He estado de viaje. Aparte del video, lo reseñable es la siguiente conversación oida en un bar:
-¿Sabes?. En España se espera un 27% de paro y en Alemania han publicado que tienen exactamente un 6%. Deberíamos de ir allí.
-Bueno... en Ecuador tienen un 5%. Deberían de ir allí.
Los datos son ciertos, me temo.
Pd: y respecto de lo del huracan en NY, aparte de considerar que cuando pasa en Haiti se hace una reseña al final del telediario... ponerle Sandy a la tormenta sólo me recuerda a Travolta... ¿Para cuando un flash mob en Times Square con esa musica?.
A principios de los 90 yo tuve un pequeño accidente porque un tipo con un coche de padre de familia se cruzó en mi camino en el mismo momento en el que Steve Tyler se quedaba solo con un grito en medio de Cryin´ (3:33)
Era el mismo año en el que nos repetíamos que la chica morena del video de Crazy era su hija y el mismo en el que mi hermana me dejó el Golf Cabrio rojo durante todo el verano y yo me empeñaba en conducirlo sin parar. El mismo año en el que abrí la capota desde un monte cercano a mi casa como si aquella vista fuera la del mismísimo Hollywood.
Fue un poco antes de aprenderme lo de "...girl before i meet you i was F.I.N.E (fine)... you spent me up like money, then ya hung me out to dry...", que se convirtió en la canción con la que me castigué por perder a quien sacaba la cabeza por encima del parabrisas como si no importara si alguien estuviera mirando con corbata, dos niños en el asiento, una vida aburida y un saco lleno de envidia, desde el coche que se quedaba atrás en los semáforos.
Supongo que fue más o menos el año en el que llegué a la conclusión de que me volvían locas esas chicas que parecen no necesitarte y que pueden, igualmente, agarrarte a la cama para reventarte, abrazarse como si les faltara el aire o aparecer con una falda pequeña, unos tacones altos, unas gafas grandes, un cigarro a medias y una camisa ajustada. La culpa la tuvieron esas películas de working girls, un poco de Thelma y Louise, Michelle Pfeiffer en "los fabulosos Baker Boys" (porque cantaba ella y me compré el vinilo) y todos los vídeos de Aerosmith.
Aquellas chicas que te exprimían al descubrir el poder que tenían sobre ti se volvieron renegadas amas de casa de oscuro pasado como si fueran Mujeres Desesperadas o absurdas Barbies preocupadas por la carcasa rosa de su Blackberry. Alguna vez se escapa alguna, después de haberse divorciado y criado a su vástago, poblando la barra de algún bar mientras mira a su alrededor tras recuperar una chamarra de cuero con hombreras que llevaba 20 años en el armario que no dejó que vaciara su marido.
Más de una vez envidio a un amigo que sabe perfectamente lo que busca. Quiere un tipo algo más gordo que él, con la bondad que tiene la sana conciencia del entorno casi bucólico y rural. Quiere poderle enseñar las series de televisión que le gustan y que le desee con esa mirada de complicidad que tienen los veinte minutos antes del sexo.
Por mi parte durante muchos años lo quise todo. Quise una dama en las reuniones sociales, una puta en la cama, una confidente para los dias de lluvia y una compañera a la que no tener que explicarle los demonios que me recorrieran el cuerpo. Lo intenté con quince amorosas y educadas mujeres de bien. Probé con alguna que vino de calles que a mi me daban miedo. Eché de mi casa con cólera a una adicta. Me echaron varias veces por no saber comprometerme y en más de una ocasión simplemente las relaciones se diluyeron en el ácido de la distancia o de los caminos que se alejan. Hice un máster en fracasos como quien escucha canciones pop a todas horas y, por mucho que la letra diga lo contrario, tuve la culpa siempre.
Siempre me volvieron loco las mujeres que parece que no me necesitan. Las alocadas, las listas y adolescentes un poco ochenteras que lloran viendo una peli. Las que abrazan hasta que te duermes y luego se van a su lado, que dicen cositas cuando te quieren con el cuerpo y que te soprenden con cara de traviesas. Me gustaron las que me decían cosas con los ojos, las que se ríen de los dobles sentidos, las que juegan a probarse ropa en una tienda estrafalaria y las que escuchan la música fuerte. Me gustaron las que andan en camiseta y tanga por casa pero esconden unas bragas horrendas en el cajón para usarlas a diario. Me gustaron las que llevan camisetas de tirantes y las que descubres que te están buscando con la mirada en medio de un bar. Las que tienen una sonrisa al final de la comisura de los labios y las que tienen la lengua acabada en punta. Las que miran de reojo al espejo. Las que siempre tienen un neceser. Me gustaron las que consiguen que salga de mi castillo en medio de la noche para quererlas contra la puerta sin tener que decir más. Me gustaron todas las mujeres que me hicieron pensar, las que me hicieron llorar y a las que me enganché como una enredadera sin quererlo y sin darme cuenta.
Me gustaron casi todas las que yo me imaginaba que salían en los videos de Aerosmith, porque salían todas.
Hay que reconocer que hoy, al llamarla casi creacionista, ha pedido perdón.
Estoy seguro que, al igual que algunos (hayan visto Dexter o no), es de esas personas que en algun momento han sido poseídas por el oscuro pasajero que todos llevamos en el interior. El oscuro pasajero es esa vocecilla que va cargada de conciencia o de extraños sentimientos que te hacen lanzarte a uno u otro lugar de la carretera. Es esa voz que te grita que recojas la ropa y salgas corriendo o que se queda dormida un poco antes que tú mientras ella ha dejado muerta la pierna que enredaba entre las tuyas unos segundos antes.
Mi oscuro pasajero hay días en los que me da dolor de cabeza y hay dias que me da taquicardias. Hay días en los que me lleva a merodear como un furtivo cerca de alguna casa y días en los que doy largos rodeos para no repetir circuitos conocidos o bares llenos de recuerdos. Hay dias en los que se aparece en la voz de mi padre y dias en los que me trae a la mente recuerdos o imaginaciones que no llego a encontrar el motivo por el que vienen, pero vienen. El oscuro pasajero es el que te hace marcar un numero de telefono olvidado o te recuerda los ojos de otro hombre cuando son mis manos las que te tocan, o viceversa. El oscuro pasajero es el que te llevó a buscar a tu primera novia en facebook o el que te obliga a volver a ordenar los apuntes de la universidad. Es el que le hace dar volantazos a esa gruesa mujer que escribió un mensaje aprovechando un semáforo y no puede esperar al próximo para leerlo. Es el que obliga a los ancianos a cruzar por donde les da la gana para ver si sacan algo del atropello. Es el que piensa que la otra persona te está juzgando cada vez que te dice que ella lo haría de una forma diferente o el que te grita que te está siendo infiel cuando tarda en responder a un mensaje.
