28 de febrero de 2017
27 de febrero de 2017
La historia de mi único disfraz
Aunque ella nunca lo tendrá en cuenta sabe que le guardo un cariño muy especial.
El caso es que era un sábado a media tarde. No recuerdo de dónde veníamos pero descubrimos una tienda de esas de chinos horrenda en la que los artículos se acumulan en las estanterías. Entramos. En la planta de arriba había una colección de disfraces. -Hagamos una cosa- dije con cara de travieso- Elígeme un disfraz pero no me digas cual es. Yo haré lo mismo contigo.- Creo que me acerqué a su oído. -Luego nos vamos a tu casa y tú te lo pones en el cuarto y yo en la cocina. Y nos encontramos en el salón. Y follamos en el sofá con nuestros disfraces-. Ella aceptó el reto. Yo me fui a la zona de chicas y estuve mirando. Vi el disfraz de cortesana y el de enfermera sexy. Vi el de Batwoman. Vi uno muy corto de blancanieves. Ella se reía en su lado, que era justo en el pasillo opuesto. y me decía que si quería ir de militar y yo insistía en que no me lo dijera. Oía sus carcajadas y también los "uy" de sorpresa. Notaba cómo sacaba las perchas y cómo dudaba. Por mi parte elegí un disfraz de chacha corto pensando que aquellos pechos se iban a salir y que el complemento de la cofia y del plumero podía darnos bastante juego. Lo escondí y me fui a la caja donde la esperé con mi ticket en un perfecto chino cantonés.
Ella llegó un poco más tarde con su elección. Yo no quise mirar. Dejamos los disfraces en el coche y nos fuimos a su casa después de comprar algo de vino y una tonterías para el hambre que llega después. Se lo di y se fue a su cuarto. Yo me empecé a desvestir en la cocina. Dejé la ropa en los taburetes del desayuno y abrí el paquete. Me sorprendí.
Un momento después le pregunté si estaba preparada. Me dijo que sí. Abrimos las puertas y nos encontramos en el salón. Ella brillaba como lo hacen los plásticos. Tal y como había supuesto sus pechos se juntaban turgentemente cada vez que movía el plumero con cuidado de que no se le cayera la cofia. Y yo estaba andando con dificultad por unas especie de zapatillas palmípedas muy difíciles de poner cuando en las manos tienes aletitas naranjas del disfraz de cuerpo entero de pingüino que habia elegido para mi. Un disfraz, he de decir, que estaba diseñado como un mono de obra y que debía de quitármelo completamente si es que me entraban ganas de ir al baño en medio de la celebración. Una cresta naranja también, a juego con una corbata, remataba el disfraz. -!Qué mono estás!- me dijo. -Creo que no has entendido el objeto de este juego- respondí mientras me negué a que me hiciera una foto.
Después vimos una película y nos reímos sin tener sexo.
Sólo tengo un disfraz, uno de pingüino y en el armario. Con muy poco uso. Cada carnaval me acuerdo de aquello y la recuerdo con un beso y riendo, que es como se recuerda con cariño aunque yo quería recordarla de pornochacha. No fue. Es una más de mis frustraciones.
26 de febrero de 2017
Los idiotas que están aquí para salvarte.
Hay una diferencia importante entre dos tipos básicos de gilipollas. Uno lo es y el otro está aquí para salvarte.
Los idiotas convencionales pudieran ser ese tipo sonriente y aseado que va al instituto de una comedia americana en su coche joven y deportivo para ser el capitán del equipo de baloncesto e invitar a la jefa de las animadoras al baile de fin de curso. Quizá, salvando los accidentes culturales que tienen los años ochenta y ahora, puede ser Sheldon Cooper. En todo caso son ese tipo de personajes que viven en su mundo sin pedir nada más que su entorno cercano se adecúe a lo que le interesa, sin mucho más y sin ninguna pretensión más. Britney no quiere que seas tan guapa como ella, es más, le gusta ser la más guapa o la más lerda o la más rara pero necesita que exista Betty, la fea, para remarcarse en sus decisiones y en su mundo. Pudieran ser los pijos o los de la fraternidad alfa beta gamma. Crean un mundo en el que son el centro y en el que, por lógica absurda, el resto del universo quiere ser como ellos, ser lo que representan, tener los dientes perfectos.
