31 de diciembre de 2020
31/12/2021 ( vs 1978 en San Francisco)
30 de diciembre de 2020
2020. No dejé de fumar. ( resumen comentado)
He estado revisando, como todos los años, las entradas de este blog. Reconozco que no son muchas pero vosotros, los que me leéis, ya no sois los miles de cada día sino una banda de degenerados locos que se aferran a refugios absurdos como puede resultar mi vomitorio.
No voy a dejar escapar de entre los momentos del año el hecho de haber publicado mi segundo libro que es, y lo siento por el primero, mucho mejor. Es una radiografía del egoísmo humano en las relaciones modernas, en la mercadotecnia y en el valor de la vida. Toma ya.Curiosamente una de las cosas que nos deja el año es algo parecido a lo que quise escribir, aunque algunos se quedan sólo con la mamada interruptus de la página 39. Nos hemos descubierto como egoístas, como vendedores sin escrúpulos con discurso moral y hemos dado un valor a la vida que quizá, solo quizá, tampoco es tan importante.
Siempre pensé que a nosotros nos parecía muy loco que alguien se pusiera un cinturón bomba y se hiciera explotar en un mercado de infieles pero es porque creímos que la concepción de la vida que tenemos es la misma en la cabeza del terrorista suicida que, con la vida de mierda que probablemente tiene, prefiere lo que le espera en el más allá. Con y sin cien vírgenes para él. ( que no entiendo la manía que tienen algunos con las vírgenes cuando entrenadas son mucho más divertidas)Por otra parte hemos descubierto cómo nos venden cosas que ni nos hacen falta ni son a nuestro favor. Nos venden, por ejemplo, que cerrar nuestro bar y quedarnos sin ingresos está muy bien porque así seremos mejores personas. Mientras tanto, quien nos vende ese discurso, se sube el sueldo público. Nos venden, y voy a ser honestamente hostil, que van a castigar a los ricos y hemos descubierto que si somos autónomos ( que se nos sube la cuota en plena pandemia) o si cambiamos de coche (que a partir de mañana son una media de 700€ más de matriculación) o si tomamos un refresco, o si tenemos un par de empleados, o si trabajamos para vivir, entonces es que los ricos éramos nosotros. Se nos venden discursos pero se nos sodomiza, eso sí, diciéndonos que nos quieren. Dime que eso no es de comercial de tercera división o tercera vicepresidencia. O segunda, que ya ha ascendido. O primera. O desde el banquillo de la oposición. Ha sido un año de trampas. España se ha convertido en un lugar de extremos.
Y, lo que me resulta más claro: somos una banda de egoístas de mierda. Alguien me dijo que tenía muchas ganas de verme y le duró hasta el martes que apareció uno con un máster ( o varita mágica, no sé. Varita, seguro. "Ha sucedido así"- me dijo. Yo pensé, entonces, que cambiaba más rápido de parecer que un presidente del gobierno).
Si algo ha sacado todo esto, en donde a algunos les gusta pensar que están viviendo en una serie de televisión de demasiados capítulos, es que exigimos de los demás lo que no damos. Nos queremos creer el protagonista bondadoso atacado por las fuerzas del mal encarnadas en los demás: En los negacionistas, en Trump, en el fascismo que solo es de derechas, en la Eta, en la industria cárnica o en los fabricantes de incienso para quemar en tu casa mística. Da igual. Vivir en un extremo está de moda porque nos permite ser víctimas. Y a las víctimas, me da lo mismo que sean del imperialismo progre o del capitalismo que mueve a los políticos como títeres, hay que darles lo que piden sin preguntar el por qué lo piden. Creo que lo escribí con ganas aqui.
Así que así acabamos el año: hipócritas, en una guerra contra todo y procurando haber elegido el arquetipo correcto de comportamiento.
Y no hemos descubierto lo que es verdaderamente importante porque hemos jugado a un juego que yo propuse hace muchos años: imagina un mundo en el que no existe lo que a ti no te gusta o no te interesa. Por ejemplo, en mi mundo no hay espárragos. Así que el mundo que estamos dejando, piénsalo bien, asesina al comercio de la equina que da trabajo a tu vecino. No hay conciertos ni se compran los libros que deberíamos ( ¿ te he dicho que he escrito un libro?). Los bares están cerrados. Las calles son desiertos a partir de las ocho de la tarde. No puedes conocer gente nueva que te aporte puntos de vista diferentes. No debes bailar. Nadie sabe, en realidad, si sonríes al verle.