De ahí a que ese pasajero vaya de serie con los órganos transplantados de alguien hay un camino demasiado largo.
Que existe es algo de lo que no tengo duda, aunque eso sea una incoherencia en estos tiempos ultracientíficos.
También sé que tú y yo lo tenemos dentro. Sé, tambien, que es esa parte de ti que cree que el centro del universo y el poseedor de la verdad eres tu mismo. Sé que es tu niño y tu censor, tu capricho y tu vicio, tus 21 gramos de inconfesables. Otra cosa es admitirlo. Supongo que el oscuro pasajero es el que se guarda los pensamientos que no eres capaz de decir en voz alta.
Para el que no lo sepa el Cosplay es esta afición de muchos más de los que parece a disfrazarse de alguno de sus personajes de videojuegos o comic favoritos. Tiene un par de elementos a su favor aunque, visto desde una visión adulta y un poco viciosa, que los personajes de la cultura popular sean ultramachotes o sobresexyfemeninos es un punto suficientemente importante como para dejarse llevar por la contemplación de jovenes caracterizados hasta la saciedad con vestimentas que, en algún caso, hacen dudar si el mejor invento del mundo, muy por delante que la rueda, son los leggins o el latex.
Lo cierto es que cuando yo era pequeño, y teniendo en cuenta que los juegos electrónicos consistían en una luz que se movía de un lado a otro, disfrazarse de pong no tenía gracia. Aún te disfrazabas de vaquero o de indio. Quizá, si eras muy atrevido, te disfrazabas de Charlot. El disfraz barato era el de futbolista y , unos pocos años después, el disfraz barato de los hermanos pequeños de mis amigos era el disfraz de punky porque consistía en ponerse los vaqueros rotos, echar gomina hasta que el pelo se quedaba de punta y colocarse unas cuantas chapas. Casi nadie llegaba al extremo de acompañarlo con un perro, que es, en realidad, el complemento perfecto del punk.
Yo no recuerdo haberme disfrazado jamás, excepto una vez que, con una funda blanca de raqueta Slazenger al revés en la cabeza, me empeñé en insistir que era un pitufo por mucho que aquello pareciera una barretina almidonada.
Tampoco recuerdo haber tenido nunca un coche teledirigido con volante y siempre sentí una profunda envidia de Albertito (que era el hijo de Alberto) porque tenía un un Scalextric con forma de circuíto y yo sólo pude jugar con uno que decía que era una copia exacta del circuíto de las 500 millas de Indianápolis pero era, en realidad, un cero bien grande donde resultaba de una sencillez extrema que se te saliera el cochecito en alguna de las dos únicas curvas. Una vez descubrí que con el diccionario que me trajeron los reyes podía hacer un pequeño vadén y eso casi lo convirtió en Monza durante un par de días. Para entonces Albertito tenía un contador de vueltas, una copia de un Porsche y hasta un tunel. Su circuíto ocupaba casi todo el suelo de la habitación y yo me acostaba oyendo ese sonido de abeja eléctrica que venía del piso de arriba porque aquel era mi vecino.
Mi padre me contaba que él jugaba en la calle y mi generación fué una de las primeras que empezó a quedarse en casa con los juegos Borrás, el autocross y, por supuesto , el Scalextric. Cuando llegábamos a Madrid mi madre decía que para llegar a casa de la tía había que coger el Scalextric de Atocha (que no existe ya) y yo me imaginaba al Seat 132 sujeto por ese timón con dos extremos tela metálica acelerando para ver si no se salía en la curva a la altura del ministerio de agricultura apretando en la mano, y en el asiento de atrás, un mando imaginario.
Mis padres acabaron con sus juegos en cuanto empezaron a trabajar y yo me empeño en mantenerlos vivos como si eso fuera el cosplay de los cuarentones.
Porque una cosa es que el tiempo diluya los recuerdos que te queden y otra que el dinero te diga que tu infancia ha entrado en concurso de acreedores. Joder, eso no se le hace al niño que algunos llevamos dentro. Al menos a los que el cosplay nos ha pillado mayores (y nos gusta la del min 1:52 del video del principio).
Estaba pensando que si al 100% de los jovenes que viven con sus padres les preguntas si se quieren ir de casa la inmensa mayoria te diria que rapidamente que si.
El problema es que cuando ven lo que les cuesta vivir solos deciden quedarse quejándose hasta los 35.
Supongo que es el punto de vista que tengo de esa cosita llamada independencia cuando le sumo el concepto de bolsillo.
Pd1: iba a escribir sobre eso de que se haya descubierto una trama de chinos corruptos que utilizaban a un concejal y a una trabajadora de hacienda pero, al descubrir que el dato más importante para la prensa es que uno quería hacer 13mil copias de su pene en látex, se me han quitado las ganas.
Pd3: creo que eso es lo que ha pasado esta semana, aparte de que ha llovido y que me he comprado un disco de esos que hablan de las cosas importantes, que son las que se sienten.
Era una banda de bocazas que pasó de decir que te iba a partir la cara, que es lo que pasa en las puertas de las discotecas, a coger unas pistolas y unos kilos de amonal y ponerlos en los bajos de los coches de los que les caían mal. En un principio, quizá en el pleistoceno, decían unas cosas como "respeto a la identidad vasca" y "la imposición del gobierno franquista" que, no nos engañemos, fueron celebradas con alguna copichuela a lo largo de toda España el día que hicieron volar por los aires a Carrero Blanco. Pero entonces la televisión, de quien la tenía, era en blanco y negro.
