recuerdo la conversación exactamente, sólo se que esa noche quería volver a verla.
Una vez, quizá antes de perderla, dijo: "tenemos que hablar".
Esa conversación no se guardará en el archivo de conversaciones de la biblioteca británica. También he oido que la nostalgia genera calorcito en el ser humano. Supongo que por eso intento recordar las conversaciones donde no decíamos nada importante cuando aparecen los momentos en los que me arropo.
2 comentarios:
El único problema de empezar una conversación con un "tenemos que hablar" es que luego hay que continuar hablando.
Y ese puñetero 7% de comunicación verbal es el que acaba estropeando las cosas.
Inquietante y fulminante frase. Un 'tenemos que hablar' y ya sabes que la vida puede cambiar para siempre.
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