28 de enero de 2014

El Oximorón del arte, del cine y de los karaokes

Creo que lo tenemos todos bien claro. Porque tengas una cámara en el móvil o te compres una reflex no eres fotógrafo. De la misma forma no eres informático porque un día instalaste un windows o no eras músico cuando el casiotone hacía soniditos y a tí te parecía la versión orquestada de Satirway to Heaven. 
No eres programador web por tener un blog o Fernando Alonso por acelerar en una recta de la autopista y pasar a una vieja que conduce un coche coreano. No eres un trotamundos por montar en un avión hacia un resort de punta Cana ni Rocco Sigfredi por haber echado cuatro polvos. Hay quien se cree un crítico literario por leerse el libro de Mario Vaquerizo y el de Belen Esteban y quien se considera un cinéfilo porque aguantó hasta el final todas las de Fast And Furious.


Claro que también existen esos que adoran el arte que no entienden y el cine lento y aburrido, las canciones que son ruido y las esculturas que hay que leer para saber lo que se supone que significa el zurullo que llena la estancia. Homer Simpson fue el mejor artista de Springfield y a nadie le extrañó porque hablamos de interpretaciones anárquicas de la verdad.


Han premiado a Stockholm que es, para el que no lo sepa, una peliculilla que podría haber guionizado mi sobrina y que no resulta más de un videoclip de Malú de hora y media donde que trata (spolilers) de chico al que le gusta una chica, se lo curra, se la tira, pasa de ella, entonces ella quiere que la quiera y como no le regala flores se suicida. Y no hay más. Pero de verdad que no hay más. No hay mensaje subliminal ni reflejo de la sociedad caótica. No hay un análisis de las nuevas relaciones de la juventud 2.0 ni un par de diálogos que pudieran tener algo más de trasfondo. No lo hay. Ni siquiera un poco de pasión, emoción o reflexión necesarios en cualquier expresión artística. Hay una escena de Grandes Esperanzas que tiene mucho más punch que toda la película junta y es bastante más intensa diciendo lo mismo.
Ahora es cuando aparecen los mismos a los que les encantó La Soledad y se van a casa contentos de creerse tan modernos. Ahora es cuando algunos, abrumados por el fenómeno de Verkami, hablan de la capacidad de los nuevos autores para sacar adelante sus proyectos en este pais castigado por las instituciones.

Y sí, es verdad, vivimos en un pais donde sacar adelante una expresión artística es complejo. El viernes pasado estuve en la presentación de un libro de poesía. De pie con nuestras cervezas asistimos a la lectura de poemas artificiosos de un joven con gafas de pasta, un poco de mala leche y una barba retocada. En medio de un bar lúgubre y alternativo en todas sus facetas el oximorón de la modernidad llenaba el ambiente como lo llenaba antes el humo del tabaco. Por una parte pensé que eso lo podía haber escrito cualquiera que supiera unir tres palabras seguidas y por otra alabé el valor de publicar un libro (básicamente porque yo nunca tuve tanto valor).

Así que publicar un libro en España, hacer un disco como Sandro Rey o llevar hasta alguna pantalla películas casi financiadas de recoger envoltorios de chupa chups por la calle es un triunfo. Es un logro loable y valiente. Es absolutamente digno de mención aunque sea artísticamente criticable.

Es muy español criticar lo que hacen los demás cuando uno no hace nada.

Pero los halagos llegan hasta ahí porque tenemos cientos, miles de artistas, encerrados en sus casas. Notodofilms lo demuestra cada año que pasa. Tenemos fotógrafos, de esos que saben usar objetivos y tienen un don para la luz y la oportunidad. Tenemos músicos, de esos que leen solfeo y hablan de jazz como si les resonara en la cabeza. Tenemos pintores que emocionan y algún Stanley Kubrick que se ha ido a su trabajo rutinario en Murcia esta mañana.