Los otros idiotas se levantan por la mañana con la firme revelación de haber encontrado El Dorado de la verdad. Siempre es algo magnífico: democracia, libertad, igualdad. Siempre luchan contra un "ismo": machismo, fascismo, capitalismo. Siempre tienen razón y siempre están ahí para salvarnos. Quien haya hablado con un vegano recalcitrante lo sabe. No esperan que los demás, en uso de su libertad, sean como ellos sino que lo exigen. Cualquiera que no sea como consideran es, sencillamente, el enemigo. Es muy sencillo serlo porque preguntar por el motivo de su guerra es, directamente, una declaración de la misma sin saberlo. Luchan contra todo y todo es una gran conspiración que nos lleva a nuestra propia destrucción pero ellos, casi como unos iluminados tocando la pandereta por la calle, nos avisan de la llegada del fin de los tiempos. Eso sí, escribiendo pancartas en comic sans con sus iphone sobre telas compradas en los chinos que abren los domingos para luchar contra el capitalismo y la explotación infantil. Pero eso son detalles que les hacen certificar que el sistema es corrupto.
Unos son una lacra porque están perdidos y los otros son peligrosos porque están convencidos.
Pd aclarativa: no es lo que se piensa sino la imposición de una nueva verdad (y más aún con las mil contradicciones. Voy a poner un ejemplo verídico: un gobierno recién llegado a cierta provincia cree que debe de mejorar las condiciones de vida de las vacas de dicha provincia. Entonces hablan con expertos en vacas y establecen que para que una vaca sea feliz ha de disfrutar de, digamos, dos metros cuadrados de hierba. Hacen una ley que obliga a que cada vaca tenga ese espacio y los ganaderos hacen sus cuentas y van al gobierno explicando que con esa ley necesitan el doble de espacio en la provincia porque no hay tierra para tanta vaca. O las matan o invaden la provincia de al lado. Y nadie quiere más a las vacas pero... en fin...).
Pd2: Para llegar a un lugar amable hay que dar pasos pequeños desde donde estamos y desde el lugar de partida que tenemos para aproximarnos a donde queremos llegar. A ser posible buscando opiniones inteligentes diferentes a las nuestras que nos ayuden a ir por el camino adecuado. Es más lento pero parece más correcto.
No discrepo de los grandes valores pero sí de la consecución de los mismos.
Pd aclarativa: no es lo que se piensa sino la imposición de una nueva verdad (y más aún con las mil contradicciones. Voy a poner un ejemplo verídico: un gobierno recién llegado a cierta provincia cree que debe de mejorar las condiciones de vida de las vacas de dicha provincia. Entonces hablan con expertos en vacas y establecen que para que una vaca sea feliz ha de disfrutar de, digamos, dos metros cuadrados de hierba. Hacen una ley que obliga a que cada vaca tenga ese espacio y los ganaderos hacen sus cuentas y van al gobierno explicando que con esa ley necesitan el doble de espacio en la provincia porque no hay tierra para tanta vaca. O las matan o invaden la provincia de al lado. Y nadie quiere más a las vacas pero... en fin...).
Pd2: Para llegar a un lugar amable hay que dar pasos pequeños desde donde estamos y desde el lugar de partida que tenemos para aproximarnos a donde queremos llegar. A ser posible buscando opiniones inteligentes diferentes a las nuestras que nos ayuden a ir por el camino adecuado. Es más lento pero parece más correcto.
No discrepo de los grandes valores pero sí de la consecución de los mismos.
25 de febrero de 2017
Todas nuestras derrotas
Siempre hay una solución / para vencer esa adicción que
tenemos a ganar / y destronar la vanidad / de esa amarga tentación / de apatra de
ciudad / y es mi revelación / mantra
que soñe / todas mis derrotas son amantes que amé / Es todo lo que soy /
vencido y vencedor / a la vez. // Y el aliento del león / es un perfume
embriagador / que sodomiza nuestro amor / Y queremos el control / Esta es la
celebración / de mentir al vencedor // y es mi revelación / mantra que soñe /
todas mis derrotas son amantes que amé / Es todo lo que soy / vencido y
vencedor / Es todo lo que soy / Vencido y vencedor / A la vez, a la vez. A la
vez. A la vez / Vencido y vencedor a la vez.
