31 de marzo de 2013

Paraísos excluyentes

-¿Necesitas algo, hijo?- me preguntó mi madre al llegar a Madrid. -Lo cierto es que no, pero he traido unos tupper vacíos- respondí. -Y tengo que comprar calzoncillos- que, en realidad, es algo que por alguna oscura razón les encanta a las madres y a las novias, al menos a las que te quieren, si es que te regalan calzoncillos sin componente erótico incluído porque sabemos que un gran porcentaje de mujeres aborrecen los tangas pero es algo que yo, poseído por mi parte pornógrafa, regalaría. Eso sí, quizá no siempre los de un hilillo porque he reconocer que esos que acaban en tanga pero empiezan en estilo deportivo me han gustado toda la vida.

El caso es que mi hermana, que vive la segunda adolescencia merecida de su vida, decidió ir a comer a Chueca y yo acerqué, con gps y fortuna, a mi octogenaria madre al restaurante. En medio de una calle y frente al escaparate obscenamente claro de una tienda de lencería erótica masculina mi madre me cogió de la mano y me dijo: "aquí hay calzoncillos, vamos a preguntar". En ese momento la paré y le dije que no, que no era el momento, que llegábamos tarde a comer, que hacía un buen día, que podíamos pasear un poco... en resumen, que no.

Por un momento sentí esa vergonzosa sensación que tienen los hijos cuando creen que sus padres les van a poner en evidencia.

Así que llegamos al restaurante, comimos, tomamos un café y paseamos hasta la hora en la que mi sobrina va a quedar con sus amigos y, ante la pregunta de si quería que la llevase dudó por un momento y, después, me dijo que de acuerdo pero que no quería que saliera del coche cuando llegásemos. Ví que ella también tenía ese temor absurdo a los mayores que la dejan en ridículo y que ese mayor era yo.

Así que, al llegar la noche y hacer balance del día, mientras sonaba copla española en la televisión de esa casa que es un pozo sin internet y que habita mi madre, ella me dijo sin quitar la vista de la pantalla que "lo de los calzoncillos era una broma, hijo" y, en ese momento, me di cuenta que, si yo soy consciente de las cosas que vive mi sobrina en su preadolescencia, es perfectamente lógico que mi madre sea mucho más lista que yo y aún sea capaz de tomarme el pelo como el niño pequeño que sigo siendo ante sus ojos.

Tengo un montón de tuppers llenos y descubrí que canciones que le gustan a una adolescente pueden parecerse a las estrofas fáciles y graciosas que yo aprendí a su edad y que creí que mi madre nunc entendería.

Es un ciclo de lugares que creímos paraísos excluyentes y que se repiten con pequeños cambios pero las mismas esencias en ciclos de 30 años.

28 de marzo de 2013

Placebo compulsivo cerebral

El cerebro humano, que a veces es tonto como un festivo lluvioso y a veces es sabio como mi abuelo, ha aprendido que determinadas acciones compulsivas pueden asociarse a elementos beneficiosos. Supongo que si en alguna neurona perdida se descubre que atusarse el pelo hace que tu amiga sea más popular en lo referente al cortejo harás, tal y como hacían las feas de mi clase, que cuando mires al chico que te gusta tu mano recorra tu cabeza emulando a cualquier mujer con el pelo pantene.

Dicen que, aunque no nos damos cuenta, realizamos acciones que asociamos con el éxito posterior. Repetimos clichés como rituales necesarios para que se obre algún milagro. Otro estudio afirma que los rituales, quizá por ese componente interno que aún nos hace creer en que la magia existe de una u otra forma, resultan reconfortantes hasta para aquellos que no creen en ello.

Quizá ya no existe ese monopolio universal del rito adoctrinado por lo religioso pero es cierto que poner cara de interesante al entrar solo y abandonado como un perro en un bar es un rito. Hacer que te has lesionado cuando vas perdiendo en un deporte es otro rito. Llorar para conseguir que te abracen o te den comida, cuando eres un bebe, es quizá el primer rito de la vida. Alardear de la sexualidad para prometer algo imposible, como un político, puede conseguir un voto o una curiosa. Estirarse con las manos los músculos de la cara cuando no aparece la siguiente frase en un texto. Rozarse los pies para conseguir el sueño. Probar la sonrisa antes de que te avisen que va a hacerse la foto. Tenemos millones de gestos y acciones que no valen para nada y, sin embargo, en una parte de la mente las hemos asociado a algunos beneficios, a veces tan eternos y mundanos como salir bien en una foto.