Después, al llegar la democracia y como sucede con casi todas las ideologías de autor, el negocio lo pudo todo. Daba igual que existiera una cosa llamada democracia o que hablar euskera fuera moderno. Daba igual que algunos nos confundiéramos entre Ertzaintza y Ertzaina porque siempre nos pareció más sencillo utilizar la palabra policía. Daba lo mismo que los niños vascos aprendiéramos euskera en vez de aleman o que tener un notable en medicina valiera menos, en el caso de un puesto en la seguridad social (que se llama Osakidetza), que saber declinar correctamente en un engendro linguístico llamado Batua. Daba lo mismo, incluso, que hubiera unas cotas de autogobierno que no habría soñado el mismísimo Mario Onaidia (cuando llevaba pistola) o que incluso éste último diera ese paso evolutivo ideológico hacia la defensa moderna de los ideales, que es con la palabra. En un determinado momento algunos macarras aprendieron que sentarse con una pistola en la mano era mucho más rentable que ponerse a trabajar por un pueblo compuesto de las variedades múltiples que componen una sociedad.
Así que algunos tuvimos que vivir la vergüenza de soportar como un grupo de mafiosos hacían gala de un supuesto amor a una patria sobre la que se cagaban contínuamente manchándola de sangre. Algunos, un poco después de la edad de hierro, empezamos a salir a la calle diciendo que estábamos hartos de toda esa mierda y lo que empezó siendo un acto de valentía se convirtió en algo común y respetable, como también era respetable que alguno apostara por pagar en euskos, levantar barreras y permitir exclusivamente la música folklórika más ancestral. Opinar, descubrimos, es libre.
Y entonces, casi como un refresco carbonatado, las burbujas fueron desapareciendo. Eta dejó de ser fashion. Algunos, poseídos por la estupidez o las malas modas pasadas, convirtieron aquello en un doloroso parvulario enmohecido por las drogas de fin de siglo. Otros, quizá porque habían aprendido a sacar cierta rentabilidad del dolor de los demás, tampoco se esforzaron mucho en que todo aquello terminara.
Desde mi punto de vista 3 cosas acabaron con aquello. 1º Matar Miguel Angel Blanco y tener que correr a las herriko tabernak a ser protegidos por la ertzaintza de sus vecinos enfurecidos. 2º Cortar el flujo de dinero institucional (con una herramienta "criticable" como fue la ilegalización de las ideas). 3º Que la sociedad vasca se hartó de tanta tiranía y de tanto salvapatrias.
Así que un día, hace tiempo, dejó de importar. Nos convertimos en un pueblo al que le importa vivir bien mucho más que si se doblan las películas de Bruce Willis al vascuence. Nos preocupamos de nuestro trabajo, de nuestras cositas y de volver a ganar la copa del rey. Es más, aprendimos a utilizar algunos símbolos como una manera de dar por el culo al vecino de la misma manera que el vecino lo hace con nosotros porque tontos hay en todas partes.
Mañana se vota en Euskadi. Por una parte tenemos a un grupo de baturros autodidactactas moderados (que ganarán), por otra tenemos a las ramificaciones estatales arcaicas de la derecha y la izquierda (que perderán) y, sin hablar de la izquierda más fragmentada del estado, tenemos a todos aquellos que quisieron pagar en euskos, se les llenaba la boca con el sistema político albanés y ahora hacen como si no hubiera pasado nada.
En realidad nos hemos vuelto una región, pais, autonomia o entorno sociopolítico aburridamente normal. Eso es de agradecer. Es de agradecer que volvamos a ponernos en manos de políticos inútiles, fruto de decisiones absurdas de mayorías irracionales y que vayamos a vivir una marea secesionista que nos intente demostrar que estamos mal por culpa de las Españas y de los excesos valencianos o de las vagancias andaluzas. Es de agradecer que poco sea lo que nos diferencie de catalanes o gallegos, de extremeños o canarios, de belgas o de letones. Es de agradecer que no se nos señale con el dedo por ser el último reducto europeo de asesinos al abrigo de ideales insultantes. Es de agradecer que nos vayamos a quedar con nuestras desigualdades sociales, nuestros sistemas corruptos y nuestras tasas de paro, con nuestros incómodos futuros y las tonterías contemporáneas del siglo XXI.
Es de agradecer que ahora, cuando ya ha pasado un año, parece que esté contando una historia de ficción.
Creo, sinceramente, que esta es la reflexión del dia de reflexión que hay antes de una votación más en un pais que es mejor que hace un año.
Un deadline se diferencia de un ultimatum en que éste último es inmediato. El deadline viene a ser un "quedamos a las 7 para hablar" y un ultimatum es cuando se sienta delante tuyo, te mira a la cara con los ojos repletos de dramatismo y te dice que "tenemos que hablar". Eso sí que da miedo y no algunos disfraces de Halloween.
Hay veces que las mujeres piensan que las conversaciones que los hombres mantienen sobre ellas están copadas por los volúmenes de sus pechos o las redondeces de sus caderas. Eso es lo mismo que pensar que ellas hablan exclusivamente quejándose de la falta de cariño que se les muestra desde el espectro de la testosterona. A veces, muchas más veces de las que parece, los hombres nos extrañamos de la metamorfosis de la mujer. A veces le decimos a un colega que tenemos que hacer compra porque ella nos lo pidió y, cuando estás en la puerta del supermercado, ella llama preguntando si lo hiciste y antes de poder excusarte ya te ha soltado ese "no hace falta que hagas nada, que ya lo hago yo". A veces las deseamos y entonces "solo las queremos para follar". A veces nos sentamos con ellas hasta que acaba el último bodrio de televisión y nos dicen "que ya no se sienten deseadas". A veces las enseñamos lo que nos gusta y nos repelen con un "sólo hablas de lo que te importa a ti". A veces les preguntamos por sus inquietudes y eso ratifica que "no me cuentas nada de tu vida". A veces nos quedamos callados y eso se convierte en "ya no haces nada".
Hay un estudio que dice que la testosterona aumenta la honestidad. No por ello quiero decir que los hombres seamos mejores tipos que las mujeres pero si que es cierto que es más que probable que seamos más sencillos (ubicándome yo mismo en el lado opuesto, según mi terapeuta).
Una amiga, antiguamente definida como profundamente lesbiana se sentó a mi lado a principio de verano. Nos encendimos un cigarro y me preguntó qué tal me iba la vida. "Ya sabes"- le dije- "nunca llego a saber realmente si estoy en el camino correcto o no". Ella dió una calada que se reflejaba sobre sus grandes gafas de sol. "eso me pasaba a mi con mi último novio". "¿noviO?"- pregunté. "Sí"- me respondió. "En realidad"- y empezó a sentenciar- "me gustan mucho más las mujeres pero cuando tienes un conflicto con un hombre, le chupas la polla y se acaban los problemas". No pude rebatir tanta claridad.
