14 de diciembre de 2018

I drink alone

Cuidado con las cenas de empresa de los autónomos.


Hay momentos, no lo vamos a negar en este mundo de felicidad de escaparate, en los que dan ganas de golpearse la cabeza contra la pared, volver a masturbarse sin ganas, llamar a quien te duele para no sentirse responsable del dolor o, sencillamente,  beber solo. Con un diazepan el efecto es inmediato. William Holden, galán y actor de grandísima calidad, fue encontrado muerto al haberse resbalado, borracho, en su propia casa tras una noche de bebida y soledad. Cuentan que aquella situación se tapó para que su imagen de hombre serio y cabal, educado y seductor, no fuera magullada por la verdad. Nicolas Cage, en Leaving Las Vegas, decidió matarse bebiendo y encontró como cómplice a una espectacular Elisabeth Sue. "Soy como un  percoespín" gritaba con los vasos clavados en su propia espalda, aletargado. Ese es el efecto de algunas drogas. Las que duermen. Las que hacen que el tiempo pase como si no sucediera nada. Todos los viernes veo a un tipo bebiendo en las mismas escaleras y todos los viernes estoy tentado de acercarme con una botella y esperar que me cuente, con esa lucidez que solo tienen los borrachos o los niños, cual es la historia. Porque siempre hay una historia detrás del primer trago inconveniente. Normalmente mucho más dramática que la verdad pero no todas las historias que nos tragamos son completamente ciertas.

Las empapamos en decoración y , a veces, en alcohol de baja graduación. Ese que por mucha agua que se beba  sigue dejando resaca. Es necesario reir, es necesario llorar. De vez en cuando es necesario perder el sentido porque desaparece ese filtro de consciencia que nos obliga a mantenernos en alerta. Yo, que soy digno como el Schinder del consumo social del alcohol, nunca parezco borracho. Eso lo dejo para la intimidad.




 Hay quien se acerca únicamente cuando tiene frío pero nunca llama en invierno.

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