Existe, desde que tenemos conciencia clara sobre la globalidad de nuestra sociedad, una idea mágica y maravillosa que nos engloba a todos en un mismo grupo excepcional y cohexionado que rema en una dirección común hacia la que iremos más fuertes y respaldados.
¿Bonito, eh?
Pero de alguna manera y como un efecto contrario ( backfire lo llaman los británicos) nos hemos vuelto bastante menos globales en el día a dia. Queremos ser Europeos pero no Españoles. Comunistas si vivimos en el lado capitalista del mundo y capitalistas si nos manda Putin o Mao. Hay un efecto curioso cuando dejamos de ser los Mr Wonderful del postureo: lo único que importa es nuestro culo.
Y cogemos nuestra realidad, imperfecta por definición, poniéndola enfrente de algo maravilloso e idealizado que es lo de los demás. Si tenemos un rey, pues sin rey. Si vivimos con nuestros padres lo que haremos será fijarnos en lo libres y felices que vamos a vivir por nuestra cuenta. Si estamos solteros adoraremos el olor a café recién hecho por alguien que nos quiere cada mañana. Ese detalle será el que convirtamos en un muro que poner entre nosotros y nuestra idealidad completa.
Pero nunca llegamos a esos límites de felicidad que nos prometieron en algún anuncio y aquel coach al que pagamos para que nos contara el camino seguro a la verdad. Así que necesitamos una excusa, un drama, una puta mierda y a quien culpar de nuestra incapacidad de alcanzar el Parnaso.
Esas son nuestras putas mierdas.
Cada uno tiene la suya y de la misma forma que nuestros abuelos nos decían que siempre hay alguien mejor y peor que nosotros EN TODO lo asumimos pero nos castigamos en soledad. Es una mierda: no nos funciona suficientemente rápido la wifi, se nos enciende una luz de avería en el coche o sólo había ensalada de cena cuando queríamos sushi. Nos enfadamos porque la serie que deseamos ver es de HBO y tenemos la mierda de Netflix, porque viene una borrasca por el oeste o porque no nos llega para tres meses de vacaciones. Así que en ese momento juramos que somos esclavos explotados, que vivimos en la dictadura de las grandes corporaciones o que la industria alimentaria nos obliga a consumir productos procesados. No decimos que llueve sino que es la mayor tormenta acontecida jamás. No decimos que no nos llega para cenar todos los días fuera de casa sino que vivimos en pobreza severa. Que sí, que nuestra abuela no tenía para comer durante la guerra y hay niños desnutridos en Africa pero, joder, tengo derecho a un chuletón de vez en cuando y unos nuggets de pollo. Cuando un baboso que no queremos que nos escriba nos manda un like a nuestra foto supersexualizada de instagram contamos que fuimos acosadas por el patriarcado y sí, hay violadores en las explanadas abandonadas de los parques, pero yo tengo derecho a contar que mi puta mierda es un grandísimo drama que se ha convertido en lo más importante del mundo. Mucho más importante que el tuyo, por supuesto.
Me solidarizo con los que tienen menos suerte que yo, claro está. Pero lo mío es malo muy malo y necesito que los astros, los jefes, los padres, los gobiernos o el tribunal de derechos humanos de La Haya me compensen por no merecer este tipo de penurias. Vivo subyugado por el yunque de los castigos y merezco una solución inmediata. A lo mío y porque yo lo valgo.
Ya , si eso, veremos qué sucede, después, con las tuyas y que no son las mías: con tus putas mierdas.
Bienvenidos a la sociedad dialécticamente más empática y personalmente más victimista de la historia.
Pd: ¿Sabes lo que sucede entonces? Que desconfío de cada drama que oigo y que, al final, no se arregla lo que es verdaderamente importante porque no fuimos capaces de actuar acorde con ese remar en la misma dirección más fuertes y más respaldados. En el cayuco por el que caminamos como sociedad hay uno preocupado porque su asiento está mojado, otro porque le sentaron junto a uno que huele mal, hay otro que no está de acuerdo con el color de la barca y tres dicen que no han sido certificados los salvavidas. Hostia: si aquí no está remando nadie.