Supongo que un hombre te pone deadlines pero casi nunca ultimatums. A veces cuando, en medio del ultimatum, dices que quieres reirte, discutir poco y estar tranquilo quiere decir que lo que quieres es sentirte como después de acabar con las discusiones. Y que eso se convierta en una costumbre.
Decirlo de otra manera es soez, aunque sea la forma de convencer a un hombre común.
Dicen que es posible interferir en la ideología de un grupo de personas cuando se dan las circunstancias adecuadas. Dicen que cuando se pasó a alfabetizar a las generaciones era posible orientar la manera de pensar de los niños porque sus padres, que no sabían leer, eran incapaces de ejercer un control sobre la manera en la que educaban a sus hijos. Supongo, aunque es mucho suponer, que si a mi hijo le educan en una lengua que yo no soy capaz de controlar es mas que probable que eso se pueda dar, pero eso es una suposición un poco interesada.
El sábado pasado llevamos a mi madre, como regalo de cumpleaños, al Corral de la Moreria, en Madrid, justo enfrente de una luminosa catedral de la Almudena que nos saludó al pasar y que recordé con cariño de la última vez que estuve a su lado, justo antes de recorrer la fachada de Palacio Real y un poco antes de pasar en moto por el parque de atracciones de Madrid, en medio de la casa de campo.
Era su cumpleaños.
Sabíamos que le iba a gustar porque mi madre es una maravillosa mujer de esas a las que les gusta la copla y que entienden de toros. Es una dama que se emociona con los taconeos interminables y mira con los ojos sin pestañear a los zapatos casi rústicos y monocromáticos reforzados para hacer del sonido contra la tabla casi un trueno que despierte a los turistas de las mesas. A mi madre le gusta cada vez que, en un reportaje con olor a Nodo, sale Estrellita Castro y se busca en las imágenes de blanco y negro cuando ve a los niños desfilando delante de Franco porque es lo que ella vivió cuando tenía la edad de vivir la juventud.
Después, casi como un ritual que se desarrolla en el taxi, nos contaba las cosas que hacía cuando era pequeña y cómo toda esa folclórica sorpresa que le habíamos preparado despertaba la devoción por algunas cosas que añora.
Pensé, por un momento, si mi madre era un ejemplo de "españolización".
No lo es. Eso no quita que en la mesa estuviera mi hermana, anclada en la movida madrileña si hablamos de lo musical. Tampoco quita que estuviera mi sobrina que, como buena preadoleascente reniega en público de cualquier presentación cultural que no sea el más zafio hiphop con amagos regettoneros por mucho que haya empezado a interesarse por otros grupos en la intimidad de su iPod. Por supuesto que yo cerraba el circulo con ese desdén casi hipster que hace similitudes entre un bailarín flamenco y un homeless borracho en medio de la Castellana intentando bailar.
A mi madre le gusta el flamenco, a mi madre le gustan los toros, y la copla. Se sabe canciones de Rocío Jurado de memoria y se pone cintas de cuando Julio Iglesias estaba casado con Isabel Presley. Pero no piensa que si el resto de los componentes de su familia no disfrutan de lo mismo son menos. Simplemente les gustan otras cosas.
Pensé, por un momento, que en Euskadi algunos creen que hablar euskera, ser del Athletic, comprar el Deia, oír trikitixa en el mp3 y pasearse por las idi probak de Gernika pronunciando mucho las "errres" es un sinónimo de superioridad moral de la misma forma que ser del Barça, hablar catalán y poner ese tonillo de estar llamándote gilipollas es la modernez en esencia. Lo piensan porque es la manera de rebelarse contra la españolización que sufrieron sus abuelos. Abuelos que podrían ser compañeros de desfile, en medio de las juventudes de la falange, de mi madre cuando ella tenía 10 años porque ella siempre dice que aquellas camisas azules le gustaban una barbaridad, supongo que lo mismo que ahora pasa con los shorts de las de 15: una moda irracional.
La diferencia es que el día siguiente estábamos todos en la misma mesa. Mi madre había cocinado, mi hermana cortó el jamón y mi sobrina y yo pusimos la mesa. Le preguntamos sobre sus exámenes mientras miraba de reojo algún capítulo repetido de Los Simpsons y luego yo me metí con mi tecnología pensando que aunque seamos diferentes hemos aprendido a respetarnos, cosa que no sucede entre algunos idiotas que creen que es más importante españolizar, euskaldunizar o catalánizar que enseñar.
La idea de que en la educación es más importante la ideología es algo tan fascista en su planteamiento que despierta en mi el más absoluto de los desprecios, sea en la dirección que sea, sobre todo porque toda esa energía empleada en tal soplagaitez va en detrimento de lo más importante que es: aprender a pensar.
Una pintada que vi ayer da un buen ejemplo del resultado que se obtiene: "ijosde puta" ponía.
Va para los ideólogos de la educación, en general. Incluyo todos los gobiernos que se preocupan de intentar crear votantes en vez de personas y, por supuesto, no se preocupan de enseñar lo que ellos no supieron aprender.
Me dice que "jijiji" y "jejeje" no es lo mismo porque una cosa significa que te estás riendo con ganas y la otra es que realmente te parece gracioso. Eso es, creo, el metalenguaje del whatsapp. También, creo, que algo parecido sucedía en los sms. Supongo que pasaba algo similar en la grafología sobre la que yo llegué a leer más de un libro. En realidad, y a falta de todos los datos que es capaz de darte el lenguaje corporal, el ser humano, que es cotilla por naturaleza, siempre tiende a buscar algo mas allá del propio cuerpo de la comunicación. Somos cotillas de serie. Somos tan cotillas que nos encanta buscar mas allá para dar respuestas a las preguntas que nos hacemos. A las que no nos hacemos también, siempre y cuando las hagamos encajar en nuestra cabeza.