Porque es probable que, como el ratoncito que aprendió que para comer tenía que apretar una palanca, nos creímos que la palanca era realmente la que nos daba de comer. Estoy convencido que , en algunas ocasiones, nuestro cerebro cree que ya consiguió su caramelo cuando, como un mimo, hizo todos los gestos previos a comerselo y, sin embargo, no engorda. Algunos creyeron que llevando los libros, vistiéndose de intelectuales y usando gafas de pasta se habían convertido en inteligentes.

Placebo cerebral, supongo. Está de moda.

26 de marzo de 2013

Fomentando a los ladrones (por medio euro)

Hay un anuncio de un coche de gama alta en el que el protagonista, joven, risueño y simpaticón, explica cómo ya se la ha pegado con tres empresas y ahora ha decidido empezar de nuevo haciendo las cosas bien. Y, como todos los que hemos fracasado en una aventura empresarial sabemos, lo primero es gastarse 30mil€ en un cochazo. Con dos cojones o, como el título de la película, con los huevos de oro.

Ese es el mismo imbécil que hoy llega delante de mi puerta y me dice, sin un sólo atisbo de vergüenza: "Hola, quiero un buen ordenador por... digamos... 200€". Y yo le respondo, antes de hacer un silencio dramático: "ya, y yo también".

Después se monta en su coche y se va indignado (es un caso real).

Ayer me decían, con la tercera botella de vino y en plena sobremesa que hoy por hoy la compra de productos robados es algo habitual, que la crisis nos ha llevado, al galope de los grandes defraudadores, a tener que buscarnos la vida y que era hasta lógico ese tipo de desprecio moral por el camino correcto. Yo respondí que no es una cosa de defraudadores sino de chorizos. Respondí que en este momento reflexionar treinta segundos en un consumo responsable es algo que se evita parte de la sociedad contemporánea, esa misma que se queja contra los ERE pero hace ERE en su restaurante o en su sindicato. En estos momentos pagar un poco más ( o lo mismo, en la mayoría de los casos) en una empresa, empresita o empresona que abone sus impuestos para tu propio beneficio, tenga a sus trabajadores dados de alta legalmente y haga el esfuerzo de pagarles y salario minimamente digno es algo que nadie lo considera una ventaja. Nunca trabajarías por 300€ pero vuela con Ryanair. Se monta, ese tipo de consumidor miserable y cabrón, en su coche y se busca donde poder tener esa sensación de ser más listo que los demás aunque con ello fomente mafias, trabajos precáreos o economías ruinosas. Ni siquiera, pensando en su propio beneficio, quiere unas garantías o a un profesional formado a su servicio porque formar a un profesional es algo que hay que pagar pero no lo quiere pagar él.

El hijo de mi vecino, que se pirateó el windows, pone carteles en las farolas diciendo que te arregla el ordenador barato y no te cobra iva. Mis compañeros, informáticos de carrera se revuelven como los taxistas de Barajas cuando alguien les habla de intrusismo.

A nadie se le ocurre ir a un curandero nigeriano para que le mire la próstata.

Exigimos formación, decencia, inspecciones de sanidad y legalidad a quienes nos prestan los servicios y algunos, poseídos por la excusa infantil de lo mal que están las cosas, viven en un mundo de regateo infame en el que medio euro les escuda por sodomizar a su vecino, comerciante legal, que ha tenido que cerrar porque ya no podía mantenerse diez minutos más y porque los clientes se iban a comprar papel de regalo de baja calidad a un chino abierto 24h en el que atiende un menor que no sabe hablar.

Las campañas publicitarias decían, en los años 80, que dar limosna por la calle fomentaba la mendicidad.

Fomentar las mafias y colaborar con ladrones y chorizos ya sabemos a donde nos lleva, aunque la excusa sea precisamente que hay mucho ladrón. Y todo, por ahorrar medio euro.

Piénsatelo antes de salir a comprar, aunque vayas en un auto nuevo.

24 de marzo de 2013

Cobarde democracia direccional

En Nueva Zelanda han prohibido, si eres extranjero, que te dediques a la prostitución. Sólo quieren, como dice algún consejero, turismo de calidad y mano de obra cualificada. (Entiéndase Mano de Obra en todas sus acepciones o , dicho en inglés, hand job).

