30 de octubre de 2013

Definición de loser (sentimental moderno).


Me cuenta un amigo.

-Tengo un colega que últimamente lo está pasando mal. Tiene un problema, la verdad es que es uno de esos problemas jodidos porque el chico es deportista de esos que se preocupa de sus calorías y de que si come demasiados hidratos de carbono y eso le hace pensar que la mujer que necesita es de esas que también hacen deporte y suben paredes escarpadas y tienen el culo durísimo y los pechos turgentes. Así que lo único que encuentra son jovencitas de veinte que, obviamente, le utilizan como su fuera una esterilla de baño con abdominales. Y se las folla, eso sí, pero luego se da cuenta que por ahí no va a ningún lado porque le lucen como una conquista molona y no puede hablar con ellas de nada más que no sea el próximo reto de deporte extremo. Pero luego no hay nada. Así que se deprime y se agarra unas borracheras tremendas y termina en casa, deprimido, sin saber si la bebida le va a exigir hacer unos kilómetros de más el día siguiente o si acaso ya empieza a estar viejo. Así que me cuenta que le ha llamado su novia, que está tremenda, y que le ha contado que tiene una amiga que ha descubierto que el marido se va de putas sistemáticamente todas las semanas. Ante eso él pone cara de estupefacto pero se queda al otro lado del teléfono porque, en realidad, la sigue queriendo. Y ella le cuenta que la otra, su amiga, está muy tocada con ese descubrimiento y que ha decidido devolvérsela, a su marido, poniéndole los cuernos para que vea lo doloroso que es. Entonces resulta que la ex novia ha pensado que él, que al fin y al cabo está solo porque ya no están juntos, pudiera ser ese tipo que se follara a la amiga para darle en la nariz al putero del marido, de la otra. Ahí él, que parece tonto, no lo corta ni piensa que qué cojones de relación ha podido llegar a tener con la que era su novia si es que ahora ella le propone este tipo de estratagema hipster contranatura. Él, que se queda callado y atontado, parece aceptar ese rol por alguna oscura razón. Así que su ex novia le organiza una cita con su amiga con ese fin extraño de follársela para intentar equilibrar el universo en aquellas relaciones extrañas envueltas con el papelillo tonto de la modernidad.

Y sigue:

-Así que queda con la otra. Y la otra, que debe de ser espectacular como un photoshop bien hecho, no le acepta una copa ni una cena. No pasean ni unos metros para descubrir si alguno no llega a un mínimo exigible en un pequeño intercambio intelectual. La otra le dice: "¿donde quieres que follemos?". Y él, que es idiota, se la lleva a su casa y entran por la puerta, se desnudan y están ahí, tumbados en la cama con sus cuerpos atléticos buscándose de manera artificial. Él se pone sobre ella y ella le mira con los pechos apuntando al techo y las piernas abiertas. En ese momento ella empieza a llorar. Y lo que iba a ser un polvo vengativo se convierte en tres horas de paño de lágrimas porque, en definitiva, ella quiere al putero de su marido y él no se atreve a admitir que accedió a todo eso porque quiere aún a la hija de perra de su ex novia, la misma que le ha metido en la cama con su amiga.

Esto, amigos mios, es la definición exacta de un perdedor. Un loser, para los modernos.

Pd: basado en una historia que me contaron como real.


Pd2: Looser es un sustantivo http://www.thefreedictionary.com/looser y loser es un adjetivo comparativo. http://www.thefreedictionary.com/loser  

26 de octubre de 2013

Hoy a las tres vuelve a ser 1975

Hoy se cambia la hora. A las 3 vuelven a ser las 2. Puedes corregir los errores que cometiste en ese periodo de tiempo, puedes volver a acercarte a esa chica o a tomarte otra vez esa copa y volverla a pagar. Puedes volverte a levantar y miccionar como si fuera un dejavú urinario, como si volvieras a por una botella de agua porque se acabó la de la mesilla. Puedes volver a abrazarte o intentar recuperar la sábana que te robó, en un sueño lejano, quien se acuesta a tu lado.

Puede ser que a las tres vuelva a ser 1975, por lo del poder adquisitivo.

Porque en 1975 no soñábamos con un teléfono de bolsillo ni había microondas. El sueño de la gran familia española era tener un Seat 124 y los viajes a la playa eran más intensos que ir a Punta Cana en el 2003. Por alguna razón, quizá por culpa de Imanol Arias o la erótica infinita de Ana Duato, parecían unos placeres de ricos al alcance de nosotros, si es que nuestro nada pingüe sueldo nos lo permitía.

Ahora creemos, quizá por el neuromárketing, que si no llevamos al trabajo un Porsche 911 y pasamos las vacaciones con cien sirvientes de los que quejarnos como el cliente selecto que somos, somos infelices. Tener un Opel Corsa de tercera mano hasta suena perroflaútico.