El gran éxito de Facebook siempre fue que se podía cotillear a otras personas pero, al contrario que otras redes, era un cotilleo con cierto esfuerzo porque siempre hay una puerta abierta a los datos que quieres pero nunca es la primera puerta a la que llamas. Lleva el esfuerzo casi delictivo de ir por diferentes perfiles hasta encontrarte el comentario abierto o la foto visible. Estoy convencido que si las políticas de privacidad funcionaran realmente o el whatsapp no tuviera double check, él y Facebook ya se habrían convertido en modas pasada de ídem, casi como en Messenger (que es probable que vuelva a la vida con Windows 8). El gran éxito de Facebook puede ser también que es metalenguaje en estado puro. "me gusta Juan Magan, me etiqueto haciendo botellón, la foto de perfil esta hecha en el cuarto de baño: soy una preadoleascente que empieza a estar orgullosa del poder social que descubre que ha ido ganando". Algunos programas informáticos e incluso los servidores de Google tienen complejos programas estadísticos destinados a descubrir si eres hombre o mujer, rico o pobre, alto o bajo listo o tonto, casado o soltero... Cruzando no sólo las búsquedas que haces sino el tipo de ordenador que usas, la conexión que tienes contratada en casa, el navegador que empleas, las horas a las que buscas e incluso si ese sistema operativo es legal o no. Cuando nos conectamos ese es el metalenguaje que no somos capaces de controlar.
La tecnología genera líneas de comunicación complicadas y que no significan lo mismo si eres adolescente o no, usas Facebook, ask, tuenti, twitter o Google+, tienes un teléfono, un ordenador o una tableta, es de una marca u otra e incluso la hora a la que te estés comunicando.
Lógicamente no es lo mismo un "q tal estás?" desde el ordenador a las dos de la tarde de un martes que desde el móvil a las dos de la mañana de un sábado. Significa cosas diferentes en algunos casos y en otros no. El problema es que ese metalenguaje se puede entender de una manera muy diferente según el interlocutor. Ella pensará, seguro, que tengo una azarosa vida sentimental y sexual porque habito en varias redes sociales y recibo mensajes en el teléfono y porque, probablemente, la manera que tengamos de interpretar nuestra verdad y la verdad del otro siempre es diferente.
"Madurar, que no crecer, te hace ser más tolerante con las cosas que te rodean y menos con las que te suceden"- me dijeron ayer. Es cierto. Cuando eres más joven no te importan muchas cosas pero no te relacionas con todo el mundo. Según te vas haciendo mayor eres capaz de relacionarte casi con cualquiera pero hay cosas por las que directamente no pasas porque intuyes que no las quieres para ti. Nunca hubieras hablado con alguien de otro "grupo" siendo adolescente pero no tuviste prejuicios para irte de paseo con ese guapo gilipollas y ahora hablas con cualquiera pero, de paseo, no te llevas a cualquiera. Esas decisiones las tomas creyendo como dogmas de fe las conclusiones que te dan todos esos componentes que van añadidos al contenido de la comunicación.
Así que aprendí que no es lo mismo "jijiji" que "jeje" y que si pones "ha ha" o "juas juas" son cosas muy diferentes.
También aprendí que todo lo que digo sin decirlo me castiga duramente y que no está, por mucho que lo relea, en la conversación. Está a medio camino entre mi verdad, la verdad, y la verdad de la interpretación de la otra parte.
En eso consiste y ha consistido siempre la comunicación.
Y cada vez es más complicada porque los humanos somos más extraños.
Tiene que ser jodidamente duro, al menos para alguno, que los hay, de los convencidos de las ideologías, descubrir, como si te encontraras a tu amada mujer con tu primo en la cama, que más de uno y de dos de los parámetros que considerabas inalterables no lo son.
Ahora mismo, a modo de anécdota ejemplificadora, me estoy acordando de alguna mujer que consideraba (y supongo que aún considera aunque de aquello hace un decenio ) que con amor y queriéndose con soltura, entonces, lo podemos todo. Creo que nos quisimos con soltura y cierta categoría melosa de telenovela venezolana post chávez y que anoche, mañana o el próximo sábado impar, cada uno dormirá en su cama con la compañía sexual de sus dedos. "¿Como pudimos fracasar de una forma tan estrepitosa con todo lo que nos queríamos?. - nos preguntamos cada vez que el dolor del fracaso sobrevuela el silencio en el que ya no hay nadie. La respuesta, quizá es que "porque somos humanos, porque no siempre se gana y porque dejarse llevar por la inercia de las creencias preconcebidas termina convirtiendo lo que debería ser en lo que no quisimos que fuera. Todo eso incluso asumiendo que aquello a lo que renunciamos éra mejor que lo que teníamos antes de conocernos."
Con el socialismo moderno ha pasado algo parecido. Si todos apostábamos por una sociedad más justa llegaríamos a la meta de la verdad y de una pureza social digna. Si ponemos el ejemplo de "el país" podemos decir que esa preciosa apuesta por el periodismo riguroso se convirtió en secundaria el día que un buen viaje a Punta Cana se pudo utilizar como una excusa para ver a unas mulatas fomentando el ego de un nuevo rico progore que cree que debe de cobrarse todos esos favores que pensó que le dio a la democracia.
Cuentan que en una universidad debatieron,a principio de curso y a modo de experimento, el sistema político a implantar en una supuesta sociedad compuesta por los estudiantes. Por aclamación popular se voto y se decidió que un equilibrio entre todos les haría crecer y aprender de una manera global. Al llegar los primeros exámenes el profesor sumo las notas de todos y las dividió por el numero de alumnos logrando así que todos fueran iguales (pero recordando a cada cual, de manera individual, no computable e informativa, su puntuación particular). En la siguiente remesa de exámenes aquellos que habían sacado mayor nota rebajaron sus resultados y los de peor nota se quedaron igual. ¿Por que?. Porque la naturaleza humana y la utopía viven en habitaciones diferentes y tanto el argumento del capaz en contra de sacrificarse por los que no se esfuerzan como el del "vago" que exige parte de la nota de otro como derecho adquirido pueden tener su punto de razón.
El señor Cebrian estará convencido de haberse ganado la millonada que cobra y considerará que algún periodista poco brillante no merece de su sueldo porque tiene trabajo gracias a él. Ese mismo periodista pensará que es tremendamente injusto que haya tanta diferencia entre unos y otros dentro de la misma redacción. El problema en este caso es que "el país" se conjuró hace tiempo como el faro de la verdad y el equilibrio social y se escandaliza de los desahucios cuando esos no son de sus periodistas, se alarma por los excesos de los ricos cuando no son sus ricos. A veces no te duele que te engañen sino que te hayan dado lecciones morales previas en la dirección contraria e incluso que casi que hayan convencido.