A los que han ahorrado un poco más de la media en Chipre les van a quitar parte de sus ahorros porque aquello se suponía que había llegado a donde estaba a base de ser un paraíso fiscal encubierto para los rusos. Así que los alemanes han pensado que, si van a pagar los excesos de aquellos, quienes tienen que joderse son los del nuevo capitalismo salvaje de los urales.

Hace tiempo ( y siento no encontrar el link) un reportaje venía a decir que si los paraísos fiscales se cerraban la cacareada crisis se acababa de golpe porque volvía a Italia, a España, Francia e Irlanda (el proximo paraíso fiscal pobre) mucho más dinero que el que necesitan para ser rescatados. Eso es fácil con Chipre porque es un país más pequeño que Fuenlabrada. Es una prueba que, mirada desde éste punto de vista, no parece injusta aunque si el dinero que recuperan fuera de mi madre creo que me haría daño porque ni es rusa ni lava petrodólares en la Balay que tiene en la terraza. La democracia o la igualdad en las normas tiene este tipo de contraprestaciones o daños colaterales. Desafortunadamente ningún gobernante es capaz de hacer una ley dirigida en la que se decida, uno por uno, a quien hay que joder o a quien no. Un amigo que está en un gobierno autonómico dice que eso es cobardía pero, luego, colabora en leyes que son "para todos" que es lo mismo que decir "para el que se lo merezca y para los que no".

Alfonso Ussia, cuando estaba sentado al borde de la utraderecha y se le oía por la radio, afirmaba que "no todos los que hablan vasco son etarras pero todos los etarras hablan vasco" y , por ello, el idioma era una manera de acertar en lo legislativo. Supongo que no todos que tienen 100mil€ en Chipre son especuladores pero los especuladores tienen más de 100mil€. Es el mismo razonamiento.

El señor Falciani, un informático que se llevó las listas de inversores en Suiza para vendérselo a los libios y que ahora luce la bandera de la igualdad social, dispone de una serie de datos que nos permitirían hacer un listado con nombres y apellidos de algunos de los que, al estilo de las grandes multinacionales, arrancaron la riqueza de nuestro pais para guardarla en colchón ajeno. En ese caso existen los medios para decir que "tú y tú y tú sois los que teneis que pagar". Pero eso no se supone que sea democracia porque no jodes a gente inocente.

Es más que probable que la única manera que tenga una persona con mala suerte que quiere salir adelante en Nueva Zelanda sea meterse a puto/a y, sin embargo, la ley no se lo permite porque intenta cortar a quienes van por ahí fomentando el puterío. Es más que probable que esa base de la modernidad y la igualdad requiera tratar a las personas bajo el mismo rasero y que el voto de un erudito de Gandia Shore valga lo mismo que el de alguien que se lea y razone las propuestas e historia de cada uno de los candidatos.

Claro que visto así la base de la igualdad entre las personas también es la base del problema.

Explícaselo a un albañil que ahorró 101mil€ en Chipre y ahora se ha quedado con la mitad porque diez (o diezmil) rusos descubrieron que allí se pagaban menos impuestos. Sobre todo si sabes que el gobierno sabe quienes son esos rusos. Sobre todo si el gobierno (este y el anterior) sabe de primera mano quien arruinó España y, por alguna razón, se empeñan en que no lo sepamos los demás.

Las avestruces meten la cabeza en la tierra. Los gobiernos se tapan con la igualdad interesada.

Mal de muchos, consuelo de culpables.

22 de marzo de 2013

Futuros gadgets de mierda

En medio de un exceso tecnológico Google lanzo y presentó esas gafas que directamente te van a obligar a ver el mundo bajo su californiano punto de vista, y te dijeron que será lo que se lleve en el futuro, como las hombreras en los 80 pero sin vuelta atrás, cual lado oscuro.

Ahora Samsung , Sony y Apple trabajan por separado en un reloj inteligente, que es esa cosa ( el reloj) que dejamos de usar porque lo de ver si llegas tarde era algo que te decía el telefono que es, en si mismo, eso que sirve para muchas más cosas que hablar.

Adidas presentó sus zapatillas inteligentes que van incorporadas con altavoces para decirte, al igual que me dicen mis lorzas, que debo de hacer deporte.

