11 de diciembre de 2018

La excusa gremial.

Siento no encontrar el link  pero el otro día me quedé oyendo una charla de un tipo, de esos que suenan a inteligentes cuando hablan, que terminaba razonando que vivimos en una sociedad de gremios en vez de una sociedad global. Está el gremio de las mujeres, el de los gays, el de los menores, los negros, los chinos, los inmigrantes o los que tienen sobrepeso.  Puede ser los que viven en un determinado lugar (catalanes, conquenses, tibetanos o flamencos) o incluso los pelirrojos. El caso es pertenecer a uno o varios gremios. De esa manera se puede buscar una excusa o un razonamiento de buenos y malos que valga para todo.

Si el árbitro pita en contra es porque el equipo contrario le ha sobornado. Si no me pagan más es porque soy de Podemos. Si no salgo en la sexta es porque soy de Vox. Si nieva mucho y se corta la carretera es porque los socialistas prefieren echar gasolina en el helicóptero de Pdro en vez de en los quitanieves.

Yo tengo, y lo he escrito más de una vez, un amigo que dispone de dos factores: es vago y es gay. El problema que tiene es que cuando le echan de un trabajo por vago, cosa que le sucede con bastante facilidad porque tiene la costumbre de dejar de ir a las dos semanas, dice que es por su condición sexual. Con eso ha llegado a la conclusión de que vive en una sociedad homofoga que le castiga continuamente. Lo otro, lo de no ir a trabajar cuando se ha pasado de copas la noche anterior, no entra en la ecuación. Si se le cuelan en el metro o si le llega una multa cree que es porque el radar es capaz de diferenciar las matrículas de los heterosexuales y dejarles vivir en la impunidad más absoluta.

Dicho así suena loquísimo.

Beatriz Talegón, que era esa chica del Psoe que hizo una vez un  speech casi acertado y ahora es independentista catalana en busca de la excusa gremial del día, ha publicado hoy mismo que ante la alerta de terrorismo islámico lo más probable es que sea el gobierno de España el que esté pagando a los árabes para que vayan a Cataluña a matar catalanes. Así, a lo loco. Si a un catalán le sale un grano o si los bomberos de Barcelona no tienen para pagar mangueras el problema es de España. Y nos quedamos todos tan tranquilos haciendo dieta dos días. Se mete en un  gremio y tiene una respuesta estandard para todo lo malo que le sucede.

La persona más racista que conozco es un tipo de Marrakech que jura que todos los sudamericanos son una banda de aprovechados porque vienen a España a hacer el vago pero también dice que los atentados en Francia son una maniobra del gobierno francés para imponer un estado policial con el que hacer más ricos a los franceses ricos a costa de culpabilizar a los árabes. Claro que él mismo tiene trabajo porque sabe hablar árabe y mide casi dos metros pero eso es, como en el caso de mi amigo vago, otra historia.

Si algo hemos criticado de los medios de comunicación en la historia es cómo han utilizado datos que parecen ciertos para ratificar sus planteamientos interesados. Alfonso Ussia, cuando tenía bastante voz radiofónica y Eta mataba personas (que de eso no hace mucho), afirmaba que todos los que mataban hablaban euskera. Claro que eso puede hacer pensar que si te doy los buenos dias (Egun on) paso a ser un terrorista malvado que quiere pegar tiros en la cabeza de los hijos de los guardias civiles. Eso, salvando las distancias, mete a aquel señor en un gremio con una excusa para muchas cosas.

Conocí a una chica hace años. Un viernes se fue con otro. Me indigné. Ante eso me respondió que si acaso yo me pensaba que una mujer libre como es ella iba a ser de mi propiedad. Que si acaso yo era uno de esos machistas recalcitrantes que consideran que las mujeres están a su servicio. Y, mientras me quedé ojiplático, resulta que ella se había metido en el gremio de la mujer subyugada con la excusa del hombre nehandertal responsable de que ayer mismo hubiera copulado con otro varón. Lo del pequeño compromiso de mes y medio compartiendo confidencias se quedó en lo anecdótico.

No niego en ningún momento que haya gays, catalanes, moros, derechistas, feministas, euskaldunes o enanos que sean maltratados por sus diferentes condiciones. No lo niego. Sin embargo existe un victimismo gremial cada vez más fuerte que convierte todo en mierda. No ayuda a ninguno de esos gremios y convierte palabras como discriminación, agresión, violencia o racismo en algo que puede llegar a cuestionarse porque muchas veces es absolutamente inexistente y sólo es parte de la excusa para no mirar en la responsabilidad personal.

"Hay hombres que son maltratados y deberíamos de pensar en  el maltrato en general en vez de un tipo de violencia"- se puede llegar a decir. Y ante eso una mujer, orgullosa y exclamativa, sentenció que eso será problema de los hombres y que las asociaciones de mujeres no se van a preocupar por ellos. "Que se las apañen como hemos tenido que hacerlo nosotras". Es ahí cuando puso barreras a su gremio. Como si fuera un egoísmo antes de navidad fijó su mirada en aquello que le atañe y no en las, justas o no, reivindicaciones de los demás.

Tuve un cliente que llamó preguntando por qué no tenía películas piratas en su ordenador y le comenté que eso era cosa suya. "El ordenador de mi cuñado tiene películas y el mío no"- me dijo- "No me las has puesto porque soy gitano, ¿verdad?"

Hay más casos que gremios, créeme.

En un momento de la historia reciente descubrimos que vivir en un gremio es mucho más reconfortante que pensar en el bien general. Es un barco a remo en el que cada grupo se esfuerza en una sola dirección. Y el galeón con todos va dando vueltas mientras agita el océano. Con una ola grande nos vamos a tomar por el culo.

Y la culpa será de los demás. Cuando nos ahoguemos unos se irán al fondo jurando que fue culpa de los otros.

Y los otros pensarán lo mismo.

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