Lo cierto es que pasamos, en muy poco tiempo, de aprender usos y costumbres, de las titulaciones en maestría industrial, de los contables con caligrafía demostrable y de las costureras que contaban las intimidades de los vecinos a los directivos con traje de Armani, las aplicaciones contables en la nube y Zara para lo casual y Hugo Boss para las ocasiones especiales. Las intimidades, hoy, se comentan en Tele5. Ahora mismo no sé donde se quedó el punto medio pero cuando veo una charla en la que emplean las palabras "dinamismo" , "modernidad" o "sensorial" pienso directamente que me están engañando cómo cuando antes vendían enciclopedias por las casas.

Por supuesto que a lo bueno todos nos acostumbramos con facilidad, hasta los que no se lo merecen. Sobre todo, curiosamente, los que no se lo merecen y que son los que aprendieron sus derechos antes que sus deberes. Los que nos robaron y luego se sentaron a ver cómo los demás les rescataban sin que nadie les cambiara el coupé por un Seat 124. Son, también, los que consideraron que por existir debían tenerlo todo y, por supuesto, los que estabamos más preocupados por la manicura que por ensuciarnos las manos.

Hace treinta años los padres venían manchados con el mono de trabajo a casa y quien sabía inglés era directivo. Hace quince años las universidades cagaban directivos que no sabían coger un destornillador. Ahora ni se sabe coger un destornillador ni, por supuesto, se habla bien inglés. Hay un paso intermedio que no soy capaz de recordar, quizá porque nunca se dio y porque nos gustó pasar de 0 a 100 más rápido que un Ferrari.

Quizá por eso el reloj, hoy, vuelva hacia atrás.

No es una regularización de las horas de luz por el bien ecológico en nuestro consumo energético. Mañana volverá a ser 1975, a ver si podemos ir de 0 a 100 pasando por todos los números.

O volverá a ser 1975 porque ya se ha ido todo a tomar por el culo, que es otra opción. Tampoco estoy muy seguro.

24 de octubre de 2013

Mil imbecilidades innecesarias

Todo es cuestión de levantarse por la mañana, abrir la ventana, desayunar sano y , a ser posible, exprimiendo las naranjas del día. Hacer la cama, recortarse la barba, buscar unos calzoncillos limpios y una camisa planchada. Es preferible elegir unos zapatos que no parezcan de un vendedor jubilado de Tecnocasa. Salir a la calle y saludar con un leve movimiento de cejas al vecino o a uno del que la cara nos recuerda a algo pero no estamos seguros si acaso acabamos alguna noche abrazados cantando la macarena o si le contratamos una póliza, no sabemos si nos robó una novia o si es amigo de un amigo de facebook.

Trabajar con prestancia procurando dar solución a los problemas más o menos urgentes y mirar la hora cerca de la finalización de la jornada. Comer mucha verdura y no abusar de los hidratos de carbono, a no ser que vayamos a tener un desgaste físico programado en forma de gimnasio o de actividad grupal con o sin testosterona.

Leer la prensa e indignarse lo justo pero prestando atención a si un hombre mordió a un perro o si hay algún video de la danza nupcial de los delfines en algún lugar del Pacífico. Fingir un poco socialmente. Estar al corriente del tiempo, por si va a llover. Sonreir a quien te quiere (si se tercia). Revisar los recibos del gas, de la luz, ver si el banco nos ha vuelto a robar otra vez y llamar a casa para hacer un punto de control con los progenitores.

Lavarse los dientes con mucha pastita y agua corriente. Buscar el pijama. Esperar al sueño.

Y descubrir que pasamos el día haciendo recortes toreros a los problemas y a las gloriosas satisfacciones que dicen que tiene la vida de verdad.

Hay demasiadas distracciones que nos evitan fijarnos en lo que realmente importa y todo esto viene por una frase de un amigo: "es realmente ridículo lo que tenemos que hacer para sostener mil imbecilidades innecesarias en nuestra vida"

22 de octubre de 2013

Doctrina Parot

Mi madre me pregunta: la religión esa de parot... ¿qué es?. Doctrina, mamá, doctrina. Pues eso. ¿Doctrina no es religión?. Las octogenarias son sabias, creedme.

Véase:
 doctrina.
(Del lat. doctrīna).
1. f. Enseñanza que se da para instrucción de alguien.
2. f. Ciencia o sabiduría.
3. f. Conjunto de ideas u opiniones religiosas, filosóficas, políticas, etc., sustentadas por una persona o grupo. Doctrina cristiana, tomista, socialista.


religión.
(Del lat. religĭo, -ōnis).
1. f. Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto



21 de octubre de 2013

Cómo aprendí a ser un cobarde

Yo era un niño tímido de esos que se quedaban en blanco cuando tenían que hablar para toda la clase. Con 14 años El Boti, que era el mote de mi profesor de lengua, se enfadó conmigo porque no usé más de 3 de los 5 minutos en los que tenía que hacer alguna exposición absurda mirando a los ojos de mis compañeros. No recuerdo cual fue el tema, sólo sé que me dijo que siguiera y yo, rojo y atontado, me quedé quieto sin poder hablar ni volver a mi asiento con los músculos agarrotados, un jersey de cuello vuelto y una pizarra verde a la espalda.

