I hope it's not too late
Just to say that I'm sorry, honey
All I want to do
Is just finish what we started, baby
Let's turn over a new leave
And baby let's make promises
That we can keep
And call it a New Year's resolution, hmmm
Oh, I'm a woman
And woman makes mistakes too
But will you, will you forget the changes
That I put you through
let's try it again
Just you and me
And, baby, let's see how happy honey, yeah
That we can be
And call it a New Year's resolution, yeah, yeah, yeah
Many times we had our ups and downs
And times you needed me I couldn't be found
I'm sorry
And I'm sorry too
I'll never, never do it again, no, no, no
So baby before we fall out
Let's fall on in, yeah, yeah
Oh, and we're gonna try harder
Not to hurt each other again, oh
Love me baby, huh
Week after week
And baby let's make promises
That we can keep
And call it a New Year's resolution, yeah, oh
I know we can do it Carla
I'm gonna keep my promises
I'm gonna hold on that we can do it, baby
Oh, it's not too late
You're gonna love me
Nobody else
Oh Otis let's finish what we started
Talk no mean
31 de diciembre de 2018
24 de diciembre de 2018
Victoria para nochebuena.
Hay menos Dios tradicional que nunca y más coach emocional que el que una persona cuadriculada como yo es capaz de considerar aceptable. Hay demasiados huecos vacíos en las felicitaciones y demasiados mensajes reenviados que no se hicieron para ti. Soy de esas personas a las que las decepciones les dejan cicatrices de más grosor que las situaciones de gozo. Es un error. Hay muchas personas que deberían estar cerca a estas alturas del cuento y sin embargo decidieron marcharse. Unos con ruido, otros desordenándolo todo y algunos jurando que mañana volverán. Vivimos en un mundo extraño donde quien apareció desapareció con la misma rapidez y debemos estar preparados para no creer que lo podemos tener todo aunque después lleguemos, a la misma mesa del año pasado y casi a la misma hora, a cenar lo mismo. . Y creer que no haber retrocedido es quizá un tipo de victoria.
Hoy ceno con mis victorias. Con tres. Es un nombre tradicional en mi familia. Supongo que es porque nacieron ganando.
Brindad por nosotros. Eso te incluye.
20 de diciembre de 2018
Una foto con mi padre
Hay días que quedan para siempre. 20 de diciembre es uno de ellos.
Fue pronto, a eso de las 6. Una espesa capa de nieve cubría Madrid.
No , no lo superaré jamás.
19 de diciembre de 2018
2018,minihits
Allá va una selección del año.
Y podéis buscar por "literatura", que hay cosas que no están tan mal en medio de esta forma narcisista, inmadura y retorcida que tengo de escribir.
5 de Marzo 8m. Pasada de frenada
28 de Marzo: Respeto por el suicida
12 de Mayo: Te lo dije
22 de Mayo: Creerse un Dios siendo un gilipollas
5 de junio: Vos no sabés
16 de junio: Cortesanas de la economía
22 de Junio: No hubo dos recopilatorios de casette iguales.
3 de julio: El Gosthing y la luz
12 de Agosto: pequeño apunte sobre la soledad
16 de Agosto: Alegrame el día.
8 de octubre: jodido Bienhechor
16 de Octubre: las canciones de (des)amor las hacen hombres
13 de Noviembre: Princesitas
11 de Diciembre: La excusa gremial
Y podéis buscar por "literatura", que hay cosas que no están tan mal en medio de esta forma narcisista, inmadura y retorcida que tengo de escribir.
17 de diciembre de 2018
2018, el año del egoísmo y del odio.
Buscando un resumen del 2018, pero no un resumen personal sino global, creo que ha sido un año de profundo egoísmo, pero egoísmo de éste:
Es decir. Ese tipo de egoísmo en el que se quiere todo de manera personal y lo que le suceda a los demás da lo mismo porque el interés personal está muy por encima del interés global. Quererlo todo, como definición, es algo lícito sobre todo si no hay ningún tipo de reparo en los daños colaterales. Querer ganar más, una pensión superior, una rebaja de impuestos, una virilidad más sensual, un coche menos contaminante pero que corra mucho más y sea más molón con una bocina que toque la traviata. Pagar menos por lo que se consuma, aunque eso implique injusticias que no son nunca responsabilidad propia sino de algún ente superior y malvado con forma de gobierno, de jefe o de mandatario extranjero. Vacaciones en velero, una pareja fisioterapeuta los sábados y que le gusten las películas de tiros los martes o las argentinas los jueves. Que sepa hacer croquetas. Respeto para lo propio, desprecio para los jugadores del equipo contrario. No trabajar y tener más dinero. Desconfiar del futuro.