El ERE de El Pais tiene poco de la moral que redacta a diario como línea editorial y mucho de negocio. De eso va este texto.
Leo en un titular que "Holanda recoge 800 denuncias de abusos sexuales a menores en centros de acogida" y me escandalizo. Luego lo leo con detenimiento y con un poco de esa búsqueda morbosa de la misma parte del cerebro que busca sangre cuando pasa al lado de los accidentes de tráfico. Me encuentro con que, a modo de dato escondido, el 50% de los abusos son efectuados por otros menores (de 15 años).
Supongo que titular que "los niños holandeses violan a otros niños holandeses de manera sistemática" resultaba un titular poco creible ya que tiene que ser, por defecto, un adulto, a ser posible con sotana o profesor de gimnasia, el que abuse de un menor.
En Torrejón de Ardoz, que está aquí al lado, una menor ha confesado la muerte (de un tiro en la cabeza) de su hermano porque éste "no tragaba" a su novio como si los Capuleto, los Corleone y el Vaquilla hubieran vuelto a la ciudad y ahora tuvieran 20 años.
Todas estas noticias empiezan a ser habituales y casi no llaman la atención, aunque hablen de niños de 10 años que mandan ejércitos como quien juega a world of warcraft.
"Si te vas con otro, te mato"- le decía a medio día un muchacho vestido con ropa deportiva a una chica de pelo largo, chupa chups en la mano y falda tableada que le miraba atentamente. No tenían 15 años. Desconozco los motivos o la veracidad de tanta agresividad y de imitación de algún telenovelesco adulto sin glamour en vez de jugar, sin preocupaciones, con una peonza, a las chapas, con un yoyo o con el mítico hula hoop, que siempre ha sido algo muy sexy y muy infantil, como jugar al porno twister o a las prendas con los bolos de la wii.
Tenemos una sociedad que ha ido estableciendo sistemas de protección de los más débiles y, obviamente, los menores han sido una de esas partes sobreprotegidas. Les protegemos de los padres borrachos, de los profesores que pagan con ellos sus frustraciones o incluso de la violencia gratuíta y el porno en televisión. Les ponemos trabas para consumir alcohol y para comprar tabaco. A veces todo eso, como un backfire, se vuelve en contra de lo que quisimos conseguir.
Entonces las organizaciones que se gastan dinero público en cantidades industriales para proteger a los menores se vuelven locas porque ya no hay que protegerlos de una sociedad adulta que les extorsiona o se aprovecha de ellos sino que hay que protegerlos de ellos mismos.
Supongo que, como deja de cumplirse la norma de quien debe de abusar de quien, es preferible tapar los datos y pensar que los niños siguen jugando al hula hoop al ritmo de Ana y Enrique (que acabó de tertuliano en tele5).
Muchas veces no nos queremos dar cuenta que los racistas mas agresivos suelen ser extranjeros con los papeles recién puestos al día, que los nacionalistas mas radicales son los hijos de aquellos "maquetos" que vinieron a buscarse la vida con los sueños en una maleta y que el peor enemigo de la infancia tiene 15 años y se sienta en el pupitre de atrás.
He visto a un hombre con una sola pierna gritar a los coches mientras cruzaba una avenida de cuatro carriles por donde le dio la gana. Esquivándole pasó un automovil con la amortiguación rebajada conducido por un par de muchachos con el pelo cortado al estilo cepillo y grandes gafas sobre la cabeza escuchando atronadoramente regetton, que es la banda sonora de la invasión. En la acera una madre con tacones "casual", vaquero ajustado y una camiseta busca a su hijo después de despistarse con el frenazo. El hijo se quedó mirando al sonido intermitente y varonil de la moto de un repartidor que sueña con su negocio startup mientras considera que aquel es un trabajo temporal para el gran tipo que se cree, al estilo ochentero, como muchos grandes sobre los que ha leído, que empezaron repartiendo o en un bar, como si ser camarero fuera un trabajo menor y el camarero recoge las tazas usadas y pasando el trapo por debajo de las marcas que dejan pensando que lleva 20 años diferenciando entre un café con leche, un americano, un descafeinado de cafetera, otro de sobre y todas sus variantes con y sin sacarina. Frente a él un hombre de mediana edad con un traje arrugado digno de un vendedor de tercera apura una cerveza para ver si en ella encuentra el valor de decir en casa que lleva cuatro meses en paro pero es que la vergüenza nunca le permitió asumir ante los suyos que había perdido, como otros millones de españoles, aunque sus zapatos van gastándose según va pasando la prestación del paro y según se los olisquea un perro patada con un collar horrendo que sale correteando hacia ese tipo de dueña que no ha admitido en su indumentaria cuando pasó de ser moderna a ser horrenda o cuando se hizo mayor. Recoge al chucho, lo lleva con una mano y con la otra rebusca monedas en el mismo bolso al que se aferra cuando camina junto a un rumano que, con un carrito de niño sin capazo y sin infante, saca hierros de algún contenedor de basura ensuciando su camiseta del barça, que es la que se pone para vender lo que saque a ese gitano del madrid cuyo abuelo, por una mala borrachera y una valla con demasiados pinchos, perdió una pierna en la seguridad social y se engangrenó de rabia.
Ahora, le dicen, cruza por donde quiere para ver si el seguro del coche que le mate pueda sacar de pobres a sus hijos.
Supongo que cuando se puso a descarga la primera película en screener (que es cuando se ve fatal y se oye la tos del tipo de la fila de delante) más de uno pensó, no sin razón, que nadie en su sano juicio dejaría de disfrutar la excelencia técnica de un cine por ver en una pantalla de 15" un despliegue de desencuentros tecnológicos de tal calibre.
De la misma manera al notar la diferencia entre un mal mp3 y un disco perfectamente grabado más de un melómano no hubiera considerado, en su momento, que eso de reducir longitudes de onda menos audibles en favor de la compresión del audio no era un riesgo para la venta de sus discos (que incluían las letras, los créditos y un montón de fotos). Sin embargo en viernes descubri que la seccion de discos nacionales de alguna gran tienda es un desierto que posee a Vetusta morla como revelación, a Alejandro Sanz como gran novedad y ninguno de los artistas que he descubierto ultimamente.