Definitivamente es la jodida erupción volcánica de los gadgets. 

No bastó alguna que otra mochila con placas solares para cargar los dispositivos (que yo he vendido un par) o la ropa que hace cosas y te dice si es que acaso estas enfermo. Ahora parece que viene todo un tsunami de cositas carisimas e inutiles que, al igual que el facebook, terminaremos usando como borregos con perfil social.

Se supone que necesitas una teléfono con una pantalla flexible y una cara animada sobre él que te hable y te diga cosas porque ya te habrás quedado sin amigos o estarán, los que te queden, buscando una wifi abierta. Se supone que necesitarás que las gafas te interpreten el mundo porque no serás capaz de disfrutar la embriagadora sensación de perderte o de sorprenderte, que casi suena igual. Hablarás con tus zapatillas sobre la gordura y las calorías antes de que, en tu coche, una voz te obligue a girar a doscientos metros o te haga tomar la segunda salida.

Y, sintiéndolo mucho, el gps de tu teléfono te indicará que hay "una tia cachonda" a cien metros norte como ahora mismo a alguno le dice el grindr que hay un "mariquita salido" en la zona noroeste del bar. Si se enfadan contigo te bloquean en el whatsapp o te aparecen personas desconocidas en el Line.

Tengo, hoy, todos los enchufes ocupados por el teléfono, la tablet, el netbook, el notebook, los equipos y un par de televisiones. Vivo en el futuro y sigo durmiendo frio y solo. Ni el facebook, ni el twitter, ni los avisos parpadeantes en todas esas pantallas me reconfortan.

Y me venden el futuro con forma de los relojes que no uso o las gafas que necesito tan poco como una zapatilla que me repita lo gordo que estoy.

No es un futuro, es una auténtica mierda.

La powerbalance tampoco daba equilibrio.

18 de marzo de 2013

Autocosificarse

Las princesas de Disney ahora son hipsters.
Y, probablemente, son más tontas que Blancanieves.

Ayer, sumido en ese eterno fin de semana aburrido, solitario y cultural en que he convertido mis fines de semanas invernales, consumí con furiosa cólera un documental llamado Miss Escaparate en el que se viene a afirmar de una manera cruel y sangrienta que las figuras femeninas que están siendo socialmente aceptadas como válidas son una copia hormonada de la mujer de verdad, una especia de supermujer que vive alrededor de la búsqueda dolorosa y con final feliz del amor y el hombre perfecto y, por ello, deja en un lugar muy extraño a todas esas figuras, al estilo de Bette Davis o Ava Gadner, a todas aquellos personajes de las películas de los años 30 y 50 en los que eran de verdad complejas, personales, intelectuales y con criterio propio porque eso se supone que ES la mujer. Sin embargo hoy en dia los arquetipos se han visto salpicados por miles de Megan Fox que airean sus curvas encima de una motocicleta.

Y el problema no reside en que nos quieran vender una imagen que no se acerca en absoluto a la verdad sino que toda una generación ha asumido como verdad ese arquetipo. El número de niñas que se autolesionan, acuden a la cirugía o se sienten incómodas con su cuerpo ha crecido de manera exponencial en las décadas más próximas. Los chicos valoran mucho más un buen par de tetas que la posibilidad de razonar por parte de sus compañeras. La presentadora de noticias buenorra es un hito en el que más de una chica se quiere ver dentro de unos años. Las nuevas protagonistas de Disney son un grupo de preadolescentes en bikini.

Por alguna razón mercantilista y pueril las mujeres famosas nunca son valoradas por su cerebro sino por su look o el traspiés con sus tacones. Es extraño un titular sobre el inexistente estilismo de Rajoy pero hay millones de bromas sobre la capacidad cromática de los vestidos de Merkel o la reina madre.

El número de niños que quieren ser presidente de EEUU se mantiene hasta la mayoria de edad y, sin embargo, las niñas aspiran a ser presidente se reduce de manera inversamente proporcional al desarrollo de sus curvas. La cantidad de dinero que gastan las mujeres de EEUU en productos de belleza basados en cánones inalcanzables seria capaz de proporcionarles la economía suficiente para hacerse diez o doce carreras en la universidad privada. Son datos.

