Se ha lanzado el iphone5 y una compañía ha contratado a Ramon García, capa incluída, para dar las campanadas en la Puerta del Sol y satisfacer a la cola de más de 300 personas que esperaban ansiosas para gastarse entre 669 y 869€, que es lo que cuesta un teléfono que es, cito textual, "una evolución del anterior" y que la mayoría de los habitantes del planeta, al estilo de cacatúas publicitarias, afirma que es mejor sin saber lo que tienen en las manos.
Dicen que venderá 7 millones de unidades en el primer fin de semana y 58 millones hasta fin de año.
Dicen que la compañia ganará 36.000 millones de dólares adicionales a un ejercicio fiscal normal con lo que podremos afirmar que los ricos serán más ricos, sobre todo si lo pagas con tarjeta (que así también trinca el banco).
Repito, colas para pagar entre 669 y 869€ por algo que no hace nada nuevo y que no deja de ser un teléfono con el que llamar al inem para preguntar el motivo por el que te han reducido la prestación.
Pero hay colas. En la Puerta del Sol, que es donde se sentaban muchos a reclamar una sociedad más justa.
¿Crisis?
Si podemos pagar esa cantidad y hacer revuelo por ese dispendio que es como hacer cola para comprar ferraris que corren como un Ibiza para tener que aparcarlos en la calle y que, además, no necesitas...
Cuando alguna pareja te presenta a su hijo y te dice que se llama "Jonathan" y lo hace con el orgullo exacerbado de creerse la quinta esencia de la originalidad sientes un calambre que va bajando por la espalda hasta terminar en el mismísimo ano desprendiéndose de ti como una ventosidad de desaprobación sin ser capaz de admitirlo mientras miras al vástago haciendo como que no has oido nada.
Cuando hago un repaso a la manera de protestar que tiene esa generación de hípster sin clase que abunda dentro de un resquicio de brillantes jóvenes españoles vengo a reconocer que hay algo tremendamente cierto: En las primeras reivindicaciones que tomaron las calles al ritmo que marcaba una juventud que creíamos anestesiada por la música dance, el botellón y los videojuegos aparecieron una serie de pancartas hábiles en su contenido y dignas de más de un publicista en paro. Tomaban referencias culturales o frases pertenecientes a nuestra cultura más habitual para convertirlas en sutiles y brutales reivindicaciones. En algún momento incluso aquellas pancartas tomaron la calle más que algún indignado.
Así que, casi como si fuera la misma admiración mediática que tuvo ese primer Operación Triunfo, algunos se han creido los nuevos Bisbales y las grandes Rosas de España pensando, con el sonido que hacen los engranajes con poca grasa, lo que puede llegar a parir su cerebro en forma de pancarta para el controvertido 25S.
Y me he encontrado cientos de pancartas al estilo "democracia: me gusta cuando callas porque estás como ausente" que no son más que un corta y pega de una búsqueda de google para hacer con ello lo mismo que con los trabajos de la ESO: una mala copia de los resultados de internet porque a alguno se le olvidó pensar.
Son los mismos que te mandan una y otra vez esa comparativa con los precios en pesetas y en euros de los sueldos y el café. Son los mismos que te dicen que el salario mínimo en España y en Alemania es un ejemplo de ser un pais de segunda clase y los mismos que te mandan un powerpoint con fotos de gatos. Son los que ponen frases de cuestionable autoayuda en su perfil social y se quedan, más pasados de rosca que una canción de amor de Air Supply, en los 40 principales.
Supongo que son los mismos que creen que la crisis se arregla montando en Ryanair, comprando en H&M, despreciando al comercio que tanto trabajo le cuesta abrir a su vecina, pagando con tarjeta para que ganen los bancos, quejándose mucho para terminar votando a los mismos cada 8 años (cada 4 años a uno diferente) e intentando no pagar impuestos como un buen habitante mediterráneo.
Serán los mismos que, pensando que son Bisbales de la reivindicación, se han convertido en esperpentos de la pancarta y que pondrán a su hijo, si es mujer: Jeniffer, si es varón: Jonathan.
Y se creerán los más.
Bueno, más sí que son.
Pd: En resumen: alguien, hace un año, descubrió el poder de una pancarta bien realizada porque nuestro germen intelectual es indudablemente bueno. Otros, por aquel entonces, lo vieron como algo chulo que tenía que ser copiado porque así se creerían más listos y mucho más modernetes. Así que lo copiaron como se copia en España: chapuceramente y con esa muestra orgullosa, digna de Pitingo, que te hace dudar entre si es la basura que te parece o tan bueno como se lo cree el autor de la copia, al estilo Ctrl+V.
Hasta para quejarse hace falta un poco de clase, corazones.
Tengo la impresión que el nacionalismo, en algún caso, es algo parecido al hincha de un equipo de fútbol que va siendo un fanático de un equipo y luego de otro según van cambiando los ciclos de los ganadores. Lo que se viene a llamar un chaquetero futbolístico.
De eso va el chiste.
De la misma manera algunos estudios afirman que pasar tiempo en facebook durante esas temporadas en las que nos sentimos mal con nosotros mismos es algo negativo porque tendemos a idealizar la vida de los demás y eso nos hace sentir aún más tristes, feos y solitarios.
Por ese mismo motivo y admitiendo que el 25% de las personas borran a sus ex de facebook los mismos estudios llegan a la conclusión que esa acción, lógica en medio de las fases de la distancia, termina siendo negativa porque pensamos que estará poniendo fotos del último fin de semana cuando llegó feliz, con alcohol y vete tú a saber con qué más, a casa a las 5h41.
En realidad fomenta la acción psicótica de imaginar todas esas cosas que nos hacen daño para convertirlas, en nuestra cabeza, en reales, e imaginarlas como quien tiene una pesadilla.
Lo cierto es que ninguna de esas cosas son ciertas aunque algún día, en medio de una irritante conversación casual llena de reproches, te diga que dijo tu nombre mientras estaba en la cama con otra persona.
Facebook, casi como nuestras sonrisas impuestas cada vez que no queremos dar pistas de lo que nos recorre el cuerpo, es un escaparate luminoso y filtrado donde intentamos ser los más felices, los más guapos y los más ocurrentes e inquisidores para con lo que nos rodea. Hasta ahí no deja de ser un gran bar del que, más de una vez, sales para fumarte un cigarro.
El 54% de las personas que no borraron a sus ex de facebook sino que fueron dejando que se diluyera el contacto (sin llegar a la psicosis del espionaje) tuvieron un mayor crecimiento personal. El 50% siguió teniendo contacto y supongo que, casi como en la vida normal, unos volvieron a estar juntos y otros no. Algunos se habrán hecho más de un "me gusta" en alguna foto de la misma forma que se pueden saludar al encontrarse por la calle en la vida 1.0 sin que eso implique que vayan a procrear mañana. El 12% se encontró que les habían borrado y conozco más de un caso al que le dijeron que le querían tanto que no podían tenerlo como un amigo más.