Ese es el 2018. Un año del odio. Piénsalo. Reconoce que, aunque fácil, no es el mejor camino posible.
14 de diciembre de 2018
I drink alone
Cuidado con las cenas de empresa de los autónomos.
Hay momentos, no lo vamos a negar en este mundo de felicidad de escaparate, en los que dan ganas de golpearse la cabeza contra la pared, volver a masturbarse sin ganas, llamar a quien te duele para no sentirse responsable del dolor o, sencillamente, beber solo. Con un diazepan el efecto es inmediato. William Holden, galán y actor de grandísima calidad, fue encontrado muerto al haberse resbalado, borracho, en su propia casa tras una noche de bebida y soledad. Cuentan que aquella situación se tapó para que su imagen de hombre serio y cabal, educado y seductor, no fuera magullada por la verdad. Nicolas Cage, en Leaving Las Vegas, decidió matarse bebiendo y encontró como cómplice a una espectacular Elisabeth Sue. "Soy como un percoespín" gritaba con los vasos clavados en su propia espalda, aletargado. Ese es el efecto de algunas drogas. Las que duermen. Las que hacen que el tiempo pase como si no sucediera nada. Todos los viernes veo a un tipo bebiendo en las mismas escaleras y todos los viernes estoy tentado de acercarme con una botella y esperar que me cuente, con esa lucidez que solo tienen los borrachos o los niños, cual es la historia. Porque siempre hay una historia detrás del primer trago inconveniente. Normalmente mucho más dramática que la verdad pero no todas las historias que nos tragamos son completamente ciertas.
Las empapamos en decoración y , a veces, en alcohol de baja graduación. Ese que por mucha agua que se beba sigue dejando resaca. Es necesario reir, es necesario llorar. De vez en cuando es necesario perder el sentido porque desaparece ese filtro de consciencia que nos obliga a mantenernos en alerta. Yo, que soy digno como el Schinder del consumo social del alcohol, nunca parezco borracho. Eso lo dejo para la intimidad.
Hay quien se acerca únicamente cuando tiene frío pero nunca llama en invierno.
12 de diciembre de 2018
Let´s get it on
Hay muchas versiones de esta canción de Marvin Gaye pero cuando Maceo toca algo, es mágico. Incluso cuando tenía pelo y patillas
11 de diciembre de 2018
La excusa gremial.
Siento no encontrar el link pero el otro día me quedé oyendo una charla de un tipo, de esos que suenan a inteligentes cuando hablan, que terminaba razonando que vivimos en una sociedad de gremios en vez de una sociedad global. Está el gremio de las mujeres, el de los gays, el de los menores, los negros, los chinos, los inmigrantes o los que tienen sobrepeso. Puede ser los que viven en un determinado lugar (catalanes, conquenses, tibetanos o flamencos) o incluso los pelirrojos. El caso es pertenecer a uno o varios gremios. De esa manera se puede buscar una excusa o un razonamiento de buenos y malos que valga para todo.
Si el árbitro pita en contra es porque el equipo contrario le ha sobornado. Si no me pagan más es porque soy de Podemos. Si no salgo en la sexta es porque soy de Vox. Si nieva mucho y se corta la carretera es porque los socialistas prefieren echar gasolina en el helicóptero de Pdro en vez de en los quitanieves.
Yo tengo, y lo he escrito más de una vez, un amigo que dispone de dos factores: es vago y es gay. El problema que tiene es que cuando le echan de un trabajo por vago, cosa que le sucede con bastante facilidad porque tiene la costumbre de dejar de ir a las dos semanas, dice que es por su condición sexual. Con eso ha llegado a la conclusión de que vive en una sociedad homofoga que le castiga continuamente. Lo otro, lo de no ir a trabajar cuando se ha pasado de copas la noche anterior, no entra en la ecuación. Si se le cuelan en el metro o si le llega una multa cree que es porque el radar es capaz de diferenciar las matrículas de los heterosexuales y dejarles vivir en la impunidad más absoluta.