Sin embargo el documental culpa a los medios. Culpa a todos esos guionistas facilones que han visto el filón de los roles ultramarcados rentables en taquilla a pesar de que logren que las mujeres se autocosifiquen. Se olvida que la generación que viene por detrás nuestro, aunque expuesta al descontrol del horario infantil, no consume televisión, consume internet. Internet está repleto de videos que hace tu cuñado con chistes que le hacen gracia. Está lleno de epic fails y de porno, de chistes facilones y powerpoints con flores y mariposas, de niños perdidos y enfermedades incurables, de historias falsas o falsificadas que van de muro en muro, de mail en mail y hacen pitar al whatsapp. Los responsables del contenido de Internet son los propios usuarios y, por ello mismo, esta es una rueda que resulta complicada de parar sobre todo en las mentes que se basan en la simplicidad anormal que cree que lo que sale por la pantalla es minimamente real.
Vivimos en una sociedad contemporánea que necesita que los personajes que la pueblan sean perfectamente definibles en un arquetipo. Tenemos los futbolistas lerdos y ricos, los informáticos gordos y pajilleros, los aburridos padres de familia, publicistas ególatras babosos, las pseudomeretrices de quince años, los niños que han de querer una consola por navidad y los geek asexuados de The Big Bang Theory. Tenemos más, eso son ejemplos. Parece que hay que meterse en una de esas camisas prefabricadas. No se puede ser futbolista pobre o guapa e inteligente, es como un gran bug.

El problema es que todo esto es algo que ni siquiera nos lo planteamos sino que lo asumimos como cierto y es, realmente, una basura con la que colaboramos cada día. A mi me gustan las listas que son guapas. Soy un informatico que no está gordo. Nunca supe jugar al fútbol. No creo en la televisión, ni en el Hola, el Cosmopolitan, el FHM ni en Internet.

Siento si alguno lo puede tildar de machista pero a veces el techo de cristal que dicen tener las mujeres es algo que han colaborado a crear. No es, exclusivamente, una cuestión de leyes. También es sentido común. Mientras tanto, sin darnos cuenta, las presentadoras de informativos cada dia dicen cosas que nos importan menos. Ellos miran el canalillo y ellas se acordarán de la chaqueta o el color de las mechas mientras sus hijos repetirán, como los seres autocopiantes que somos, esa actitud. Ninguno recordará el contenido de la noticia. Casi todos sabemos que el Principe se enamoró de la que salía en los informativos y que ahora está mucho más delgada que entonces.

17 de marzo de 2013

Cortos, chicos y chicas

(Nota técnica: Como los videos tenian autoplay, pulsa sobre la imagen para verlo)
Supongo que, algunas veces, los tios somos así. Más de una vez, también es verdad.

15 de marzo de 2013

Las normas (de los demás)

Me dice un jubilado erudito que el problema que tenemos ahora es un problema de Thatcher y de Reagan, de la liberalización y de eso que era tan progre de hacer que el mercado se regulara por si mismo. Me dice que eso nos ha llevado a pensar que el único objetivo era ganar dinero y que aquello es lo que nos ha regalado a los Urdangarines, a los Barcenas y a las Barcinas, los ERES y tantas malversaciones que no soy capaz de decirlas de carrerilla, de la misma manera que nunca supe cuantos ni quienes eran los reyes Godos.

Le digo que normas han existido siempre y que el problema es cultural, como siempre. Le digo que nos quejamos mucho pero siempre nos quejamos de los que hacen los demás, que en Valencia se han plantado un montón de inspectores de hacienda en las Fallas y que las autoridades se han enfadado porque hayan investigado a los pobres falleros para ver si, quizá, por casualidad, de soslayo, alguna actividad sustentada con dinero público en aquella ciudad pueda ser sospechosa de algo parecido al fraude.

Mis amigos se enfadaron conmigo cuando, de manera casual, pisé la alfombra llena de copias de dvd que estaba en la esquina de una calle transitada y recordé que por abrir la persiana en un barrio periférico yo tengo que pagar dinero y que espero que los demás cumplan las normas con la misma rectitud que yo intento cumplir. "Se está ganando la vida"- me dijeron. "Y yo me toco los cojones cuando pago el iva cada tres meses"- les respondí.

Me produce mucha más rabia cuando me roban dinero público y veo a un vecino sin tener que comer, por supuesto. Tambien me llena de cólera cuando intentan no pagar impuestos después de quejarse por los recortes, como si fuera una doble moral descontrolada.