Santos. Del disco "El sueño del mamut", donde también está esto: EN CALMA.
(Otro ejemplo más de cómo hay música pero por alguna razón se castra la calidad en el mainstream)
14 de febrero de 2017
El amor y las telenovelas.
Hay dos sedes del museo de las relaciones rotas. Una en Los Angeles y otra en Zagreb. No dejan de ser reclamos de telenovelas, de excesos y extremos, de historias de amor de aquellas que rascan la pared dejando marcas. Si no hay restos de los naufragios parece que no hay amor. Si no existe ese viaje a la luna o al infierno hay quien puede llegar a pensar que no hay nada.
Caminando por la montaña rusa de los excesos se nos olvida la calma del camino llano.
Durante años quise pensar que el amor era uno de esos momentos en los que se da una alineación de planetas. Uno de esos momentos en los que las miradas se entremezclan, en los que hay un antes y un después, en los que los cuerpos no quieren separarse. Yo dije, una vez "espero que te guste el café que hago por las mañana" y tuve la suerte, más tarde, que le gustaba. "Llueve mucho ahí fuera, quédate". También me dijeron alguna que otra cosa más sutil: "¿subes?" y menos: "ven". También fui obsceno y lo fueron conmigo. Y también me engañaron y me engañé, me sentí estafado y digno. Tardé en responder un mensaje o me quedé mirando si leían el mío. Tuve celos de todos los colores y grité. Me gritaron. Me dejaron por otro que luego no era tan bueno. Dejé por ser incapaz de comprometerme y cuando me quise comprometer era tarde o era pronto. Soy un tipo que no acierta con los momentos en la mayoría de los casos, un visionario con la visión poseída por el astigmatismo, que es cuando se ve bien de lejos pero de cerca todo aparece nublado.
Nos dijimos frases feas y nos arrepentimos en silencio. Volví con las orejas gachas, que es como debería de tener las orejas Batman porque es un superhéroe atormentado. Rogué que se fuera para no sentirme culpable o que quisiera volver para dejarla yo, casi como un golpe de dignidad absurda que se da encima de la mesa.
Siempre, casi siempre, creí que el amor era una sucesión de emociones infinitas. Una telenovela dramática y enamoradiza que va de aquí para allá sin detenerse nunca. Creí, creímos quizá, que sin esos volcanes de emoción algo estábamos haciendo mal. Que quererse era ascender hasta la estratosfera para caer en picado, quemarnos las alas de cera como Ícaro.
Y no, no es eso.
Es desayunar. Y redesayunar. Y olor a café.
El amor no es una telenovela.
13 de febrero de 2017
10 de febrero de 2017
Racismo igualitario
Hay muchos tipos de racismo. Es, exactamente: 1. m. Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive.
Para eso, inicialmente y como premisa mal entendida, hay que creerse que se pertenece a un grupo étnico diferenciado. Es un mal principio. Algunos, poseídos por una moral un tanto peculiar, llenan sus bocas de racismo cuando se meten con los suyos. Gritan que la culpa es de los otros que no son humanos, que no son capaces de comprender que hay gente diferente. Se meten con los blancos, con los ricos, con los heterosexuales, con los hombres. Se meten con los periodistas cuando no les dan palmadas en el hombro. Se meten con los que fueron sus amigos y con los que fueron sus colegas o sus vecinos. Les acusan de ser culpables. Hacen una bola con el papel del daño y lo lanzan a la cara del contrario, del otro, del malo, del, según palabras textuales, racista.
Ser racista parte de creerse en un lugar diferente, de usar un punto de partida en el que no nos ponemos en el mismo sitio, en el que "un hombre mata" es diferente a "un blanco mata" y a "un paquistaní mata". A veces nos gusta dejar que el cerebro cree los huecos que no tenemos en la historia, como una ilusión de esas que aparecen en los juegos que engañan a la mente. Nos gusta creer que todos los niños son puros, que todas las mujeres sumisas. Nos gusta imaginar a todos los pobres subyugados y a los ricos subyugadores. Nos calma creer que si un asiático tiene un restaurante es un chino y que tiene trazas de gato en los rollitos de primavera.