La tecnología abre caminos que, al cerrarlos, puede llevar consigo lo mismo que esconder todos los males del mundo en la caja de Pandora: que algún día la abres y salen.
La manera de relacionarnos del siglo XXI es extraña y se nos olvida que no dejan de ser personas las que están al otro lado del whatsapp o del perfil de facebook. Se nos olvida que no podemos jugar al juego de la comparación de nuestra intimidad con la vida pública de los demás porque siempre saldremos perdiendo y que no podemos pedir a quien nos acompañe en nuestros sueños que sea un prínpipe o una princesa las 24h del dia o que responda cada vez que queramos que esté online. Castigamos las ausencias tecnológicas más que premiamos sus preguntas sobre el día que tuvimos en el trabajo o las veces que nos hace reir.
Las comedias románticas han hecho mucho daño. El perfil de los demás también. Borrar a nuestros ex es, en definitiva y según los estudios, una declaración de guerra que a quien más daño hace es a quien cierra la puerta y abre la imaginación.
Facebook, dicen. es culpable del 20% de las rupturas. La realidad, supongo, de otro 20%. Los miedos que cada uno lleva consigo fomentan el resto e incluso hacen que se conviertan en realidad. Dice la letra de una canción que conozco "¿de quien te vengabas todo el tiempo que yo estuve a tu lado?" (haciendo click, añado)
Ha entrado por la puerta de mi trabajo. Le conocí junto con su colega, con el que montaron un ciber cuando los ciber eran lo más moderno que un buen freak podía gestionar si es que era un psicótico de esos que se quedaban por las noches jugando al DOOM. Era la época en la que el Half life resultaba la última novedad en juegos en red.
Está mayor. Han pasado, más o menos, 15 años desde aquello.
Se ha sentado y me ha pedido un cigarro.
-"No tengo saldo, ni dinero, ni nada..."
-"Se ha muerto Txus"
Entonces es cuando me he sentado a su lado y no he sabido qué decir.
-"Un ataque al corazón. Estaba trabajando en Gijón. De repente"
Le ha echado la culpa a la mala vida. Le ha echado la culpa a más de una droga o a más de un hábito de comida inapropiado. Le ha echado la culpa al muerto de tener que ser él quien le haya llamado a la madre para darle la mala noticia. Supongo que son esos momentos en los que necesitas echar la culpa a algo o a alguien para no sentirte pequeño.
Luego se ha marchado despacio, casi sin rumbo y con lágrimas en los ojos intentando recordar a aquellos que compartieron los años que pasaron en el barrio.
Así que me he quedado callado pensando que ya no estoy en esa fase de la vida en la que la muerte es algo que les pasa a los abuelos de los demás. Ni siquiera que sea esa fase que afecta a los padres de los demás o a los amantes de las sensaciones fuertes que se quedan en las cunetas de las carreteras comarcales. Tampoco la fase que se lleva por delante a los que habían comprado los boletos de las fatalidades en forma de cupones de cocaína a diario o a los que ya estaban enfermos cuando te sentabas en los pupitres de madera y acero de EGB.
Estoy al principio de la fase en la que, sin aviso y sin accidentes, se mueren los colegas. Lo que más me duele es que ni siquiera hice los deberes de la fase anterior. No tengo hijos. Sigo quedándome poseído por los dibujos animados en televisión y si me duele la espalda no creo que nadie quisiera quedarse a mi lado, con las piernas a mis lados y las manos en los músculos, diciéndome que no pasa nada, que mañana llega enseguida y que se abrazará hasta que me duerma para, luego, irse a su lado y esperar a que yo prepare el desayuno dentro de unas horas.
Mierda. La adolescencia dura demasiado tiempo y la muerte sigue las mismas pautas.
Pd: Un abrazo, Txus (1974-2012). En algún sitio estarás buscando un servidor para algún juego online. Te queda la eternidad para batir records.
Mi profesor de termodinámica de 4º decía que una vez resuelto un problema el alumno debía de valorar si ese resultado estaba dentro de los parámetros de lo viable. "Eso"- insitía- "es lo que diferencia a un ser humano de un robot"
Probablemente eso es algo que resulta abolutamente obvio para todos aquellos que, como yo, no nacimos con un ordenador pegado a nuestro trasero.
Sin embargo hemos aprendido a no poner en duda los resultados que una máquina nos puede dar de la misma manera que algunos consideran que si algo aparece escrito en la Wikipedia es, por dogma, cierto. Hemos considerado que si está escrito entonces tiene parámetros de certeza.
El último ejemplo, y probablemente uno de los más sangrantes, lo ha dado la versión de mapas del ios6. Apple, con esa consideración casi quirúrgicamente limpia de la informática, ha puesto a sus máquinas a trabajar partiendo de la consideración empírica de que los ordenadores y la información que circula por internet es intrínsecamente cierta. Y les ha salido una broma en vez de un mapa. ¿Por qué? Porque no han mirado el resultado y han considerado que si el ordenador lo dice, tendrá razón.
La generación que empieza a tener el control de nuestra sociedad carece de la capacidad de enfrentarse a lo que un conjunto de máquinas pueda llegar a afirmar, como si fuera un Skynet todopoderoso. No se plantea la veracidad de la respuesta si es que la respuesta está llena de 0 y 1. No hace falta pensar si la máquina puede pensar por ti y, además, ya se te ha olvidado cómo hacer una raiz cuadrada a mano. Es más, no puedes poner en duda el resultado, aunque te diga que el Ebro esté en Brasil porque alguien te convenció que ese conjunto de chips es más listo que tu.
Mi profesor de termodinámica era un señor bajito, que fumaba ducados en clase y que llamábamos épsilon (porque era pequeño y despreciable) pero tenía mucha más razón que toda la maquinaria de Apple haciendo mapas.
Ahora hay que explicar a toda una generación que las máquinas son instrumentos que dan resultados pero que con el resultado en la mano lo que hay que hacer es: pensar.
Eso es lo que diferencia al ser humano de un robot.
Parece ser que Dédalo, al escapar del laberinto en el que estaba preso, descubrió que la única manera que tenía de salir era por aire así que hizo unas alas con plumas, hilo y cera. Hizo dos juegos de alas. Unas para él y otras para su joven hijo Ícaro.
Aprendió a utilizarlas y le enseñó el uso a su hijo no sin antes avisar que si volaba bajo mojaría el hilo y que si volaba alto el sol derretiría la cera.