Ayer me pidieron hora para una reparación. "¿Cuando estará?"- me preguntaron. "Señor"-le dije- "llevamos un orden democrático porque todos nuestros clientes tienen exactamente el mismo valor, así que"- sentencié- "vamos en orden cronológico". Me miró aprobando tanta rectitud moral y me dijo: "¿y no puedes colarme?". Con eso deduzco que la democracia, la igualdad y la verdad es algo de lo que todavía carecemos en esta cultura mediterránea, trafuyera y débil a la que nos hemos acostumbrado y en la que el más tonto intenta siempre hacerte el tipo de la estampita pero , después, exige correción moral a los demás.

Los partidos políticos critican al adversario y se pudren por dentro. Los equipos de futbol hacen faltas de roja directa pero gritan los fuera de juego del contrario. Wyoming y LoSantos se enfadan por lo mismo pero los dos tienen sociedades interpuestas para pagar menos impuestos.

Yo sigo, idealista y tonto como un gofre, pensando que las normas tienen que ser las mismas para todos y, mientras tanto, mientras siguen los deshaucios, a la infanta le dan una prórroga en su hipoteca.

Naranja y Canela.

He estado con un texto, os pongo el principio y el final.

"El hardware es la parte física de un ordenador y el software es su parte menos visible pero necesaria para su funcionamiento. Así que si lo hacemos extensible a una ciudad, las calles son el hardware y las personas que lo habitan son el software. Y son cambiables, actualizables, obsoletas, novedosas e incluso tienen funcionalidades ocultas que no aparecen en el inexistente manual de instrucciones, que es una de las cosas que se ha llevado por delante la modernidad.

Sin embargo adoramos todo lo nuevo como si fuera a ser la solución a problemas que aún no conocíamos. Nunca creímos que subir a ese lugar incierto que es “la nube” alguna foto sonriendo en la que se viera nuestro mejor perfil fuera una necesidad y, como llevando la contraria a todo aquello, estoy en medio de una fiesta con un teléfono esperando a que se dé la centésima de segundo adecuada en la que un grupo de chicas ponga su mejor sonrisa.

-Ya la tenéis.

Entonces se da ese momento casi místico y ceremonial en el que juntan sus cabezas a la luz de la pantalla para reírse y ver la pose de cada una porque, en realidad, las redes sociales son ese pozo de autocomplacencia que tiene hablar continuamente de uno mismo a fin de descubrirse el centro del universo, que es la aspiración del ser humano desde el principio de los tiempos.

Mi personaje favorito de televisión afirma, al hablar con su hija e intentando reconducirla por la senda de la verdad, que vive en una generación que se dedica a pasar el tiempo en sus twitter y sus facebook para, después, reclamar una vida por la que no han trabajado. Es una consideración profundamente cruel y poco digna. Supongo que nuestros padres tenían los juegos de calle y los veranos con los abuelos. Nosotros tuvimos las drogas, los primeros viajes y la televisión. Quienes vienen detrás nuestro llevan la parte de realidad que les interesa metido en un terminal con pantalla a todo color que les conecta y les aísla del mundo a partes iguales. Son diferentes entretenimientos generacionales. La comida industrial no está tan rica como la de mi madre pero es la que ha ganado en la guerra evolutiva de lo comercial.

(...)

Así que se va y yo me quedo mirando por la ventana. Avanza alejándose con el teléfono en la mano, escribiendo con el pulgar. Poco a poco desaparece entre la gente y la supongo, segura y decidida, pasando de la cerveza al tequila mientras pone caras sonrientes en algún perfil de facebook donde aparece radiante en la foto que la hice con sus amigas y, sin embargo, en ningún sitio pone ese miedo que nos atenaza al salir corriendo de una habitación de hotel si es que, acaso, fuimos capaces de reirnos antes de que aparezca el dragón que quema todo en los cuentos de hadas.

Tenía razón en aquello de las princesas y los príncipes pero estoy seguro que, en este momento de egocentrismo tecnológico, de bagaje cultural de comedias románticas de final feliz, Me enseñó todas las formas con las que tapar el miedo a sentir que se pueden tener antes de pedir a un extraño que te haga una foto para publicarla en “la nube” o en ese lugar donde siempre apareces sonriendo. Nadie tiene miedo, se arrepiente o se siente solo en el muro de su red social.