Es curioso que todo eso haya sucedido después de decenios en los que los pequeños saltos tecnológicos eran la panacea de todos los "culturetas" que íbamos a por un amplificador nuevo o que corríamos de altavoz en altavoz para ver si era verdad eso del sonido envolvente 5.1. Ahora tienes, es cierto, una televisión 3d de 50 pulgadas en la que ves Divinity cuando vas de moderno, Tele5 si es que vienen los colegas con sus parejas e Intereconomía cuando estás en soledad (porque ya no dan porno y a mi ese canal me pone más tenso que Brianna Banks). Con un poco de suerte has conectado un cable HDMI de altísima definición desde el ordenador y te pones una película descargada en Avi.
Teníamos (y tenemos) el messenger y el skype pero nos enganchamos al whatsapp.
Tuvimos, supongo, a alguien que nos hacía pensar pero terminamos siendo mucho más colegas de quien se iba con nosotros a tomar cervezas o incluso pudimos tomarnos dos gin tonics de calidad en bares de moda pero elegimos hacer botellón sentados en el suelo.
La posibilidades siempre las hemos tenido ahí e incluso el desarrollo que ha ido teniendo la sociedad nos ha otorgado enormes posibilidades que hemos ido castigando por motivos dispares. Unas veces ha sido la vagancia, otras la supuesta economia. La mayoría de las veces ha sido por miedo. Miedo tuvimos cuando pudimos comprometernos y nos dejamos querer por alguien que no nos importaba o simplemente nos encerramos en casa. Miedo nos dió que nos vieran mal en la cam del ordenador y preferimos jugar con el double check para reducir la comunicación pero tener una irreal sensación de control de nuestras mentiras. Miedo tuvimos el día que quisimos un abrazo pero dimos sexo o cuando se nos subieron las hormonas pero nos depedimos con un abrazo y un pequeño beso porque no supimos decir con clase lo que teníamos dentro burbujeando.
Pudimos comprar mejor pero elegimos llevarnos por las publicidades e incluso cuando tuvimos un trabajo que nos gustaba lo cambiamos por otro de mayor salario pero menor satisfacción, supongo que para pagar la televisión que nunca hemos aprovechado o el todoterreno que nunca metimos por el monte y que ahora no podemos pagar porque nos quedamos en el paro.
El problema reside en que después, como si fuera un resultado lógico de obsolescencia cultural, dejan de hacer televisiones en 3d, cierran algunos bares y las películas parecen todas asquerosos screeners o copias infinitas de "aquí no hay quien viva". El resultado es que no aprendiste a dar caricias ni a pedir sexo sin ser soez. Lo que sucede es que los artistas ya no hacen cuadernillos con las letras de las canciones y que cambiaron aquella bonita costumbre den el darte un bocadillito de jamón en los vuelos de menos de una hora de avión por intentar venderte un boleto de lotería.
Y que ya no hay nadie para charlar con tranquilidad en el messenger mientras suena, dando literalmente por saco, el sonidito del whatsapp mientras el facebook se va llenando de soplapolleces.
A veces no tenemos lo que podemos sino lo que elegimos.
Independientemente de que sean elecciones equivocadas.
Supongo que a falta de terroristas, que ahora están de vacaciones (y mucho más de vacaciones en elecciones, no sea que se pierda en el juego democrático), todos necesitamos a nuestro pequeño fanático dispuesto a matar por matar. Creo que ver a los malos de las peliculas siempre nos hace sentir mejores personas porque podemos ser unos cabronazos o incluso descuartizar gatos por las noches pero no vamos por ahí matando indiscriminadamente o poniendo 140 kg de explosivos en la universidad que nos puteó una asignatura de tercero.
Así que mientras haya alguien peor que nosotros nos hemos librado como si estuviéramos jugando a las alturitas.
Imitar no siempre es fácil. Lo sé porque yo no soy capaz de hacer el acento argentino sin que me salga un gallego, por mucho que haga eso de "vos no sabés". Algunos tienen dotes para imitar y otros eligen a los imitados equivocados. Otros, con diferencia, son una imitación en sí mismos.
Lo cierto es que cuando se trata de imitar, que por definición es un concepto que compendia lo humorístico y lo sarcástico, es mucho más sencillo imitar a Chiquito de la Calzada que al último premio nobel, sobre todo si tenemos en cuenta que nadie sabe el nombre de este intelectual señor.
Así que es mucho más facil imitar a un asesino en serie y en España, que es un pais de imitadores facilones, ya tenemos el nuestro. Y cuando la Griso, con su MQMF al 100%, se rodea de los mismos tertulianos de Tolosa (que Tólosaben), hace sentir a las amas de casa y más de un parado sin prestación mucho mejor persona porque el mal imitador y peor muchacho quería volar por los aires la universidad con todos dentro esperando que, en Tele5, le llamaran para una entrevista bien remunerada y poderse hacer un hueco al lado de Belén Esteban.
He leido, aunque no encuentro la noticia, que se ha realizado un estudio que es capaz de afirmar que la generación de jovenes menor de 25 años que ahora nos rodea ha desarrollado una conciencia social envidiable que les hace reconocer los diferentes parámetros de igualdad, ecología y pertenencia a un grupo social amplio que para más de algún habitante medio es sumamente complicado. Saben, como no lo ha sabido ninguna generación anterior, que hay que ayudar a los pobres, que hay que cuidar el planeta, que con sus pequeños gestos pueden hacer de éste un mundo más justo y que todos somos personas.
Hasta ahí las buenas noticias.
También se ha publicado que, al menos en en entorno de Bilbao, que para eso somos unos atletas de la hipocresía, los jóvenes utilizan a mendigos para que vayan al Eroski a comprarles sus litros de bebida y saltarse así dos cosas: las leyes que les impiden comprar alcohol y pagar los precios que , por mera economía adolescente, no pueden abonar en un bar convencional. Hace poco decomisaron 2000 litros de alcohol a menores en una sola tarde cerca de aqui.
Así que está muy bien eso de esperar que la riqueza se comparta entre todos pero si puedo usar a un mendigo para agarrarme una melopea... la pobreza y un pelín de esclavitud no me viene mal. Luego, que lo limpie el ayuntamiento.