Cuando ya estaban en el aire camino de su destino Ícaro pensó que podría volar más alto, que la sensación de llegar al cielo era algo que debía de aprovechar y, en medio de tanto gozo por el vuelo y tal y como le había avisado su padre, el sol derritió la cera cayendo y muriendo en el mar.
Dédalo llegó a su destino pero nunca superó la muerte de su hijo, de la que se sentía responsable.
"Hay un 47% de las personas que votarán por el presidente pase lo que pase. Correcto, hay un 47% que están con él, que son dependientes de un gobierno, quienes creen que son víctimas, quienes creen que el gobierno tiene la responsabilidad de preocuparse por ellos, quienen creen que tienen derecho a la sanidad, a la comida, a lo que sea. Eso es un derecho. Y el gobierno debería dárselo. Y ellos votarán por ese presidente pase lo que pase.
Quiero decir que el presidente parte con 48, 49.. con un gran número. Esos son los que no pagan impuestos. Un 47% de los americanos no pagan impuestos Por lo tanto nuestro mensaje de bajar los impuestos no conecta con ellos. Él va a estar por ahí hablando de recortes de impuestos para ricos, Quiero decir que que eso es lo que venden cada cuatro años. Y mi trabajo no es preocuparme de esa gente. Nunca les convenceré de que deben de tomar la responsabilidad personal de preocuparse por sus propias vidas. Tengo que convencer al 5% o 10% de de las personas del centro de que son independientes, que son razonables ,a que voten a un lado o al otro dependiendo en algunos casos de la emocion, incluso si les gusta el tipo o no."
Es curioso, después de estar todo el día dándole vueltas a las palabras de Romney, que las sociedades modernas se han dado cuenta que han creado una nueva clase, una clase dependiente de la bondad del sistema. Una clase que ha tomado todas esas leyes perfectamente diseñadas para hacer un mundo más justo y las han convertido en sus leyes esclavas con la premisa de que son derechos que el gobierno debe de regalarles por el mero hecho de respirar. Cuando las cosas iban bien a nadie le importaba que un buen grupo de socialdependientes caminaran por las calles y ahora les repudia. ¿Nadie vió como la burguesia decrecía en favorde todos esos votos cautivos de regalos con forma de subsidios?.
En realidad, como con casi todos los planteamientos a cara descubierta, una parte de mi se retuerce pensando que ha llamado vagos casi al 50% de los votantes y por otra parte conozco más de un caso que le da la razón y que se compone de demasiadas personas que creen que mientras están en el bar el gobierno, como si fuera el gran hermano, debe de encontrarles casa, trabajo, sueldo digno y alimento en perfecto estado. El problema es que ese planteamiento deja implícito que aunque los votos valen lo mismo, no deberían. Deja implícito que un votante se vende, igual que se vende un político o una furcia, por prevendas a cambio de su cuerpo, su integridad o su voto.
Pd: siento la traducción, es home-made. Desconozco lo que Santiago Carrillo (qepd) diría sabiamente sobre ello.
La familia real británica ha inciado acciones legales contra las publicaciones que exponen, en sus portadas sensacionalistas, el pezón de Kate. Un pezón pequeño, juguetón con el que el príncipe habrá hecho bromas y que tiene el morbo incombustible del poder, de lo prohibido, de la salvaje excitación que lleva consigo aquello que se supone que nunca estará a tu alcance. Eso es lo que lo hace especial y un titular en sí mismo con la aureola del escándalo porque hay que reconocer que pezones se ven, sin sentir cambio hormonal alguno, a diario.
Quizá, por lo de los pezones, algo nos diferencia de cuando, a principios de los 80, yo viví mis primeras poluciones con las transparencias del catálogo del Venca. Nos diferencia respecto a los infantes que se cansan de ver páginas pornográficas como algo común mientras buscan datos para hacer un corta y pega en sus trabajos de primero de la ESO.
El poder incontestable de un pezón no tiene mucho sentido en el universo 2.0 y, sin embargo, los equipos legales de la familia de una de las mujeres más ricas del planeta van a iniciar una cruzada legal contra aquellos que, cual plebeyos desconocedores de lo intocable que es la desnudez de la realeza, han cometido la insubordinación de no retirar su mirada ante el brillo de la teta real.
Nadie se preocupa de pensar que toda esa furia legal pudiera emplearse en atacar a los que explotan a los parados de Manchester o a los asalariados de la city que juegan con los intereses de las casas de los británicos de Bristol. ¿Para qué?. Saquemos a nuestros abogados del armario y lancemos una lucha sin cuartel contra Francia y contra Italia porque un día, en un yate, Kate se bajó la parte de arriba del bikini para que no se le vieran las marcas con el vestido de la recepción oficial de Suecia.
Dice el poema: "Cagar es un placer; / de cagar nadie se escapa / caga el rey, caga el papa / caga el buey, caga la vaca / y hasta la señorita mas guapa / hace sus bolitas de caca."
Con los pezones pasa lo mismo. Lo escandaloso no es que Kate los tenga o que uno sea más grande que otro. Ni siquiera que los enseñe. Hubiera sido mucho más divertido que se los frotara de esa manera que haceis las mujeres, que es de abajo a arriba. Lo escandaloso es que el pezón de Kate sea una excusa para que vivan de ello un grupo de abogados a sueldo de una funcionaria de lujo. No actúan por niños explotados en el tercer mundo. No se mueven porque se queme un restaurante indú en las afueras de Londres. No se alteran porque los peces el Thamesis tengan tres ojos o porque le roben el bolso a una anciana que pasea por Hide Park. Se mueven por un pezón. Vulgar, normal, elíptico y poco bronceado. Un pezón que vale mucho más que miles de injusticias que se producen a diario. Será el reality de los pezones. El gran hermano de las tetas. La salvaguarda moral de la sangre azul.
"Queremos que la muchacha sea comunal"- gritaban en Amanece que no es poco.
"Y turgente"- se oía de fondo.
"Kate, todos los pezones son contingentes pero el tuyo es necesario"- añado.
Me dice un productor teatral que ha oído esa noticia del teatro que, en vez de entradas, vende zanahorias para aplicar un 4% de Iva en vez del 21%, que es algo que él mismo se planteó (con botellines de agua) hace unos dias. El motivo, me explica, es que cuando él hace una obra tiene que dar el 10% a la sociedad de autores, un 5% a la empresa que le vende los tickets (internet o físicamente) y un 21% a hacienda. Con eso le queda un 64%. Si la obra se representa en un teatro privado, el teatro (que también tiene que ganar) se queda la mitad (un 32%) y con ese 32% de lo que recauda tiene que pagar a los actores, los viajes, los hoteles, los focos y comer.