Al fin y al cabo la modernidad mató al romanticismo y esconde, como quien borra un archivo, los miedos a los que nunca nos enseñaron a enfrentarnos. El sexo es rápido, la información es inmediata, las caricias casi saben a robotizadas y no hay espacio para dudar, para probar o para los silencios. Y eso no me gusta, sobre todo cuando alguien, después de pedir naranja y canela para acompañar la bebida en un bar, le hace una foto y la sube a Internet antes de aprender a saborearlo.

En el mundo virtual no existen los sabores".


11 de marzo de 2013

Fumata

Basado en una historia real

10 de marzo de 2013

Yahoo, el teletrabajo y la libertad.

Yahoo! decidió, de un plumazo, eliminar el teletrabajo en su empresa.

Eso escandaliza a muchos que consideraron que aquello era una manera de dejarles gestionar su tiempo de la mejor manera posible y un nuevo avance en la satisfaccion que debe de darte, casi por definición, tu evolución laboral. Por supuesto que aquello va en contra de todos esos estudios que mantienen y demuestran las bondades de trabajar en casa tanto para el empresario como para el trabajador y se ve como un golpe dictatorial por parte de un nazi insensible con cara de mujer que es, ahora mismo, quien manda allí.

El teletrabajo es algo molón. Sin embargo se sustenta en pilares de arena. Conozco a quien, con una jornada flexible, habita en sus deberes a todas horas sin llegar al equilibrio personal que exige una disciplina autoimpuesta. Conozco a quien, también, es capaz de procrastinar de una manera semiprofesional hasta el deadline definitivo que termina con su despido. Hace unos meses se descubrió que un informatico flexible habia subcontratado a unos chinos online para hacer su trabajo mientras se dedicaba a ver videos de gatitos. Creo poder afirmar que cualquier empresario podrá asegurar que le importa bastante poco el tiempo que se dedique a trabajar siempre y cuando obtenga de ese trabajo un euro más de lo que le cuesta mantenerlo.

Pero, como casi todo, las cuestiones de trabajo son cuestiones entre personas. Se basan en la confianza y la honestidad. Cuando el trabajador intenta sacar el máximo rendimiento con el mínimo de esfuerzo o el empresario quiere convertirse en el sheriff irracional de la barraca, caducan. Algunos dicen que el teletrabajo es un invento del gran capital para ahorrar en infraestructuras, dietas y oficinas. Otros dicen que el teletrabajo es una máquina de generar vagos que no son tutorizados lo suficiente. Mi padre, que fue un gerente al estilo tradicional del siglo pasado, decía que "el ojo del amo engorda el ganado".

En 1999 monté un negocio con dos tipos. Les junté y les dije que les iba a dar libertad, que les sostendría si se caían y que eran libres para sacar adelante aquella idea con los horarios, protocolos y sistemas que consideraran, siempre y cuando estuvieran dentro de la legalidad. "Vosotros sereis los responsables de vuestro propio trabajo"- les dije. Perdí una cantidad de dinero infernal. Los dos trabajan ahora mismo a golpe de orden expresa sin tener que pensar ni decidir por ellos mismos. El teletrabajo o la libertad fue, en aquel caso, una perdición de la que tuve que responsabilizarme.

A veces se nos olvida que la libertad supone, casi por definición, ser responsable de nuestras responsabilidades y, de la misma manera que algunos adolescentes no son capaces de decidir cual es la hora correcta de volver a casa, algunos no son capaces de trabajar por si mismos.

No soy un enemigo del teletrabajo, en absoluto. Simplemente comprendo que más de uno no está preparado para ser libre, porque en eso consiste. Querer libertad y no saber usarla es libre albedrío, Sodoma y Gomorra, un after de ojos rojos.

El problema está en que, como en casi todo, la falta de responsabilidad de alguno ataca los merecidos logros de otros. Quizá por eso los padres ponen normas a sus hijos hasta que aprenden a usarlas, quizá por eso los gobiernos se dedican a poner normas una y otra vez. Quizá por eso los manuales de instrucciones dan indicaciones absurdas: porque alguno no supo utilizar el producto.

9 de marzo de 2013

Hipsters con criterio

Los que ahora se denominan hipsters, que son los mismos que se creían gafapastas, resultan ser una deformación social que camina por el alfeizar de la crítica sesuda y coherente después de descubrir la obviedad del fracaso de lo criticado. Se sientan ante una cerveza con la misma preponderancia de un gurú explicando como tienen razón ante un hecho erróneo consumado. Puede ser la crisis y puede ser la manipulación mediática. En ese último caso no dudarán en citar a Chomsky.