Sin embargo y casi desde que tengo conciencia recuerdo hablarme e incluso simular conversaciones con personas con las que me iba a encontrar más adelante. En una reunión con un psicólogo infantil de esos que pasan por los colegios como los médicos que te dicen que estás sano cuando tienes siete años mis padres oyeron que yo era un niño que planificaba las diferentes opciones de una forma casi obsesiva para que ninguna de ellas me pillara sin una respuesta prefijada.

Después un psicólogo de verdad me dijo que eso era una herramienta de defensa ante el miedo a equivocarme porque era ese, en realidad, mi fantasma más temido.

Lo sigo haciendo, ahora lo sé, el problema es que cuando uno crece las posibilidades son casi infinitas. El problema es que hay un día en el que las opciones se convierten en excluyentes.

Tampoco recuerdo cuando ni cómo perdí el miedo a hablar en público. No  fui capaz de hacerlo en la reunión de alumnos y eso es porque ahí, aun con muchos más años en el carnet, todos volvimos a tener 17. Pero ninguna de las semanas de los últimos 8 años me ha dado vergüenza salir en televisión, ninguno de los últimos 19 años me he callado delante de un cliente, quizá porque ahí no existen las puntuaciones. Me he muerto de miedo, más aún que en clase de lengua, delante de personas importantes de mi vida. Quiero suponer que es el temor a suspender en las notas, a sentirme inferior a la media, a recibir un correctivo para el que no estoy preparado. Algunos lo llaman temor a la frustración.

Cuando Harry Encontró a Sally:
He tenido el mismo sueño: estoy haciendo el amor y los jueces olímpicos me están observando; he superado las eliminatorias y estoy en la fase final; el canadiense me da un 9,8; un insuperable 10 el norteamericano, y mi madre, disfrazada de juez germano oriental, me da un 5,6. Seguro que habré fallado en algo...


Muchos años atrás, cuando yo era un niño aplicado que sacaba unas notas más que excelentes, llegué a casa con nueve sobresalientes y un notable. Mi padre, exigente como eran los padres de los 70 que adoraban el modelo educacional de los 50, me puso mala cara por aquel lunar en un resultado casi perfecto. Luego se aburrió de repetirme que nunca acababa nada pero lo empezaba todo. Nunca toqué bien la harmónica ni completé la colección de sellos. Los cromos de futbolistas siempre se quedaban a falta del aguador del Osasuna y en el equipo de baloncesto fui titular, pero nunca la estrella. Nunca me rebelé porque estaba convencido que aquel notable no fue un sobresaliente porque no puse la energía suficiente.

Así que perdí la desfachatez necesaria para lanzarme al vacío de los retos. Nunca escribí un libro porque ni un sólo párrafo resultaba ser lo suficientemente bueno en la "relectura". Nunca abandoné todo por una idea porque tengo el don de encontrar los fallos antes que los errores. Nunca pude darme entero porque podía darme mejor y así las perdí y perdieron su tiempo esperando que yo estuviera dignamente preparado.

En ese momento empecé a envidiar la desfachatez de los demás. La misma con la que algunos se venden a si mismos como gurús o ejemplificantes padres de familia. Les he criticado millones de veces en este blog. La desfachatez de no pararse ante sus imperfecciones, sus culos celulíticos, sus patas de gallo, sus materiales que se pudren en productos de alta tecnología y son fachadas con baterias. La desfachatez de seguir adelante aunque eso vaya en contra de su propia ética, si es que la tienen.

Y un día de octubre, en medio de la espera de esa luz que indique el camino del décimo sobresaliente, me doy cuenta de la gran cantidad de cosas que dejé de hacer a expensas de esa última nota. Y aunque al final El Boti me puso un diez hay demasiadas veces que no me presenté a los exámenes de la universidad porque no iba a ser lo brillante que yo me merecía mientras otros compañeros, copiando o arrastrando sus aprobados raspados, tenían la desfachatez de dejarme atrás, de robarme a mis novias, de tener a mis hijos y de usurpar mis trabajos.

No eran mejores, eran más valientes.

