26 de julio de 2011

Vivir sin televisión

Hoy mismo, varios días después de la matanza de Oslo, apareció la conversación sobre el noruego en cuestión entre el primer y el segundo plato lleno de especias de un restaurante indio donde nos refugiábamos del verano cantábrico que nos enfría.
Los ojos abiertos y las miradas perdidas con gestos complacientes de aquellos que te delatan vivían impresos sobre la cara de una pareja de la mesa.

- ¿Sabeis de lo que estamos hablando?
- La verdad es que no.
- ¿No sabeis que un noruego loco ha matado a un buen saco de personas a tiros hace un par de días?
- No. Es que no tenemos tele.
- Pero tienes internet en el móvil - dije señalando a su brillante GalaxyIIS
- Si- me dijo mostrándolo- Lo usamos para buscar hoteles y de GPS.
- Y para el WhatsApp y el Facebook- apuntilló ella.
- ¿Y sabeis que se ha muerto Amy WineHouse?
- Si- dijeron como si hubiera sido una ofensa casi al unísono.

Hay una cosa que no entiendo y es ese mundo de información sesgada en el que viven apasionadamente más de unos pocos. Lo primero que se elimina es la televisión, y los motivos son múltiples. Puede ser porque la necesidad informativa la suple la siempre vigente y acompañante radio. También puede ser porque, ante la obviedad de la manipulación informativa de los gobiernos sobre las emisoras institucionales, no queramos una fuente de noticias sesgada y prefiramos contrastar en Internet para llegar a nuestras propias conclusiones. Incluso puede ser que veamos a la televisión como un medio tremendamente caduco que irradie catódicamente las miserias sociales y nos neguemos a convertirnos en nuestras abuelas poseídas por el tufillo de tele5.

Puede que nos agrade leer la prensa con el desayuno o que, y esta respuesta es la mayoritaria, estemos hasta las narices de lo que sucede en el mundo y mientras no nos afecte no queramos empaparnos con las miserias que es casi como si no quisiéramos ver películas de miedo y solamente nos rodeáramos de telefilmes de final feliz.

Lógico es, en ese caso, que ni las noticias, ni las páginas de noticias, ni lo que suena después de las señales horarias en la radio nos interese en absoluto.

Resulta entonces que una gran parte de esta generación de modernos que tiene a bien ser aquellos que llevarán las riendas de nuestro mundo vive entre series que ven online, páginas de compra de zapatos y bolsos, las tonterías y fotos estupendas de sus amigos residentes en diferentes redes sociales, gps, whatsapp, algún curso online, gtalk, skype y twitter pero en absoluto son capaces de sentarse a descubrir lo que sucede más allá de su micromundo interconectado que parece ser el único que posee la verdad.

Pero están apenadísimos porque se ha muerto una yonki. ¿Artista? Sí. Pero una yonki. Esa noticia sí que la conocen. Hasta saben los detalles.

Supongo que es parte del precio de la capacidad de estar sobreinformado. Que empieza todo a importarte una mierda aunque lleves la bandera de ser un moderno porque no tienes ese instrumento manipulador que es la televisión.

Eso sí. Al ver que sigue lloviendo al salir del restaurante haces ese chiste de "me gusta el verano, es mi día favorito del año".

Pd: Supongo que será que la sabiduría popular ahora es así, y yo me lo perdí. Me gustaba más la sabiduría popular de hace unos pocos años, que hasta los hippies estaban más informados que los glamurosos semiyuppies sin tv pero con casas de diseño, aunque sea a golpe de ikea.

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