Me explica, no sin razón, que cuando un empresario tiene trabajo contrata gente y cuando no lo tiene, despide gente. De la misma forma y partiendo de la realidad que un estado se ha convertido en una empresa grande, cuando han tenido trabajo han contratado funcionarios pero cuando han dejado de tener trabajo no se han atrevido a despedirlos y sí han empezado a cargar en las espaldas de los que trabajan el coste de la cobardía de su falta de capacidad de despedir. Me pregunta: "¿cuánto te queda de cada 100€ que vendes?"- "7"-le respondo. "Pues bien, si vendes 100 ganas 7, pero si no lo cobras, como tienes que pagar a hacienda 21 de cada 100€ que no cobras te has gastado 121-7= 114€". Me pone, en ese momento, cara de circunstancia y me dice que se va porque tiene que preparar una obra que representan esta misma tarde. Al fin y al cabo a muchos de los trabajadores de este pais no les queda más opción que seguir trabajando.
"Al menos"-continúa-"tengo trabajo".
Existen, en este momento, dos tipos de personas. Las escandalizadas silenciosas y las escandalizadas ruidosas. Unos, quizá, parten de la situación sangrante en la que nos hemos metido y piensan en opciones viables para su cura. Otros, al grito de "eso NO", salen a la calle con ganas de expresar su ira esperando que aquello sirva de catalizador para arreglarlo todo. Viene a ser lo mismo que colgar el telefono esperando que la otra parte aparezca con la solución que quieres pero que no eres capaz de encontrar o verbalizar. Viene a ser lo mismo que, en algún pais de esos que tenemos catalogados como "inferiores" desde nuestra perspectiva occidental, ir a quemar las embajadas occidentales porque un soplagaitas americano hizo un chiste sobre Mahoma. En realidad no hay una gran diferencia entre una irracional discusión de pareja, una queja irracional en contra de todo o saltar vallas al grito de "Alá es grande".
El problema es cuando se enquista en un grito irracional, en un enfado de esos de los que ya no recuerdas cual fue el motivo inicial. Sólo eres capaz de recordar que estás enfadado.
Hoy se hará una cobertura de las protestas contra los recortes. No pongo en duda que quejarse es algo lícito, que enfadarse es algo humano y que yo mismo estoy enfadado si de cada 100€ que me dejan a deber me gasto 114 pero sigo pensando que el grito de "NO a TODO" es infantil y estúpido porque se nos olvidan dos cosas: la posible solución y el motivo por el que estábamos quejándonos.
Si quemamos alguna embajada, colgamos el teléfono o asaltamos un supermercado estamos haciendo un ruidoso NADA. Claro que a los locos les meten en una sala acolchada para que desaten su ira y después, cuando ya están agotados, hacen terapia con ellos.
Tengo que seguir trabajando aunque sea sábado. Me gustaría que el gobierno aprendiera que el 50% de la riqueza de este pais la generamos los pobres que soportamos los caprichos de los ricos y que gobernar es un acto de valentía en vez de una campaña publicitaria de 4 años. Me gustaría que cada manifestante dejara de pagar con tarjeta para que no ganaran los bancos con sus comisiones, que diéramos la espalda a las compañías que asaltan como bandoleros a sus empleados y a sus clientes (Ryanair), que apostáramos por el rendimiento global de nuestros esfuerzos y no pisáramos a los vecinos, que cada € de mis impuestos supliera una necesidad importante no satisfecha de un vecino con mala suerte y que aquellos que se aprovecharon de las bondades del sistema sin merecerlo se pudran en los infiernos. Me gustarían demasiadas cosas en un dia como hoy en el que, abriendo la prensa, solo escucho gritos.
Y gritos que se manifiestan por todo siendo "todo" una espesa niebla de malestar.
Conozco a alguien que dice que si se encuentra a un tipo tirado por la calle primero le robaría la cartera y después, quizá, se dispondría a echarle una mano porque, en realidad, la culpa de no tenerse en pie es del transeunte.
El mismo tipo dice, quizá haciéndose valer de su situación de subsidiario social, que el problema de una ayuda social mal dada es del que la da porque el que la cobra no es responsable de no merecerla. Eso lo dice antes de ofrecerte una calada de su enérgico porrito.
Insiste, y con eso no se aleja de alguna creencia popular, que la culpa de que alguno haya acometido un crédito que no puede abordar es del tipo del banco que se lo ofreció y no del acto de absoluta inconsciencia que supone firmar pólizas que tu trabajo no puede pagar.
Así que el problema actual, se puede deducir, no es que haya una buena cantidad de aprovechados sino que los demás lo dejamos fácil.
Lo curioso es que con ese esquema mental la responsabilidad siempre es de los demás, excepto si al que le roban es a ti.
La primera vez en la que descubrí que la informática ya no era cool fue el día que me pidieron que les programara el video porque también tenía botones.
De eso hace más de 15 años.
En realidad los usuarios sois una extraña banda de nazis con dinero que volveis loco al grupo de freaks anclados en las películas de hackers de los años 80 que ahora diseñan productos para vosotros.
Cuando nos compramos nuestro primer ordenador nos volvíamos locos con las megas y los gigas. "Más" parecía significar "mejor" aunque no lo fuera tanto. Eran máquinas grandes y ruidosas cargadas de ventiladores que tenían su mesa propia. Esa mesa se convirtió en una ventana en el momento en el Internet aterrizó en casa. Esa mesa se llenó de Cds vírgenes donde grabar millones de canciones y de discos duros donde meter todas las series que, a día de hoy, no has visto. Así que los diseñadores pensaron máquinas más potentes con juegos más realistas que habían pasado de "matar a todo" al estilo DOOM a jugar la estrategia colectiva sin matar a los inocentes. Los núcleos fueron dos, después 4, más tarde 8 y aquella máquina de 200.000 ptas ahora tenía una gráfica brutal, varios Tb de disco, un sistema de 64bits, 16gb de ram e incluso, como la gran maravilla del siglo XXI, un disco duro en estado sólido.
Pero ella descubrió que para entrar en facebook y responder emails con powerpoints soseras podía seguir usando el equipo de hace 10 años. Es más, algún señor pensó que podía hacer un equipo poco potente pero muy bonito y venderlo a partir de 500€. Así se fraguó el iPad (que estaba inventado años antes por Microsoft).
Así que el usuario medio, poseído por la publicidad, se lanzó a por máquinas más pequeñas con la creencia casi religiosa de que eran máquinas idénticas y que si antes eran grandes lo eran porque les habíamos engañado durante años. Compraron los portátiles, que son la obsolescencia programada hecha ordenador (sobre todo si llevan una buena gráfica o se deja en manos de un adolescente poco cuidadoso) y se sentaron, tras el verano del 2012, a pensar en que tipo de gadget tecnológico querrían en navidad.