Quizá nos hemos equivocado al elegir. Y elegir, me lo dijo quien me hizo daño al irse jurando que la había echado, es renunciar.
Lo único que ha salido más fuerte es el sesgo cognitivo que no es más que buscar pruebas de eso que ya creíamos para ratificar nuestras razones. Y en eso internet es maravilloso porque si crees que existe una china con tres tetas, la buscas y hasta sale una foto. Pero eso no quiere decir que exista.
Así que es un año de egoismo, vendedores falsarios y exageración del valor de la vida. Sé que no estareis de acuerdo con esto último pero yo no creo que vivir sea respirar cada mañana sin poder hablar, reir, amar o aprender. Eso sí, cotizando como un perro.
Nos vemos en el 2021 que podría ser peor, podría llover.
Pd: ya he empezado el libro nuevo. Es de humor. Y de terroristas. Y de contraterroristas que son terroristas. Vamos, que va de intentar demostrar que los extremos son demasiado parecidos. Que si cambias tus argumentos de lado y te parecen una mierda quizá es que son una mierda. Que Podemos, Bildu y Vox se parecen demasiado. Cada uno vive en su serie televisiva pero ninguno en el mundo real. ¿ Para qué? Si les va de puta madre así.
23 de diciembre de 2020
20 de diciembre de 2020
20 de Diciembre (2009).
Había
pasado un pequeño tiempo en casa, sentado en su sitio delante de la tele y con
una bata azul que escondía la forma en la que perdía toda la energía.
—No me llames a casa mañana porque
vuelvo al hospital —me dijo.
Fui
obediente y no le llamé a casa.
Creo que me reconoció un par de veces aquella última semana y se fue sin hacer ruido, esperando a que todos estuviéramos dormidos, a las seis de la mañana de un frío y nevado veinte de diciembre.
Saqué
su ropa del armario ese mismo día. Recogí todo lo que pude, incluso la caja del
dvd que todavía habitaba la mesa del salón.
Al
revisar el ordenador me encontré unas instrucciones precisas de qué hacer en
ese momento, a quien llamar, cuáles son los seguros que hay que reclamar. Mi
padre siempre se adelantaba a los acontecimientos.
Después
de una breve ceremonia a primera hora de la mañana y sin nadie más que los
mínimos en número, con un palmo de nieve en las afuera de Madrid y el hielo
colgando de los pequeños árboles en un fenómeno que se llama “lluvia engelante”,
hice lo que se esperaba de mí: Conducir quinientos kilómetros para ir a
trabajar.
Nadie
me vió, con mi traje oscuro y en alguna cuneta camino de la Nacional I,
romperme del todo.
19 de diciembre de 2020
Master en imbécil
Siempre, desafortunadamente, tiene que haber un imbécil que dice las cosas. ¿Sabes?. Ese que te dice que has engordado y que una vez te dijo que te veía más guapa. O ese que te pregunta el por qué, como si fuera el muñeco de nieve Olaf. Siempre ha de existir, de la misma forma que está el gordo, el borracho, el promiscuo, el básico o el snob, ese incómodo compañero que duda de todo o se pregunta por el motivo de las cosas. Ese gilipollas que piensa en de donde venimos y hacia donde van nuestros pasos si es que actuamos de la manera que nos planteamos en este presente.
Bien. He descubierto, a mi pesar, que yo soy ese imbécil.
Y como ahora, en esta sociedad de múltiples elecciones, podemos elegir con quien nos juntamos, ya no existen esos grupos heterogéneos de los pueblos de verano en donde la elección de los amigos la hacía la edad. Si te tocaba ser el malo , lo aceptabas. Si te tocaba ser el borracho o el que caía en todas las bromas, lo aceptabas. Yo era el estudiante deportista en invierno y el rarito pequeño en verano, porque sacaba buenas notas y jugaba al baloncesto pero en verano , aparte de tener un año menos que los demás, no jugaba al fútbol pero me iba por ahí en bicicleta. Ahí estábamos, como si fuera verano azul o física y química: grupos formados por la casualidad y el baby boom.