Eso es lo que nunca aprendí.
Soy un gran tipo con nueve sobresalientes y un diez en cobardía.
(Tampoco me dejé ayudar)

20 de octubre de 2013

16 de octubre de 2013

Dulce elogio de la mediocridad

Cada día estoy más convencido que una de las características que debe tener el triunfo es un tanto por ciento de mediocridad.
Me sucede cuando veo que triunfa un programa en el que gente que no sabe de música elige a otra gente que no sabe de música sin verse un solo músico y con la excusa de disfrutar de la música.

Me sucede cuando veo a una mujer maravillosa al lado de un retrasado carahuevo de esos que llevan los cuellos levantados, las gafas en la cabeza y fuman sin abrir los ojos pero levantando las cejas mientras me miran como si me estuvieran perdonando la vida.

Me sucede cuando aparece uno de los mediocres de mi clase en los titulares de los periódicos por ser el último directivo de éxito, el próximo referente de la esperanza blanca o el portavoz de un organismo gubernamental repleto de carneros con carnet que viven del dinero público.

Me pasa los días en los que descubro todo lo que me hizo perder la idea autoflagelante de intentar ser especial, de tener una opinión y creer que expresarla hubiera podido ser una forma de avanzar en el conocimiento mutuo. Descubro, entonces, que dar la razón como un loro entrenado era mucho más rentable. No hablo de hipócritas que mienten a conciencia, hablo de devotos que no tienen razonamiento propio.

Me pasa cada minuto que pierdo revisando la casa para ver si dejé todo en orden mientras algunos me cogieron ventaja aunque no hicieron la cama. Eso es lo que me hace salir tarde y llegar a la almena cuando ya no está la princesa. Luego vuelvo a mi castillo ordenado para ver como se marchitan las flores que paré a comprar.

Me pasa cuando veo fracasar un buen producto agotado por una campaña de marketing de otro producto inferior, casi como la ruina de Gutenberg , Tesla o Kramer frente a Apple. Las tiendas de comercio justo están vacías mientras, en un colorido centro comercial, arrasan las estanterías de productos fabricados por mano de obra infantil de otras partes del planeta.

Para salir adelante no hay que tener opinión, no hay que hacer ruido, no hay que ser deslumbrantemente brillante. No se puede tener razón casi siempre ni hacer de la vida una santidad contínua. Hay que presentar un producto fácil y sencillo, un programa de televisión que se pueda seguir viendo sin pensar demasiado y sin perder el hilo después de perderse un rato para ir al baño.

Hay que alegrarse como un perrito cuando entra por casa, llevar la contraria el menor número de veces como si el cliente tuviera siempre razón aunque no la tenga nunca, culpar al ordenador cuando se estropea el router, a la oposición cuando se legisla con el ano.

Hay que decir contínuamente que se respetan los normas, los acuerdos, los compromisos y las fiestas de guardar pero comerse un kilo de carne en viernes santo y abrir los ojos sorprendido preguntando si es que ya es viernes en vez de aceptar que te importa un comino la vigilia.

Es más, hay que creerse todo y estar convencido de que eres un tipo íntegro y comprometido, un ejemplo y un digno representante de la verdad. No hay que tener siquiera un remordimiento porque eso te corroe como un mal óxido de responsabilidad, una punzada angustiosa de frustración. Hay hombres y mujeres que, a la vez que se ponen la ropa interior en la habitación de sus amantes, juran amor a sus desconsoladas parejas y se lo creen. Después, al llegar a casa, sus besos no saben a traición. Hay hombres y mujeres que se arrastran llorando por haber pensado por un segundo en el culo de la vecina o en el torso del jardinero y están dando una razón para quedarse abandonados y con la culpa en el reparto de bienes.

La búsqueda de la perfección, la opinión, la honestidad, levantarse después de aceptar que se cometió un error, pedir perdón o ir con el cartel de "imperfecto" colgado del cuello están castigados con la soledad en medio de una sociedad que premia continuamente a artistas, empleados o amantes mediocres.

Ya no hay seres admirables de esos que, al estilo Da Vinci, eran maestros. Se los han comido los intérpretes que no saben de música, futbolistas que no saben hablar, opinadores que no son periodistas, playboys con calzoncillos sucios, mujeres de busto turgente y wonderbra, cómicos sin capacidad de crítica y políticos que incumplen las promesas y vuelven a salir elegidos.

Ese es el dulce elogio de la mediocridad, y así nos va.

13 de octubre de 2013

El reencuentro (Carlos Siles & Boza)

Esta vez miraré de frente, 
Para que pueda contenerme, 
Estaré clavado tan fuerte, 
Que no sé si me hundiré para ti. 

Y abrazar, tan profundamente, 
Dolerá cuando no te encuentre, 
Nunca más pensaré “nunca más”, 
Nunca más te voy a buscar, 
Pero volverás. 

El día que se olvide todo, 
Ese día acabarás conmigo. 

Demostrar que no quedan restos, 
Desistir antes del comienzo. 
Y el terror a morir de frío, 
Cuando te quedes en silencio. 
Corazón, corazón...