La industria, que es (como la televisión) un reflejo de lo rentable (que no de la calidad), se ha lanzado a la caza de un tipo que es capaz de gastar 400€ porque 1000€ son muchos. Le ha puesto delante de los ojos unas luces brillantes que se mueven con los dedos y que no son mejores que el ordenador que va a aparcar en el trastero. Tras no haber triunfado una pequeña revolución llamada ultrabook (porque el más barato vale 700€) todas las compañías que se llenan de vendedores de humo te van a intentar convencer que su tableta es lo que necesitas para ser más feliz que alguna familia que salga en el catálogo de 20cm del ikea. Así que estas navidades, muy a mi pesar, esa será la reina. Lo será porque puedes regalar a tu primo una funda de 10€ y quedar como un señor. Lo será porque la podrás sacar en la mesa de la cena, al lado del cochinillo, y enseñar las fotos pasándola de mano en mano. Lo será porque aunque mueva con dificultad el pac-man se verá de maravilla y la pantalla se gira si la giras tú.
El mundo del ordenador de mesa es algo que no se muere con facilidad por mucho que lo haya matado, más de un gurú, hace quinquenios. Los clientes más inteligentes saben que nada, absolutamente nada, es capaz de llegar a las cotas de potencia y fiabilidad de un ordenador con todas las letras. Más de uno, decepcionado por la batería que se gastó, las teclas que se salieron, el panel que dejó de verse o la placa que se quemó ha vuelto a la esencia de una buena máquina porque volverá a durarle 10 años y no los 3 o 4 del último portátil.
Cuando la informática se explica con coches y le cuentas a alguien que uno bueno vale dinero y que lo importante es el motor, lo entiende. Eso no quita que me gusten los descapotables y que me gustaría un bonito biplaza con muchas luces en el salpicadero que costara menos de 3000€. Sé que eso es imposible por mucho que los Hyundai Coupé fueran, en su momento, líderes de ventas. Por eso mismo la informática que quereis algunos también es imposible. Ayer me preguntaron si en una tablet de 200€ se puede jugar al Grand Theft Auto. ¿En resolución alta?- respondí. -En baja tampoco- re,respondi.
El problema es que la publicidad os va a convencer de lo contrario camino a la navidad.
A veces creo que tenemos una televisión de mierda porque es la que ve la mayoría. Con la informática va camino de pasar lo mismo. Es una pena.
Pd: (Este post está escrito con un equipo de sobremesa bien diseñado que tiene unos 10 años en el que, con un pequeño gasto en memoria y en gráfica, funciona todo menos el battelfield3. Siempre he mantenido que la informática es: una buena máquina esperando en casa para los trabajos de verdad y una solución móvil (portatil, tableta o smartphone (que tampoco lo inventó apple)) para las necesidades específicas si es que las tienes porque ver las notificaciones del facebook nunca fue algo de interés esencial.)
Cuando Ariel Rot publicó vicios caros yo tenía una novia (a la que nunca pedí perdón) que se volvía loca por los argentinos con glamour y altas dotes artísticas. Yo, por una cuestion MILF probablemente, tenía cierta fijación por Cecilia Roth pero sabía que nunca podría competir con Fito Paez tras haberla escrito "Dos en la Ciudad". En definitiva y como la base para saber que nos íbamos a perder, ninguno se parecía a la fantasía del otro. Hace un mes me dijeron que se estaba comprometiendo con un tipo que ni es argentino ni, espero, tiene glamour.
Es más que probable que de aquel momento a éste hayan pasado demasiadas cosas o que las cosas hayan ido a una velocidad más lenta, como dicen que pasa el tiempo en la retina de los atletas de élite que son capaces de percibir el tiempo de una manera diferente a la que percibimos los mortales. Puede ser.
Puede ser que algunas cosas no cambien nunca, como cuando más de una mujer parece una extensión de su toalla con los últimos rayos del verano y las tenues marcas de un bikini poco usado sobre sus clavículas. Puede ser que tengamos esa sensación de que el tiempo va más despacio en medio de una vuelta al trabajo estresante o que avanza más rápido mientras vamos viendo avanzar los minutos en una cita para la que nos retrasamos. Puede ser, incluso, que en el 2030 seamos uno de los 1800 millones de turistas que estarán viajando por el mundo aunque desconozco si será porque no tengamos donde caernos muertos o si acaso todos irán a probar suerte al casino de Esperanza y el resto de los españoles de bien, que son aquellos que aspiran a que este sea un pais de trabajos provechosos para la humanidad, se habrán ido (en Ryanair) a trabajar fuera y sólo queden croupiers, barmans y putas.
Cuando Ariel Rot publicó "vicios caros", aunque me refiera a la versión en directo, no había facebook ni iPhone (que es del 2005) y, sin embargo, mañana se presenta el iphone5 con el que algunos afirmarán que la rueda la inventó Steve Jobs. Más de uno pensaba por entonces que la solución a la política es hacerse pequeño en la independencia de su casa porque el resto son una banda de paletos. Quizá no avanza nada en política porque es un reflejo del ser humano más ancestral por mucho que el tiempo pase rápido en cuestiones tecnológicas, lento en las despedidas y veloz en las pasiones. A mi ya no me gusta tanto Cecilia Roth (excepto en martin (hache)).
Hay días en los que creo que todo ha pasado muy rápido. Hay días en los que creo que no avancé nada. Hay días en los que creo que solo acumulé arrugas y canciones en la memoria.
Puede ser que simplemente sea un atleta de élite de la vida o que me pase el tiempo fijándome demasiado en los detalles.
Pd: Pueder ser , básicamente, es una canción tremenda.
‘Libération’ titula, respecto del hombre más rico de Francia y cuarto del mundo (al saberse que se va a hacer belga para pagar menos impuestos) "Escóndete, rico gilipollas".
En realidad el dinero y los ricos es algo parecido a lo de los listos y los guapos. Unos nacen con ello y no por eso son culpables y otros, quizá los menos, son capaces de desarrollar su inteligencia o su capacidad de ganar dinero hasta el límite de lo envidiable. Siempre habrá alguien más guapo que tú. Siempre habrá, no lo dudes, alguien con más dinero. En ese momento no somos capaces de pensar que los feos y los pobres somos muchos más.
No conozco a nadie que se conforme con el dinero o la belleza que tenga. Nadie. Conozco, por el contrario, a demasiadas personas que escupen hacia arriba para culpar a los ricos de sus malos días y a los guapos de haberles quitado a las novias. Conozco a alguien que, obviando que tiene el piso pagado, suele decirme que dado que no estoy, como el españolito medio, continuamente quejándome del dinero entonces soy un hombre rico. Deduce entonces que, cual rico de manual, soy un hipócrita de derechas incapaz de sentir querencia por un trabajador con los genitales sedados por el paro. Se equivoca, pero estoy convencido que habrá sonreído al leer "Libération" de la misma manera que celebrará, al igual que yo, el día que un rico muy rico pise la carcel, que alguno se lo tendrá merecido (no por rico sino por delincuente cabrón).
