Probablemente todos los esclavos han fantaseado, alguna vez, es ser esclavistas. La persona más racista que conozco nació en Tetuan y afirma, con muchísima determinación, que los sudamericanos son una raza inferior. Así de tranquilo se queda mientras cobra dinero público por cuidar a menores que hablen árabe y sean conflictivos. A su lado los fascismos de Bildu, Vox y Alianza Catalana son monjas de la caridad.
En realidad todos sentimos por algún lado nuestra condición de esclavo. De hacienda, de los conflictos del trabajo, de hijos o padres absorbentes, del cambio climático o de los temporizadores de los semáforos.
Quizá es por eso por lo que las reacciones públicas, demasiadas veces, son de faraones molestados por los albañiles de nuestras pirámides. Hoy he visto a una señora de mediana edad que entraba en un comercio hablando al teléfono. No he dicho hablando por teléfono sino al teléfono. Una conversación de esas en las que se ponen el dispositivo como una tostada que se vayan a comer y, literalmente, le gritan. Al otro lado el altavoz responde y así, como si fuera el arquetipo de una familia de gitanos conversando a gritos en la sala de espera de un hospital, interrumpió la paz del local. Alguien la miró con gesto reprobador. Ella, sin colgar, inquirió: "!Eh, que estoy hablando por teléfono!" mientras movía el cuello como una navajera negra del Bronx de 1984.
Cada vez es más a menudo encontrar casos similares. Maltratadores de camareros. Adelantadores de atascos por el carril derecho. Coladores profesionales de colas de supermercado. Denunciadores (normalmente anónimos) en redes de supuestas estafas. En cierta ocasión, charlando con otro veterano de la guerra cara al público, comentaba que un día al año nos deberían dejar ajusticiar a uno solo de los clientes que nos han hecho la vida imposible. "¿Sabes cual es el problema?- me dijo- Que terminaríamos yendo a por el mismo. Porque el que te la lía a ti también lo hace en el banco y en la oficina de correos.". Tiene razón. Enrique me pidió un ordenador a medida. Trajo su equipo viejo y solicitó que traspasáramos los datos de uno a otro. Al entregárselo me preguntó por sus datos. "Ahí los tiene, en un acceso que pone DATOS DE ANTES". Enrique lo miró y se detuvo en una fotografía. "¿Qué hace aquí una foto de mi cuñado?". Yo dudé por un momento e incluso titubeé. "No sé. Estaría en el otro equipo". Me miró como si yo hubiese hecho algo. "Yo no me hablo con mi cuñado. No sé si quiero un ordenador que tenga una foto de él". Creo que en ese instante lo que esperaba es que le propusiera algún tipo de trato o rebaja. Le miré. "Vamos a ver, Enrique"- le dije aguantando mi enfado- "¿tú te crees que voy a hacer un ordenador para tí, ir a la calle, buscar a tu cuñado, hacerle una foto y ponerla en él para que no me lo compres?". Unos meses después de vender ese equipo y tras algún otro episodio con el mismo sujeto, lo encontré en el banco, entorpeciendo el buen funcionamiento de la cajera con alguna reclamación absurda. Me salté la cola y me hice el encontradizo. "Hombre"- subí el volumen- "Enrique, el único cliente que tiene prohibido entrar en mi negocio porque es IM BE CIL". Me dirigí a él: "¿Qué?, ¿haciendo cola con alguna de tus imbecilidades?. Anda"- dije haciendo gestos de expulsión- "vete a tu puta casa a dar el coñazo a otros". Reconozco mi falta de elegancia pero diré que se marchó y que la cola de gente, a la que volví a mi sitio, me lo agradeció. La cajera, al llegar mi turno, me comentó que ella no puede echarle porque se queda sin trabajo pero que me lo agradecía porque, como era de esperar, aquella no fue la primera vez.
Ese es el problema. La mayor parte de las ocasiones quien recibe los malos modos está incapacitado para meterle un guantazo (verbal o físico) a quien es desaprensivo o maleducado. El trabajo cara al público debería de ser atenuante en caso de delito u homicidio.
Sostengo la teoría que, salvo defecto neuronal, todas esas personas son así como consecuencia de otros conflictos. Que si te quedas sin trabajo, te pone los cuernos tu pareja, te cortan el gas y se te rompe el rodamiento de la rueda trasera izquierda del coche, gritas al médico o a la buena muchacha del puesto de información de Renfe porque les ves como un saco de arena donde golpear con tus frustraciones.
En una lluvia de ideas empresariales regada con cerveza pensamos que una especie de sala de escape donde el cliente nos dijera previamente qué desea golpear o romper era una buena idea. Poner un saco de arena con la foto de tu cuñado y dejarte golpearle hasta desfallecer. Forrar las paredes de relleno blandito y alquilar un espacio durante un rato para que te des cabezazos. Dejarte una silla en medio de una sala abarrotada de papelillos de esos con burbujas de aire para que las explotes. Una maza bien gorda y maniquíes con caras de políticos. Dianas con las fotos de tus ex más odiados y una escopeta.
Es mucho mejor eso que discutir con el frutero o picarte en la autopista. En realidad y en todas esas ocasiones el motivo es poco importante y llega un momento en el que solamente queremos conflicto. Por eso si es de color le llamamos negro y si tiene mucha tripa le llamamos gordo. O moro. O sudaca. O godo de mierda, que es lo que me llamaron a mi en Tenerife. No es odio sino intentar, como hacen los psicópatas, llevar la discusión a un nivel de agresión superior.
Sin embargo como nuestra idea de negocio no prosperó, cada día hay más personas que intentan ser los esclavistas de los demás. Quizá no son tantos, pero hacen mucho ruido.
Hay una escena de Terminator 2 en la que el doctor Dyson, que ha trabajado con el brazo biónico en Cyberdine Systems, está herido sujetando la bomba que hará saltar por los aires el laboratorio. Les mira, sudoroso y temblando. Les dice: "No sé cuánto tiempo podré aguantar". Todos sabemos que en el mismo instante en que sus fuerzas se vayan, activará el detonador.
Cuando ya no puede más, todo revienta.
Conozco esa sensación, con la salvedad que no soy científico y que alguna de las veces en las que he sentido que el aire no me llega al pecho el mundo ha seguido girando sin percatarse del hecho que ya no estoy pendiente de él. Nada explota después de morirte ( salvo que lleves una bomba, claro está). Asocio la muerte al silencio y, psicóticamente, al descanso. Tengo una edad en la que ya he visto, conocidos y desconocidos, algunos cadáveres. Absolutamente siempre me recorre una sensación de silencio y de extraña comunicación entre el montón inerte de piel y huesos con mi cabeza. Suele suceder que una comunicación sincera, intima y personal se establece entre los dos. Los borrachos, los niños y los muertos dicen la verdad.
El ser humano occidental, como decía Tuiavii a los habitantes de Papúa tras volver de conocer el mundo, se empeña en vivir recordando el pasado y preparándose para el futuro. Se le olvida el presente.
Considero que hay roles que aceptamos sin quererlo. Pensemos en un viaje. Alguien se encarga de la ruta. Alguien de que el vehículo esté en orden. Unos son los que reservan los alojamientos. También hay quien simplemente se deja llevar. Mi hermana, por ejemplo, es de esas personas que se están quejando de tener que hacer todos los papeleos. Curiosamente cuando yo intento hacerlo me mira inquisitoria y me dice que no lo estoy haciendo bien. Me quita los papeles y los hace ella. Luego vuelve a quejarse.
A mi me resulta agotador tener gente en casa. Me gusta, no lo niego, pero siempre estoy atento de que puedan necesitar algo. Me levanto a recoger. Pienso si tengo un aperitivo mejor o si el sonido de la tele es suficientemente envolvente. Adopto un rol de anfitrión sirviente que tampoco me hace ningún bien. Laboralmente hay ocasiones en las que no se si me he esclavizado por culpa del cliente o porque , en realidad, soy el Jose Luis Lopez Vazquez de la informática y me considero un admirador, un siervo y un esclavo. Paso demasiado tiempo pensando en todo lo que hay pendiente, en si aparece un argumento perfecto para otro libro. Anoche pasé un trapito por la cocina mientras se hacía el huevo frito. Arrastro un poco los pies por el parquet, si estoy con calcetines, para que brille. Sigo, cuando estoy en casa, el recorrido de los pedidos del trabajo. Leo compulsivamente revistas de informática y me siento en la obligación de estar al día con la prensa. Llamo a mi madre, siempre y sin falta, todos los días a las 21:30. No he fallado ni un solo día en 17 años pero siempre tengo la sensación que hoy será el día en que no estaré al nivel que se espera de un hijo que desea ser modélico. Ojo, y que nunca lo es porque siempre se puede hacer mejor. Se pueden ordenar mejor los cables del último ordenador, volver a escribir aquel texto, aguantar unos minutos más en la cama, aprender un nuevo lanzamiento de frisbee, querer como esperas que te quisiera, coger las curvas mejor con la moto. Cuando escojo una canción creo que había otra más adecuada. Nunca estuve satisfecho con una nota, salvo que fuera un diez. El problema es que no fui un niño de diez, así que siempre existía un margen de mejora. Siempre existía alguien mejor con el que compararse: Alvarez era mejor en ciencias, Rubio en el equipo de baloncesto, Martín con las chicas. Roberto era un interlocutor mucho más ocurrente. No es que quiesiera, y ahí está el error, es que debía ser todos en cada momento. El Lichis tiene una canción en que se pregunta "Qué haría Loquillo". Cuando me deprimía quería ser Tom Waits. Estoy en disposición de afirmar que el esfuerzo que supone todo eso es ímprobo, agotador y siempre decepcionante.
