21 de septiembre de 2020

Andre, Mariano y Lorena.

Cuentan que Andre Agassi, uno de los símbolos del tenis para mi pero por detrás de Biön Borg, se enamoró de una moto cuando caminaba por alguna calle de EEUU. Se quedó junto a ella hasta que apareció el dueño. En ese momento le dijo que quería comprar la moto. Tras un momento de oferta y demanda, teniendo en cuenta que hablamos de un tipo que ganó más 30 millones de dólares solamente en premios, se la llevó.

Andre confesó , una vez retirado, que ser el numero uno resultaba una presión excesiva y que hubiera preferido ser el 141. Claro que eso es cómodo comentar después de ser un grande y con una bonita moto en el garaje.


Una de las cosas que tuvo la crisis que reventó en el 2008 es que Mariano López, joven estudiante de notas nada destacables, descubrió que dejando de estudiar y poniendo ladrillos recibía más pasta que sus colegas con la carrera de medicina acabada y que , además, si iba al banco le daban para un BMW y una casa en el campo. Así que se hizo con todo el pack. El sueño de algunos políticos que aún estaban en la universidad por entonces es lo que pasó en aquellos tiempos: que todos nos creíamos ricos y gastábamos hasta que no hubo para todos. Mariano se quedó sin casa, divorciado y gastando las mañanas en el centro de salud donde pasan consulta aquellos de los que se reía. Les hace las reformas de la cocina del pueblo. Lleva el mismo coche con cien rayones por banda, escape en popa y a todo turbo.

Hace unos días Lorena, una muchacha con un iphone que compró de segunda mano y un pequeño tatuaje en el tobillo que está a medio camino entre un tribal y un pájaro libre por el cielo, se quejaba de la especulación inmobiliaria del capitalista de su casero, el cual le había instado a irse por no pagar el alquiler. Lorena ha vivido alimentándose de experiencias: ha visitado Italia con una mochila. Se ha drogado en Ibiza. Tuvo sexo en la playa de Caños de Meca con Italiano. Pasó un tiempo en EEUU y se ha visto el 23% de las series de Netflix. Todo ello con la financiación expresa de ese tipo de padres, negociadores y condescendientes, que creyeron suplir lo que no vivieron intentando adecuarse al nuevo mundo que viven los adolescentes ( de 14 a 29 años) en vez de establecer algún tipo de norma mínima de quid pro culo quo. Como un perro que baja las orejas al acercarte porque está acostumbrado a recibir golpes, Lorena no es capaz de plantearse nada que no incluya una experiencia nueva o simplemente volar allá donde sus deseos manden. Si no llega a ese El Dorado considerado como objetivo del mes, la culpa es de los demás porque algo aprendió desde pequeña: ella se lo merece.


Otra de las cosas que contaba Agassi es que "si el éxito es el compromiso por la vida no creo que ningún niño debiera pasar por lo que yo pasé" pero sucede lo mismo que con la moto: es sencillo decirlo con algo que refrende conocer las maldades del triunfo. Se quejaba de que su padre le exigía más de lo que puede dar un niño, llegando incluso a odiar el tenis aunque también el tenis le había dado a Steffi, más exitosa que él, y a sus hijos.

Bueno, y también todo aquello le dio una holgada situación económica que le permite ahora, con 50 años, vivir experiencias. Incluso algunas con las que Lorena solamente sueña. Pero es que Lorena no entrenó jamás. Cuando tenía que hacerlo Mariano, su padre, le pagó lo que quiso con lo que sobró del crédito del banco.


La han cogido de recogepelotas  en el club de tenis en el que su padre reformó los baños. Cumple escrupulosamente lo que dicen los protocolos sin hacer absolutamente nada más, ni mejor ni peor, no sea que la echen. A la hora exacta de salir ( ni un solo segundo más para esos capitalistas explotadores)  y cuando se ríe del niño que se queda a entrenar por las noches no se da cuenta que se está riendo de ella misma. Andrés, se llama el niño. Le gusta el tenis. Si no llega a número uno y se queda en 141 tampoco está tan mal pero, por si acaso, estudia matemáticas por las mañanas y no conoce Cádiz.

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