Atacar a los ricos es fácil, lo difícil es poner la línea de la riqueza. Cuando aparecó el euro (2002) decían que con un millón de euros en el banco se podía vivir de los intereses que ese dinero generaba. Otros dicen que eres rico si por mucho que te esfuerces en gastarlo siempre te va a quedar más hasta el día de tu muerte. Visto así mi madre es rica, también un señor que fallezca mañana. Personalmente creo que eres rico si puedes permitirte lo que necesites. En ese caso si tus necesidades no son grandes es probable que ambos lo seamos porque yo soy un tipo de gustos sencillos. Nunca quise un yate ni un ferrari, eso son caprichos de chino rico que necesita aparentar para suplir alguna carencia irracional. Comparándonos con nuestros abuelos todos somos ricos.
Algunos dicen que castigar a los ricos es justicia social, casi como robar en un supermercado como si un delito menor pudiera compensar el delito de los poderosos evitando la certeza de que ambos son delitos. Insultar a los ricos es insultar, según se marcha, al tipo que te díó una paliza en el patio del colegio en el recreo: una pataleta infantil. Es más, decir que se hará una ley para que los ricos paguen más impuestos es algo populista que llenará las arcas de Andorra o de Belgica, porque, en realidad, ellos miran por su dinero de la misma manera que lo haces tú con tus monedas. Y para la mayoría de las personas del mundo global tú eres el rico. Los otros son inalcanzables y la mayoría, aunque duele admitirlo, lo son porque han tenido suerte y han trabajado duro o lo han heredado de alguien con más suerte o más trabajo aún.
Así que "Jódete, pobre gilipollas".
Lo único que saco del titular es que Francia está llena de envidiosos.
Explican, los investigadores de Bristol, que el efecto placebo es algo que nuestra propia evolución ha disparado como si fuera otro proceso más dentro del ser humano. Vienen a decir que esa capacidad de sugestión que nos hace creernos que nos vamos a poner sanos es mucho mayor que en otros animales porque nuestro cerebro ha descubierto, de una forma evolutiva, que es igual de rentable ponerse sano por convicción que activar el sistema inmunológico en todo su esplendor.
Supongo que para hacernos daño también hemos evolucionado algo más que el mamífero medio y resulta lógico pensar que si el cerebro es capaz de sanarnos por convicción cuando estamos enfermos también será capaz de fastidiarnos cuando estemos sanos.
Ese efecto "placebo inverso" bien puede ser la crisis o esa idea cada vez más extendida en la que el esfuerzo ya no tiene recompensa por lo que esforzarse deja de tener sentido y simplemente nos dejamos llevar, como juncos por el aire, moviéndonos al ritmo de los vientos de cambio.
Dicen, cada vez de una manera más reiterativa, que la situación en la que estamos es una nueva revolución que nos llevará a una manera diferente de relacionarnos y de actuar según los diferentes valores que hemos recibido a lo largo de nuestra educación. Otros creen, casi como si fuera algo inviable, que esa enorme generación que ha llegado en los últimos diez años a los engranajes sociales está haciendo que los valores ya no sean los mismos con los que se movieron nuestros padres. Te explican entonces, con el ejemplo de un titulado con máster que se aparca en un camino empedrado con su Volkswagen hippy de tercera mano a dormir, que aquella búsqueda del piso enorme, el coche de tres volúmenes sedán y la casa con amplios miradores al mar ya no es una búsqueda de todos sino de algunos y que esos "algunos" no son los más preparados ni la mayoría porque hay más de cien que, aun sabiendo que están capacitados, simplemente no lo quieren porque aprendieron que ser feliz nunca fue seguir la misma senda de los elefantes que siguieron sus abuelos.
Las conversaciones más interesantes, que son esas que hablan de nuestra sociedad y de la reflexión continua en lo referente a la manera de relacionarnos entre nosotros y con el mundo, se mantienen en aparcamientos empedrados con vistas al mar mientras la ropa de monte se seca sobre la furgoneta. A lo lejos se puede ver la luz de un chalet enorme y cómodo con un cartel de "se vende" porque no pudieron pagar el último plazo de alguna operación estética que pensaron, cual placebo de lujo, que les haría más felices.
A mi me gusta lo de hablar al abrigo del cielo, lo de no preocuparme de las formas e incluso creo que los grandes conversadores no habitan en la jet set ni en la alta burguesía. Pero me gusta, después, dormir en un buen hotel y soñar con esos placebos que activan las maneras irracionales de comportarse que tienen algunos.
Placebos de consumo, placebos hipsters, placebos inversos...
Dicen los investigadores que muchas veces son más potentes que una fuerte medicación.
Decía un amigo, en medio de las celebraciones veraniegas, que el botellón no era un fenómeno exclusivo de la juventud porque había visto a más de un grupo de padres sacando unos litros del Carrefour, sentándose en corro y mezclando hasta llegar a ese puntito divertido que te hace ver la realidad de forma multicolor.
Más de una divorciada con hijos se ha enganchado al whatsapp o a las páginas de contactos y más de un padre viene sin rubor con ese virus que te avisa de la posesión de material pornográfico con un logotipo de la policía y un número de cuenta ruso.
En definitiva, aquellos comportamientos que considerábamos que eran algo absolutamente infantil o adolescente están llegando muy cerca de la edad de jubilación. No creo que sea insano, en absoluto. No creo que sea pueril que un día pueda sacar al niño que llevo dentro y corretear desnudo por el pasillo de casa mientras suena "Should I Stay or Should I Go" a todo volumen. No creo que sea tan malo llegar un día tarde, reir sin importar lo que pensarán los demás, hacer una competición para ver quien mea más lejos o abrir los ojos como un travieso si se te escapa un pedo.
Todo eso, si somos capaces de hacerlos convivir con esas responsabilidades que se van adquiriendo como manchas en la piel de cada uno de los veranos, es sano. Es sano que te llame por teléfono y te diga que está pensando en ti con sus manos y la oigas mientras un cliente se pregunta el motivo por el que no le haces caso y estás callado con el móvil temblando en una mano. Es sano que te mande un sms obsceno con el que salgas a altas horas de la madrugada de casa para llamar a su puerta y te huela el cuerpo a travesura las 24 horas siguientes y, dada la tecnología, es sanísimo que encienda su cámara y te recuerde la forma de sus pechos, las marcas de su bikini y puedas recurrir a su recuerdo mucho antes que a la pornografía amateur de internet.