Aun así porque se haga un disco, una foto o una peliculilla no podemos confundir el arte con el valor. ni siquiera confundir el arte con la emoción. Hay películas grabadas con dos docenas de pesos bolivianos que resultan maravillosas y videos de Beyoncé, coreografías sexualizadas, que harían temblar el producto interior bruto de un pais pequeño.

Cuando se pasa de valorar los medios para premiarlos como una expresión artística se comete un error. Ese es el error de Stockholm y de muchas de las veces en las que se encumbra, por interés o moda, a algún creador. Los Sex Pistols fueron una expresión artística de interés pero eran unos músicos infames.

Se define Oximorón com un imposible, un milagro, una contradictio in adjecto, una inversión de las leyes de la naturaleza de incierto significado.

Eso es lo que creo que sucede con "el arte" muchas veces. Podemos hablar de los que reciben premios tras pasar por concursos televisivos y los que tocan en bares los fines de semana. Tener un micrófono en las manos no te hace Barbra Streisand. A veces eres un borracho en un karaoke aclamado por otros borrachos o por esos amigos que no tuvieron el valor de vociferar en público.

23 de enero de 2014

Amarillo

Cuando creí dejar de ser un adolescente empecé a frecuentar un bar del bilbainísimo barrio de Deusto llamado "El Amarillo". Es de esos bares a los que el nombre les llega y no se les pone porque, originariamente, tenía la fachada pintada de ese color. Nos gustaba porque ponía canciones de Dylan y porque tenía una colección de vinilos (envueltos en sus fundas) junto a las botellas con la que nos soprendía con discos de Rosendo, con maravillas de Itoiz o con canciones de Neil Young. Ir a tomar unas cervezas ahí mientras el humo de apropiaba de todo era ser un gafapastas de finales de los 80.

Eran los años en los que nuestros padres, sometidos al crujir imposible de la reconversión industrial que llenaba las fachadas de la industrialización de hollín y de misería, se juntaban los fines de semana alrededor de los campos en los que algunos se embarraban intentando simular la entrada de Goiko a Maradona y otros queríamos ser Magic Johnson.

Quizá, tal y como sucedió de una manera global en Seattle, estábamos hartos de ver cómo nuestras familias parecía que se conformaban con el rol del "currito" en medio de una situación de desconsuelo de la que se salió de la misma manera que sale el sol por la mañana cuando se pasó del Seat 124 al Seat Ibiza, cuando las faldas de tablas se fueron diluyendo y las más atrevidas llevaban leggins con las fotos del SuperPop pegadas en las carpetas creyendo que Pedro Marín (buen artista y buen tipo) era su hombre perfecto.

Esta semana, casi como una rémora de aquel bar que sigue abierto, miles de personas han puesto en alguno de sus avatares una imagen en amarillo. Dicen que con eso representan su hartazgo. No salen a la calle.  Vuelven a votar a los mismos. Se rinden ante los poderosos. Culpan a las grandes multinacionales. Gastan su tiempo viendo Tele5. Se quejan de lo poco que ganan y se preocupan de los perros abandonados y de los niños famélicos que salen en las noticias. Hablan de política y de justicia social. Han leído algo sobre una cosa que se llamaba dictadura y otra que se llamaba estado del bienestar. También han dado "me gusta" en anuncios falsos de smartphones que regalan y se les han colado unas toolbars después de pasar por seriesyonkis. Y es que "la cultura es cara" y por eso no hay que pagarla. De la misma manera que desaparecen artistas detrás de mostradores porque nadie les pagó por sus ideas se mueren las ideas porque nadie se encargó de defenderlas.


Es exactamente lo mismo que cuando se reunieron millones de firmas para liberar a J Assange pero nadie salió a la calle a rodear las embajadas. Parece que con firmar en change.org las cosas se solucionan o las conciencias se tranquilizan. Por muchas firmas que se reúnan para que a todos se nos pongan los huevos cuadrados... no pasará.

