14 de diciembre de 2011

Techo de cristal parental.

Los hombres y las mujeres, si nos vamos a los componentes básicos de la vida, no somos iguales. Incluso hoy en día que las bragapollas están al alcance de cualquiera como si fueran vaginas en lata. Incluso cuando parte de la liberación de la mujer en la sociedad supuestamente evolucionada haya convertido a algunas en supermachos y a algunos hombres en sentimentales parodias de ellos mismos cuando eran niños.


Cada vez más, como si fuera una consecuencia básica de las exigencias que nos creamos en cuanto a las relaciones personales y la evolución de cada uno, encuentras, sentada en la barra de un bar mientras se toma un gin tonic, un vino blanco o white label con cocacola, a una mujer de aspecto duro, como si hubiera venido de seis guerras, una por cada relacion fracasada, que ha decidido hacer un buen uso de los bancos de esperma en los que colaboraba algún compañero de universidad con la tarifa de 5.000 pts por paja (dato verídico).

No han renunciado al que debe de ser el maravilloso placer de ser madres.

Algunas parejas, con menos suerte, más años o una conciencia social más que respetable, viajan por el mundo adoptando a algún infante para quererle como si fuera (porque lo es) suyo. Él y ella recorren kilómetros, pagan a funcionarios, rellenan cuestionarios y tras unos años de espera (excepto si son Madonna o la Pantoja) logran tener a su lado a ese catalizador de la juventud perdida que es un hijo.

Sin embargo en algunos lugares se denuncia que un hombre solo tiene muchas más dificultades para realizar el mismo proceso. Supongo que se supone, aún en la época de las igualdades en las que vivimos, que un buen señor no está tan capacitado para educar, criar y mantener a un niño sin la protección de una dama.

Un hombre no puede estar en un bar y esperar a ser fecundado por alguna de sus conquistas, como en algún caso que conozco. Un hombre, pongamos de nombre Juanjo, tiene que demostrar partes de su vida que si lo pidiéramos a una mujer soltera podríamos entrar en la denuncia de lo personal. Un hombre tiene, por naturaleza y en el caso del dinero absoluto y poco respeto con las legalidades, que alquilar un vientre como quien alquila un trastero.

Yo he querido (y quiero) criar un hijo y he tenido con quien al menos 3 veces. Todas las veces, poseído por la idea de la felicidad extrema que no existe, la falta de valor o el miedo a la responsabilidad, fui incapaz de llegar a más. No creo que sea muy diferente a lo que le puede suceder a una mujer que tiene la percepción de que el tiempo se va disolviendo como un cadaver en lejía concentrada. Al contrario que ella, a mi se me acaban la opciones, sobre todo si no me gustan las adolescentes.

En eso, al menos en el supuestamente maravilloso mundo de la paternidad, tenemos nuestro techo de cristal. Nunca dije que fuéramos iguales en todo.


Y es jodido cuando te das cuenta y te habían vendido que eras capaz de todo, que todo es un término al que no puedes llegar solo.

1 comentario:

  1. Muy buen artículo. Me estoy empezando a enganchar a leer esta página.

    La experiencia de ser padre es difícil de explicar (y complicadísima de experimentar).

    Gran selección de vídeos

    ResponderEliminar