10 de octubre de 2013

El desamor (con humor) desde el lado masculino (y musical)

Tengo la teoría de que el desamor, aunque  más igual de doloroso, se lleva con más humor desde el lado masculino. Adjunto cinco pruebas irrefutables:

Berto& The Border Boys: Me he puesto tetas (Extra: Me lo Tiro)
Ricky Lopez: El Busto es Mio
Rafa Pons: Malaputa
Alfredo y Fernando: Fea pero te quiero
Y, por supuesto, el gran Javier Krahe: mi mano en pena
Pd: Kevin Johansen: Desde que te perdi

9 de octubre de 2013

Los más tontos de la OCDE

Se ha publicado que los españoles somos casi los más tontos de la OCDE (23 paises supuestamente desarrollados) y supongo que eso no tiene que ver con que haya problemas con las H y los A VERes, no creo que tenga que ver con que caigamos en todas las trampas de 3x2 en los supermercados o porque no sepamos si es envuelto o emvuelto, si es alludar o ayudar, si acaso la segunda unidad al 50% es lo mismo que pagar la mitad o si la Babylon Toolbar es un estupendo complemento para tu navegador o un saco de mierda que cambiar tu página de inicio directamente desde el jardín de los troyanos que es softonic.

Somos los más tontos porque nos quejamos y no hacemos nada, porque salimos a la calle a reclamar por lo nuestro mientras nos importa una cagada lo que le pase al vecino, porque creemos en nuestros derechos pero no en los derechos de los demás y porque no sabemos admitir que hay gente mejor y peor que nosotros en todas y cada una de las actividades que acometemos.

Somos los más tontos porque nos creemos que lo de los demás siempre es más puro, más rico y más satisfactorio. Porque miramos el culo de la vecina sin abrazar a nuestra esposa, porque despreciamos a quien nos quiere pero nos jode cuando no está y porque no nos importa arrasar nuestra tierra siempre y cuando no tengamos que admitir que nos hemos equivocado al dejarnos llevar por la estupidez de los egocentrismos.

Somos tontos por fiarnos de un curandero nigeriano que se anuncia en los postes de los semáforos en vez de ir al médico, por creer en el resultado más que en la calidad o la satisfacción, por arañar la subvención aunque no nos haga falta, por no pagar el iva pero gritar por unos servicios públicos gratuitos y de calidad, por cogernos una baja el día que nuestro equipo de fútbol juega una final o por hacer frases que empiezan con "todos los..." y siguen con "...son unos...". Nos han soltado a la cara que todos los españoles son unos tontos y no apretamos los dientes para demostrar lo contrario.

Desconozco si sucede en otras partes del mundo, supongo que sí.

También desconozco si lo somos o nos lo hacemos. Quizá alguno creyó que había subvención al desarrollo cultural de la misma forma que yo no estaba tan malo cuando me libré de la mili y luego chuleé de ello como haría un españolito de a pie.

8 de octubre de 2013

Pirateos de los 80 y los 90

Reconozco que hace muchos años robé el disco de Tahúres Zurdos en El Corte Inglés, y me lo quedé por esta barbaridad de canción:
Era la manera que teníamos de piratear música en aquella época si exceptuamos grabar la radio con el cassette dando al play y al rec a la vez y esperar al pause en los anuncios. Después, porque algunos éramos ricos, teníamos un doble pletina y grabábamos del tirón los 45 minutos de una cara en una cinta de 90 de TDK. Lo primero que me grabé, porque soy así de raro, fue el Paris de Supertramp. Para eso ahorré una cantidad de dinero infernal y me compré una cinta de metal, que eran las buenas.
Más tarde me hice amigo de un chico al que le gustaba ser el malo de la clase y yo le señalaba el disco que quería y él, poniendo cara de delincuente, se lo metía en el abrigo y me lo daba tras ese flujo de aire que tenían siempre las puertas de los centros comerciales. Es decir, en la calle, que es donde le esperaba yo como un capo mafioso a la espera de un vinilo de Clapton, de Dylan, de Genesis o de Radio Futura..

Cuando él repitió curso yo me hice con un rollo de precinto de la sexta planta de El Corte Inglés y compraba cual ciudadano ejemplar mi disco. Lo llevaba a casa. Me lo grababa con calidad mientras dibujaba la carátula y lo volvía a empaquetar, añadiendo el precinto, para ir al mostrador de devoluciones contando que era un regalo que me habían hecho por mi cumpleaños y que no lo había abierto, por lo que reclamaba a la empresa el cumplimiento de su compromiso de devolución del dinero. Reconozco que esa era una estrategia malévola y casi perfecta que seguí realizando en todos los establecimientos de la marca a los que pude tener acceso durante años. Quizá por eso ahora mi colección de vinilos es pequeña.