"Tu like no sirve para nada" decía la campaña premiada el año pasado y algunos se encargaban de repetir que internet es una medida de presión contra los gobiernos. Desafortunadamente hay una verdad absoluta y miserable: parece que sólamente te hacen caso cuando quemas un par de contenedores (o 100, si eres ucraniano) porque ya nadie hace mención a los caminos razonables que tiene la población para expresar su opinión o su hartazgo. Pero los hay.

Sin embargo de los años 80 hasta hace bien poco se lograron muchas cosas poco a poco. Se logró la democracia y se logró que comer fuera una necesidad prácticamente cubierta en el mundo moderno. Se logró acabar con los terrorismos y confiar, de soslayo, con los mecanismos democráticos. Casi se eliminaron barreras de sexo, religiones o de razas y es probable que también ayudamos a enseñar lo que es la solidaridad, aunque en tiempos de flaqueza se haya tapado con la ideología de ratas insolidarias que tienen algunos.

Yo no doy dinero para acallar mi conciencia. Tampoco pongo un cartel amarillo en ningún lugar. Salgo a la calle para defender reivindicaciones que considero justas. Llamo a amigos que lo están pasando mal porque se quedaron sin trabajo o les dejó la novia. Llevo ropa a asociaciones que me han demostrado que no la revenden sino que se usa. Leo la prensa y hasta los programas electorales con los que intentan engañarme. Soy tan tonto que pago impuestos creyendo que con ellos se paga a los médicos y a los profesores que me cuidarán a mi y a mis hijos Y reconozco que es agotador pero aprendí que cuando tienes un sueño hay que luchar por conseguirlo, Hay que hacer cosas para que pasen cosas y ser honesto, ser perseverante.

Porque si me quedo en mi casa con una camiseta amarilla la vida sigue pasando a mi alrededor y a la vida le da igual el color de mi ropa y de mi avatar.

Estoy harto, como la inmensa mayoría de los demás.

También estoy harto de los que, apaleados o aburridos, esperan con mala cara. Eso es el amarillo. También es un bar.

21 de enero de 2014

Bilderberg es Dios

Definitivamente el grupo Bilderberg es la respuesta a todas las conspiraciones. Es la receta perfecta para creerse y sentirse una marioneta en manos de seres poderosos, con posibles casi ilimitados, que son mucho más listos que los demás y que manipulan las sociedades y, en su defecto, el mundo por completo para llevarlo todo al lugar al que les interesa y que, por definición, es un lugar carente de moral.

Así que imaginar a un grupo de 100 personas conspirando con sus chóferes esperando en la puerta del hotel de lujo es la manera adecuada de hacer culpables de nuestras penas a otros. Es la manera de excusarnos asegurando que nuestros comportamientos, aunque personales y erróneos, han sido influídos por un poder superior que nos controla a nuestro pesar.

El grupo Bilderberg es el Dios del siglo XXI. Nos castiga y se supone que también nos puede recompensar con las mieles del capitalismo. Nos controla y nos puede fulminar con un arranque de ira de su dedo acusador. Y es inalcanzable. Lo único que no tiene es la inmortalidad pero las grandes sagas de poderosos se encargan de arreglar ese pequeño detalle.

Cuentan que los dirigentes políticos van a su oráculo a pedir consejo y perdón, que Zapatero fue a rogarles y que Cebrián y Guindos son miembros. Pedro Solbes, nuestro profesor Shorofsky particular, Cospedal, Soraya (la bajita) o la reina Sofía están en sus filas.

Se les culpa de algunas guerras o de la depresión económica de Europa, se les cree por encima del bien y del mal, de las leyes y de las democracias.

Y mientras los TED resulta ser un grupo de idealistas contrarrevolucionarios que hablan de bondades y de aviones que fumigan a las sociedades, los Bilderberg suben el pan en Siria para que se maten unos cuantos árabes entre si y de esa forma cuesten más los coches que no podremos usar dentro de unos años. Son, si fuera la teoría del caos, quienes agitan las alas de la mariposa en un lugar del planeta para que haya un terremoto en otro.