Sin embargo hoy en día los grupos parecen más fruto del sesgo cognitivo. Por una parte los pijos o los emos ( no sé si existen) , o los que van de rojísimos, feministísimos, mariconísimos (me refiero a la pluma), nazísimos o incluso pesadísimos militantes de lo que sea. Y avanzan, como los tipos de reservoir dogs, dándose la razón los unos a los otros casi como si se chuparan las pollas en una orgía de pensamiento identitario. Ojo a quien se atreva a preguntarse, ni siquiera de soslayo, si existe alguna opción diferente a la marcada por el grupo. Será condenado directamente por el delito de cuestionar alguna verdad. Hereje. Quememos en la hoguera a Galileo o , al menos, hagámosle un arresto domiciliario.
Reconozco que yo viví el final de los Punk y los Mods. Acepto, con muchísimo respeto, el mundo Heavy. Pero, es curioso, se puede ser Heavy y gay. Se puede ser Mod y hacer punto de cruz en casa. Hay Punks que se duchaban a diario y alguno hasta no tenía perro
¿Se puede, hoy en día, jurar ser de izquierdas pero aceptar que existe un feminismo intransigente revanchista diferente a la idea de igualdad de género?. ¿Se puede ser de derechas y aceptar que una muerte digna es el último derecho que debe respetarse a una persona de bien mientras se rompe por dentro?. Te veo ardiendo en la hoguera.
O quizá sí, pero no lo parece.
Creo que hemos perdido algo llamado tolerancia entre 1969 y hoy. Nunca más que ahora se habla de diversidad, libertad y democracía pero es un derecho exclusivamente para quien piensa como yo. Al menos en los grupos que se forman en las esquinas de las calles y que ayudan a forjar lo que seremos mañana. Y como alguien nos quiso convencer que podíamos ser adolescentes hasta la jubilación, las bandas ideologías juveniles se extienden hasta más allá de la emancipación de tu primer hijo.
Al menos eso veo. Yo. Que soy el imbécil que cuando preguntó por qué, se quedó solo. Que soy el que cuando dice algo en alguna red social no es rebatido sino directamente insultado.
Un máster en imbécil. Estoy esperando que me llegue el título.
14 de diciembre de 2020
De esta navidad salimos más tontos ( felicitaciones dulces)
"A mi"- decía una chica en la mesa de detrás del bar abierto y en peligro de extinción por el bien de todos ( menos de los hosteleros)- "me gustan los hombres sentipensantes". Y se quedó haciendo una pausa dramática esperando la aprobación de sus interlocutoras. "Ya sabéis que yo soy sapiosexual"- dijo otra. En ese instante pensé, por un momento, que si existe el karma un coche con seguro a todo riesgo debería empotrarse contra la cristalera asesinando a dicho grupúsculo y abonar generosamente los gastos de los arreglos al dueño del establecimiento.
Pero el karma, amigos, no existe.
En realidad lo que existe es la proximidad de una de esas navidades en las que, otra vez más y con una fuerza acumulada casi como de seres que provienen del averno, las felicitaciones de falso afecto edulcorado van a bombardearte.
Olvida una llamada y por supuesto nada por escrito en papel. La posibilidad de contacto personal está estrictamente prohibida. Prepárate, protegido por la bibliografía de Bukowski o los mejores momentos de Houellebecq, al ametrallamiento de deseos parecidos al final de una película de sobremesa de sábado. A la horadada y miserable consecución de frases rebuscadamente horteras. A los "que la magia de la navidad nos haga más fuertes y solidarios de lo que fuimos nunca para conseguir tener un año feliz". A las personas mágicas de chocolate que viven en las casas de caramelo del barrio de la piruleta.
¿Cuándo nos volvimos gilipollas ridículos del todo?.
En algún momento entre los ochenta y ahora creímos que éramos publicistas, pero de los chungos. Que si "de esta salimos más fuertes". Que si "la belleza del mundo se vive de forma intuitiva". Que si "el tiempo es el único polígrafo". ¿Os habéis vuelto todos tontos?
Hace años escribía aquí mismo que llegaba "La invasión de los místicos" y estas navidades van a ser la definitiva prueba de que ese virus ha convertido a la mayoría en Zombis de un buenismo cursilón vacío de contenido donde, después de "anhelar el calor de los corazones en tu vida gloriosa que te traerá de todo con el año nuevo", no habrá más que un extraño que perdió medio bit de datos en su móvil para calmar su propia inmadurez.