Para todo eso ya no hay un límite de edad. Es un triunfo del siglo XXI, que te proporciona placebos para matar la soledad y esa responsabilidad que te juraron que se lograba con los años. Yo soy responsable la mayor parte del día pero reconozco que si me despierto un domingo y en la televisión están reponiendo (una vez más) el coche fantástico, me quedo bloqueado igual que cuando tenía 12 años. No te voy a explicar lo que me puede recorrer el cuerpo si alguna buena mujer, de esas que caminan serias por la calle con sus portafolios, sus reuniones y sus carreras profesionales, me manda una maldad diez minutos antes de que me vaya a dormir. Duermo como un niño, como el que llevo dentro.
Pd: En el caso de la concejal Hormigos creo que demuestra dos cosas: que es una mujer sana y que la política también se mueve. Alcaldesa de Los Yébenes: YA.
Cuando uno es oposición todo suele resultar sencillo porque el espíritu de la crítica está especialmente desarollado en el humano contemporáneo. "¿Su vida es mejor que la de hace 4 años?"- pregunta la oposición en las elecciones de EEUU. Cuando llega mi madre a casa siempre encuentra algo desordenado y siempre descubre un motivo por el que ratificar que mi vida sería mucho mejor en un estado diferente al que me encuentro. Cuando un grupo de freaks quiere hacer un meme sólo tiene que sentarse a comparar la basura de su calle con la limpieza de las calles de Finlandia pero nunca habla del frío que hace por allí porque en ese caso el meme deja de tener sentido. No nos engañemos: criticar es fácil.
El problema es cuando uno de esos buitres de la crítica se convierte en el que manda y descubre que no puede solucionarlo todo. En ese caso, que es el caso del que se trata, empiezan a mirar a lugares insospechados.
Dicen, pero no lo sé con seguridad, que el grupo político de Bildu pidió en el ayuntamiento de Bilbao que el camino de Santiago no pasara por la ciudad porque eso es algo muy español. Más o menos el mismo motivo por el que los toros (que no el maltrato animal) van a desaparecer de Donostia. Sabemos que el PP cuando no puede mirar a las cifras del paro o a la recuperación económica con orgullo siempre tiene a algún preso de ETA con el que generar la polémica que habita en los bares llenos de parados. Pone en un lado de la balanza a Aguirre y Oreja, en el otro a algún juez de turno y te pregunta si lo que se debe es cumplir la ley o dejar a un terrorista pudriéndose en la cárcel. No nos engañemos, el PSOE hizo lo mismo con De Juana (operación bikini) Chaos. Ahora resulta que un pueblecito del que no tenía constancia ha llegado a la conclusión, en medio de la Cataluña profunda, que todos sus problemas vienen de ser españoles. Han dicho que el paro, los baches de la carretera y las infidelidades de sus vecinos son fruto de la españolidad. Han decidido que el 12 de octubre va a ser laborable y que quieren que la señal de TVE se oscurezca cuando salga el Litri haciendo una manoletina pero no cuando salga prieta Igartiburu.
Los votantes, felices y contentos por la valentía mostrada, han aplaudido y han enarbolado "señeras" de una manera feroz de la misma forma que alguno de Bildu estará convencido que por fin alguien se ha atrevido a eliminar lo español o de la misma forma que más de uno, según sube en el ascensor de su casa del barrio de Salamanca, cree que a un etarra hay que castigarle en contra de la ley por malo.
Y mientras tanto las calles se siguen ensuciando, los parados siguen creciendo y sólo me doy cuenta que cuando los gobernantes no son capaces de arreglar lo que decían que se arreglaba en 24 horas lo que hacen no es aceptar que no son capaces sino que utilizan la mecánica de intentar hacernos mirar hacia otro lado, que es como cuando se pierden las semifinales diciendo que se ha jugado bien.
Da igual la ideología, el Bretón, el preso, la declaración de independencia, la bandera o la corrida en cuestión.
La rabia no es exclusivamente aquel puñetazo a una mesa, a una pared o al infinito que me recorre la espalda desde el día en el que me repetía al oído, como si fuera un martillo percutor, que yo no era ese príncipe azul que le había prometido el cuento.
La rabia, dicen algunos, viene de serie con las emociones básicas que llevamos encima desde que nacemos, acompañando a la alegría, al miedo y a la tristeza. Otros dicen, como si nos reconfortara ser buenas personas, que la justicia también viene de serie y que el engaño es algo que se aprende según nos vamos adaptando al medio que nos rodea.
El caso es que la ira puede ser pasiva o agresiva y la agresiva parece que es la única que existe en los medios. El punto de no retorno que supone la agresión, en el sentido más sangriento de la palabra, es el punto de inicio que suele tener el titular periodístico. Sin embargo la ira pasiva es, analizándolo con serenidad, exactamente la misma pérdida de control que se dispara como una manera de atacar o huir de algún tipo de daño percibido o deseo no conseguido. Se puede demostrar ira siendo obsesivo y exigiendo que todo sea perfecto, se puede evitar cualquier discusión hasta reventar a la parte contraria. Ser ineficaz, pasivo, autocrítico para que la otra persona crea que es la responsable de los kilos de miseria que arrastras o incluso se puede hacer un máster en chantaje emocional para manipular los sentimientos del contrario hasta lograr que el sabotaje sea completo. Todas esas también son formas de ira, aunque entren en la sutileza de la pasividad.
Tener ira, aunque la iglesia católica lo considere uno de los siete pecados capitales, no es tan malo si la sabemos identificar. Una de las sensaciones más salvajes que se pueden vivir es follar con el maremoto de sudor que te puede proporcionar una buena cantidad de ira, como dicen que sucede en algunas reconciliaciones. Una de las maneras más rabiosas de afrontar un reto es apretar los dientes y jurar, como quien pone a Dios por testigo, que saldrás adelante ante esta crisis. La única forma en la que me quité a aquel defensor pegajoso en un partido de baloncesto regional fue mirarle desafiante y prometerme que le pasaría por muchas faltas que me hiciera camino del aro.
El caso es que la ira, provocada o producida por la impotencia que tiene descubrir que hay retos que no puedes cumplir por mucho que lo prometas, también puede ser un elemento que te haga poner un punto y aparte o un punto y seguido en todas esas cosas que te pueden carcomer y que te suelen atacar a la parte más irracional de la existencia.
Un niño suele sentir ira cuando alguno de sus deseos no son satisfechos. Un adulto también, y no suelen ser deseos muy diferentes. La diferencia suele recaer en que el niño sabe que tiene a alguna de esas figuras todopoderosas que se llaman padres y que tienen el poder mágico de volver realidad algunas fantasías. Un adulto, algún día, descubre que existen deseos que no puede conseguir y que se debe de quedar con sucedáneos incompletos que no se acercan a aquel sueño imposible.