Así que ya tienes a quien culpar de tus males, si es que necesitas de las teorías conspiratorias para tapar tus vergüenzas. Échale la culpa al nuevo Dios.

17 de enero de 2014

Discriminaciones y racismos modernos

Una de las cosas que consideró "por defecto" la generación a la que creo pertenecer es que las personas, como tales, están por encima de sus creencias o del color de su piel. Asumimos que se puede ser colega de un cristiano, de un árabe, de un negro o de Paco Clavel sin que por ello tengamos que ir a misa los domingos, ponernos mirando a la Meca o llevar gafas verdes de pasta. Hasta aquí creo que estamos de acuerdo.

Sin embargo, casi como un efecto colateral que es resultado de los estados de opinión y de las modas, si te ven rodeado de gafapastas te catalogan como un hipster, si te emocionan las actuaciones en directo de Madonna eres gay y si te cabreas y quemas un contenedor eres de La Eta. Eso pasa aunque seas de Burgos y te encante la morcilla.

No es lo mismo vestir de Zara, de Strafalarius, de Massimo Dutti o de alguna tienda ecológica dirigida por una hippy que esté en el casco antiguo de la ciudad a la que pertenezcas. No fue lo mismo ser de Alaska y los Pegamoides que de Barrikada. Ni siquiera es igual tener un Nokia, un iPhone o un Samsung. Es más, no es lo mismo un Note que un S4 y mucho menos un Samsung Mini, porque eso es de burgueses venidos a menos. En este mundillo en el que más de uno prefiere una buena wifi a un coche tampoco es igual un Land Rover que un Porche Cayenne. No es igual ir a Benicassim que al Low Cost Festival. No es lo mismo sufrir con Triangulo de Amor Bizarro que con Alex Ubago. No puedes pedir bachata al dj de la discoteca de moda. No puedes fumar tabaco pero puedes liarte unos porros. No es igual. No perteneces a los mismos grupos.

Pero, eso sí. Aquí nadie discrimina por religión o sexo, sólamente por el márketing.

Aitor Merino ha presentado una película en la que habla de la relación personal con un colega que se reconvirtió, con el paso de los años, en activista etarra de esos que creen en el matarile y en la superioridad de la raza vasca (un retrasado, para qué lo vamos a negar). Claro que eso no tiene por qué afectar a la amistad que, como compañeros, les unía desde atrás. Se puede ser amigo de un asesino e inclusos quererle como persona y de eso, de esa extraña forma de no discriminar a nadie por elementos definitivamente distantes como pueden ser las bases del respeto a la vida humana, es de lo que va la película.

Yo tengo muchos amigos gilipollas. Muchos. ¿Me convierte en gilipollas?. Dependerá a quien le preguntes. Estoy convencido que a la inversa sucede igual y no tienen, los demás, que serlo debido a mi influencia y a este aura de gilipollez que me rodea y que emana como una antena de telefonía. La santidad no se pega, la estupidez tampoco. El catarro a veces.

El ser humano (no encontré el link pero pongo uno de Punset) prejuzga siempre y esto es debido a que responde a una necesidad de partir de respuestas aprendidas para ir más adelante. No se preguntan determinadas cosas, se sobreentienden. Eso, simplificando, es prejuzgar. Viene de serie. También viene de serie la moral, aunque digan que se relaja por las tardes. Disponemos de enseñanzas que nos llevan por lugares insospechados y muchas veces a puntos de partida erróneos.

Algunos aprendimos a no discriminar por lo que discriminaban nuestros padres. Otros empezaron a discriminar por marketing. Otros a hacer nuevas discriminaciones.

Y lo que hacemos es, a veces por oir una música, vestir de una forma, usar el Line en vez del Whatsapp o ser amigos de infestados, es crear criminales (que no lo son).

Pd: remember: Prejuzgando

15 de enero de 2014

Los investigadores alemanes...