Luego llega un día en el que parece que puedes parar, hacer uso de la libertad y dedicarte a aquello que te gusta y te relaja. Coges aire. Lo escuchas salir de tus pulmones, a veces silbando entre los dientes haciendo temblar el labio superior. No eres capaz de recordar qué era lo que te gustaba.
En Agosto no voy a irme de vacaciones. Puedo convencerme que hay demasiadas cosas que hacer pero, en realidad, se me ha olvidado la lección aquella de no hacer nada.
Soy ese tipo que tiene un detonador en la mano y te mira agotado afirmando que no sabe el tiempo que podrá aguantar. Es el deber, y mata. También el tabaco. Yo soy de los que no se mueren porque Dios me ha dado demasiadas cosas que hacer. Ese es un buen argumento para un libro: un tipo, incapaz de disfrutar de nada, de descansar o de morirse porque tiene la pena eterna de las obligaciones. Al final del libro, despues de haber buscado al culpable por todos los recovecos, resulta que es él mismo.
Francesco y Juana se conocieron en un viaje. Cosas que pasan en la vida, que se enamoraron. Entre hormonas y amores sucedió lo que tenía que pasar y la naturaleza hizo su trabajo. Tuvieron un hijo. Como él era italiano y ella española valoraron qué hacer y tomaron la decisión de venirse a España. Mientras ella, que tenía contactos, trabajaba duramente él se quedaba en casa cuidando de su hijo. Como a veces sucede cuando te vas de parranda con unas amigas hubo una noche en la que Juana llegó algo perjudicada a casa y a Francesco no le pareció bien que durmiera con su hijo, por mucho amor que ella sintiera. Eso la molestó y tuvieron una discusión. Él, según las pruebas, tenía arañazos por el cuerpo y ella marcas de haber sido sujetada por las muñecas. Eso lo sabemos porque fue la primera ocasión que Juana le denunció. Como se sabían seres racionales él dijo que vale, que ya está y aceptó una condena de mierda. Ella, que probablemente también sabía que aquello no era más que un bache en su historia de amor personal, volvió a estar con él incluso hasta mudándose a Italia. Allí, años más tarde, tuvieron un segundo hijo. Sin embargo el amor, como todo, se acaba. Juana se vuelve a su tierra y Francesco se queda en Italia. Como muchos otros divorcios las cosas se convierten en peleas y las peleas en ánimos destructivos. Se enfadan, se insultan, probablemente se digan una palabra por encima de otra. Juana descubre que es un momento en el que un tipo de feminismo combativo está en auge y, a mi parecer manipulada, decide que los hijos van a ver a su padre por encima de mi coño. Así que decide quedarse a los hijos en lo que podríamos llamar como un secuestro. Algo que, si lo hiciera un hombre, sería una acción agravada por el interés de hacer daño a la otra otra parte progenitora. Ahí es donde muchos pusieron el mensaje de Juana Está en Mi Casa, haciéndose los estupendísimos como si con eso se lograra algo más allá que los votos de algunos y nada en favor de los hijos. Después de ese momento Juana aparecía con una mezcla de dramatismo, lloros y ejemplo para algunas pero la justicia española y la italiana llegaron a la determinación de que dicho padre tenía el mismo derecho que la madre a vivir los años de sus hijos. La justicia italiana, incluso, monitorizó durante meses a Francesco para llegar a la conclusión que era un padre más que aceptable ya que en visitas semanales jamás encontraron nada que lo pudiera incriminar. Sin embargo Juana fue determinada como alguien con importantes problemas psiquiatricos que podrían llegar a desaconsejar la custodia de sus hijos, custodia que le fue retirada y que jamás cumplió (incluídas manutenciones). El hijo pequeño de Francesco, incluso, declaró que su madre le pedía que mintiera cuando le veía y que su hermano, próximo a la mayoría de edad, mentía. Ese hermano optó, en su libertad, por irse a Granada cuando ya fue mayor de edad. Juana, por su parte, ametralló con denuncias a Francesco que incluían hechos salvajes de abuso e intimidación, siendo desestimados absolutamente todos en ambos países. Cuando, según todas las justicias, el hijo menor ha de volver con su padre al lugar al que su madre le había prohibido volver e incluso le había prohibido ponerse en contacto con sus amigos, Juana vuelve a decir que ni de coña. El niño, el mismo niño que decia que su madre le obligaba a mentir, dice que tiene miedo de su padre y no se va a Italia. Eso pasó ayer, justo antes que Juana llorase muy fuerte y se desmayara delante de las cámaras como una actriz venezolana.
Eso son hechos probados casi incuestionables.
Si algo sacamos en conclusión es que Juana es una esquizofrénica que se aprovecha de un discurso nada igualitario que no respeta nada más que una chaladura identitaria que se va dejando por el camino la psique de los hijos y hace un mínimo favor a todas aquellas mujeres e incluso hombres que tengan que lidiar con un paranoico victimista psicótico con quien hayan tenido la mala suerte de traer al mundo a una persona.
Como consecuencia quizá, solo quizá, algo no está bien en ese discurso en el que por defecto el hombre es el malo ya que tiene estas consecuencias. En la sudáfrica racista el testimonio de un blanco valia más que el de un negro. En la España que quieren algunas, el testimonio de Juana tiene más valor que el de Francesco, la justicia de dos paises, decenas de sentencias y la mente de dos hijos.
Al menos así lo veo yo.
Realidades así de obvias son las que ponen en entredicho los avances que conseguimos hace muchos años como sociedad. Y sí, por supuesto que hay denuncias falsas. No se las va a tener que comer todas Fran.
Juan Soto Ivars, que es más listo que yo, lo explica.
Sin poder en duda el valor que tuvo Platero y Tu en los coletazos del rock vasco más de uno sabeis que siempre separo el Fito bueno del Fito malo. El Fito bueno es Fito Páez, que te puede gustar más o menos pero es un hombre con una carrera brillante, sólida, con pruebas en diferentes estilos, con un sonido propio y momentos magníficos tanto en lo personal como en lo artístico. El Fito malo es Cabrales. ¿Por qué?. Porque alguien capaz de desarrollar su trayectoria como puede ser el caso de su colega Robe ha terminado casi Sabinanizándose y teniendo tres canciones: la rápida, la lenta y la que no es suya ( que es del Lichis). Salvando muchísimo las distancias, porque los dos ejemplos que voy a poner tienen a sus espaldas mochilas increíbles, Elton John y Phil Collins tuvieron una época en que hicieron lo mismo. La cancion de Diana de Gales y Anothers day in Paradise se repetían con diferente título cada vez. Brian Adams tuvo su momento de baladas coñazo ( no confundir con Ryan Adams) y muchísimos de los que ahora son mainstream y reyes del autotune se dedican, desde el primer single, a hacer lo mismo una y otra vez. Voy a salvar a C Tangana porque su evolución es cristalina.
¿Cual es el problema?
Que hay un enorme mercado de personas que consumen música para quien no le gusta la música.
No quieren poder diferenciar el sonido del bajo o agradecer que haya una sección de viento. No quieren conocer la historia de la canción o disfrutar de unos arreglos diferentes si es que van a un concierto. No hay que pensar la letra ni buscar algún mensaje. Es un modo de disfrutar de las artes, extensible a otros campos, en los que "el usuario" solamente quiere estar siendo entretenido.
Con el cine pasa lo mismo. "He ido a ver una película y me ha parecido maravillosa"- "¿Qué has ido a ver?" - "Padre no hay más que uno. Cinco". Joder, a ti no te gusta el cine.
Por supuesto que todos somos muy libres de ser entretenidos por expresiones artísticas mediocres. Yo me lo paso fenomenal con las interpretaciones de Los Gandules y me gusta el primer disco de Los Ronaldos. Sin embargo acepto la consideración obvia de no ser obras de arte. Me he visto casi todas las de superhéroes porque una vez descubrí que eran perfectas para las siestas, pero no suelen ser arte. Incluso he sido capaz de reconocer que algunas películas y discos son obras increíblemente bien hechas que no me han tocado la fibra. Los discos pop de Prince son así en mi percepción.
Si fuera sexo podríamos decir que una rubia turgente de firmes pechos, alardes sexuales de complejidad media y una gran capacidad oral es sexo para los que no les gusta el sexo. Luego hay una cosa llamada cariño y que aparece cuando necesitas acurrucarte que es lo que lo convierte en verdadero.
El caso es que hay arte para quien no le gusta el arte. Breaking Bad es una serie para los que no les gustan las series. Weeds es la buena, sin ser fantástica. A Dos metros Bajo Tierra es la GRAN serie, pero hay que hacer un esfuerzo. Ahí está la clave. Cuando haces el esfuerzo de buscar, de investigar, de prestar atención y de encontrar la puerta de entrada a ese arte y, maravillosamente, descubres un mundo. Ahí es cuando empieza a ser arte.
Los mediocres utilizan el argumento infame de que si les entretiene es que es bueno. Y no es verdad. Solamente les entretiene y hay hamsters que se entretienen dando vueltas a una rueda.