La responsabilidad de la educación de un adolescente recae sobre su familia porque sus profesores lo que tienen que hacer es enseñarles, asi que hoy no toca echarle la culpa al deplorable sistema educativo de quita y pon que tenemos en este pais. La moda, los teléfonos y la MTV, con ese esquema en el que ellas son meretrices con kilos de más y ellos reyes del pelo cepillo y la camiseta abanderado, lo que hacen es explotar el floreciente negocio del adolescente con el dinero de sus papás. Los operadores de telefonía se frotan las manos con cada whatsapp y sexting que se intercambian mientras se acuestan con el móvil entre sus sábanas de Hello Kitty y Bob Esponja.
Pero lo que sí que han aprendido es a ser tan hipócritas como más de un político, más falsos que un billete de 1000€. Te dicen que te han entendido y no comprendieron nada, te aseguran que se van a portar bien antes de aceptar la solicitud de un adulto en Tuenti y te dicen que no quieren que los pobres lo sigan siendo pero si pueden usarlos para comprar unos litros, ni lo dudan.
Son un reflejo de lo peor de nosotros, pero es lo que aprendieron para sobrevivir o, al menos, hacer lo que les da la gana. En análisis transaccional se llama "niño adaptado" y se corresponde a todas esas cosas que hacemos para conseguir satisfacer los impulsos más primarios que nos brotan de dentro sin escuchar a ningún adulto.
Yo aprendí a colarme en las discotecas más cool en 1990. Era, si no me equivoco, el año en el que en el festival de cine de San Sebastián ganó "Alas de mariposa" y descubrí que si te acercas con paso firme hacia la puerta saltándote la cola de personas y dando las buenas noches a los armarios roperos que habitan en ese lugar sin parar una décima de segundo, pasas seguro. Si eres bajito y vas en un buen coche, lo cual probé absolutamente borracho a las tres de la mañana en medio de la Castellana el dia de la boda de mi hermana, hasta te lo aparcan y te buscan dentro del local para darte las llaves.
"La clave es la seguridad" me explicó mi maestro.
Pasa lo mismo en la cola del banco pero no en la frutería porque en la frutería las señoras saben adivinar con perfección suprema si eres un caradura. Para una madre haciendo la compra no hay clases, sólo turnos.
En realidad lo que sucede es que el ser humano, que ha adoptado la concepción clasista del mundo como suya, se coharta como un tipo de tercera ante lo que supone que le supera. Los jueces se cohartan ante los ricos y ante la monarquía (pero no ante Isabel Pantoja por mucho que diga, con razón, que su caso y el de la infanta es idéntico). Los jugadores de fútbol se cortan cuando enfrente tienen a Messi o a Ronaldo y los porteros de discoteca, que son ciclados hombrecitos de dos metros que no llegaron a agentes de prosegur que reparten hostias como panes en Atocha (siento profundamente la comparación), se "achantan" cuando un tipo pequeñito avanza hacia ellos sin que sepan si acaso es el cuñado del dueño, un traficante de drogas soviético o un putero concejal corrupto que viene a cobrar la mordida.
Habría que poner a madres en la puerta de las discotecas. El aforo sería más limpio, más ordenado y todos habrían llegado con los deberes bien hechos.
Quizá el problema está en que las madres han descubierto el poder de las Cougars, pero eso es otra historia y otro tipo de madres, no como las que me estoy imaginando. Las que me estoy imaginando saben hacer croquetas y tienen una concepción del mundo mucho más justa que tú y que yo. Siempre tienen una bolsa del supermercado a mano por si hay una compra no prevista o por si llueve poder taparse la cabeza. Son sabias. Son los líderes que nunca tendremos.
Que estamos viviendo una temporada en la que el habitante de a pie necesita conocer a nuevos héroes es una obviedad. Nos aferramos como posesos a quienes nos hacen promesas que no pueden cumplir pero nos las creemos porque necesitamos sentir que alguien tiene un superpoder que le vino dado del cielo, como si fuera el gran heroe americano que se encontró un traje sin instruciones abandonado en medio del desierto, pero sin el agente del FBI Maxwell, ese que te decia que "se te ha caido el pelo"
Por alguna razón necesitamos a nuestros Obamas, a nuestros reivindicativos pobres camareros que impiden que la policía entre en un bar a llevarse a unos muchachos que pasaban por ahí para decir que se sienten estafados por un gobierno digodiego. Necesitamos a presentadores folloneros incisivos que parezca que tengan algo que no podemos tener la mayoría de los mortales. Algunos necesitan creer, al estilo más dictatorial de la Corea del Norte, que existen humanos superpoderosos que todo lo saben y que toman decisiones que no podrá comprender un ciudadano normal, porque es un ciudadano inferior.
Eso, como si fuera cierto, es lo que algunos utilizan en un extraño esquema mental que les define para quejarse esperando que algún nuevo superhéroe les salve del supermalvado que ahora les castiga como si fueran esclavos de un poder superior.
Eso significa que nada pueden hacer porque no tuvieron la suerte de nacer en el planeta Kripton, que también puede ser una familia muy rica, porque está igual de lejos que aquel planeta de ti y de mi.
Así que, mientras el elástico de los cuatro fantásticos usa sus poderes para sacar el brazo para comprar tabaco en el bar de abajo (no es mio, es de una canción), los demás se aferran a esa idea infantil de que si no son superhéroes no podrán hacer mucho. Un día, leyendo el periódico o viendo las noticias, les contarán de un tipo que salvó a unos niños, y le creerán un héroe. Depués vendrá un tertuliano con gran verbo y mucha polémica, y le creerán otro héroe. Incluso alguno creyeron de verdad que Belén Esteban era una heroína (aunque fuera de otra substancia) o que el último político tenía capa y poderes. Otros piensan que Anguita, que Sampedro o que las vacas muertas del poder son el pequeño saltamontes de nuestra liberación. Los menos piensan que quienes tienen poder social actualmente guardan triquiñuelas fantásticas para llevar la película de nuestra vida hasta el final feliz que nos merecemos.
El caso es que, como si fuera un comic real, hacemos héroes a cada paso sin darnos cuenta que los únicos héroes debemos de ser, a base de las pequeñas cosas, nosotros.
Esos somos los héroes. Ya es hora de actuar como tales sin dejar de preservar nuestra identidad secreta. Lo otro son becerros de oro.