-¿Sabes?. Los alemanes...
-...joder, siempre los alemanes.
-Pues sí, los alemanes. Es más, los investigadores alemanes
-Es que cuando los alemanes se ponen a inventar...
-Además ha sido con otro grupo de investigadores checos
-Es que los centroeuropeos son la leche.
-Pues han hecho una investigación
-Y habrán descubierto algo increíble, tío.
-Pues han analizado más de 7 mil pruebas con 37 razas de animales y diferentes estados magnéticos del entorno
-Ostrás, porque el magnetismo es algo increíble. Es una ciencia que se escapa a nuestra comprensión
-Y han descubierto...
-Dime, dime... porque seguro que es algo sorprendente.
-Pues sí. Han descubierto que los perros defecan alineándose con el eje magnético del planeta.
-...
-Pues el mio lo hace con fuerza y cara de pena.
-Eso es que no es alemán.
-No, es de Cuenca.
-Por eso.

Pd: el estudio es verdad. Porque una cosa es ser investigador y otra ser gilipollas. Y , a veces, se dan las dos y sale una cagada de artículo científico.

13 de enero de 2014

Un marica en el Eliseo

Hay un marica en la Bundesliga. Es un escándalo. Thomas Hitzlsperger tenía una novia, llamada Inga, pero aquello no cuajo. No funciono, no se convirtió en una de esas historias de amor y vicio, de compañerismo y de procreación. Él, por inquietud o por esa idea tan absoluta como lógica que dice que se busca el amor y luego no importa si es fea o guapa, chico o chica (y que se desarrolló en la obra de teatro aquella del tipo que se enamoraba de una cabra) , él conoció a otro varón y se enamoró hasta el punto de no tener miedo de proclamarlo a los cuatro vientos. El miedo no tiene que ver con la contraparte sino con la seguridad esa de saber o de sentir que esa es la persona que queremos a nuestro lado para el resto del tiempo. Eso es el valor.

Así que ha surgido el escándalo. No importa si era un buen defensa o si metía muchos goles. No importa si acaso hacia cabriolas con el balón o si su camiseta se vendía en grandes cantidades en la tienda oficial del club. Lo que importa es que es marica. A mi me importa bastante poco.

También me importa bastante poco si el primer ministro de Francia tiene una amante, una novia o si se viste de encaje para que le azoten entre uno y otro viaje institucional. Si fuera francés me imporitaría su rendimiento, sus leyes, sus decisiones de meter o no a las tropas en guerras que no fuera capaz de entender y,  aparte de que su amante tiene la supuesta delgadez y glamour de la francesa arquetípica conceptual, el lugar donde la meta es un sitio que no quiero saber ni conocer. Es lógico, porque se refiere a sus bajos, que la primera dama se deprima. ¿Que se depriman los franceses?. Una tontería. Un primer ministro bien follado es un primer ministro feliz.

Los tabloides británicos, mediocres, hipócritas y viciosos como todo lo británico, mandaron al garete a Max Mosley cuando le sacaron con unas putas en medio de una orgía (que dice google que esa noticia ya no está en internet). A nadie le importó si había convertido la fórmula 1 en un gran negocio y un tremendo espectáculo, a partir de ese momento se le inhabilitó para su trabajo como si hubiera parado una carrera correteando en liguero por la recta de meta perseguido al estilo Benny Hill.

Existen miles de noticias en las que desgastamos nuestro tiempo que, si lo pensamos con diez segundos de claridad, son irrelevantes. Da igual si la infanta va a la carcel o no de la misma manera que si una tonadillera va a los juzgados o si, incluso, un equipo de fútbol gana la copa de Europa. En realidad no nos afecta a nuestro día a día de ninguna de las formas. Nos afecta el precio de los calabacines y nos afecta si una ola gigante se lleva la fábrica donde se hacen los discos duros de nuestros ordenadores. Nos afecta si sube el pan o si quien nos gustaría que nos rozara en la cama se deja rozar por otra persona o infección. Nos afecta la salud de nuestros clientes, el tráfico, la niebla que se agarrota a los rascacielos en invierno. Nos afecta encontrar un agujero en nuestro jersey favorito o quedarnos sin leche.