El efecto Fito, en mi idioma, es cuando disfrutas indudablemente de algo de fácil consumo, como una hamburguesa. Pero si quieres un menú trabajado por alguien que lleva años cocinando diferentes tipos de comida, es Páez.
Si dices que sabes de música porque te gusta Fito, Leiva (el gran imitador), el Sabina después del Mentiras Piadosas, Queen en Wembley o las baladas heavys... es como decir que te gusta la literatura porque leíste un libro de Bucay. Me sorprende demasiadas veces cuando alguien me habla de algo increible, nuevo, original y majestuoso... y pienso que ya lo había visto antes. Antes de mucho Bunbury, Le punk, Garcia o Perezas estaba Buenas noches Rose. La publicidad premiada suele ser copias bien pagadas de ideas brillantes de otros, que se lo digan a los creativos de Telefónica.
Hay tantos expertos de arte como espectadores de un partido de futbol diciendo que son expertos entrenadores. O cuñados que saben más que el médico. O informáticos que montan equipos con los tornillos al revés (de esos he encontrado más de dos).
El efecto Fito es cuando me intentas convencer de tu superioridad cultural y solo has oído tres canciones.
Pd: hay una forma de desenmascarar a quien sufre de ese efecto. Si te dicen, por ejemplo, que les gusta Nirvana, les pones a Soundgarden. Y si no les gusta, son un fraude. Incluso en los casos más extremos, si te aseguran que son grandes fans de David Bowie ( esto lo hice yo cuando Bowie murió y alguien me dijo que era de Bowie de siempre), les preguntas si les gusta Ziggy Stardust. A mi me respondió, la super fan, que a ese otro no le conoce. No hubo más preguntas, señoría.
Cuando mi cuñado se murió, su hija, que es mi sobrina, tenía un poco más de dos años. Al volver del hospital con el resultado definitivo consideramos que hablar de la muerte era algo excesivo y optamos por el comodín del viaje. Es lógico y es un acto de bondad.
Más adelante, se supone, la realidad se va imponiendo y el propio raciocinio humano va haciendo real lo que sucedió en aquel momento.
Unos años después estuvimos en el verdoso pueblo de Arredondo. Mi señor padre gustaba de llevarnos allí a comer cabrito. Lo específico de aquel lugar era que, al igual que sucede en algunas marisquerías, ibas unos días antes, escogías un cabrito de los que pastaban en los campos del restaurante y era ese, y no otro, el que te zampabas. Creo que mi sobrina tenía cerca de siete años. Después de comer y de mordisquear los huesos grasientos y bien asados del cabrito, ella se percató que había unos animalillos brincando por la hierba y se quedó ojiplática disfrutando de la magia de la naturaleza animal. Me acerqué a ella y le dije: "te acabas de comer a uno como ese". Ella empezó a llorar desconsolada sintiéndose culpable por haber devorado con gusto a un animal tan simpático y ese trauma le duró unas semanas. A día de hoy, a sus 26, todavía lo recuerda.
Probablemente esa misma lógica, basada en el trato que se hace con los infantes, y aquello de que la manera en la que utilizamos las palabras afecta a nuestra concepción de la realidad es el motivo por el que, muchas veces, los discursos y las noticias se maquillan bondadosamente. Es decir, existe una excusa para decorar la verdad de manera que nos haga menos daño porque se presupone, y eso es así, que como sociedad somos unos niños indefensos e irracionales incapaces de gestionar las cosas como son.
Quizá por eso mismo cuando se cumplían unos años de los acontecimientos que llevaron a la desaparición de Miguel Angel Blanco unos medios hablaban del aniversario del asesinato salvaje y los medios próximos a los herederos de aquellos asesinos titulaban, en pequeñito, que ese día hacía X años de la muerte de Miguel Angel. Que podría haberse muerto de un empacho de lentejas igualmente que de darse un cabezazo contra una bala que estaba en manos del tipo que se va de copas con el demócrata de Arnaldo.
El problema que tiene la comunicación en el mundo actual es que no resulta muy complicado buscar un par de versiones a un mismo hecho y, con un poquito de trabajo mental, conseguir una aproximación a la verdad. Algunos, normalmente los más ruidosos e intolerantes, creen que solamente existe lo que les viene bien pero eso no quiere decir que la mayoría tenga en su mano puntualizarlo o cuestionarlo. Lo peor de todo es que cuando descubrimos que nos han ocultado alguna parte de la verdad, jode. A veces es de una forma chusca. Ayer la ministra portavoz, en un intento de demostrar que los malos en cuestiones de delincuencia somos los españoles ( de siempre o recientemente españolizados), afirmó que el 73% de los delitos los cometemos nosotros. Es cierto. Eso significa que el 27% los comete quien no es español, que es el 14% de la población. La realidad es que el 100% de los delitos los cometen delincuentes y el problema de descubrir que están intentado aprovechar algo para introducir una idea suele hacerte desplazar al lado contrario. Lo peor que puedes hacer es ametrallar a alguien diciendo que no toque algo para que tenga ganas de hacerlo.
Cuando mi sobrina llegó a la adolescencia y, obviamente, sus hormonas se empezaron a volver locas ( que siguen), tuvimos que valorar el hecho de que se iba a encontrar con el mundo del porno ( y demás derivas humanas) en cuanto se perdiera unos minutos por internet. Como yo soy un bruto, rasgo que me caracteriza, me senté con ella y le conté lo que se iba a encontrar. Dicho eso fue ella la que se reguló y, creo, fue capaz de discernir qué hay entre todo lo que le va apareciendo. Ahí nos salió bien. Creo, no sé si de forma acertada, que tratarla como alguien que puede tener criterio propio y ponerle delante de la cara la realidad, resultó adecuado.
Ahora vivimos un momento en el que más de uno ha descubierto que si un grupo de marroquíes ( es un ejemplo) roban y violan a una joven, en las noticias no ponen el origen cultural de los delincuentes. Sin embargo, si lo hace un guardia civil borracho de Jaén, lo pone seguro. Al preguntar a los medios el motivo te pueden decir que ellos no buscan fomentar el odio al inmigrante, lo cual es loable, pero si es el guardia civil de Jaén te indican que lo hacen para explicar que nadie está libre de ser un violador. Nos están diciendo que somos imbéciles e infantiles y necesitamos que nos maquillen la verdad. A mi me jode mucho cuando me tratan como el niño que hace años dejé de ser.
La consecuencia lógica a la que estamos llegando es que ponemos en duda casi todo lo que nos llega. Al ponerlo en duda rellenamos los huecos con el sesgo que nos interesa. Soy de la opinión que los delitos los comenten delincuentes. Que hay madres malas y padres malos, herederos culturales que pueden llegar a creer que su hijo está poseído por el demonio y han de matarlo ahogado en la sangre de un cordero, mujeres muy hijas de puta y hombres cabronazos. Que hay empresarios buenísimas personas y trabajadores que viven de bajas falsas. Creo que Juana es una chalada esquizofrénica que hace daño a su descendencia. También soy capaz de afirmar que la pobreza y la necesidad incrementan la posibilidad de considerar el robo como una forma de sobrevivir y que nadie emigra si estaba estupendamente bien en su lugar de origen.
Por supuesto que estoy a favor de tratar todos los casos igual, con honestidad brutal, y dedicarnos a contar los hechos sin adjetivarlos porque eso, como el principio de Heissenberg, altera la propia observación.
Claro que esperar que el periodismo sea lo que debería de ser es un imposible, ya que es un negocio y necesita conseguir visitas, subvenciones y vender audiencia a base de apostar por el sesgo de sus lectores. Por otra parte ansiar que nos traten como adultos es complejo, porque una sociedad infantil es más maleable.
Es cristalino afirmar que esa idea alocada de que todos los hombres han nacido para denigrar a las mujeres es tan estúpida y racista como creer que todos los inmigrantes vienen a robarte y vivir del estado del bienestar que pagas tú.
Es exactamente igual que lo que se dice o no a mi sobrina: puedes pensar que es lo mejor o puede que no lo sea. La verdad es que su padre se murió, el cabrito se lo comió y en internet hay porno.
Pd: Una vez me pidieron, desde el ayuntamiento, que no contara en televisión que me habían robado porque eso generaba alarma social. "Ya"- les dije- "pero es que me han robado". Así que llegué a estar con un responsable de seguridad ciudadana en un debate donde sacó unos datos de la policia municipal en los que no había delitos en mi zona. "Quien hizo atestado fue la ertzaintza"- le dije. "Bueno, es que esa no es mi competencia"- respondió. En algún titular ponía: sin delitos. Bueno, yo no he perdido ningún partido de squash en la última década. ( Tampoco los he jugado). Aquí no miente nadie.
Ayer apareció una señora por mi comercio. No era muy mayor pero tampoco especialmente joven. Se sentó, tranquilamente, a esperar su turno. En realidad me gusta prepararme a lo que me voy a enfrentar y suelo preguntar cual es el motivo por el que viene. Si es algo sencillo, a veces, hasta les cuelo. "Tengo hackeado el móvil". Así que decidí dejarla para después.