De la misma manera que se les llenaba la boca con la contaminación en los años 90 ahora pueden hablar de la falta de controles sanitarios en el etiquetado de la carne de caballo (con vacuno) y lo escandaloso que resulta que una empresa de muebles con poca madera vendan caca con poca carne. Son los hijos de aquellos a los que se les llenaba la boca con la palabra "democracia" cuando se murió el dictador con una puesta en escena muy parecida a la de Chavez y que ahora explican con serenidad iluminatoria lo agotado del sistema sin proponer, no sea que ese halo adivinatorio se chafe, una alternativa válida, viable y mejor.

Son los que sacan el smartphone de moda y ensalzan a android sin admitir que hace tres dias querían a apple después de haber abandonado a nokia.

En realidad son los sujetos de estudio de Chomsky.

Las personas contemporáneas, por alguna razón social que no llego a entender, necesitan una serie de guías espirituales del comportamiento social. De la misma manera que aquellos que hemos sido educados al abrigo de la fe cristiana tenemos ciertos reparos ante la satisfaccion casi animal de los instintos sexuales sin compromiso porque habita dentro de nosotros un pequeño cura cabrón entre los prohumanos de la actualidad figuran una serie de parámetros dificiles de cambiar.

El estilismo del catálogo de Ikea, la tecnología impuesta de las grandes marcas, el barriobajerismo de los concursantes de los realitys, la automoción de la jet set, Paris como el icono del amor, el bronceado de vuelta y vuelta como un sinónimo de relax, el Hola como una aspiración social o, por poner otro ejemplo, el cambio estacional de El Corte Inglés.

Resulta profundamente complicado llevar la contraria a ese tipo de ideales o direcciones que se han quedado marcadas a fuego como incontestables referencias. Esas referencias, incluso en estos tiempos de exceso de pareceres e información, son casi las única opciones que aparecen cuando se busca un tema de debate. Si fuera música podría parecer que no hay más artistas que aquellos que suenan en los 40 y, desafortunadamente para los oyentes de los 40, la mejor música no suele sonar por allá de la misma forma que las personas con más clase no aparecen en el Hola ni las casas más acogedoras están en aquel catálogo que desbancó a la biblia como la publicación más impresa de la historia de la humanidad.

Sin embargo aceptar la realidad de que la verdad no viene indicada en los faros que alumbran nuestro mundo mercantilista es lo mismo que perderse. Y cuando me siento perdido lo único que me apetece es tumbarme en posición fetal y esperar a que luzca alguna señal.

Así que vivimos en un mundo en el que es necesario tener opinión ante todos y cada uno de los complejos temas que nos rodean. Si no hay opinión lo que se hace es tomarla prestada y aquella retroalimenta nuestros pareceres. Oigo conversaciones sobre medicina, informática, seguros , automoción y moda en los taburetes de los bares como si allí vivieran expertos. Desconozco si saben que están cacareando como loros las opiniones de otros. Ni siquiera creo que "los otros" sean, como dice Chomsky, mentes inteligentes que han decidido manipular a la masa. Creo que simplemente son corrientes que arrastran y que, en realidad, se necesitan para creerse más inteligentes, mayores reyes de la creación, hipsters con criterio.

Yo me convierto en uno los sábados impares.

8 de marzo de 2013

8 de marzo

Y a los hombres trabajadores, también.

Aunque es completamente cierto, al menos en el caso de los hombres, ese regusto a placer extraño que tiene, después de quitarse los pantalones, meterse la mano en el paquete y mover un poco, casi como si se estuviera despegando, el escroto. A veces quiero compararlo con ese movimiento casi simétrico y mucho más sensual que realizan las mujeres al quitarse el sujetador y apretarse y subir a la par ambos pechos con las manos. Todo eso con la muda colocada ordenadamente sobre el borde de la cama mientras nosotros, desordenados como un niño malcriado, correteamos desnudos buscando el pantalón del pijama.

Eso sí, todos dormimos.

Así que podemos llegar a la conclusión que hay un punto de igualdad con detalles que podemos hacer extensivo, por supuesto, a celebraciones positivas, como las discriminaciones.