Luego llegó el cd y la cosa era más sencilla, llegó el Napster y el Emule, llegó Mipony y el Jdownloader. No usé nunca el Ares porque me quedaba demasiado por oir y me entretuve con bandcampdownloader para poder escuchar las maquetas antes de comprar, como si fuera el último usuario, discos de oferta en secciones vacías de los nuevos centros comerciales donde agoniza una manera romántica de conocer la música y, he de decirlo porque han prescrito mis pecados, piratearla como yo lo hacía.

Pd: Y devoraba un disco a la semana mientras ahora salto de video a a video de youtube o termino apagando spotify al oir el decimosexto anuncio mientras he llegado a una banda de rock progresivo finlandés. Entonces me refugio en grooveshark y, por alguna razón, termino en algo que tuve en vinilo en mis manos.

Todavía me funciona el tocadiscos. Es donde escucho el Blood On the Tracks.

6 de octubre de 2013

La Mantis del marketing del XXI

Nos encanta lo gratis, nos encantan las promociones y la sensación de conseguir sin pagar algo por lo que el resto de los mortales dejan sus ahorros y sus esfuerzos. Nos encantan las ofertas y que nos juren que estamos ante una oportunidad infalible que nunca más se va a repetir. Nos encanta google y facebook sin llegar a pensar que de algun sitio tienen que sacar dinerillo para convertirse en dos de las empresas más ricas del mundo. Nos gustan los mercadillos y los rastros, creernos que nos van a regalar un iphone5 desprecintado por compartir un estado en el muro.
Así que, casi como si fuera una sordera, después de escuchar la palabra "gratis" ya no se oye nada más. Viene a ser como cuando la Mantis Religiosa se acerca al macho en un after del campo y le ofrece sexo gratis. Luego le mata y se lo come, pero era gratis.

Eso es tener un master en marketing del siglo XXI y, por algún motivo, es comercialmente rentable.

5 de octubre de 2013

El ruido cultural, Britney y las maquetas

La cuarta tendencia del dia en la página de Yahoo de hoy es "mascarilla para la cara". Está junto a Cristina Pedroche y Asunta (la niña asesinada presuntamente por sus padres). Está con esa noticia que dice que se podrá ir a 130 km/h en autopistas para llegar más rápido a ninguna parte y otra que habla de La Liga de Fútbol. Se supone que eso es lo que interesa y de 10 hay 9 decepcionantes, pero son cosas de la democracia informativa.

"Estoy harto de tanta información"- me decía un amigo junto a un café. "Tanto internet, tanta hostia... y ya no sé ni lo que leí hace un rato. Antes me levantaba por la mañana y me disponía a leer la noticias. Cogía el periódico, leía los titulares y los encabezamientos. A veces hasta el cuerpo de la noticia. Me daba por informado y salía a la calle. Lo comentaba con los amigos. Ahora me levanto y enciendo el ordenador o el móvil y abro tres o cuatro medios. Me pongo de mala leche y termino con el facebook. Me doy cuenta que no me entero de nada porque me satura. Es como tener cien novias y no follar nunca. Casi es una paradoja que cuanta más información tengo a mi alcance, menos me importa."

Tiene razón.

Así que la tendencia global, quizá anestesiada por tanto exceso y tanta tontería, es  simplificarse y reducirse hasta límites insospechados. Quizá por ello o por agotamiento neuronal han surgido un grupo de "culturetas infames" que bombardean a los demás con consejitos psicólogicos dignos de telepredicador o echador de cartas de madrugada con linea caliente. "La felicidad es..." y lo pone sobre un fondo en blanco y negro con un niño jugando. Luego lanzan seis canciones de Pablo Alborán, Malú , Melendi y se quedan tan tranquilos creyendo que son un faro cultural que todo lo guía. En el fondo, y recordando un link (de obligada lectura humorística), más de uno se ha quedado bloqueado en la manera de relacionarse de 3º de BUP y no es capaz de desprenderse de las canciones de Fito.