Dicho así suena loquísimo.
Beatriz Talegón, que era esa chica del Psoe que hizo una vez un speech casi acertado y ahora es independentista catalana en busca de la excusa gremial del día, ha publicado hoy mismo que ante la alerta de terrorismo islámico lo más probable es que sea el gobierno de España el que esté pagando a los árabes para que vayan a Cataluña a matar catalanes. Así, a lo loco. Si a un catalán le sale un grano o si los bomberos de Barcelona no tienen para pagar mangueras el problema es de España. Y nos quedamos todos tan tranquilos haciendo dieta dos días. Se mete en un gremio y tiene una respuesta estandard para todo lo malo que le sucede.
La persona más racista que conozco es un tipo de Marrakech que jura que todos los sudamericanos son una banda de aprovechados porque vienen a España a hacer el vago pero también dice que los atentados en Francia son una maniobra del gobierno francés para imponer un estado policial con el que hacer más ricos a los franceses ricos a costa de culpabilizar a los árabes. Claro que él mismo tiene trabajo porque sabe hablar árabe y mide casi dos metros pero eso es, como en el caso de mi amigo vago, otra historia.
Si algo hemos criticado de los medios de comunicación en la historia es cómo han utilizado datos que parecen ciertos para ratificar sus planteamientos interesados. Alfonso Ussia, cuando tenía bastante voz radiofónica y Eta mataba personas (que de eso no hace mucho), afirmaba que todos los que mataban hablaban euskera. Claro que eso puede hacer pensar que si te doy los buenos dias (Egun on) paso a ser un terrorista malvado que quiere pegar tiros en la cabeza de los hijos de los guardias civiles. Eso, salvando las distancias, mete a aquel señor en un gremio con una excusa para muchas cosas.
Conocí a una chica hace años. Un viernes se fue con otro. Me indigné. Ante eso me respondió que si acaso yo me pensaba que una mujer libre como es ella iba a ser de mi propiedad. Que si acaso yo era uno de esos machistas recalcitrantes que consideran que las mujeres están a su servicio. Y, mientras me quedé ojiplático, resulta que ella se había metido en el gremio de la mujer subyugada con la excusa del hombre nehandertal responsable de que ayer mismo hubiera copulado con otro varón. Lo del pequeño compromiso de mes y medio compartiendo confidencias se quedó en lo anecdótico.
No niego en ningún momento que haya gays, catalanes, moros, derechistas, feministas, euskaldunes o enanos que sean maltratados por sus diferentes condiciones. No lo niego. Sin embargo existe un victimismo gremial cada vez más fuerte que convierte todo en mierda. No ayuda a ninguno de esos gremios y convierte palabras como discriminación, agresión, violencia o racismo en algo que puede llegar a cuestionarse porque muchas veces es absolutamente inexistente y sólo es parte de la excusa para no mirar en la responsabilidad personal.
"Hay hombres que son maltratados y deberíamos de pensar en el maltrato en general en vez de un tipo de violencia"- se puede llegar a decir. Y ante eso una mujer, orgullosa y exclamativa, sentenció que eso será problema de los hombres y que las asociaciones de mujeres no se van a preocupar por ellos. "Que se las apañen como hemos tenido que hacerlo nosotras". Es ahí cuando puso barreras a su gremio. Como si fuera un egoísmo antes de navidad fijó su mirada en aquello que le atañe y no en las, justas o no, reivindicaciones de los demás.
Tuve un cliente que llamó preguntando por qué no tenía películas piratas en su ordenador y le comenté que eso era cosa suya. "El ordenador de mi cuñado tiene películas y el mío no"- me dijo- "No me las has puesto porque soy gitano, ¿verdad?"
Hay más casos que gremios, créeme.
En un momento de la historia reciente descubrimos que vivir en un gremio es mucho más reconfortante que pensar en el bien general. Es un barco a remo en el que cada grupo se esfuerza en una sola dirección. Y el galeón con todos va dando vueltas mientras agita el océano. Con una ola grande nos vamos a tomar por el culo.
Y la culpa será de los demás. Cuando nos ahoguemos unos se irán al fondo jurando que fue culpa de los otros.
Y los otros pensarán lo mismo.