Y, como el karma no existe, se quedará tan tranquilo como la imbécil de la mesa de atrás buscando hombres sentipensantes no binarios en Badoo, que es un sitio donde está para ver si un sábado borracha, alguien le sube el ego. Ya, si eso, quizá eche un polvo. Eso sí, un polvo sapiosexual introvertido.
Al terminar intercambiarán los números de móvil o los nombres en Telegram. ¿ Para qué?. Para enviar una felicitación de mierda. Dulce como una tarta de tu abuela. Muerta, como la mía.
De esta navidad, salimos más tontos.
7 de diciembre de 2020
La necesidad de una guerra
Orwell mantenía, no sin razón, que en ese mundo distópico de 2020 1984 los seres humanos tenían la necesidad de estar siempre en guerra. De esa forma y con la excusa de una situación de excepción, se podían mantener las estructuras de manera continua para, así , continuar el control sobre la masa. La guerra para Orwell no consistía en la conquista o no de unos territorios sino defender una determinada y supuestamente mejor organización social de una debacle absoluta que iba a llegar si se fracturaba lo que con tanto esfuerzo se había logrado conseguir.
En realidad hay personas que, como aquel japonés que fue encontrado en la selva 30 años después de haberla perdido, necesitan mantener en su día a día la sensación de estar continuamente en guerra contra algún tipo de enemigo. Los hay que siguen luchando contra Franco y los hay que siguen luchando contra el comunismo de Lenin. Entre ellos, de vez en cuando, generan supuestas disputas que alguna vez se lleva por delante uno o dos contenedores quemados. Y se van a casa, ufanos, creyendo que han hecho algo importante en la batalla de Midway, de las ramblas o de los alrededores del Santiago Bernabeu. Luchan contra la imposición por parte del "otro" de valores incorrectos que atentan contra la moral de "los unos". Y, con eso, me da igual que digan que es que se les impone una religión que no quieren, una lengua que no hablan o un documento de identidad con unos colores que no le gustan. La manera, entonces, de ser el libertador de las ideas justas, es imponer la religión contraria, favorecer la otra lengua e inventarse un documento de identidad alternativo, aunque sea con una impresora de inyección de tinta de 60€ con cartuchos compatibles, de esos que dejan rayas.
La guerra jamás, decía Orwell, logra resultados positivos y definitivos.
Las guerras, brutales o domésticas, sólo dejan dos bandos de perdedores.
¿Cuándo no se ha estado en una especie de guerra?. No de las de bombas sino de las otras, de las de cada día. En guerra contra el capitalismo, contra el machismo, contra las feminazis. En guerra contra la moral cristiana, contra la monarquía, contra el maltrato animal. En guerra por mantener el estado del bienestar, la sanidad pública, por un mercado de trabajo justo. En guerra por los precios de los pisos y por el paro juvenil. En guerra por la educación de calidad y gratuíta con bajadas de impuestos y subidas de salario a los profesores. En guerra por el racismo. Da igual, hay que estar en guerra.
Y, en realidad, ya no hace falta que haya enemigo porque somos perfectamente capaces de crearlo, como un virus que nos mata y nos bombardea. Algo que nos sirve como excusa para defendernos o sacrificarnos creyendo que hay un motivo, una razón, una libertad o una moral que defender. Da igual estar en guerra contra dictadores muertos o contra terroristas vencidos. El caso es estarlo.
Mientras tanto, justo antes de darnos cuenta que al final también somos perdedores, lo que hay que hacer es estar en guerra.
Porque parece que tenemos esa necesidad: la necesidad de una guerra.
5 de diciembre de 2020
Lucille y la intransigencia.
-¿Qué haces?
-Estoy acabando un vino malo. Oyendo llover de costado. He empezado oyendo los discos de Burning del 74 y estoy con Black Pistol Fire a todo volumen para dejar que el final del día me posea.
-Yo estuve oyendo bb king.
-¿Con Lucille?
-No, sólo BB king.
-Lucille es la guitarra.
-Ah. No lo sabía. BB king me gusta mucho. Soy fan.
-Hombre. Mucho no porque yo no soy un gran fan pero conocía el dato.
