Dicen que es posible interferir en la ideología de un grupo de personas cuando se dan las circunstancias adecuadas. Dicen que cuando se pasó a alfabetizar a las generaciones era posible orientar la manera de pensar de los niños porque sus padres, que no sabían leer, eran incapaces de ejercer un control sobre la manera en la que educaban a sus hijos. Supongo, aunque es mucho suponer, que si a mi hijo le educan en una lengua que yo no soy capaz de controlar es mas que probable que eso se pueda dar, pero eso es una suposición un poco interesada.
El sábado pasado llevamos a mi madre, como regalo de cumpleaños, al Corral de la Moreria, en Madrid, justo enfrente de una luminosa catedral de la Almudena que nos saludó al pasar y que recordé con cariño de la última vez que estuve a su lado, justo antes de recorrer la fachada de Palacio Real y un poco antes de pasar en moto por el parque de atracciones de Madrid, en medio de la casa de campo.
Era su cumpleaños.
Sabíamos que le iba a gustar porque mi madre es una maravillosa mujer de esas a las que les gusta la copla y que entienden de toros. Es una dama que se emociona con los taconeos interminables y mira con los ojos sin pestañear a los zapatos casi rústicos y monocromáticos reforzados para hacer del sonido contra la tabla casi un trueno que despierte a los turistas de las mesas. A mi madre le gusta cada vez que, en un reportaje con olor a Nodo, sale Estrellita Castro y se busca en las imágenes de blanco y negro cuando ve a los niños desfilando delante de Franco porque es lo que ella vivió cuando tenía la edad de vivir la juventud.
Después, casi como un ritual que se desarrolla en el taxi, nos contaba las cosas que hacía cuando era pequeña y cómo toda esa folclórica sorpresa que le habíamos preparado despertaba la devoción por algunas cosas que añora.
Pensé, por un momento, si mi madre era un ejemplo de "españolización".
No lo es. Eso no quita que en la mesa estuviera mi hermana, anclada en la movida madrileña si hablamos de lo musical. Tampoco quita que estuviera mi sobrina que, como buena preadoleascente reniega en público de cualquier presentación cultural que no sea el más zafio hiphop con amagos regettoneros por mucho que haya empezado a interesarse por otros grupos en la intimidad de su iPod. Por supuesto que yo cerraba el circulo con ese desdén casi hipster que hace similitudes entre un bailarín flamenco y un homeless borracho en medio de la Castellana intentando bailar.
A mi madre le gusta el flamenco, a mi madre le gustan los toros, y la copla. Se sabe canciones de Rocío Jurado de memoria y se pone cintas de cuando Julio Iglesias estaba casado con Isabel Presley. Pero no piensa que si el resto de los componentes de su familia no disfrutan de lo mismo son menos. Simplemente les gustan otras cosas.
Pensé, por un momento, que en Euskadi algunos creen que hablar euskera, ser del Athletic, comprar el Deia, oír trikitixa en el mp3 y pasearse por las idi probak de Gernika pronunciando mucho las "errres" es un sinónimo de superioridad moral de la misma forma que ser del Barça, hablar catalán y poner ese tonillo de estar llamándote gilipollas es la modernez en esencia. Lo piensan porque es la manera de rebelarse contra la españolización que sufrieron sus abuelos. Abuelos que podrían ser compañeros de desfile, en medio de las juventudes de la falange, de mi madre cuando ella tenía 10 años porque ella siempre dice que aquellas camisas azules le gustaban una barbaridad, supongo que lo mismo que ahora pasa con los shorts de las de 15: una moda irracional.
La diferencia es que el día siguiente estábamos todos en la misma mesa. Mi madre había cocinado, mi hermana cortó el jamón y mi sobrina y yo pusimos la mesa. Le preguntamos sobre sus exámenes mientras miraba de reojo algún capítulo repetido de Los Simpsons y luego yo me metí con mi tecnología pensando que aunque seamos diferentes hemos aprendido a respetarnos, cosa que no sucede entre algunos idiotas que creen que es más importante españolizar, euskaldunizar o catalánizar que enseñar.
La idea de que en la educación es más importante la ideología es algo tan fascista en su planteamiento que despierta en mi el más absoluto de los desprecios, sea en la dirección que sea, sobre todo porque toda esa energía empleada en tal soplagaitez va en detrimento de lo más importante que es: aprender a pensar.
Una pintada que vi ayer da un buen ejemplo del resultado que se obtiene: "ijosde puta" ponía.
Va para los ideólogos de la educación, en general. Incluyo todos los gobiernos que se preocupan de intentar crear votantes en vez de personas y, por supuesto, no se preocupan de enseñar lo que ellos no supieron aprender.
Gracias, muy bueno.
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarpues denadas, denadas...
ResponderEliminarAl leer estas palabras recuerdo cuando de joven tenia ese anhelo por aprender y cultivar ideales, por que no me alejaran las diferencias sino que pudiera aprender de ellas, tener una cultura que me llevara a ser mejor persona...hacia mucho tiempo que no tenia ese recuerdo.
ResponderEliminarGracias ( estas sembrao )
Tal como está la ESO seguramente quería pintar "hiros de putas"
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