7 de diciembre de 2018
Sombrero y magdalenas
(Literatura)
Una de las cosas que recuerdo de la primera vez que tuve constancia de su existencia era que llevaba sombrero. No un sombrero determinado sino algo en la cabeza que le daba un toque entre glamour y moderno, entre calor y una sonrisa detrás de una cerveza de la que nunca había oído el nombre. Sin embargo, aunque nunca tenía nada en la nevera que se pudieran aproximar a los básicos que me enseñó mi madre que nunca deben faltar, siempre tenía magdalenas. No muffins ni cupcakes. Magdalenas. Por las mañanas era de verdad aunque se sumergiera en un halo de intelectualidad desde medio día.
Tengo nítido en el cerebro la imagen de la Gran Via con coches que van y vienen, ese tic tac de los intermitentes esperando como un reloj de cuerda y una figura delgada acerándose sin saber exactamente lo que habría dentro del vehículo, que era yo. También veo con claridad cristalina un cuerpecillo casi frágil, en calcetines, abriendo la puerta al final de su pasillo con entrecortada e intranquila voz interrumpida por un amago de carcajada nerviosa como si estuviera a punto de abrir, en un día de reyes, un regalo que no sabe si le gustará. La recuerdo viéndome cocinar sin saber qué hacer pero con una certeza absoluta de haber elegido el vino correcto. Las copas estaban perfectas y los cuchillos sin afilar lo suficiente. Dentro de cada casa aparecen los pequeños superhéroes que tenemos en zapatillas: los que cocinan, los que recogen, los que saben dar con la música apropiada. A veces hay un especialista en elegir la película, en dar con la almohada adecuada o quien encuentra el nivel de luminosidad perfecta para cada época del año. Un superpoder puede ser, perfectamente, encontrar ese punto reconfortante entre el ártico y el infierno que tiene el agua caliente. Ahí no nos llevábamos mal porque yo leo el periódico al revés y ella empieza por el suplemento. Nunca llegué a saber cómo sería un día laborable pegándonos por la última magdalena.
Teníamos muchas cosas en común. Veníamos golpeados en el orgullo de la ilusión esa que te arrastra diez minutos después de creer que el mundo se ha hecho para que lo que venga después de la formación sea tu momento, media hora después de levantarse del primer golpe, quince días más tarde de sentir que en un grupo duelen más las traiciones, diez años montados en una montaña rusa que ya ha dejado de ser emocionante pero de la que es imposible bajar. Teníamos vicios que creo que aún no nos hemos quitado y que nos obligan a llevar gafas delante del último presupuesto. Tenía alas, pero pegadas al cuerpo. Le daba las buenas noches cada día y me gustaban, más que el sombrero, sus medias. Nunca se lo dije y sin embargo me enviaba fotos vouyer a media mañana que quizá no supe identificar. Me producían más que calor, sensación de ser un equipo. En un absurdo mundo de soldados en guerra parece un error mostrar alguna debilidad y ahí estábamos, pertrechados con nuestras bayonetas en medio de una guerra del siglo XXI.
Supongo que como Lou Reed luchábamos en los flancos salvajes de la vida pero flancos diferentes.
Nunca me llevó, no sé si por resistencia personal, a ninguno de sus lugares favoritos y yo la llevé, con un par de sándwich fríos, al galeón pirata que es parte de mis escondites. Empecé a tener la sensación de no tener nada detrás de la puerta que ella se había empeñado en abrir. Supongo que hay una sensación extraña al dejar entrar a alguien a revolver dentro de casa. Implica la posibilidad de que encuentre esa mierda escondida de la que no se ha podido escapar porque se quedó en algún recóndito lugar en el que nunca pasó el aspirador. Creo que eso es lo que pasó por mi cabeza, porque es ahora la parte activa de mis taras la que se pone en alerta. La que busca, incesante, todos los motivos que van diciendo una y otra vez que no. Es la que busca enemigos entre sus conocidos, la que se queda enganchada con la mirada en dos de sus tres arrugas, la que no sabe si debe de comprar dos bollos suizos, de esos que están llenos de mantequilla, para decir que no a las magdalenas.