La experiencia me dice que a nadie que está en su casa sentado sin hacer nada ni tocar nada le intervienen en el teléfono. Cuando hay algo , si es que lo hay, procede siempre de un engaño (instale esto, que es buenísimo) o de otra persona que físicamente ha interactuado con ese terminal. Jamás he visto que por arte del espíritu santo alguien se embarace o lean los mensajes de tu whatsapp. Otra cosa es la leyenda o la religión. Por eso suelo preguntar: ¿qué le lleva a usted a pensar que le han intervenido el teléfono?
-Hace cosas raras
Lo enciendo y salen mensajes de error, es verdad. -¿Esto?
-Por ejemplo- me dice.
Así que voy a los ajustes, despues de cerrar mensajes de error de sistema, miro el almacenamiento y veo que es un terminal de 80€ con el almacenamiento completo. Elimino algunas de esas aplicaciones que van instaladas de forma publicitaria ( el netflix, booking, temu, aliexpress y mierdas varias de amazon) y me encuentro que hay 40gb de fotos y videos. Lo conecto a mi ordenador, accedo a las imágenes y le comento:
-El telefono no tiene nada raro, solo que está lleno. Es como meter barras de acero en el coche hasta un punto en que el coche no puede con ello. Y no está mal el coche.
-Pues me lo habrá llenado el hacker.
Entonces giro la pantalla de mi ordenador y le pregunto: "¿Este gato de quien es?"
-Mio
-El problema, señora, es que su movil, aparte de ser una chufa con poco almacenamiento, tiene 40gb de fotos de un gato.
-Es que es muy bonito y le hago muchas fotos.
Dejé, entonces, una pausa dramática para ver si ella llegaba a algún tipo de conclusión sola.
-Le voy a pasar las fotos a un pen drive pero si vuelve a hacer lo mismo, volverá a pasar lo mismo.
Obviamente desaparecieron los errores.
Sin embargo, cuando ese proceso se estaba llevando a cabo, me empezó a comentar que cuando está en casa el hacker, a veces, le baja las persianas. Que entra en su casa y le cambia las cosas de sitio. Que la sigue por la calle y que está segura que cualquier día la va a matar. -Sabrá entonces quien es- le dije. -No, pero estoy segura.
La miré con escepticismo y pregunté: "¿Usted, y no se moleste, ha ido a algún psiquiatra que le haya valorado su esquizofrenia?". Pensé que en ese instante iba a sacar un cuchillo jamonero del bolso y respondió: "¿Conoces a mi psiquiatra?".
Como el número de fotos del gato era extenso tuvimos tiempo y empezamos a charlar. En ese caso mi actitud se basó en mantener que desde mi racionalidad lo suyo carecía de sentido y, sinceramente, fuera de toda la paranoia resultó ser una mujer encantadora. Viuda. Con el hijo trabajando en otro país y un entorno social inexistente. Quizá, llegué a considerar, echar la culpa a una trama de espías en donde ella es el centro de la película es mucho más entretenido que aceptar la realidad. Que, como los niños que se hacen amigos imaginarios, ella tenía hackers imaginarios con quien vivir aventuras. Que cada uno escapa de la soledad absoluta de manera que su cabeza entiende.
Terminamos de pasar las fotos, le cobre una asistencia técnica y me trajo un refresco del bar.
-Te voy a decir algo- comentó al irse- Me has proporcionado mucha calma.
Yo creo que lo único que pasó es que durante un breve espacio de tiempo no se sintió sola.
Las mentes son increíbles y se protegen y se dañan de maneras sorprendentes. Llevo 30 años oyendo, cada semana, algún caso de hacker y siempre, sin excepción, es otra cosa. Pero al igual que hacemos todos en algún momento, necesitamos crear una película que nos excuse y nos valga como comodín para todo lo que nos incomoda. Puede ser Franco, los bolivarianos, el capitalismo o un hacker que te sube las persianas porque si aceptas que no recuerdas a qué fuiste a la cocina, estás echándote la culpa.
Una de las excusas más empleadas por los delincuentes ocasionales es que estaban borrachos. Esa posesión alcohólica es la que les exime de la tontería o delito que hubiesen cometido.
En verano, independientemente de la ingesta alcohólica, el sol, el calor y la estación son ese eximente.
Ayer me crucé con demasiados hombres de mediana edad con zapatos, pantorrillas blancuzcas y pantalón corto. En la parte superior existen dos versiones: la camiseta reivindicativa o la camisa hawaiana.
No es algo exclusivamente masculino. Aunque sea una época idílica para los vestidos vaporosos y las camisetas con un hombro al aire, aunque unas piernas con ese pequeño bronceado sean parte del brillo o incluso entrever las primeras marcas del sol pueden aparentar el acceso a lo prohibido, aparece ante ti una obesa embutida en un pantaloncito corto que si no la miras puedes imaginar que es de un finlandés jubilado. Va con la misma camiseta que usaba antes de tener el novio que le hizo el primer hijo ( ahora tiene seis) y cree que el pelo desordenado hace que se parezca a Farra Fawcett. El ombligo casi está para afuera y luce un prominente cinturón de jamón ( eso es una metáfora).
También visualicé a un nutrido grupo de personas, alrededor de un banco del parque que hay debajo de mi casa, con unas mesitas de camping y unas sillas de esas plegables de plástico que parece tela y se te pega al culo, devorando unas tortillas de patata traídas expresamente en tuppers, mientras los niños se refrescaban en los chorrillos de la fuente más cercana.
Algo más adelante, como si fuera una ofrenda al Sol, una veintena de inmigrantes ecuatorianos, y lo digo por las banderas que ondeaban mientras bailaban lo que adiviné como folclore popular, cohabitaban felizmente a la sombra de otro de los escasos árboles de la zona verde urbana que tengo la suerte de visualizar al ir por el pan.
No me he inventado nada. Me sabe fatal caer en clichés.
El uniforme del verano, entiendo, es como la canción del verano. No me vale una canción cualquiera y sus virtudes no están en su calidad. Parece que más que nunca el verano es la excusa para ir como alguien que se ha puesto lo que estaba al fondo del armario, actuar como si no le importara la opinión social y, por supuesto, hacer eso tan incómodo de intentar hacer partícipe a los demás de su deriva estética y cultural. Yo no quiero oir tu música en la playa ni quiero enterarme del chiste que estás contando, a más decibelios que una vespino estropeada, tres mesas más allá en el chiringuito. Con las fiestas populares pasa lo mismo que en las bodas: parece que te obligan a apuntarte a la mierda de la conga cuando suena paquito el chocolatero.
El resto del año, sin embargo, compras todas las papeletas para acabar en el psiquiátrico si vas en pantalón corto abrazando a la gente e intentando bailar con ellos como si fuera tu mejor amigo.
¿Es el verano la excusa para volverte un imbécil?
La respuesta es si.
Hay gente estupenda, pero solo salen en los anuncios de la tele. Tampoco he querido decir nada de las personas que, como están de vacaciones descuidan su higiene y, por defecto, su fuerte olor corporal.
Yo no tengo pantalones cortos pero sí una camisa hawaiana.
Ahora voy a seguir buscando una canción del verano que, entre otras, deberia ser la de Lizzo pero no lo va a ser.
En las oposiciones a policía celebradas la semana pasada en Barakaldo tuvieron que custodiar a una persona y dejar activo todo el protocolo hasta que llegara la media noche porque su religión, adventista, le impide hacer nada en sábado. De las 3700 personas que se presentaron hubo una que pidió el respeto por sus creencias y el sistema tuvo que amoldarse a ella. No es la primera vez porque en Valencia, en 2022, ya pasó lo mismo.
Quizá pueda sonar insolidario pero si alguien que quiere ser policía resulta que el día del examen ya pone pegas, no le veo haciendo una detención de un delincuente, ni siquiera peligroso, en sábado. Puede que nos hayamos convertido en una sociedad que amplifica y tolera un grado de gilipolleces en demasía. A veces, y esto es un ejemplo, confundimos la tolerancia con los caprichos infantiles de una forma excesivamente fácil.
Ya sabemos que la estrategia del victimismo es algo intrínsecamente arraigado en nuestra sociedad contemporánea. Que si el camarero marica te roba, le pillas y le despides siempre te dirá que lo haces por intolerancia a su sexualidad. Eso, igual que lo de los divorcios y algunas denuncias instrumentales, lo que hace es perjudicar la presunción de verdad de la denuncia y, por defecto, a todos los maricas. Algunas defensas idiotas de los hechos diferenciales perjudican al hecho diferencial. Yo tengo clientes jubilados que me piden descuento por ser jubilados y lo que consiguen es que cada vez que me llega un jubilado, recelo. No tengo ningún problema con los jubilados, la mujeres, lo moros, los cojos o los maricas. Mi problema está con aquellos que creen que por poner un hecho diferencial encima de la mesa han ganado otros derechos. Me la pela que seas adventista como si adoras a una cabra sagrada pero si el examen es el sábado, lo haces en sábado.
El problema está en que a nadie le gusta sentirse señalado y eso nos hace, como sociedad, incapacitarnos del atrevimiento a decir obviedades. En las universidades americanas han señalado a docentes por no tener en su equipo a un determinado porcentaje de negros o de mujeres, o de hispanos o de lo que sea. La respuesta de "he contratado a quien me ha parecido mejor y da la casualidad que las mejores notas no cumplen cuotas" resulta que no es válida, que es racista. Después, por alguna razón de marketing social, han despedido al docente y contratado un 90% de lo que haya que contratar, independientemente de su valía laboral. No es el mejor, pero es negro transexual. Ah, entonces perfecto. Pues no.