(Y descubrir que nunca fui un príncipe sintiendo, mientras me lo repetía, que también era incompleto, impotente, imbécil. Es la misma sensación que debe de tener un perro cuando le acercas el hocico a sus heces para que no lo vuelva a hacer y llora mientras agacha el rabo. A veces golpeo con cólera los tabiques porque quise ser, como un niño lleno de fantasías que da cabezazos a la pared al perder en el juego que jugaba, quien salvaba a la princesa y vi que no lo conseguía cometiendo error tras error. Recuerdo lo que es la ira todas las mañanas en las que la contractura de la espalda me explica las marcas que deja la rabia y la ausencia.)
Quizá es la emoción básica más incontrolable. Dicen que la tenemos todos, que no se cura, que sólo se puede intentar racionalizar, como lo que sientes cada vez que te llevan los demonios.
Me explicaron una vez que tendemos a buscar personas que sean espejo de nuestra forma de ser, que si nos queremos resguardar en el alcohol nos terminaremos haciendo amigos de borrachos y que si nos gusta el tenis dará la casualidad de que conoceremos tenistas en la cola del banco. Hay un momento en el que los sueños se aceptan como imposibles y nos llena de ira descubrirlo. "Aprovecha el enfado y ven a la cama"- sería una manera creativa de aprovechar la ira. La espalda, entonces, recordaría otra cosa porque el cuerpo también tiene memoria.
La buena noticia es que la memoria es selectiva y tiende a quedarse con los recuerdos felices.
Esta es una conversación verídica de esta misma tarde. En realidad la sensación que te recorre el cuerpo en más de un caso y con la situación que estamos viviendo es sensación de resignación. No tiene otro nombre. Es lo mismo que cuando quieres desayunar pronto en pleno mes de agosto y te das cuenta que ni en Palencia, ni Avila, ni en Segovia ni en Toledo es fácil encontrar un bar abierto antes de las 9 de la mañana. Luego, según va pasando el día, empiezas a oir conversaciones llenas de indignación pero hay un resquicio de conformidad ante los chubascos económicos que nos van cayendo como tormentas.
Después, como si fuéramos un grupo de indignados sin criterio, nos vamos a comprar al Mercadona (porque es barato aunque sepamos que es de dominio público que ahogan a sus proveedores). Más tarde, mientras nos quejamos de lo poco imaginativo que es el mundo de la hostelería, hacemos un botellón salvaje donde comentamos lo barato que hemos reservado un vuelo en Ryanair (aunque sepamos que esclaviza a sus trabajadores, se ríe de las quiebras de la competencia y que hay dudas razonables sobre si el combustible llegará para todo el trayecto). No son más que ejemplos de la doble moral en la que vivimos como si fuéramos hijos de la hipocresía.
Más tarde, quizá liándonos un cigarro o incluso pensando que un porro es menos malo que un lucky strike, establecemos lo indigno que nos parece que a un pobre muchacho (francés o marroquí) sin papeles no le puedan quitar un orzuelo mal puesto a cargo de la sanidad de todos y, acto seguido, explicamos la manera de pagar menos impuestos a nuestros amigos mientras decimos que se cierran muchos comercios de siempre y se nos rompe la carcasa de bajísima calidad del móvil que le compramos a un negro (esclavizado por mafias) que las vendía por la calle junto a los bolsos de CH (Carmen Hornillos).
Y hay momentos en los que se nos llena la boca con el "estado del bienestar" que se va, dando vueltas gracias al efecto coriolis, por el retrete. Yo recuerdo que cuando era pequeño mi padre, que era un burgués venido a algo más, tenía un Seat 132. Le llamaba "El Cuervo" por su morro y por la cantidad de gasolína que podía devorar. Un 132 era más que el 131 Supermirafiori de los burgueses normales y muchísimo más que el 124 1430 (leer catorcetreinta) del españolito normal. Pero tener un BMW o un Mercedes era un exceso al alcance de unos pocos. Hace unos años, y de eso sabemos todos, más de un niñato de 20 años aparecía en la obra con un BMW M3 casi con la facilidad con la que yo estrenaba un Golf tras otro en los años de bonanza de mi familia (no lo voy a negar). Pero yo sabía, por repetición contínua en la hora de la comida familiar, que era un privilegiado y sin embargo más de uno creyó que el BMW venía de serie con la casa en la playa y el estado del bienestar.
Ahora los BMW son de tercera mano y alguno lo pone como ejemplo de lo que pudo ser y no fue como quien te señala a la más guapa del bar y te dice que una vez, casi de manera mágica, la tuvo entre sus brazos.
-La culpa es del gobierno- Eso afirma la mayoría- que nos ha robado el estado del bienestar.
El estado del bienestar, que es un invento molón del que nadie conoce los límites, nunca consistió en que papá estado viniera a recogerte cada vez que te dejabas caer, porque eso te permitía caerte cien millones de veces y esforzarte lo justo, como cuando mi sobrina sólo se preocupa en aprobar y nunca en aprender. El estado del bienestar nunca fué que viniera alguien a pagarte la hipoteca que no podías pagar o que la sanidad pública te pague las tetas que quisiste tener. El estado del bienestar, a mi entender, era que el sistema estableciera protocolos para que pudieras tener una vivienda donde vivir, un alimento que comer y una educación que aprovechar para que todos esos esfuerzos no se quedaran perdidos por el camino.
Hace aproximadamente seis años alguien me pidió un anticipo de la nómina. "¿Para qué?"- le pregunté- "Para una playstation"- respondió. No se lo dí. Un mes después su compañera me paró por la calle. "Eres un hijo de puta"-me dijo- "Llevamos más de un mes con la caldera rota". Le dije que lo sentía y le pregunté si acaso tenían una playstation. "Por supuesto"-respondió.
El problema es que ahora, al llegar al lugar que habitamos entre septiembre y julio, más de uno considerará que si la cerveza sube 20 céntimos es debido al gobierno y a la manera infame que ha tenido de limpiarse el culo con el estado del bienestar (y RTVE). ¿Lo ha hecho?. Sí. También muchos, al estilo más español que nunca, van a aprovechar la situación para culpar a los demás. El problema está en que más de uno se lo cree cuando aplica subidas que multiplican por cinco el IVA.
Después compra en Mercadona, intenta no pagar impuestos y vuela en Ryanair.
Y se indigna subiendo la cuesta de Septiembre, que es la de la resignación.
Pd: creo, positivamente que algún día podremos hacer verdad eso de "el consumo responsable" que no consiste en reciclar sino en pensar, por una centésima de segundo, lo que estamos apoyando con nuestra manera de actuar en cada minuto, en cada compra, en cada vuelo y en cada céntimo. Eso sí. Requiere pensar, que no está de moda.