No sé, en realidad, cuando dejamos de hablar. Fue un poco antes de que me rindiera, digno e impertérrito, delante de su casa sin que bajara. El mismo instante en el que pensé que si no descubría mi mirada en el portal era porque ya tenía mis huecos llenos de alguien que no fuera yo y que estuviera en disposición de haber preparado una cata de cervezas artesanas en vez de un poco de cebolla pochada con alguna carne. Alguien que no se quejara del filo de los cuchillos. Hay veces que se intenta recuperar algo que ya está perdido. Ese fue el momento. Sucede cuatro días después de mis momentos de dignidad más pasiva agresiva. Claro que yo los conozco y ella no tenía por qué conocerlos. Debería de tener escrito un manual de instrucciones para dar la tercera vez que vuelvo a ver a la misma persona. “Si nos hemos visto tres veces no te creas que me he ido sino que empiezo a tener miedo”- debería de poner en algún lado.
Lo que sucede es que cuando alguien piensa que te has ido, se va.
Me puso en un mensaje “a tu lado hay frío y música”. Sonaba a reprimenda pero no lo era.
Y justo es cuando yo me di cuenta que la única vez que me quedé a dormir me desperté descansado. Aunque saliera corriendo sin verla desayunando ni eligiendo sombrero.
A los dos nos gustaba Antonio Vega, Ninguno se dejaba llevar por ti.
Tengo nítido en el cerebro la imagen de la Gran Via con coches que van y vienen, ese tic tac de los intermitentes esperando como un reloj de cuerda y una figura delgada acerándose sin saber exactamente lo que habría dentro del vehículo, que era yo. También veo con claridad cristalina un cuerpecillo casi frágil, en calcetines, abriendo la puerta al final de su pasillo con entrecortada e intranquila voz interrumpida por un amago de carcajada nerviosa como si estuviera a punto de abrir, en un día de reyes, un regalo que no sabe si le gustará. La recuerdo viéndome cocinar sin saber qué hacer pero con una certeza absoluta de haber elegido el vino correcto. Las copas estaban perfectas y los cuchillos sin afilar lo suficiente. Dentro de cada casa aparecen los pequeños superhéroes que tenemos en zapatillas: los que cocinan, los que recogen, los que saben dar con la música apropiada. A veces hay un especialista en elegir la película, en dar con la almohada adecuada o quien encuentra el nivel de luminosidad perfecta para cada época del año. Un superpoder puede ser, perfectamente, encontrar ese punto reconfortante entre el ártico y el infierno que tiene el agua caliente. Ahí no nos llevábamos mal porque yo leo el periódico al revés y ella empieza por el suplemento. Nunca llegué a saber cómo sería un día laborable pegándonos por la última magdalena.
Teníamos muchas cosas en común. Veníamos golpeados en el orgullo de la ilusión esa que te arrastra diez minutos después de creer que el mundo se ha hecho para que lo que venga después de la formación sea tu momento, media hora después de levantarse del primer golpe, quince días más tarde de sentir que en un grupo duelen más las traiciones, diez años montados en una montaña rusa que ya ha dejado de ser emocionante pero de la que es imposible bajar. Teníamos vicios que creo que aún no nos hemos quitado y que nos obligan a llevar gafas delante del último presupuesto. Tenía alas, pero pegadas al cuerpo. Le daba las buenas noches cada día y me gustaban, más que el sombrero, sus medias. Nunca se lo dije y sin embargo me enviaba fotos vouyer a media mañana que quizá no supe identificar. Me producían más que calor, sensación de ser un equipo. En un absurdo mundo de soldados en guerra parece un error mostrar alguna debilidad y ahí estábamos, pertrechados con nuestras bayonetas en medio de una guerra del siglo XXI.
Supongo que como Lou Reed luchábamos en los flancos salvajes de la vida pero flancos diferentes.
Nunca me llevó, no sé si por resistencia personal, a ninguno de sus lugares favoritos y yo la llevé, con un par de sándwich fríos, al galeón pirata que es parte de mis escondites. Empecé a tener la sensación de no tener nada detrás de la puerta que ella se había empeñado en abrir. Supongo que hay una sensación extraña al dejar entrar a alguien a revolver dentro de casa. Implica la posibilidad de que encuentre esa mierda escondida de la que no se ha podido escapar porque se quedó en algún recóndito lugar en el que nunca pasó el aspirador. Creo que eso es lo que pasó por mi cabeza, porque es ahora la parte activa de mis taras la que se pone en alerta. La que busca, incesante, todos los motivos que van diciendo una y otra vez que no. Es la que busca enemigos entre sus conocidos, la que se queda enganchada con la mirada en dos de sus tres arrugas, la que no sabe si debe de comprar dos bollos suizos, de esos que están llenos de mantequilla, para decir que no a las magdalenas.