Debería de existir un punto medio entre volvernos idiotas y el respeto a lo que cada uno es o se identifica. En el reino unido, no sé si ahora se hace igual, se presentaban los curriculums sin nombre ni foto. Una vez hecha la elección, se llamaba a la gente. A mi personalmente me resulta una solución adecuada. Lo que me resulta hasta miserable es cuando me encuentro a un político, una empresa o cualquier estamento jactándose de tener más minorías que nadie. Es como si una clínica te dijera, en vez de "te vamos a curar mejor que nadie, ven", que "somos la clínica con más árabes homosexuales del pais, ven". En tu elección personal se supone que estará tu salud pero si tu amigo no va a esa clínica le acusarás de homófobo, y a nadie le gusta que le acusen.
En realidad tengo la sensación de que la sociedad se está dando cuenta, a golpe de realidades, de lo que es cierto. Que nos estamos dando cuenta que el fuego quema lo mismo independientemente de que el bombero sea bombero o bombera. Que mover a un herido de un accidente pesa igual independientemente de la religión que profese el/le/la salvador. Que quizá , en calculos estadísticos, los hombres somos más fuertes y las mujeres más flexibles. Que los tenistas golpean la pelota más fuerte que las tenistas. Que a un hombre que se identifica como mujer no pasa nada por llamarle Maria del Carmen pero en las pruebas de lanzamiento de peso le tienes que poner con los hombres. Y eso no es machismo sino realidad. No somos seres discriminantes malévolos cuando decimos que el cielo es azul. No tengo ningún problema porque una modelo gane mucho más que un modelo porque entiendo que genera más dinero y por eso se le puede pagar más. "Es el mercado, amigo", decía un condenado.
Sin embargo, que es de lo que va todo esto, nuestra sociedad acepta demasiadas gilipolleces demasiadas veces. Quizá es tiempo de dejar de hacer tanto el canelo. Hagamos puentes, mejoremos la sanidad, investiguemos, entrenemos, compitamos, resolvamos problemas sin pensar en quien lo hace sino en que lo haga.
Crezcamos.
Y sí, se puede hacer sin discriminar a nadie, sin poner adjetivos en ninguna dirección.
Lo que debería ser, que por ahora no lo es, es que estamos discriminando a la inteligencia.
pd: lo cual no quita que haya tremendas discrminaciones y salvajadas legalmente admitidas en, afortunadamente, otros países y culturas. No sé qué porcentaje de valientes homosexuales que se besan delante de carpas de los radicalizados de Vox se irían a besar en medio de la plaza roja o en unos zocos marroquíes. No me les imagino luchando por los derechos de los transexuales palestinos o las mujeres afganas en el centro de Kabul. No soy consciente de ningún acto de valor institucional contra las ablaciones africanas. Pero eso es otro tema.
El martes pasado, en la noble villa de Hernani, parece ser que un joven fue agredido e identificó a su agresor como magrebí. La gente, con siete copas de mas o los huevos hinchados como balones de Nivea, se lanzó a la calle a reventar cabezas de magrebíes. A la una y media de la mañana parece ser que doscientas personas, enardecidos al grito de Gora Eta Militarra, golpeaban las puertas del consistorio donde se habían refugiado algunas personas de origen étnico más allá de Ceuta.
En Hernani viven 20mil personas, para que valoremos las afluencias de los hecho referenciados.
Curiosamente más de uno necesita que esas actitudes violentas sean cosa de "los otros". Para eso heos asociado todo lo malo a Trump, España, la ultraderecha y los fascismos. Nosotros, que somos unos euskaldunes como deben ser, de izquierdas, ecológicos y tolerantes, no podemos jamás hacer esas cosas.
Es más que seguro que si un grupo de muchachos de Parla, vestidos con fachalecos y pulseras de España se fueran a reventar cabezas de sudamericanos no íbamos a poner en duda su ultraderechismo. Pero si lo hacen unos herederos del rock radikal vasco con ikurriñas en las camisetas nos sorprende. No es, tampoco, un hecho aislado el conflicto latente que existe en toda España de los gitanos con los marroquíes. A nadie le gusta que le invadan su territorio para hacer lo mismo. Todos somos muy tolerantes cuando hay tres negros en tu pueblo pero ya no te gusta tanto cuando hay trescientos. Probablemente no porque sean negros, moros o de Almuñecar. Probablemente porque quien emigra lo suele hacer por pobreza y cuando eres pobre la delincuencia es una opción que gana enteros. A nadie le gustan los delincuentes. No me creo que en Parla o en Hernani vayan a por moros o sudamericanos, sino que van a por delincuentes.
Y eso es muy diferente a cuando, no hace mucho, iban a por algunos por ser guardias civiles. Hace más iban a por otros porque hablaban euskera. Y los unos y los otros hacían lo mismo.
Exactamente igual que ahora los fachas y los de Hernani actúan igual. Si actúan como un pato y hacen cuac como un pato, quizá sean un pato.
En Hernani se persigue a moros por las noches y se les hace un homenaje por las mañanas. Eso es ser hipócrita y convertir su pueblo en un oximorón, que dice una cosa y la contraria en la misma frase.
O quizá, que ya sabeis lo que pienso, los de Hernani que buscan moros al grito de Gora Eta son una banda de fascistas. Quien sabe, puede que han identificado irracionalmente a los magrebíes como delincuentes porque alguno habrá que no sea un santo muchacho deseando ser una persona de bien que se esfuerza por salir adelante trabajando duramente para ser un ciudadano de bien.
Vete tú a saber la verdad detrás de las noticias.
Pd: hay veces que criticar un extremo y otro no, te convierte en una caricatura andante.
La conocí hace diez o quince años. Una mujer inquieta, atractiva, resolutiva. En aquel tiempo ella vivía uno de esos momentos que casi todos hemos pasado en alguna ocasión en el que crees que eres el rey del mambo. Ganaba dinero, sentía la forma en la los hombres la miraban y disponía de esa sensación en la que se cree que se puede todo. El primer error que aceptó haber cometido era acostarse con su jefe. Quizá porque estaba casado y porque todas esas promesas de quererla eternamente en cuanto pusiera en orden su divorcio descubrió que eran mentira. Como buen comercial que era le había hecho escuchar todo lo que quería oir hasta "venderle" el producto. Aceptar que no era cierto y sentir el vacío de quedarse sin trabajo le llevó a tomar una determinación. Quería ser mujer florero. No trabajar. Cuidar a los hijos de su matrimonio. Tomar un café después de dejar a la prole en el colegio. Ir al gimnasio. Comprarse un coche deportivo y compensar todo aquello con fidelidad extrema a quien decidiera comprar ese pack. Lo logró.
Dejó de trabajar. Se casó. Pasaba por mi tienda a saludar si el día no era de playa. Se quedó embarazada y feliz. Se comió todas las gominolas que encontró con la excusa del embarazo y no perdió la parte que debiera de todo ese peso después de iluminar a un pequeño y juguetón varón. He de suponer que eso completaba, con el perro y el marido camionero, la colección casi completa. Se quejaba del poco gusto con el que había dibujado la cabina y quizá es por eso que cuando me encuentro, en carretera, a un camión cargado de luces y motivos dibujados con aerógrafo que bien podrían ser los Autos de Choque Heredia, me pregunto si es aquel.
El caso es que tampoco la he visto mucho en los últimos años. Sé que el perro se murió y que el niño empieza a tener edad de cosas de niño antes de que lleguen los tiempos de adulto. "Al menos"- me seguía insistiendo como si fuera algo válido-"sigo sin trabajar y dedicándome a mis cosas. A veces le hago los papeles de las cosas del camión y nos vamos de vacaciones a todo lujo. A veces con su hermano, que no me cae bien, pero es lo que es". Me ponía cara de circunstancia. Un día aparcó delante con un audi RS no sé qué blanco larguísimo y ruidoso quejándose de que corría demasiado para su gusto.
La ultima vez apareció contándome que está triste.
"Llevo un par de bares y tengo 17 personas a mi cargo"- me dice. "Es un estrés". Le recordé que ella no quería trabajar y me puso cara de circunstancia. "Son los negocios de mi cuñado, que los hemos puesto a mi nombre". Puse cara de extrañeza. "En realidad se dedica a la compra y venta de coches de alta gama. Le va muy bien. Se ha hecho con medio pueblo". Como siempre que algo chirría, arqueé las cejas. Mi señor padre comerció con vehículos toda la vida y no nos daba para tanto. "¿A tu nombre?". Titubeó. "Es que en su situación había que ponerlo a un apellido que no fuera de la familia". Me quedé esperando que desarrollara el argumento. "¿No leíste el periódico?". Negué con la cabeza. Resulta que al muchacho le habían detenido, conduciendo un Porsche GTR3, por ser el cabecilla de una organización con un transporte de seiscientos kilos de cocaína y algún delito de sangre a las espaldas. Un bendito. Supongo que de los que pagan al contado y si hay que ir de vacaciones, al mejor sitio no tiene por qué, pero al más caro, si.
Entonces pensé en todas esas personas que viven, de una forma u otra, saltándose las normas.