De la noticias que nos abruman desde los diarios no hay más de dos o tres que nos afecten de verdad, el resto son escándalos o estados de opinión.

Pero de los estados de opinión no se come. Tampoco se come de los polvos que echan los demás, ni siquiera se disfrutan. Quizá por eso que haya un prepucio presidencial suelto en las calles de Paris o que un futbolista, un alcalde, un ejecutivo o un senador haya hecho de su culo una diana es un hecho que me deja igual que como llegué, a no ser que tenga que ser yo el que apunte a la diana (cosa que no va a suceder), a no ser que eso afecte a su trabajo.

Las personas, las noticias, la vida en general es un proceso de respeto y rendimiento, si es que hablamos de trabajos o de responsabilidades. Pagamos, mantenemos o respaldamos a diferentes profesionales por sus profesiones y no por si vida privada. Cuando Romario dejó de meter goles empezaron a ser un problema sus andanzas por los prostíbulos de Valencia. Declaró: "La noche siempre ha sido amiga mía Y cuando no salgo, no marco goles". 

Me importa bien poco que haya un gay en la bundesliga, un gay en el Eliseo o haya un heterosexual fan de Abba. Tengo que comprar pan y café con lo que sale de mi sueldo. Mi sueldo que a su vez, sale del bolsillo de mis clientes tras la gestión de mi jefe. Desconozco lo que hace mi jefe o mis compañeros por las noches. Tampoco me importa.

Tampoco me importan, cuando las pienso, muchas de las noticias con las que se escandaliza mi madre. Son como el efecto 2000: no pasa nada cuando llega el deadline.

11 de enero de 2014

Los hombres y el anclaje ridículo

Bill Murray vivió atrapado en el tiempo. Una y otra vez se despertaba con I got you babe e incluso en un determinado momento aquello empezó a ser un juego en el que el día de la marmota se convertía en el lugar en el que estar anclado, como un barco en el hielo del ártico, para vivir una y otra vez lo mismo.

Esta mañana, en medio del café y de las desconcertantes noticias que vapulean desde los periódicos para no pensar en las que cosas que realmente importan, un tipo con pantalones de pinzas, la piel morena por la nieve del invierno, el pelo escaso y los dientes blanqueados, ha entrado en el bar haciendo el ruido del que se considera a sí mismo como un referente. La camisa con dibujitos de polo y un caballo bordado junto a un número. Los cuellos con la vuelta a rayas blancas y el color predominante: azul. Va exactamente vestido como lo hacían los que se creían los más estupendos de 1989. Habla como Tony Manero. Mueve los hombros como Rocky y estoy seguro que sueña con tener el pelo de Michael Knight.

Una de las peores cosas que tiene la madurez temporal, que es la que llega por el mero paso del tiempo pero no por la evolución mental, es quedarse anclado en lugares insospechados. Aquellos que consideraron la modernidad como un lugar en el que estar varados, casi como si fueran Fabio Mcnamara una y otra vez, vagan por las calles mezclando hombreras y chistes de Chiquito de la Calzada como si fuera una fusión de flamenco pop defecada por el mismísimo Azuquita.

El ridículo callejero no es algo que sea exclusivo de aquellas mujeres que, entradas en años, visten leggins de leopardo en las puertas de los bares y beben gin tonics que, por su amargura, es la bebida de las separadas. Se ha convertido en algo global, en algo igualitario. La necesidad de sentirse una persona diferente convierte a todos los adolescentes en copias de si mismos de la misma manera que cincuentones amagan con esfuerzos para intentar no hacer el ridículo y, como consecuencia, lo hacen con sus descapotables en invierno y las lesiones de gimnasio.

Existen lugares donde quedarse, refugios donde guarecerse. Existen camisetas favoritas y vicios vergonzantes. Los tenemos (o los tuvimos) todos.