-¿Vas de listo?
-No, solamente intentaba ser empático con lo que decías estar oyendo.
-Me aburre esta conversación.
-Bueno. Oye. Si lo que querías era hablar de los filósofos alemanes de princpios del XX, haberlo dicho.
Creo que me dijo alguna palabra malsonante y me bloqueó para siempre. En realidad BB King estaba tocando en Arkansas allá por 1949 y dos tipos se empezaron a pelear. En medio de la pelea golpearon un un barril y éste salió ardiendo. Todo se quemaba y, una vez fuera del local, King entró a rescatar su guitarra. Una Gibson acústica. En ese incendio murieron dos personas y él se enteró que aquellos hombres se peleaban por una mujer llamada Lucille. Desde entonces todas sus guitarras llevaban ese nombre.
Una mujer impaciente (princesita y soplagaitas) se quedó sin conocer la historia pero dirá que es una fan. Supongo que también jurará que es cinéfila porque tiene una suscripción a netflix y dirá que es melómana porque usa Spotify. Estamos rodeados de personas y personajes que te dicen que te calles, si es que hablas de Cuba, porque estuvieron en un resort en 1997 con sus padres sin salir del complejo hotelero.
¿En qué puto momento recorrer la M30 te hace un experto en Madrid? ¿Cuándo haber discutido con el novio del instituto te hace una experta en violencia de género? Es más, ¿ por qué cuando alguien sabe un poco de algo pero, en realidad, no tiene ni puta idea , no es capaz de reconocer la derrota o su mentira previa? Quienes más ruido hacen hablando de terrorismo no han salido de Moratalaz ni para orinar mirando al norte.
Hace muchos años estuve invitado a un cumpleaños. A mi lado un muchacho como yo ( he dicho muchos años) me contaba que era algo parecido a un Hacker. Que entraba en ordenadores y hacía no sé cuantas cosas. Yo estaba callado y le miraba con una pose de admiración. Es más, le pedía que me contara más y, según hablaba, sus faltas de rigor eran mayores. Así que fui malvado. Le pregunté si conocía a gente de la ciudad que supiera tanto como él. Y ahí cayó porque me empezó a hablar de unos chicos que, desde una pequeña tienda, hacían cosas con sus equipos. Y la verdad es que les tenía magnificados porque, casualmente, yo trabajaba allí. Sin embargo le dejé hablar y hablar. Eché la mano a la cartera y, dándole una tarjeta, le pedí que viniera a enseñarnos. Ahí descubrí que yo, quizá, ya sabía desde el principio que aquello era una pose. Jamás apareció. Supongo que es lo mismo que bloquearme cuando te hablo de Lucille. Supongo que es por eso por lo que no hago muchos amigos. Y parto del principio obvio en el que ni sé de BB King ni de informática porque si algo tengo muy claro es que cuanto más sabes de algo, más cuenta te das que te queda mucho por aprender.
Falsa modestia, dirán algunos haciendo trampa. De verdad que no. Pero estoy, literamente, hasta la punta de la polla de todos esos que van de expertos en todo y solo son mierdas. El problema es que cuando la conversación, el chat, el titular o el tipo de letra no es el que sus majestades esperan, lo desprecian sin hacer el más mínimo esfuerzo de preocuparse por el contenido. "No voy a hablar contigo porque, aunque hayas razonado tu forma de sacar del último puesto a España de la recesión económica mundial, estudiaste con el vecino del concejal de Vox de Alpedrete así voy a hacer lo que diga mi cuñado, que piensa como yo y me hace todos los años la declaración de la renta". Algunos hasta son ministros. "Me vas a decir tú a mi"- le dijo seguramente un tipo a BB King discutiendo sobre blues.
Lucille estaba en su estuche.
No hay mucha diferencia entre las princesitas del Tinder, los que llevan el gen del cuñado como un virus y algunas actitudes viciadas de los predicadores políticos.
Por cierto. Los black pistol fire son así de buenos:
2 de diciembre de 2020
El amor, los grupos, la velocidad, el esfuerzo y la modernidad
Un buen amigo, que ha llegado a Esa Incierta Edad, me remite a un documental de esos que nos ponen parte del supuesto futuro deseado delante de la cara y nos explota: La teoría sueca del amor.