La manera más fácil de ganar en un juego es hacer trampa o exigir que los demás deban atenerse a normas que tú no vas a cumplir. Muchas veces recuerdo "El castañazo" ( 1977) donde un mediocre equipo de hockey empieza a ganar tras volverse ultraviolento. Hay demasiados ejemplos de políticos capaces de prometer cualquier cosa hasta que logran el poder y renegar de lo que dijeron. Los comerciales de los productos infames. Las contabilidades creativas. Copiar en los exámenes. Excesiva cantidad de resultados ponen en entredicho el esfuerzo, la honestidad y el sacrificio. Un inculto sin escrúpulos, violento y traficante, estoy seguro que se ríe en la cara de sus compañeros de clase que hacen horas extras para pagar la hipoteca después de cumplir con las obligaciones fiscales.
Hay varias enseñanzas complejas que uno interioriza de pequeño. En una de ellas te enseñan que con esfuerzo, bondad, generosidad y trabajo casi puedes llegar a cualquier sitio. La otra es que el tiempo termina poniendo a cada uno en su sitio. Pasados los 50 estoy en disposición de ponerlas en duda. "Es gordo todo"- "me dijo con confianza". "Quizá esté un par de años en la cárcel. Pobrecillo, le van a poner una multa de varios millones de euros. Por eso están los bares a mi nombre. No vamos a echar a 17 familias a la calle por culpa de la policía". Como no tengo comedimiento verbal comenté que de pobrecillo no creo yo que haya que tildarlo y que vivir de los beneficios de la extorsión y las drogas es, a todas luces, miserable.
Se echó a llorar. "Tú también te metes conmigo"- me dijo como si yo hubiera sido culpable de algo. Cualquiera diría que traigo cocaína en los discos duros en vez de trabajar 60 horas a la semana y sentirme imbécil cuando un tipo que juega sin normas va a salir de la cárcel dentro de dos años con paro y los beneficios a buen recaudo.
Cuando alguien juega sin normas pasan estas cosas. Y jode porque deberían expulsarle para siempre del juego y, a veces, te queda la sensación que no es así. Que ganará las próximas elecciones, que harán una tercera Rumasa o que la siguiente vez le pillarán con dos toneladas de farlopa.
¿Te he contado cómo una amiga estaba triste por tener que gestionar una empresa de hostelería con varias delegaciones y algún que otro inmueble?. Pues eso.
No me refiero a tomarme una copa a veces e incluso fumarme algún cigarro. Ni siquiera comer algún dulce o acercarme ocasionalemente a la comida basura. Son drogas porque generan esa neurona de la adiccion, por supuesto. Me estoy refieriendo a la ne-ce-si-dad de pasar por la página de las drogas para llegar al estadio siguiente. No me refiero a salir a la calle, liarse con unos y con otros en largas y animadas conversaciones para descubrir que has llegado a casa un poco bolinga. Me refiero a ponerse bolinga antes de salir porque si no lo haces crees, firmemente, que seras incapaz de socializar.
Un 30%, dicen las estadísticas que en este tema supongo que rozan lo que un entreveistado admite o no, de los varones han echado mano en algun momento de la prostitucion en su vida. Un 10% el último año. Desconozco cifras sobre mujeres que hayan echado mano de muchachos de pago y la cifra única que he encontrado es del 1%. Supongo que socialmente hay parámetros mal concebidos porque no creo que alguien use la prostitución pòr ser horrible, malvado/a y sin lazos afectivos. En el mundo moderno que nos movemos, a poco que se busque, el acceso al sexo de una forma rápida y sin condicionantes es más preponderante que los aspectos normalmente supuestos. No en vano la busqueda de prostitutas/os ha crecido entre gente cada vez más joven e incluso atractiva con posibilidad de éxito en una fiesta o una aplicación explícita. No deja de ser un acuerdo comercial de intercambio de servicios que no he de criticar si se efectúa de una manera libre.
Por otra parte un 20% de las personas ha consumido cocaína alguna vez en su vida y un 3% el último año.
De todas las drogas, curiosamente, los hombres ganan en las convencionales y las mujeres en cosas parecidas a los fármacos. En realidad, igual que con la prostitución, me da lo mismo que sean hombres o mujeres porque no va de sexos.
El caso es que me sorprendo. De la cantidad de personas que intentan vivir sin trabajar, de la cantidad de personas que viven vidas hipócriotas, de la cantidad de personas que fomentan el ancestral trabajo de la prostitución y de la enorme cantidad de gente que se droga.
Entiendo que todo responde a la necesidad de escapar de unas vidas que no nos hacen sentir bien. Que estar con la voluntad alterada o viviendo en una vida diferente nos evade y nos vale de pequeños escondites en los que, acurrucados, intentamos que todo lo que está ahí afuera pase de largo sin percartarse que no estamos. En ese sentido el suicidio es el pico máximo en el que creemos que la voces se apagarán o, dicho de una forma opuesta pero igualmente honesta, el silencio deja de estar tan presente que te ahoga, A veces la vida es un síndrome de abstinencia contínuo sin habertelo pasado ni medio bien con el subidón anterior que no tuviste.
Lo cierto es que no me drogo porque siempre lo he asociado a una forma de ser un perdedor. No se me ha pasado por la cabeza emplear los servicios profesionales de alguien que me quiera un rato por dinero porque siempre he preferido que me acurruque alguien que, pudiendo estar libremente en cualquier sitio ha elegido estar a mi lado. Tampoco considero que nada exitoso sea ser artificialmente el alma de ninguna fiesta o la picha más brava del barrio. Es una cuestión de preferencias. Eso no quita que más de una vez preferiría estar borracho y más de dos hubiese hipotecado mi alma por un polvo sin obligaciones. Pero soy capaz de verme desde fuera, analizar mis taras, proyectar los resultados de mis actos y obrar antes de que sea irreparable.
No tengo excusa estupefaciente a mis desastres.
También puedo afirmar que no meterme cocaína o no irme de putas es algo que en absoluto significa que no disponga de adicciones. El ser humano es dopamínicamente culpable siempre. Necesito conducir sin rumbo de vez en cuando. Escribir aunque nunca voy a llegar a nada en la literatura. Las siestas de los domingos. Leer la prensa mientras desayuno miy despacio sin hablar. Oir la radio. Echar de menos. Descubrir una canción nueva. Quejarme.
Pero sí que es cierto que me asusta saber que el 30% os habeis ido de putas, el 20% habeis consumido cocaína o que otro 20% se ha fumado un porro en el último año. Por supuesto que la justificación social de ello es parte de su mantenimiento en el tiempo. Podría hasta entender a Antonio Vega, Antonio Flores, Pepe Risi y Alvaro Urquijo puestos hasta las cejas componiendo en una mesa de un garito de Malasaña. No entiendo a César, con la carrera casi terminada y que ha estado entrenando, metíendose de todo en un baño mientras su novia le espera fuera porque cree que así será más popular. "Si me meto, la chupo mejor"- me dijo Natalia, que era profesora de inglés y recién separada, antes que le recomendara no dar esos detalles a su próximo compañero oral y diciendo que sentía mucho que yo no fuera a ser su puto de esa noche.
Quizá me asusta más descubrir que la mitad de vosotros y de vuestro entorno, incluída la prima Mari Pili que va a misa todos los domingos, necesita escapar de si mismo más de lo que debería, porque de eso van las drogas.
No te drogas para evadirte de ti mismo. Necesitar escapar de ti mismo y la forma fácil, son las drogas.
Dia mil doscientos cuarenta y tres, el mar aún no ha llegado a Salamanca.
Desconozco lo que vendrá en el futuro. Las visiones solamente van en dos caminos: el de la apocalipsis y el de la modernidad limpia y feliz. Vengo a avisarte que las dos son falsas.
Cuando Marty McFly llega a su futuro, que es el 2015, se sorprende y se congratula por vivir en Hill Valley. En 1985 era un símbolo de estatus. En 2015 no. Cuando los supersónicos imaginaban el futuro todo parecía funcionar perfectamente. Es más, existen documentales sorprendentes sobre cómo se imaginaba el siglo XXI desde el siglo XX y casi ninguno evita caer en los coches voladores. De lo de transportarnos telepáticamente mejor ni hablo.
Probablemente era más que lógico creer que, dada la revolución industrial y la revolución tecnológica, el avance de la informática y la auto conciencia de la evolución humana, ese proceso de cambio era infinito. Algo parecido a la ley de Moore.
Después, metidos ya en las últimas décadas y tras el golpe de realidad de los primeros 90, la Idiocracia ganaba enteros. Claro que eso es como una apocalipsis zombie. Probablemente todos los Nostradamus olvidaron la naturaleza humana. Esta ha sido la misma durante miles de años y aunque hemos cambiado el sílex por los bits enviados por cables submarinos de uno a otro continente, seguimos siendo animales con comportamientos innatos. Seguimos dejándonos llevar por nuestro gen egoísta y eso no hace que la evolución sea a mejor sino que sea una evolución hacia lo desconocido. No niego que la edad me hace ser, cada día que pasa, menos devoto en la naturaleza humana. Vivo en un pragmatismo dramático.