También existen conflictos no resueltos. El compañero al que pegábamos en los recreos del colegio se hizo una liposucción, se depiló el cuerpo, se compró una camisa ajustada y conduce con las gafas de sol sobre la cabeza aunque esté nublado. Ahora se pega él solo. En el coche suena música de Guetta.

9 de enero de 2014

No eres nadie (o si)

Caminando por la calle dan ganas, a veces, de plantarse delante de cualquiera, detenerle en medio de la acera, ponerse serio, señalarle con el dedo y decirle:

Claro que eso sólo sucede en esas ensoñaciones en las que ganas a los malos, en las que nadie replica, en las que hablas solo mientras van pasando los anuncios hasta que vuelve la película que tenías olvidada.


4 de enero de 2014

El comercio, internet y el gilipollas moderno

Hubo un día en el que vender era ensalzar las virtudes, ajustar precios y dar servicio.

Luego llegó el marketing y con él las verdades a medias.

Después alguien descubrió que mentir era más rentable y aunque nunca estuvo a aquel precio, escribió eso de "Antes 1500€, Ahora 200€", y se hizo de oro.

¿Por qué? Porque a muchos usuarios les encanta que les engañen, que les digan que les van a querer siempre, que les aseguren que son más listos que sus vecinos.

Así que apareció internet. Entonces aquellos que estaban encantados con que les estafaran una y otra vez, sin hacer caso a la razón ni al intelecto, descubrieron la maravilla de pedir cajas que les llegaran por transporte a la puerta de su casa. Leyeron las letras gordas y aceptaron las condiciones de venta sin preocuparse de si aquello era real o era un bulo, y se jactaron delante de su primo de haber comprado un teléfono o unos zapatos de marca mucho más barato que en la tienda porque, ya se sabe, los comerciantes son todos unos ladrones. Compraron, en las navidades del 2013, los teléfonos de imitación jurando que eran un Samsung pero que los coreanos roban, porque los hace el mismo chino. Trajeron un Xiaomi creyendo que la garantía era eterna porque un freak en un foro decía que le habían pagado unas vacaciones en el Caribe al encontrar un error de hardware en su terminal. Bailaron al son de los gratis total y los descuentos infinitos porque creen fervientemente en la tiranía de los empresarios malos. Si una camisa de Armani vale 100€ y una web asiática lo vende a 10€ es porque los intermediarios ganan 90€, y aún así no se preguntan si acaso no será la misma o si un grupo de niños sin escolarizar las cosan en unos bajos de Taipei.

Da igual si es más barata y hace sentir al que ha metido los datos de su tarjeta de crédito más listo que la media. Da igual si no hay impuestos que repercutan en el asfalto de tus calles porque los políticos roban todos, porque la basura se recoge sola, porque la sanidad se paga sola y porque los profesores de tus hijos lo hacen gratis, como las costureras chinas o indias.

Internet y el gilipollas moderno son tal para cual, en muchos casos. Las certificaciones para un comercio seguro y una demostración de ser una página fiable son necesarias y de obligada revisión por la misma razón en la que no comprarías un coche a un grupo de morenos con cadenas de oro bajo el puente de la autovía que cruza cerca de tu casa.

Sin embargo, de la misma manera que la mayoría no es capaz de pensar que si Google o Facebook son gratis será porque ganan dinero con otra cosa, estas navidades el retrasado de turno ha vuelto a caer en las estafas de siempre, en el tocomocho de toda la vida, en el truco de los billetes tintados, en el producto sin garantía, en dar los datos bancarios a desconocidos, en ahorrarse el iva, en bajar programas de softonic creyendo que las toolbar son complementos de calidad.

Pero hay creencias imposibles de cambiar, sobre todo esa en la que los idiotas te advierten que no son tontos, es más, que son más listos que tú.

El mercado se rompe, eso es una obviedad. En un lado están los buscadores de gangas incapaces de pensar que si la ganga es excesiva existe la posibilidad de que sea un fraude. En otro los idealistas.

Y en medio, el comercio que, casi como las audiencias televisivas, espera que la basura desaparezca sola y, sin embargo, cada día huele más.