No sé, en realidad, cuando dejamos de hablar. Fue un poco antes de que me rindiera, digno e impertérrito, delante de su casa sin que bajara. El mismo instante en el que pensé que si no descubría mi mirada en el portal era porque ya tenía mis huecos llenos de alguien que no fuera yo y que estuviera en disposición de haber preparado una cata de cervezas artesanas en vez de un poco de cebolla pochada con alguna carne. Alguien que no se quejara del filo de los cuchillos. Hay veces que se intenta recuperar algo que ya está perdido. Ese fue el momento. Sucede cuatro días después de mis momentos de dignidad más pasiva agresiva. Claro que yo los conozco y ella no tenía por qué conocerlos. Debería de tener escrito un manual de instrucciones para dar la tercera vez que vuelvo a ver a la misma persona. “Si nos hemos visto tres veces no te creas que me he ido sino que empiezo a tener miedo”- debería de poner en algún lado.
Lo que sucede es que cuando alguien piensa que te has ido, se va.
Me puso en un mensaje “a tu lado hay frío y música”. Sonaba a reprimenda pero no lo era.
Y justo es cuando yo me di cuenta que la única vez que me quedé a dormir me desperté descansado. Aunque saliera corriendo sin verla desayunando ni eligiendo sombrero.
A los dos nos gustaba Antonio Vega, Ninguno se dejaba llevar por ti.
5 de diciembre de 2018
Comforting Sounds
I don't feel alright in spite of these comforting sounds you make
I don't feel alright because you make promises that you break
Into your house, why don't we share our solitude?
Nothing is pure anymore but solitude
It's hard to make sense, feels as if I'm sensing you through a lens
If someone else comes, I'll just sit here listening to the drums
Previously I never called it solitude
And probably you know all the dirty shows I've put on
Blunted and exhausted like anyone
Honestly I tried to avoid it. Honestly
Back when we were kids, we would always know when to stop
And now all the good kids are messing up
Nobody has gained or accomplished anything
Pd: (todo, pero a tope desde 4:35)
Pd: (todo, pero a tope desde 4:35)
3 de diciembre de 2018
El tiempo da la razón a "Sé que eres un estúpìdo"
Cuando escribí "sé que eres un estúpido" pensaba que la estupidez nos iba a mandar a la mierda a todos como sociedad y que esa cosa tan moderna que es que la opinión de la mayoría sea la que decida por nuestro futuro tenía en su contra que hay un porcentaje de personas nada desdeñable que es incapaz de razonar las consecuencias de sus actos. En el libro, que para eso es una distopía bastante marcada y una novela, al fin y al cabo, establece que hay un test infalible capaz de medir la estupidez y que gracias a ello se termina quitando el voto a los estúpidos y, solamente con eso, la sociedad mejora.
Dicho así es bastante fácil.
De aquel día a hoy han pasado varias cosas:
* Salido elegido Trump
* Se votó el Brexit
* Se voto en contra de la paz en Colombia
* Se votó a favor de que en Turquia hubiera un dictador
* En Cataluña se volvió a elegir a uno que se fue a Bruselas a un palacio,el que dice que si los bomberos no tienen mangueras es porque se han quedado el dinero los de Cuenca.
* Salió el Bolsonaro en Brasil
Y ayer en Andalucía Vox sacó 12 escaños con 350mil votos. Cosas muy locas como que en El Ejido, que es una población que ha vivido gracias a la inmigración irregular (porque para vender pimientos a precio de risa un negro que viviera en el invernadero era lo más barato) es un lugar donde quienes no quieren inmigración irregular han sacado el 45% de los votos. La democracia presupone que las personas son razonables pero la estupidez lo desmiente. Ojo, que no quiere decir que me postule a favor de la apertura de fronteras y la explotación humana pero... joder, es como si Zara vota en contra de la explotación infantil en la India o Amazon a favor de la regulación fiscal.
Pues eso pero de una manera asombrosamente dolorosa, porque está a 7 horas de mi casa en coche, es lo que va pasando.
La estupidez es la nueva infección Zombi y se acerca.
Pd: pueden ustedes comprar mi libro y regalarlo a los votantes de Vox para que sujeten los muebles que cojean de Ikea, si es que los saben montar.