Soy capaz de mirar atrás y descubrir con cuánta ilusión llegaron los coches y la clase media. Los felices años en los que la luz eléctrica, el teléfono, la televisión y los servicios públicos nos hicieron creer que esa mala pesadilla de las guerras mundiales eran cosas de un paleolítico. Si algo tuvieron los 80 fueron los colores y la sensación de poderlo todo. Si algo tuvieron los 90 fue golpearnos con la pobreza de los otros mundos que viven en éste. Si por algo se va a caracterizar la primera década del siglo XXI es por una necesidad reivindicativa e integradoramente buenista de cualquier tipo de causa que me haga sentir bien sin poner en perjuicio mi físico. Si por algo se va a caracterizar la siguiente década es por reconocer que aquello no solucionó nada más que nuestras necesidades morales. La que viene después, espero, podría caracterizarse por el baño de realidad que antepone las soluciones y la realidad a las ideologías imposibles.
Porque lo importante, igual que siempre, es comer, procurar reproducirse y hacer de la vida un trayecto lo más agradable posible. Lo quieren los perros y lo quieres tu. Después estamos los imbéciles que creemos que estamos por aquí con el desalentador objetivo de dejar algo de legado. Somos menos y algunos son castores. Más allá están, como los búhos, los que observan. Aquellos que saben que el mar Cantábrico será el Mediterráneo algún día. Y Laredo, Benidorm.
Eso fue unos siglos antes de que el mar superara los Picos de Europa filtrándose por el túnel de la última autopista, concedida a una empresa corrupta que se ahorró el estudio de freáticos, que atravesaba Covadonga.
En el futuro, igual que en el pasado, algo mejora y algo empeora. No hay, salvo en periodos puntuales, zombies por las calles. Lo que sí que hay es demasiados gilipollas. Y, como ha pasado siempre, humanos poniendo zancadillas a humanos. Podemos llamar de diferente forma a lo que hemos hecho siempre, pero seguimos haciendo lo mismo. Nuestros impulsos vitales son idénticos y es que nos hemos preocupado de mejorar las herramientas sin preocuparnos de nuestras taras.
Las personas más listas, aquellas que en su momento apostaron por la tecnología y la modernidad, van por ahí diciendo que tener un huerto, saber hacer pan, disponer de conocimientos mecánicos y dominar el bricolaje serán las aptitudes pro. Lo que está claro es que dentro de mil años seguiremos comiendo, cagando, follando y respirando. Quizá nos comuniquemos telepáticamente y viajemos en coches voladores. O no. Quizá ese barrio de ricos sea de traficantes de órganos o no exista barrio y vivamos en planetas por destrozar.
Quizá, en el día mil doscientos cuarenta y cuatro, el mar llegue a Salamanca.
Pero habrá algún imbécil que llamará bird wacthing a mirar pájaros, muffins a las magdalenas, poliamor a la promiscuidad sexual o pec a "por el culo". No deja de ser algo que también hacían tus abuelos y lo harán tus nietos. No me refiero a hablar como un idiota, sino a comer magdalenas.
Dia mil doscientos cuarenta y cinco, PEC te la hinco.
Los juegos arcade no terminaban nunca. Empezaban fácil, con alguna dinámica sencillísima y después, simplemente, cada vez eran más rápidos. Poco más. Podían poner alguna barrera en el tetris o cambiar un poco el laberinto del PacMan, pero era una cuestión de velocidad. No tenían fin y esa era su característica básica.
Después llegaron los ordenadores y la gracia del juego o de la aventura era terminarlos. Lo cierto es que los que hacen juegos se dieron cuenta que el dinero ya no llegaba por la cantidad de monedas introducidas ( es decir, la cantidad de partidas jugadas) sino por la experiencia del juego en si. Entonces llegaron las aventuras.
Mas tarde llegaron los juegos gratis con compras dentro de él. Esto es como darte una droga pero tener que pagar por el antídoto cuando descubres que no puedes hacer gran cosa con la versión gratis.
En todos los casos siempre han existido tramposos y en otros cambiaron los juegos para que tuvieran un final ( el record de acabar el tetris son algo mas de 40 minutos). No es solamente descubrir donde están las salidas en las aventuras sino programas que te ayudan con los Cheat (trampas) y eso también es parte del negocio. Al fin y al cabo los programadores del Serious Sam 3 programaron un enemigo IMPOSIBLE si detectaban que tenías una copia pirata. Es decir, que no es que siempre haya una solución sino que si hay una solución es porque el creador te la ha dejado ahí, más o menos a la vista. Se parece sospechosamente a la vida, donde tambien hay enemigos imposibles. Como en la vida, también, con dinero es más sencillo avanzar en el juego.
Hay quien afirma que la manera de saber cual es el camino correcto en un juego es ir por allá por donde hay enemigos. Si todo es plácido y tranquilo, no es el camino. Eso nos lleva, a algunos que llevamos jugando desde es Spectrum, a enfrentarnos a retos más complicados creyendo que esa es la dirección adecuada.
De todas formas la vida tiene un poco de juego arcade porque dura todo el rato hasta que mueres. La única diferencia es que no siempre es más rápido o más dificil, sino que es de ritmo variable. Mi señora madre, a sus 93 juega, pero despacito.
Y la vida también tiene un poco de juego porque se supone y te cuentan que es entretenidísima y maravillosa. Que vivir es un goce divino fantástico. Que todo es enamorarse, los atardeceres, la amistad, unos pájaros cantando no demasiado fuerte al lado de la sierra y el crisol cultural que te embarga y te hace sentir lo bueno del ser humano. Al igual que cuando no logras pasar una pantalla y acumulas toneladas de frustración nadie te habló de la soledad, el desamor, el barro, sentir las quemaduras del frio en las manos y las traiciones. Después, cuando estás en el lecho de muerte retorciéndote de dolor porque el cáncer de huesos te ha roto las vértebras, intentas convencer a los que son más jóvenes que vivir merece la pena. Lo haces por venganza, admítelo. Es lo mismo que no contar cómo se pasa la pantalla.
Así que sí, la vida es un juego arcade cabrón. No cabe duda.
Cuando juegas al juego de "buenos y malos", excepto si es un juego, siempre te equivocas.
Alguien afirmaba en la radio que, como Israel es de los malos y se enfrenta a Iran, los otros han de ser buenos. Ojo, los otros, que matan homosexuales, discriminan mujeres por vestir como no deben y también tiran bombas. Viene a ser lo mismo que cuando Errejón fue acusado y no podía serlo porque solamente intentan aprovecharse sexualmente de otros la gente de derechas, excepto si es Bob Pop de fiesta por Madrid. Con la corrupción pasa lo mismo. Parece que no nos queremos dar cuenta que ese discurso, infantil y absurdo, es indigno de personas adultas. Será, simplemente, que una democrática parte importante de las sociedades modernas no quiere ser adulto. Vivir en un mundo imaginario donde ellos residen en el lado correcto de la historia y la moral. Simplificar. Reducirlo todo a blancos y negros sin percatarse de los grises.
Cuando uno de los supuestos malos hace algo bueno o uno de los buenos hace algo malo, hay un bug en el sistema. Claro que el sistema no es un algoritmo y es solamente la realidad. La realidad, mal que nos pese, se compone de variables incontrolables que no vienen predefinidas por un nacimiento, una raza, una formación o una ideología.
Los bulos y la ultraderecha de un lado son la ETA del otro. A ambos les perseguía una conspiración judicial y a Franco una conspiración judeomasónica. Donald dice que la prensa se inventa cosas sobre él y su familia. Pedro hace lo mismo. Todos, absolutamente todos, tratan a su público como si fueran niños irracionales. Incluso el feminismo moderno ( el malo) hace eso con las mujeres a las que juran defender: comunicarse con ellas con la premisa de que son incapaces de pensar solas. Todos compran un discurso de bandos y todos, si les pones cualquier cosa en duda, te ubican en el otro donde has de vivir siempre.
Si eres de un bando, como un estudiante de Stanford en un experimento, has de ser lo que te toque ser Todo El Tiempo. No vale aceptar que nadie es bueno o malo todo el rato.
Cuando A empezó a trabajar se vino conmigo. Formamos equipo. Sí que es verdad que yto era su jefe pero entendí que entre ambos se forjó una relación de confianza. Sin él y sin mi hubiera sido imposible haber estado sacando el trabajo adelante, de mejor o peor manera, tantos años. 18. Tuvimos alto y bajos, mejores o peores momentos pero ahí estábamos. El caso es que A se separó. Una de esas separaciones en las que ella, por lo que sea, se queda la casa, la custodia, el coche y la pensión. A, obviamente tocado por lo que es un fracaso común pero un fracaso al fin y al cabo, era pasto de relaciones infructuosas y se echó una "novia" lejana. Se compró un coche de tercera mano que le salió fatal y se percató que se había quedado sin dinero. Y metió mano en la caja. No de una manera obscena sino de esas en las que calmas la conciencia y no te das cuenta hasta que la bola de nieve es enorme. Le puse un despido disciplinario delante y le dije "firmas o me pongo a buscar". Firmó. A día de hoy no considero que fuera mala persona sino que , aun teniendo una esencia bondadosa, tomó malas decisiones. Pero, eso sí, tuve que actuar muy a mi pesar. Porque la realidad implica actuar. Si no actuas eres un imbécil. La línea entre la bondad y la imbecilidad es fina.