El miércoles me decían, bajo la apariencia incómoda de dj, que Britney Spears era una transgresora porque en su último single usaba la palabra Bitch (puta). "¿Qué mierda de transgresión es esa?"- dije. "Transgresión pudo ser Elvis o Janis, transgresión pudo ser el punk o cualquier mierda que cagara la libertad desaforada que se vivió en este pais cuando murió el dictador y creímos que se podía hacer todo. La Velvet Underground o hasta Madonna pudieron ser algo que culturalmente tuviera cierta lógica pero ni Beyoncé ni Miley ni Britney ni Rihanna son transgresoras. Son un concepto de espectáculo y punto. Siniestro Total, los Toreros Muertos.. hasta Almodovar y Mcnamara tienen (o tuvieron) en cada huevo una capacidad de ruptura con lo establecido y un riesgo cultural mucho mayor que cada golpe de cadera o remezcla del señor Getta." Lo voy a decir claro: las Nancys Rubias , aunque lo parezca, no puedo meterlo en el saco de la cultura porque cultura no es cada pedo que se cae. Yo no soy escritor porque suelte sandeces en un blog.
-"Lo que pasa es que eres un viejo que cree que su época es mejor que la anterior"- y ahí me tuve que callar aunque yo no había nacido cuando Elvis ya se arrastraba en Las Vegas. "Cada época tiene un reflejo en su cultura de lo que se vive en el día a día- siguieron- y es cierto, quizá, que esa sensación de libertades y de posibilidad de cambiarlo todo desde un garaje es algo que ahora mismo no se da de una manera tan global o tan directa. Hay cosas, créeme, pero no suenan en los 40 ni en los bares. La transgresión se ha quedado en cien maquetas que no pasan de ser unas grabaciones de youtube".

Les tuve que dar un minipunto. "Con pocas visitas"- dije- "Sí"- dijeron.
Estoy convencido que la cultura como tal sigue latiendo de alguna forma entre toda la basura que llega a nuestras pantallas o a nuestros oidos cada día. Hay mejores escritores y mejores cantantes. Hay maravillosos compositores y periodistas con criterio. Hasta creo que entre todos los links de facebook habrá algo sorprendente y maravilloso, como un blog que se esconde o una noticia maravillosa a pie de página. Considero que la autocensura es una lacra en los artistas actuales pero eso se debe a la necesidad de hacer negocio con el trabajo de cada uno y la imposición de lo "correcto"

Sin embargo hay demasiado ruido. Mucho ruido. Es imposible tener una conversación inteligente en una discoteca porque las frases se convierten en tuits. El riesgo está en rendirse como el que ya no lee las noticias abrumado ante tanta información o el que cree que el mainstream es LA cultura. Es lo mismo que pensar que el sexo es el porno o el que se creyó que ir a una masterclass es más que hablar con el fontanero porque el fontanero no tiene tres máster. Existen personas que se han convertido en radicales fundamentalistas de sus propias creencias al estilo applefan o forofos futboleros descerebrados. A esos es imposible recuperarlos del lado oscuro de las tendencias porque es la lucha contra las creencias, contra creer que la tierra es plana o contra la psicología de best seller de Bucay. Usar el photoshop no es ser un buen fotógrafo pero nunca aceptarán lo contrario.

Hay 10 millones de visitas en lugares que no aportan nada y seis videos con 150 reproducciones que te ponen los pelos como escarpias.

El problema es encontrarlos y hacer el esfuerzo de llegar ahí, al refugio cultural que, como El Dorado o el amor, dicen que está en algún sitio. Cada vez más escondido.

Pd: Yo todavía no he acabado de descubrir maravillas culturales de los 90. (Lo de Bitch de Meredith Brooks era sólo para demostrar que el mainstream de los 90 era más fuerte que BS)

2 de octubre de 2013

Cheater social

Estoy harto de oir los resultados como si fuera lo único importante, como si el valor de la nómina fuera un medidor de felicidad laboral o las veces que la metes o te la meten se convirtieran en grados de alegría, las invitaciones que recibes un termómetro de sociabilidad o el brillo de los oros un horizonte deslumbrante. No parece que importe hacer el esfuerzo o empezar a correr sino llegar más lejos, publicarlo más arriba, tener más niveles en el Candy Crush, donde nunca jugué.

Casi con la estupidez del padre que grita a los niños del equipo rival de su hijo como si fuera la final de la copa de Europa o se jugara salvar el hambre en el mundo más de uno deja de hablar del esfuerzo o del camino tapándolo todo con el destino o con el resultado. No importa la manera de llegar a algún lugar sino llegar. Parece que las trampas son válidas si acaso se logra el objetivo. Si la vecina cree que es de Gucci da igual si lo bordó un menor taiwanés en un garaje de Melilla.

Hoy me preguntó la hija de un cliente si acaso podía ayudarla a hackear (sic) un determinado juego para poder ganar a sus compañeros de clase sin pagar con dinero de verdad por los logros que necesita para pasar de nivel. -Es un juego- le dije- no pasa nada si no les ganas. Además es preferible ganar con esfuerzo en vez de con trampas-. -Me da igual- respondió -lo importante es ganar-. Luego se marchó, con sus trece años, indignada porque no es justo. Al fin y al cabo "los demás, si pueden, también hacen trampas para ganar".

En los juegos se define "Cheater" al tipo que se ha preocupado de ganar con trampas, al que tiene un nivel 60 y, cuando dan la salida en el Need for Speed, ya ha llegado. Es el que nunca se muere en el Counter Strike. Supongo que es el que, sin disfrutar del juego, impide que los demás lo pasen bien.