Así que no hay racistas de un lado ni de otros. Hay racistas en todos los lugares. Se puede ser racista de negros y racista de ricos. Racista de homosexuales y de heterosexuales. Racista de la derecha y de la izquierda más barbuda y molona. Tontos hay en todos los bares, independientemente de la música que pongan. En este caso es sencillo: racistas son los que culpan a los demás de lo que les pasa y además, con ello, se han puesto en un punto de partida diferente, encima o debajo, de los demás.
El racismo empieza dentro de la estupidez de cada uno. No hay diferencias de clases ni de sexo ni de religión. El racismo no es, precisamente, racista. Va y viene para todos por igual.
Pd: tontos de nacimiento
Para eso, inicialmente y como premisa mal entendida, hay que creerse que se pertenece a un grupo étnico diferenciado. Es un mal principio. Algunos, poseídos por una moral un tanto peculiar, llenan sus bocas de racismo cuando se meten con los suyos. Gritan que la culpa es de los otros que no son humanos, que no son capaces de comprender que hay gente diferente. Se meten con los blancos, con los ricos, con los heterosexuales, con los hombres. Se meten con los periodistas cuando no les dan palmadas en el hombro. Se meten con los que fueron sus amigos y con los que fueron sus colegas o sus vecinos. Les acusan de ser culpables. Hacen una bola con el papel del daño y lo lanzan a la cara del contrario, del otro, del malo, del, según palabras textuales, racista.
Ser racista parte de creerse en un lugar diferente, de usar un punto de partida en el que no nos ponemos en el mismo sitio, en el que "un hombre mata" es diferente a "un blanco mata" y a "un paquistaní mata". A veces nos gusta dejar que el cerebro cree los huecos que no tenemos en la historia, como una ilusión de esas que aparecen en los juegos que engañan a la mente. Nos gusta creer que todos los niños son puros, que todas las mujeres sumisas. Nos gusta imaginar a todos los pobres subyugados y a los ricos subyugadores. Nos calma creer que si un asiático tiene un restaurante es un chino y que tiene trazas de gato en los rollitos de primavera.
Así que no hay racistas de un lado ni de otros. Hay racistas en todos los lugares. Se puede ser racista de negros y racista de ricos. Racista de homosexuales y de heterosexuales. Racista de la derecha y de la izquierda más barbuda y molona. Tontos hay en todos los bares, independientemente de la música que pongan. En este caso es sencillo: racistas son los que culpan a los demás de lo que les pasa y además, con ello, se han puesto en un punto de partida diferente, encima o debajo, de los demás.
El racismo empieza dentro de la estupidez de cada uno. No hay diferencias de clases ni de sexo ni de religión. El racismo no es, precisamente, racista. Va y viene para todos por igual.
Pd: tontos de nacimiento
7 de febrero de 2017
Mucho. Fue
Fue el atasco en la nacional, el ministro, mintiendo mal. Fue la cognitiva sin tapujos. Fue el demonio más oscuro la noche del exabrupto. Fue el destello en la mirada de tu amada. Ohhh. Fue la reunión con tus amigos barbudos, sus consejos siempre son oportunos. Fue la decisión del jurado. Fue la muchacha en apuros. Fue que las cosas siempre vienen mal dadas. Fue el comentario inoportuno del gilipollas de al lado. Ohhh Fue que tocar bien da igual. Ohhh Fue la incertidumbre con respecto al final. Fue que siempre te han ignorado. Fue una cagada compartir tu estado. Fue un problema no haberlo hablado. Fue totalmente inesperado. (roll eyes) Ohhh Fue la conjunción retórica de todos los momentos que perdí sin haber actuado. Fue el delirio atragantado en las profundidades del calor. Fue que nunca tuviste el valor. Fue que sucumbir al miedo, fue lo primero que te enseñaron. Ohhh Fue que saber pedir perdón, es mejor que tener valor Fue que saber pedir perdón, es mejor que tener valor.