Ser un imbécil, en el sentido del estado anímico de la hipocresía en vigor, es jurar que no hay mujeres malas, que todos los inmigrantes vienen a trabajar honestamente, que nadie se aprovecha de las ayudas sociales, que los hombres hemos nacido para violar mujeres, que los curas se reúnen para violar menores y que cualquiera que tiene más de un millón de euros lo ha robado. También es ser un imbécil pensar lo contrario, que es el riesgo del cambio de modas morales.
Se puede ser judío y alemán, marica y de derechas, cantante de regetton con buena voz, político honesto, punky limpio, argentino sin conversación, árabe tolerante o agricultor cultísimo. Se puede ser trabajador y preocuparse por el rendimiento laboral del trabajo. No hay ni un solo oximorón en esas situaciones. Quien lo ve como algo imposible es un gilipollas infantil que demuestra que no es capaz de salir de la película imposible en la que ha decidido vivir. En un juego de buenos y malos que solo puede ser verdad si es un juego. Pero hay momentos en los que hay que dejar de jugar. A veces hay que lavarse los dientes, dormir tus horas, estudiar un poco, pensar antes de actuar y recoger la cocina.
Siempre se juega a contraponer el imperfecto mundo real en el que vivimos con un hipotético mundo maravilloso de ilusión perfecto al que deseamos llegar. Ese es el triunfo de los independentismos deseados y de los comunismos ansiados. Porque no ha existido en la historia un solo momento en el que cualquiera de esas utopías hayan salido bien y, por el contrario, podemos hacer una lista infinita de todo lo que está mal en nuestra capitalista y desigual sociedad.
Estoy totalmente seguro que sería mucho más feliz si pudiera teletransportarme hoy mismo para comer con mi madre o echarme la siesta a tu lado, pero estoy trabajando y tú tienes mejores cosas que hacer. Al fin y al cabo cuando conociste mi realidad imperfecta tomaste la decisión de buscar el amor utópico bajo las siglas de otro. ( Es una metáfora, porque las sociedades son como las relaciones). El caso es que no me puedo teletransportar así que en vez de quejarme amargamente echando la culpa a los malos de no haber logrado una solución imposible, la llamaré y la haré reir, a sus 93, para calmar mi necesidad de saber que está al lado de mi oído, que se comunica por proximidad con el cerebro.
Si un día vas por la calle y algún desaprensivo intenta robarte no te va a importar que esa tentativa la frustre un negro, un facha, dos travestis lanzándole las plataformas, un alemán, Maria del Carmen con el pelo morado, un israelí, un palestino o Donald Trump vestido de torero.
Con vivir, en realidad, pasa lo mismo. Deseamos vivir mejor y, ya si eso, que después vivan mejor los demás. Nos debería de dar igual. Pero en un mundo de mediocres incapaces de reconocer sus limitaciones alguien descubrió que reducirlo todo a buenos y malos funcionaba. Quizá porque somos una generación criada por películas. Quizá porque mientras nos estamos etiquetando y enfrentando entre nosotros algunos se sienten impunes. Hay zonas de Africa donde los aviones llegan cargados de armas. Se van al líder de una tribu, le dejan unos fusiles y le dicen que el de la tribu de enfrente le ha llamado gordo. Luego van a la tribu del otro lado del río, le dan ametralladoras y le dicen que el otro le apoda el carahuevo. Mientras las dos tribus se están aniquilando se llevan a los niños a la mina y se vuelven con el coltán de tu teléfono o los peces del lago Victoria.
Me la pelan, absolutamente, demasiada cantidad de detalles que se usan para catalogarte antes de ponerte a prueba. Cuando tuve que sustituir a A no pregunté si tenía mejor o peor nota, si adoraba a Dios o a Satán, si se follaba a una cabra los martes o si se autopercibía como helicóptero apache. Simplemente le pedí que cogiera un destornillador , montara un equipo e hiciera una configuración en red con acceso al nas.
Porque si en vez de jugar a "buenos y malos" nos preocupamos de hacer las cosas bien, salen las cosas bien.
En ese barrio hay dos construcciones nuevas. En realidad el precio de cada piso, los metros cuadrados, los servicios comunitarios e incluso el garaje son idénticos. La única diferencia es que uno de los edificios, frente al otro, es horroroso. El otro, sin embargo, presenta una fachada digna de ser una obra de arte. ¿A cual te vas a vivir?.
Logicamente al feo.
Porque cada día, al levantarte, disfrutas de una maravilla arquitectónica mientras tomas café asomándote a la ventana.
Hay muchas obviedades que, puestas sobre el papel, pueden parecer de mal gusto. Entre dos personas igual de listas, de guapas, de coordinación mental y de todo, pero una podrida de pasta y la otra pobre como una rata... elige. Pues eso mismo. Cuando quien decide es otra persona te puede contar que el dinero enfanga la vida pero si la elección es para ti, está clarísimo. A ver si los servidores públicos no quieren ganar más haciendo el mismo bien a la comunidad.
El dinero es como la resolución de las cámaras. Me voy a explicar con ejemplos tremendamente viejunos. El cambio de resolución de un megapixel a dos se nota una barbaridad. De aquellos teléfonos de concha que hacían fotos de mierda (y nos parecían mágicas) al primer smartphone que tuviste existía un salto cuántico. Del de 2 megapíxeles al de 10 la diferencia también era grande, aunque había que ampliarla para notar los detalles. Te lo digo yo, que cogía un teléfono y otro, hacía la misma foto y la ampliaba al máximo para que el cliente viera por qué era mejor. Sin embargo cuando ya pones uno de 50Mpx y uno de 200Mpx no te creas que se nota tanto. La sensibilidad humana no da. Quizá es por eso por lo que hay que buscar los elementos diferenciales en otro sitio. Una de las mejores ideas tecnológicas la llevó a cabo la marca, aquí desconocida, Transsion. Segundo vendedor en Africa. Lo que hizo fue añadir un software específico para mejorar las fotos en las que el sistema detectara una cara de color (negro) y ejecutar, por software, una mejora facial. No tiene más pixeles pero vas a salir más guapo, mi querido consumidor somalí. La clave está en que como ya no vas a notar a diferencia tengo que buscar algo que me posicione en algo especial respecto de la competencia. El truco del mp3 era algo tan sencillo como considerar que la calidad de la música ya era aceptable para tus orejas, asi que se eliminaban todas las longitudes de ondas que no eres capaz de notar y, de esa forma, ocupar menos en el envío de archivos de música por internet. Es lo mismo: hay valores añadidos que, sinceramente, te la pelan.
El triunfo, comercial en este caso, es saber qué es lo que le importa o no al cliente y desarrollarlo. Con los coches pasa algo parecido: como el número de válvulas por cilindro te da lo mismo pero no te da igual el tamaño de la pantalla del salpicadero, hagamos una pantalla más grande y pongamos un botón que cambie la iluminación interior. Que actualmente los motores más vendidos sean de tres cilindros no importa porque el automóvil se ha convertido en un dispositivo que es para ir del punto A al B.
Con las relaciones personales pasa algo similar, no nos engañemos. Lo que pasa es que en lo que se fija Maria del Carmen es diferente a lo que le parece importante a Juana. Normalmente son detalles y nada especialmente importante porque eso se da, erróneamente, por sobreentendido. Puede ser que te acompañe a los conciertos o que suba al monte, y eso son las pantallas del coche. Que te respete, te quiera y que puedas contar con esa persona cuando la necesitas sin tener que hacer una instancia (que es la bomba) se presupone. También se presupone que el coche te lleva pero hay más averías mecánicas que nunca y los Tesla son melones si lo ves con los ojos de un ingeniero en vez de un programador de software. Nuestros padres o nuestros abuelos se quisieron a pesar de todo pero nuestra amiga dejó al marido porque no bajaba la tapa ( obviando el hecho de que el viril caballerete con el que chateó en pandemia siempre estuvo disponible y no había puesto esperanzas, por lo que la decepción era imposible).
El caso es que el dinero (y muchas otras cosas) es como la resolución de las cámaras. La diferencia en los primeros escalones es descomunal pero llega un momento en el que ya no hay tanto salto y entonces empezamos a fijarnos en otras cosas que normalmente no son importantes pero las convertimos en esenciales. Creemos, erróneamente, que la utilidad básica primaria está cubierta: Que vamos a comer cada día, que podemos hacer una foto o que echaremos un polvo siempre que nos apetezca. Eso, e incluso que nos merecemos amor incondicional sin poner nada de nuestra parte porque para eso somos tan estupendos, lo hemos hecho todos alguna vez. Uno de los dramas que vienen no tiene que ver con haber pedido un crédito para comer, los estudios o la casa y no llegar. Ni siquiera para un coche y no llegar. Tampoco para irse de vacaciones y no poder hacer frente a los plazos. El riesgo está en que ahora hay quien se pide créditos para ir a un concierto y luego se queja de lo mal que se lo hace pasar el turbocapitalismo.
-Pero si yo te quiero- le dijo cuando le dejaba. -Si, pero el otro, que también me quiere porque quien no me va a querer a mi, tiene un yate.
Es lo del principio. Si me creo que es lo mismo, la decisión la tomo en parámetros absurdos. Probablemente no es lo mismo pero la diferencia entre 80 y 100 megapixeles no se nota pero en ese, al encenderlo, se ve una luz y puedo cambiar la carcasa a juego con la ropa de cada día. Conozco a quien se compró un mac porque era el color que mejor quedaba con el papel pintado de su salón.