Por eso es repulsivo.

Luego se te acerca en el bar, te dice que tiene más nivel que tú y cuando empieza a enorgullecerse de los códigos que utiliza, te dan ganas de meterle dos hostias.

 (Pd: lo del juego es una metáfora)

1 de octubre de 2013

Rob y las fantasías 2.0

Supongo que en algún momento todos quisimos ser John Cusack en Alta Fidelidad. Sobre todo porque le sale bien y no porque se lía con una de las primeras hipster de la tele que es la hija de Bill Cosby cuando estaba saliendo con Lenny Kravitz y haciendo la letra de Rosemary en ese primer disco brutal.
En realidad y quizá por el martilleo incesante de tantas canciones tristes y desconsoladas que sufrimos los que buceamos en el pop y el rock de los 90 las conversaciones cambian. Quizá el presente es tan desconsoladamente imperfecto que nadie se queda con el calavera de Rob.

-Ya no soy ni una opción, ¿verdad?- Le dice Rob a Laura en la nueva versión a través de un whatsapp con una carita que tiene los ojos abajo al final de la frase. Se queda mirando el doble check y ve cómo el estado de ella pasa de "escribiendo" a "en linea" de forma intermitente. -Me he apuntado a edarling- le responde junto con un sonidito de recepción de mensaje. Y en vez de acabar abrazados oyendo una versión de "Let´s get it on" suena una remezcla infernal de pitbull mientras cada uno acaba por su lado y él lanza el smartphone contra el suelo sin romperse para que el productor de la secuela pueda cobrar la publicidad del fabricante.

Definitivamente hay cosas que pierden emoción. La pierden como se pierden muchas canciones a lo largo del tiempo de la misma forma que la ropa queda ridícula diez años después. Reconozco que cuando yo era pequeño sólo existía lo que salía por la televisión y ahora parece que existe absolutamente todo. Hemos dejado de sorprendernos con las cosas. Podemos tener un retrete ajustable si lo compramos con paypal y podemos darnos de alta en Badoo a las 10h, echar un polvo a las 17h y borrarnos a las 21h. Es algo que entra dentro de la lógica contemporánea.

Es abrumador. También es la excusa perfecta para no pensar o no avanzar porque estás demasiado ocupado en pulsar en los hipervínculos.

Existe un efecto psicológico en las sociedades y en las personas denominado "indefensión aprendida" y se puede inducir (y se induce) como si fuera una bayeta reteniendo el líquido del café que se cae en la encimera. Si algo se repite continuamente presupones que será así la próxima vez, por lo que actúas como si ya hubiera sucedido o ayudas a llegar a ese resultado. Estirando esa idea de alguna manera hemos considerado que los perfiles de facebook son mejor que las personas, que la publicidad es más bonita que la vida real y que la felicidad se esconde detrás de una sorpresa inesperada que aparece detrás de click o al terminar una fiesta en la que no hablaste con nadie pero en la que él te recogió el bolso cuando se te cayó al salir por la puerta con una de esas chapas que buscan pareja en las reuniones de singles para descubrir que él mismo tenía la otra chapa.

Reconozco que la tentación es fuerte y que en esa historia el sexo es fenomenal.

Aunque sigo pensando que las respuestas están en la calle y no en Yahoo preguntas. También creo que hay muchas cosas que existen y las perdemos si no nos fijamos cada vez que andamos por las aceras con los dedos gastados de mirar abajo para ver si hay una nueva notificación en el teléfono, ese que ya no hace ring pero que no para de vibrar y que en ningún sitio pone, al lado de las instrucciones, cómo gestionar la frustración de descubrir que es una ilusión.

No digo que sea mejor la película que lo que se vive ahora, digo que el libro es el que era mejor. Leerlo, después de comprarlo en una librería, es mucho más trabajoso que opinar con un twitt sobre la interpretación de la película que diga "Estoy harto de fantasías porque no existen y porque nunca hay sopresas de verdad y ademas nunca te llenan. Estoy harto de todo lo demás pero no me harto de ti" y luego grabar un recopilatorio que intente decir algo y no sea una lista de Spotify


Claro que yo siempre quise ser John Cusack y Coque Malla en "Todo es Mentira", me parecían más honestos por mucho que a día de hoy tenga casi superada la dependencia de los papeles de perdedores con corazón de la misma forma que no escucho discos de Sabina. No soy imparcial por mucho que me pase el día vendiendo ordenadores, tablets y teléfonos. Soy un camello de la tecnología que reniega de sus drogas que te ayudan a evitar la realidad con cientos de visitas a tu perfil y mil frases ocurrentes copiadas con Ctrl+V. No hay manera de diferenciar lo genuíno si viene en forma de bits y bytes, de terabytes o sin olor.