Empieza el partido.
Mucho me temo que el campo se llenará de
aficionados extremistas de esos que consideran que los jugadores de su bando son unas almas de cántaro que reparten flores mientras los de la camiseta contraria reparten estopa
Empiezan las elecciones
Mucho me temo que los telediarios se llenarán de afiliados
extremistas de esos que consideran que los políticos de su bando son unas almas de cántaro que reparten felicidad mientras los del partido contrario roban.
Y, en medio, como si fuera un árbitro al que todo el mundo insulta, están aquellos que desearían que ninguno pasara a la siguiente eliminatoria pero entienden que alguno tiene que ganar aunque les encantaría que existiera la posibilidad de la eliminación doble para dejar el congreso como algún premio literario: desierto (que ahí tenemos a
Belgica, sin gobierno).
La cultura americana del norte, que se supone que es mucho más lista en sus procedimientos que la arcaica sociedad europea, ha decidido hace tiempo que el empate nunca es una solución válida. Ese es el problema principal por el que el fútbol (scoccer) no se convierte en un deporte estrella aunque lleva consigo el punto a favor de ser una competición con reglas que un simio sería capaz de comprender (excepto el fuera de juego).
Los estadounidenses tienen dos equipos: el que invade paises malos y el que mata a personas malas. A veces gana uno y otras veces gana el otro.
Los europeos tenemos la izquierda y la derecha, pero también tenemos la izquierda izquierdosa y la derechona.
Los españoles tenemos la izquierda, la derecha, la izquierdosa, la derechona, el nacionalista derechon y el nacionalista izquierdoso.
Y en las elecciones municipales tenemos a la izda, la drcha, la derechona, los nacionalistas de drcha y de izda, las asociaciones de vecinos de uno, de otro bando y algún candidato independiente.
Nosotros, por nuestra parte, nos enfrentamos a un sistema electoral en el que un tipo con los votos de su comunidad de vecinos puede ser quien incline la balanza en una dirección u otra porque los partidos que sufren la
elefantiasis del poder siempre se llevarán la contraria.
En realidad parece ser que no cuentan las elecciones sino el sistema con el que se contabilizan esos votos que, cuatro años después y gane quien gane, parecen esparcidos por el retrete de las urnas.
Por mucho que ahora los mítines parezcan
arengas de fanáticos futboleros muchas veces suenan a
pantomima en un juego que parte de unas reglas equivocadas porque gane quien gane, gana el otro en un oculto sistema bipartidista.
Y desafortunadamente el
#nolesvotes es tan inútil como dejar de respirar hasta ponerse azul
Son las reglas del juego las que han convertido a nuestros jugadores en mierda con corbata que juegan a indios y vaqueros con nuestro sistema. Un sistema que ha permitido que Jesus Gil o Ruiz Mateos se vieran con representación pública cada vez que lo han solicitado o que un travesti con los labios operados como es Carmen de Mairena obtuviera un número de votos mayor que propuestas, acertadas o no, generadas por políticos de profesión.
Sin embargo yo, personalmente, iré a votar (pensando en términos exclusivamente municipales, que es de lo que se trata) después de vivir una campaña electoral vomitando al verles echarse en cara mierda como panes (porque es más rentable el insulto que la propuesta) y esperando que algún día el sistema pudiera cambiar para hacerlo más justo, lo cual es tan profundamente utópico como pensar que cuando un jugador de Madrid zancadille a uno del Barca alguno, desde la grada, no pida la pena de muerte para el del equipo contrario.
Claro que a los directivos de los equipos, como a los presidentes de los partidos, les alegra observar el fanatismo a muerte de sus socios, o de sus votantes. Y los aficionados resignados han asumido que hay que ser del Barca o del Madrid, sin opciones a los demás. Fútbol es política fútbol. También hay algún futbolista bueno.